A little slice of life

Ryuko había logrado al fin zafarse de las numerosas pesadillas que la habían estado acosando la noche anterior; aunque la joven aseguraba que dormía bien, sus ojeras estaban más que marcadas, además de que su voz lo decía. Pero no tenía tiempo de descansar, siempre estaba alerta, merodeando por los terrenos de Legacy, buscando miembros del Internado Merak, y eso le había servido de algo, pues, la mantenía alejada de sus sueños quebrados. Estaba merodeando por ahí, por los Jardines Delanteros, cuando divisó una forma familiar…

«¿Y ese que hace aquí?», se preguntó Ryuko, algo desconcertada. Suspiró, y tan rápida como una sombra que se desvanece, dejó de estar ahí, y reapareció de manera silenciosa recostada en el árbol, donde el joven ángel, su máscara estaba puesta.

—Judai...No pareces muy contento con Legacy —dijo con voz seca y ronca—, dime, ¿que ocurre?

Su voz no delataba la preocupación de Ryuko: pues, estaba preocupada de que tal vez Judai se sintiera tan decepcionado de la Academia que se iría, y sus esfuerzos habrían sido en vano, pero, oculto cualquier rastro de aquel temor con tal de que no se expresara en su voz, expresión, mirada y algo que la delatara.

Ryuko asentia suavemente y con lentitud con cada palabra del frustrado ser puro. No dijo nada en su contra; de hecho lo entendia. Ella también esperaba que pudiera presentarse una oportunidad de pelea, pero, parecía que Merak estuviese muerto, literalmente.

—Mira, te entiendo, Judai —empezó—, yo también quiero hacer algo importante por la Academia, pero, a veces, lo mejor que se puede hacer por la Academia es quedarnos aquí. No te preocupes, estoy segura de que tendrás tu oportunidad, solo ten paciencia.

Hablo de manera firme y convencida, y a la vez seca y fría. Seguía recostada en el tronco de aquel grueso árbol, con su mirada fija en la nada.

Al escuchar como el joven se le perdían las palabras en la garganta, Ryuko reprimió un comentario sarcástico. Tarde o temprano, Judai tendria que aprender que Ryuko siempre aparecía de la nada: un hábito, de hecho, que muchos no estaban acostumbrados a experimentar.

—A mi no me gusta más que tú estar aquí —dijo—, pero, si es lo mejor que puedo hacer por Legacy, lo haré entonces.

Escuchó con atención la otra pregunta. Se quedó un rato pensando antes de responder.

—No lo sé...—contestó—, simplemente, voy y existo.

Su voz vaciló, la verdad, es que no estaba siendo honesta, pero, era mejor dejar que Judai no entrara en cuartos que nunca debían ser abiertos.  

Ryuko guardó silencio con el muchacho durante esos momentos incómodos de estar callado. Sí, la Academia Legacy podría volverse más un lugar de encierro que una academia, pero, si era lo mejor que podía hacer por la Academia, no iba a quejarse.

—¿Una batalla de práctica? —repitió Ryuko—. Aparentemente, cada vez que hago cualquier tipo de batalla con alguien, sale herido. Tal vez seas un ángel...pero no eres invencible, y tampoco yo. Puedes, no sé…¿buscar a alguien más? Mil veces prefiero enfrentarme a un basilisco que a ti: no quiero que tengamos un aliado lastimado de gravedad.

Su voz sonó ronca, como si pensar en pelear con Judai le diera un sabor agrio a la boca. Recordó las múltiples veces con las que se metió en una que otra pelea callejera...el último con quién se enfrentó murió por los fuertes golpes de Ryuko unas horas después. No iba a pelear con Judai, tal vez si él hubiese sido de Merak, hubiera hecho cualquier cosa para eliminarlo.

Cada vez que empezaba una pelea, siempre sentía una furia en su interior, una furia que siempre sentía cada vez que soltaba un puño, y luego, parecía que cada vez que peleaba, otra vez se encontraba en aquel asqueroso lugar donde alguna vez tuvo que hacer toda clase de atrocidades para sobrevivir. Le gustaba batallar, si, pero, no iba a arriesgarse.