Una vida nueva

—Huf... Quien sea que diseñó la posición de los puertos en esta isla se merece el premio al idiota del año...—

La escalada hasta la zona en que comenzaba el camino era algo empinada, y para Killian, quien llevaba viajando por 51 horas en Japón sin dormir un poco, era todavía más pesado.

«Enserio, ¿les mataría poner un elevador, escaleras eléctricas o al menos un camino pavimentado?»

Se quejaba en su cabeza.

—Enserio, estamos en el siglo 21, deberían saber que se puede hacer sin dañar la apariencia del lugar...—

Refunfuñó, mientras se acercaba cada vez más al portón principal.

—¿Huh?— mientras recuperaba su aliento, miró el enorme portón, cerrado —¿Qué demonios...? Pero si el cuervo me dijo que normalmente estaban abiertas excepto por la noche...—

Continuó caminando alrededor, buscando la manera de entrar.

—¿¡Hola!? ¿¡Hay alguien!?—

Comenzó a gritar, en busca de algún portero o algo similar.

Por dentro, escuchó a alguien tan molestó llamar a alguien fue directo a una ventana asomando se hacia él mencionado.

— Deja de gritar o te llamarán loco.— Soltó unas risitas luego de hablar, volviendo a mencionar entonando su curiosidad. — Y ¿quién eres tú, griton? Eh, sabes a nadie le agradan las personas ruidosas.—

Colocando sobre el borde de la ventana con las manos ocultas por las mangas de su sudadera, sonrío. — ¿No eres tú, el nuevo? Mencionaron que alguien vendría pero no dijeron cuando. Quizá nadie quería verte por eso no nos avisaron.— Una carcajada le continuó.

«Ugh... Una rara... Fantástico, vamos Grey, sé encantador»

Suspiró pesadamente, volteando sus ojos a signo de molestia y resignación, tras lo cual fingió una media sonrisa forzada.

—Si, si, lo sé, lo siento— soltó su equipaje, señalando al portón —Disculpa, ¿sabes como podría entrar? Tengo que darme de alta y todas esas cosas que se hacen, según me dijo cierto cuervo—

Se quedó observándola, esperando que le indicase algo, o en el peor de los casos, lo ignorase.

Aguanto el reírse nuevamente por escuchar su petición. Asintió aceptando, retirando se del lugar pasó hacia el portón; abrió este último con facilidad dejando aún lado sus métodos extraños.

— Listo.— Asomó su rostro con esa sonrisa ligeramente exagerada. — Y, qué eres tú o qué haces aquí.— Debía continuar esa charla, teniendo una vaga sensación de obtener su sangre. Sólo para variar, acercó ambas manos detrás suyo jugueteando.

—¿Mmh? Ah, mi nombre es Killian, y vine por recomendación de un sujeto con complejo de mamá gallina,— comentó, tomando su equipaje y pasando por su lado —Se supone que debo ir a la oficina del director a mateicularme, de ahí a ver mi habitación e instalarme, para seguido buscar a una persona a quien debo entregar una carta—

La pequeña rubia le daba un poco de mala espina, por lo que mantuvo en todo momento su distancia, la vida le había enseñado a no ser demasiado confiado, incluso si se encontraba en una institución.

—Y como es de mala educación dar tu nombre sin preguntar el ajeno,— recargó su peso en el lado derecho de su cuerpo, colocando su mano izquierda a la altura de su cintura —¿puedo saber su nombre, señorita?—

— Mi nombre es lo de menos, haha pero me llamó Himiko. Himiko Toga.— Sonriente, extendió una mano siguiendo las usuales presentaciones comunes. Mientras con la otra mano jugueteaba con los dedos, se le escapó su pequeño cuchillo. Ahora sólo lo mantenía ocultó sin dejar su juego.

Antes de que fuera a estrecharle la mano, la volvió en sí dejando la dónde la tenía. Algo de lo mencionando al principio fue algo extraño, a lo que mencionó ;— Porqué hiciste hacerle caso a Mamá gallina, es fácil ignorar.— Continuó su juego, con ambas manos.

—Himiko Toga, ¿huh?— por alguna razón, ese nombre le sonaba, pero no recordaba de qué —Un placer, creo—

Uno de sus ojos cambió a un color dorado por un segundo, dirigiendo su mirar hacia las manos de Himiko, y notando como sostenía algo, aunque no estaba seguro de qué era. Entonces, justo antes de que estrechasen sus manos, la chica retrajo la suya, haciendo un comentario algo interesante, ante el cual Killian se limitó a mostrar una pequeña sonrisa divertida.

—Tienes razón, es sencillo; aún así...— mostró su mano derecha al quitarse sus guantes, la cual estaba completamente cubierta hasta los dedos por una venda negra, la cual contenía pequeños grafos de color plata —Por mi bien y el de quienes me rodean, necesito estar aquí y encontrar a esa persona, pues se supone que me ayudará a mantener esto a raya—

Sin darle tiempo a curiosear, colocó su guante de vuelta en la mano pertinente y tomó su equipaje.

—Gracias por abrirme la puerta, pero creo que de aquí en adelante me toca descubrir el camino a mi solo—

Asintió a modo de despedida y comenzó a caminar hacia el castillo.