ꕤ Nishi Kiyomi, la flor marchita ꕤ El regreso a Legacy, la llegada de una nueva Profesora

A paso lento avanzaba aquella mujer de mirada apagada, con un bolso de mano pequeño, había llegado para comenzar su gran viaje dentro de la Academia Legacy.  La luz de la Luna no hacia mas que resaltar la palidez de aquella viajera. Pero junto a su mirada tétrica y la iluminación exterior de la Academia le daban un toque tenebroso.  La mujer con un gran tapado negro que le llegaba hasta por encima de los tobillos se detuvo frente a la gran entrada, donde se quedo con la mirada perdida unos segundos. De forma inconsciente su temblorosa  mano derecha se movió para tocar un colgante que llevaba alrededor de su cuello, era una Cruz Anj, un objeto muy preciado para la misma, algo que la calmaba, y  al parecer funciono, porque su mano dejo de temblar. Luego de dar un suspiro y armarse de valor, la mujer cruzo la entrada.

Mientras avanzaba por los bellos jardines de la Academia, la nueva profesora recordaba sus momentos vividos junto a sus antiguas compañeras, a las cuales extrañaba, pero luego recordó que eran insoportables y se le paso la nostalgia. Por lo que ahora  sentía  cierto rechazo todo lo que estaba a su alrededor. Pero también recordó que entre aquellas flores había dado su primer beso,  esto cambio nuevamente los sentimientos de la mujer de cabello negro, ahora estaba triste porque toda esa etapa había terminado, pero también estaba feliz por todo lo que sucedió después. Mientras este torbellino de emociones giraba en el interior de la Profesora, su rostro estaba duro como una piedra, ni se inmutaba por lo que sentía, lo cual hacia muy difícil que los demás supiesen en que estaba pensando o como se sentía, para peor, su rostro serio podía ahuyentar a cualquiera que se acercara con buenas intenciones, aunque ella no lo hacia apropósito.

Recordando, hurgando entre sus memorias, como hacia siempre, caía en el mismo lugar , en lo peor de sus recuerdos, algo que ella quería olvidar, pero a la vez no quería, algo que le causaba mucho dolor, pero si la olvidaba a ella, jamas se lo perdonaría. La muerte de su hija era algo que carcomía el interior de Nishi todo el tiempo, se odiaba a si misma por no poder hacer nada para salvarla. Pensar en su hija, hacia que perdiera la compostura, por lo que decidió sentarse en uno de los bancos que habían en aquellos inmensos jardines.

Lirios, Gardenias, Lavandas y muchas otras más se movían de una forma hermosa por el viento, al igual que el oscuro cabello de la mujer, quien miraba con mucha envidia a aquellas magnificas flores , que brillaban con sus colores, y desprendían aromas que juntos hacían un mar de sensaciones. Todas ellas tan vivas, y ella tan muerta. Solo era una flor marchita en aquel jardín  lleno de vida.

Un viento nocturno sacudió el pastizal sobre el que las coloridas flores de múltiples colores y tamaños posaban sus raíces, cada una de ellas danzó al unisono al ritmo del resoplar de un violín silencioso. Como frágiles bailarinas se movieron hacia un extremo para luego retomar su monótona posición, por un segundo había parecido como si las mismas diesen la bienvenida a la única persona que con una maleta yacía inmóvil en uno de los tantos asientos que la academia había colocado ahí estratégicamente para que la magia se notara incluso antes de entrar a los infinitos pasillos que brindaba el edificio principal, el cual, cabe destacar se encontraba a tan solo un par de metros de aquel sitio.

Por un segundo todo fue silencio, la tranquilidad de la noche acompañada por el brillante resplandor de la esfera brillante en el cielo brindaba cierto aire de terror, por la noche, cuando todos los alumnos y profesores se encontraban en sus habitaciones reposando para continuar con sus labores del siguiente día, las cosas más interesantes sucedían dentro y fuera de la gran y prestigiosa academia Legacy. El castillo se inundaba con cientos de misterios que incluso los más valientes temían encontrar. Era inusual, decían los docentes a cargo de la seguridad del castillo, más nunca se limitaron a decir que era imposible. Rumores y leyendas corrían por los pasillos a los oídos atentos de los incautos que decidían creer en aquellas historias de fantasía, y por su puesto, a aquellos que se creían más inteligentes para no hacer el menor caso.

Una vez más la brisa resopló contra los cabellos oscuros de la joven, las flores nuevamente se estremecieron ante dicho proceso, más una vez que la brisa se detuvo, estas decidieron por alguna razón no detenerse, continuaron agitándose continuamente, esta vez mucho más violentas que la última, algo particularmente extraño sin duda alguna, más no imposible, no en una escuela de magia, ¿o es que acaso los que acudían ahí era con la intención de llevar una vida pacífica? La respuesta: ¡Por supuesto que no! Las aventuras sucedían cuando menos se esperase en el momento menos importuno. Y mientras estos pensamientos inundan la mente, una silueta oscura vaga por entre los matorrales de aquel jardín, confundido con la tierra se oculta la verdadera silueta de aquel que se dedica a perturbar aquellas flores. Por un segundo las nubes cubren el astro nocturno y tras un par de segundos la luz nuevamente deja posar sus rayos contra todo el sitio, en ese momento, una caballera plateada se muestra muy cerca del sitio de donde se encuentra o encontraba aquella visitante. Aquella silueta pertenece a un joven, no mayor a cualquier estudiante, y mientras parece querer encontrar algo lanza unas palabras entre dientes de las cuales solo pueden entenderse entre algunas de las sílabas una de ellas, la cual, eventualmente no es oportuno mencionar en el relato, más se puede asegurar que son solo maldiciones sin aparente objetivo.

Una vez llegada a la barda que delimita al jardín, el rostro se alza en alto y dejan mostrarse finalmente las facciones de aquel muchacho de cabellos tan blancos como la misma nieve de invierno. Por un segundo sus ojos rojos cruzan una mirada molesta encontra de aquella que a estas alturas probablemente le observa con cierta inquietud, (y como una nota personal del autor, cualquier persona cuerda hubiese huido, que valentía la suya). Aquel sujeto de mirada distante se limita a observar de entero, guiándose desde los pies hasta la cabeza, la figura esbelta de su contraria. Una mancha de tierra seca se muestra en la punta de la nariz del mismo, quien limitado por sus acciones simplemente golpea con brusquedad el ambiente. Por ese solo instante, los rostros serios de ambos ahuyentarían incluso al más bravo de los guerreros, mientras un frío infernal inunda el ambiente. - Tu. - Comenta por primera vez el albino quien detiene su mirada en ella, y con su mano extendida hacia el frente señala a la chica desconocida. - No te muevas. - Prosigue con precaución bajando un poco más el tono de su voz. - Se llevará esa cruz brillante. - Prosigue con cautela mientras levanta su cuerpo de la tierra, su ropa sucia muestra el continuo esfuerzo que debió realizar buscando lo que fuera que estuviese buscando. Pero, una vez de pie, ya es muy tarde, el collar de la pálida mujer ya ha desaparecido del cuello y junto con él un brinco repentino de aquel peliblanco logra esquivar y por supuesto pasar de largo a la misma, sin detenerse a brindarle una explicación por lo menos. Seguido de ello un "Detente" se escucha junto con los pasos apresurados del chico de orbes carmesí.