El Reino del Hielo (Mizore - Equipo 9) - Capítulo 1

Había luchado contra las tropas de Merak como era lo usual. Estaba agotado, y tenía múltiples heridas en las piernas. Sin embargo, y al salir de enfermería, percibió un frío que calaba los huesos. En el jardín delantero, mientras la noche reinaba de forma absoluta, los árboles tenían escarchas, y el piso estaba cubierto por una fina capa de hielo. El peliazul suspiró y se puso las manos en los bolsillos, como para que ese aire tan filudo y gélido no le llegara de una forma tan invasiva.

Escuchó un llanto procedente de una banca cercana, arriba del césped y pasando por un caminito. A medida que se aproximaba a la fuente de dicho sonido, el frío aumentaba más, tanto así, que incluso se le hacía molesto para los ojos y los labios. Era Mizore, la muchacha de cabellos púrpuras y de poderes que congelaban las cosas. Ella daba una impresión de ser calmada y estoica, mas esta escena revelaba que algo la estaba incomodando en su corazón, pues el llanto y la risa son el lenguaje del alma.

Jellal, de una forma compasiva, colocó su mano sobre el hombro de la contraria y se sentó justo a su lado. Intentó hilvanar una palabra. pero ¿qué podría servir en momentos como estos si no sabía lo que le pasaba? Entrelazó sus propios dedos, y con una voz mansa y casi arrastrándose por el silencio, le animó un poco — Mizore... ¿qué sucede? Sabes que puedes contarme. — Llevó sus ojos cafés hasta el cielo nocturno, en donde cada estrella se veía con suma claridad. No era muy experto en esta clase de cosas, pero como amigo podría darle cierto apoyo básico, del que se espera de un amigo, claramente. Tal vez, los motivos de su llanto eran mucho más profundos.

¿Por qué la vida es así? ¿Por qué mi hogar está pasando por todo esto? Primero la batalla en contra de su madre, luego la llegada a legacy pero ahora, las cosas están peor ¿por qué demonios pasa esto? Se supone que el imperio de las nieves no se puede derretir gracias al poder de la reina de las nieves un hechizo que perduro por años, y siglos… y ahora… ¿Por qué se está descongelando? ¡No es posible! ¿Cómo es posible?

Me deje llevar por mis sentimientos sentía dolor y desesperación. Pude ver como muchos niños y madres lloraban y rezaban en la iglesia rogando por que el derretimiento de su hogar acabara. El evento más grande del imperio del hielo se había suspendido por el derretimiento. Muchas personas se fueron junto a sus familias a las zonas árticas y algunas que huyeron a la ciudad con dotaciones de Chupt (Una chupeta que controla la temperatura de hombres y mujeres de nieve, como de otros seres de hielo)

Estaba tan sumergida en mis pensamientos y deseos que no note la presencia del pelo azul hasta que el calor de mi contrario se sitúo a mi lado en mi hombro. Lo voltee a ver peros las lágrimas hacían mi visión borrosa. Sollozaba sin parar pero sabía que él no podía hacer nada o eso pensaba – Usted no me va a comprender solo vallase – dije muy triste trataba de limpiar mis lágrimas pero volvían a salir más y más. Lágrimas de dolor y desesperación, la esperanza de encontrar una solución poco a poco se extinguía. Haciendo mi alrededor más frio y el hielo más fuerte. El hielo seguía esparciendo se pero respetaba el lugar donde me encontraba sentada – ¿qué ganare si te lo digo? Más lastima nada más

El frío que hacía, realmente calzaba con la melancolía de la pelipúrpura. El joven Fernandes, con la mirada pegada al suelo, no encontró ninguna frase de consuelo dentro de su mente. Fregó sus manos, y la miró justo a los ojos. — Mizore, hay algo muy grave que está ocurriendo. — Eso fue lo que sentenció. El ambiente gélido se le metía por la piel y le calaba los huesos. Si Jellal seguía aquí, se iba a enfermar. Con su pie, golpeó el suelo varias veces. Sí, debían salir de allí.

— Vamos a la cafetería. Vamos a tomar algo. — La cubrió con su brazo, y la ayudó a pararse de la banca. Miró el suelo de concreto, y éste estaba congelado. ¿Qué era ella? Se preguntó. Debía ser una especie de maga de hielo, como lo era el famoso Gray Fullbuster, defensor de la Academia Legacy. Giró sus orbes cafés al cielo, y la escarcha y los copos de nieve caían de manera paulatina, como si estuvieran bailando al compás del corazón de Mizore. Indudablemente, esta joven de piel blanca y ojos diáfanos, tenía un poder latente incalculable. No obstante, no era el momento de pensar en ello.

Una vez en la cafetería, el mozo con cabeza de cabra le sirve un helado a la muchacha y un chocolate caliente a Jellal. Revolvió su taza unas tres veces, y luego le dio un sorbo. — Hay muchas personas que viven en la desgracia. La gente en los hospitales, la gente en la cárcel, y los que pasan frío en las calles, — comentó de una forma seria y prudente. En estos temas delicados, había que ser sumamente respetuoso, pues esas personas que pasaban dolor también tienen sentimientos, familia y el deseo de ser felices. — Si me pudieras contar qué te sucede, -gracias-, — acotó cuando el mozo les trajo dos pastelillos, — yo podría ayudarte. — Sonrió el peliazul. Sí. Luego de haber vivido tantas cosas en la Tierra, se quedaría acá. Luchando no contra magos oscuros, sino con cosas que aturden a la raza humana de surgir. Los verdaderos monstruos como la infelicidad de las personas y la pobreza.

Se veía muy afectada con el problema, como si algo presionara su corazón cual garra del mal. Todos hemos pasado por eso. En momentos en que las cosas malas nos agobian y nos envuelven dentro de un mundo negativo. Sin embargo, los amigos de la vida siempre estarían allí para nosotros. El joven puso sutilmente el pastelillo en la mano de la contraria. Tal vez, eso le animaría un poco.