Vinos y Encuentros (Libre)

Al escuchar la explicación del castaño, provoco que aquella chica se tomara más en serio las ordenes que debía mencionar en un futuro, claro está, podría darle esa capacidad de controlar el tiempo por voluntad, siempre y cuando tengan una conexión fuerte entre ambos.

─De acuerdo, pensare mejor las ordenes, por el momento enfoquémonos en otros asuntos.

Era claro que quería ayudar en lo posible a los de Merak, especialmente a aquellos que tenían buenos ideales y que solo buscaban un lugar donde vivir, sabía perfectamente la visión futura de aquel mundo delirante al que Merak pertenecía, un lugar congelado y desolado, donde ningún ser viviente salvo los estudiantes podrían sobrevivir ahí, no en vano llegaron a su mundo e intentaron cambiarlo todo para evitar ese destino, sin embargo, Yuno no tenía contemplado que aquel mundo no era el mismo y estaba alterando la línea temporal ajena, la de Ayana.

─Bien, entonces daremos lo mejor de nosotros para reunir información de los estudiantes merakianos y de ser posible, hacer alianzas entre ellos, nunca se sabe que ocurrirá en el futuro, puede a ver cambios inesperados.

Aquella miro atenta la mano del castaño dirigirse hacia a ella, quizás era su modo de pactar el trato de aquel hombre, así que la joven correspondió el apretón de manos con firmeza a pesar de su delicada apariencia.

─Cuento contigo, Sr Napoleón, por el momento, creo que necesitara algo de maná, ¿no es así?

Empezó a jalar la mano de aquel hombre, haciéndolo agacharse levemente, aquella chica se puso de puntillas para así plantarle un beso en los labios del contrario, fue un acto sencillo, sin profundizar y sin significado, sin embargo, se podía sentir la energía que aquella chica emitía, una energía enigmática y misteriosa, como si al tenerla cerca el tiempo se volviera cada vez más lento.

Tras separarse, la pelirrosa simplemente miro al castaño con una cálida sonrisa, emitiendo algo de inocencia ante su atrevido movimiento.

─Acostúmbrate, hará eso cuando menos lo esperes ─Comento indiferente el azabache ante lo presenciado.

Y entonces, con un apretón de manos, el pacto quedó sellado. Master y Servant se habían reconocido, y trabajaban como un equipo. Él idearía las estrategias y combatiría en el frente. Ella buscaría a alguien que le provea información para mantenerse en combate. Esta vez, Servants no serían sus enemigos. Sería algo un poco más complejo que eso. Cantidades enormes de enemigos, con poderes particulares... De los que no sabía nada.

Desde luego, y de manera lamentable, no había mucho más que sacar al respecto en cuanto a información. El emperador necesitaba aunar un ejército y espías. Para lo primero, podría encontrarse con los líderes de la Academia. Quizá incluso la persona que oficiaba como Director. Quizá su nombre sería lo único que pudiese sacar de esta velada. Si Ayana ha sido llamada como profesora, alguien la ha llamado. Y esa persona debe tener nombre y apellido.

- Muy bien. Pero... Mâitre. Alguien la puso en este puesto, ¿verdad? Sería cómodo empezar a averiguar quién es la persona a cargo de este sitio. -

Asintió, con los brazos cruzados. Pero estos bajarían rápidamente, al escuchar a su empleadora. De la nada recordó que estaba falto de mana. Y la verdad, no lo estaba tanto. Hará hace apenas una hora que había llegado desde el Trono, tenía aún veintitrés horas de autonomía. Podía incluso disparar su Noble Phantasm sin sudar.

Si sudar tampoco fue su mano, que fue jalada de improviso y sorpresa -Razón por la cual él no tuvo oportunidad de reacción- y sus labios se fundieron con ella en un beso. Sintió la energía pasar de un lado a otro. Ella no hizo mucho, pero él sí removió sus labios. Captando el sabor de los ajenos, arrebatándolo con la fuerza que él usó para volver a Italia un títere a su control.

No se iba a quejar. No era un caballero como esos que iban y venían con su blanco corcel y armadura brillante. Él era un hombre que disfrutaba la compañía de una bella mujer. Y si alguien como ella le besaba aún sin tener suficientes motivos para ello... Eventualmente iba a responder. Aunque era su primer beso en aquella época, aquella invocación. Y era muy curioso el saberlo.

- No me tiente, ma chéri. -

Con una sonrisa tan atrevida como el movimiento ajeno, llevó la mano a su cabeza, utilizó las energías entregadas, y lo materializó. Un enorme y elegante sombrero bicornio de color azul marino. Tal y como le gustaban. Y luego, sonriente y pomposo, le devolvió a su ahora socio la mirada.

- ... Lo tendré en cuenta, monseiur... ¿Cómo debería de llamarle? Su nombre es algo que aún desconozco, compañero. -

La pelirrosa se sorprendió levemente tras ser correspondida en aquel acto de transferencia de maná, lo cual no le extrañaba de nada que algo así ocurriese, después de todo no era la primera vez.

─ ¿Tentarte? Me pregunto qué cosas harías si eso ocurriera.

La joven curiosa, miró con atención las acciones de su contrario, notando que había materializado un sombrero, si era capaz de hacer eso, ¿Qué clase de armamento podría materializar? Tenía ganas de saber las capacidades de su nuevo servant.

Mientras tanto, el azabache, quien se mantenía al margen de la situación fue llamado de forma directa por el castaño, aquel hombre de ojos rojos arqueo levemente una de sus cejas, algo extrañado dado que al ser servant de su ama, debería saberlo ya, pero por educación aquel hombre se presentó.

─Mi nombre es Colt, un Ater Amarok y guardián de la señorita Ayana, es un placer tenerte de compañero.

Estiró su mano para saludar al contrario mientras que la joven de cabellos rosados miraba las acciones de su guardián un tanto extrañada, era raro que Colt se comportara de forma amable y más si se trataba de un desconocido, pero al compartir lazos con ella, se imaginó que era necesario comportarse.

─Bueno, respondiendo tu duda, a mí nadie me contrato, yo me ofrecí junto con un compañero a ser profesora, el director de ese entonces había muerto y no había nadie en el cargo, éramos pocos profesores ya que varios murieron para salvar a los alumnos y yo decidí ser parte del cuerpo educativo para proteger mejor a la academia, si estaba en un cargo mayor, tendría mejor información.

Era claro que aquella pelirrosada podía conseguir información por cuenta propia, pero había varios misterios en legacy que era difícil descifrar por ella misma, incluso con su habilidad de ver las memorias, había gente que le era imposible ver o siquiera obtener memoria alguna debido a la falla de su misma habilidad o una protección del individuo.
Cabe destacar que Ayana no era capaz de ver las memorias de seres cuyos ojos sean rojos, esto en relación a los Ater, criaturas de oscuridad pura que emitían energía negativa, si un ser humano veía uno directamente a los ojos, vería su mayor miedo o sentiría una emoción negativa muy potente, esto dependiendo de cada Ater, un ejemplo seria el guardián de la chica: Colt, quien es un Ater del miedo, una emoción que casi siempre sentía aquella pelirrosada y que la ponía en constante peligro al dejarse llevar por la emoción y descontrolar sus poderes.

Una vez aclarado esto (aunque de forma breve) la joven de cabellos rosados empezó a mirar su reloj que colgaba de su cuello, era tarde y debían regresar a su departamento, aunque sea profesora de la academia, había un reglamento que indicaba que estudiantes y profesores estuvieran en sus habitaciones a cierta hora de la noche, debido a los entes oscuros que merodeaban por las instalaciones.

─Deberíamos irnos a casa, ya es media noche y no tardara en activarse los sellos mágicos de la academia, los cuales captan movimientos y sonidos, si no queremos ser descubiertos debemos tener cautela, vamos a mi departamento, ahí hablaremos de este asunto a profundidad y quizás conocernos mejor, así te ayudare en lo que sea necesario, ¿te parece bien?

El hombre calló, titubeante.

No esperaba que se le devolviese la respuesta de manera tan flagrante y directa. Como si bien no supiese lo que significaba un beso tan fogoso y lo que eventualmente venía, o estuviese plenamente consciente de ello.

El problema no era ella en sí al respecto -Que bien parecía indicar que no tenía experiencia en aquellas cosas, pero su actitud a veces marcaba algo completamente diferente- sino que Napoleón no estaba precisamente en una posición propicia para coqueteo o algo superior. Era un recién llegado, ella no era cualquier persona del montón ni alguna de las cortesanas que frecuentaba, sino que su Mâitre de entre todos -Por lo que le debía respeto íntegro- y además, el hombre oscuro, presentado como "Colt", le daba justa defensa.

Así que el hombre optó por cerrar sus ojos, encojerse de brazos y meter los puños a los bolsillos, marcando de éste modo una retirada estratégica. Dejando a su Mâitre en las ascuas de su respuesta. Quizá, tal vez, por siempre.

- Conocerle es un placer, Général Colt. Espero podamos realizar tácticas que deslumbren al mundo, juntos. Aunque lo de Ater Amarok escapa a mi entendimiento. Suena... Antiguo, arcanno. ¿Habéis provenido del desolado Egipto? ¿O de los recodos olvidados de Arabia, en la alta Babilonia? -

Emitió entonces una reverencia de plena confianza, acompañándola con la cortés respuesta para aquella mano estrechada. A pesar de que lo que vendría no sería tan de plena confianza para él.

Plenamente varados. Sin siquiera una idea de quienes eran sus mandamases. No podía creer la falta de organización y de profesionalismo de una institución que se hacía llamar a sí misma "Academia", si el administrador de la misma no era quién probaba por sí mismo la ralea de sus educadores. Era indigno. Reprochable. Merecedor de decepción. No tenía dónde empezar a obtener información, ni siquiera un superior de referencia.

También podría preguntar si ella conocía a alguno de sus camaradas educadores. Pero tal como venían las cosas al respecto, temía tanto una nueva negativa como temería el ser relegado de su posición como Servant. Prefirió volver a callar, y plantearse con mucha mayor urgencia el establecimiento de una red de inteligencia. El General Imposible, Napoleón Bonaparte, no podía lucir sus brillantes estrategias sin conocer las condiciones de la afrenta. El sólo "Merak quiere destruir a Legacy" no bastaba. Necesitaba motivaciones a las que sacarle partido, opiniones de las que formar criterio, números de los cuales comparar y establecer cuan fuerte debe ser un ejército, y cómo debe desenvolverse el mismo.

Llevó la mano derecha bajo su mentón, apretándolo con fuerza. Era un tic que indicaba la desazón que le provocaba el incierto, magno entre sus adversarios.

Pero en aquella situación no conseguiría nada. Por ahora era mejor de pensar en el tema. Tomar el ofrecimiento de su Master sería un buen comienzo. Era la primera vez que aparecía en Japón, de lo que recordaba. Y había oído hablar de aquel excelente vino de arroz que sin duda sería su deleite cuando lo probase.

- En efecto, no estaría mal salir de aquí, ipso facto. Además... Quizá no estaría de más disfrutar de lo que... La bohemia nipona tiene para ofrecernos. Reunir información frente a un buen vino... Suena como un panorama acorde a mi primer día. ¡Trés bien! -

Las preguntas del francés era más que curiosas, aquella dragona no podía evitar reir levemente ante la idea de que provenían de un lugar tan reciente para ella, le dio unas palmadas al hombro ajeno para luego aclararle las dudas al castaño.

─No venimos de ningún lado, sino de todos ─Sonrio levemente para luego proseguir─ Somos de un lugar desconocido para los mortales, la isla flotante Almia: El lugar de los milagros. Antiguamente ese lugar habia sido creado por los dioses para unificar las razas en uno solo, haciendo que seres de distintas clases estuvieran juntos y dieran vida a esa isla, se cree que esa isla ayuda a los habitantes a vivir el mismo tiempo sin importar que raza sean, un ser eterno como un vampiro puede ofrecer su tiempo a un ser humano y vivir con él por el resto de su vida, para ser más clara, es el lugar del amor verdadero.

─Sin embargo, hay varios lugares que ven como tabú las relaciones entre especies y por lo tanto han creado guerras para erradicar a los habitantes de Almia, Ayana es la sacerdotisa del templo sagrado de la isla y sin importar que este o no en su hogar, puede unificar los lazos entre criaturas y humanos, para así rehabilitar su isla, proteger el tiempo y curar toda clase de enfermedades, después de todo, al compartir las cualidades y erradicar debilidades, los seres que están ahí viven sanamente y sin preocupación alguna de morir por los efectos de su raza.

─En pocas palabras, es mi reino y como gobernante de Almia, mi deber es darle prosperidad, pero claro, es un lugar tan antiguo que las historias que cuentan de el ha cambiado con el pasar de los años, como Atlantis por ejemplo, es una versión modificada de mi isla.

─Y como todo lugar tiene su cultura, un beso para ella no significa nada, tampoco las relaciones íntimas, pero ella sigue siendo pura y no permitiré que alguien abuse de eso, ¿entendido? Al menos que ella lo desee…

─ ¿hmmm? ¿Te refieres a la reproducción? Bueno, en mi estado actual no podría concebir, tendría que hacer que las joyas de la isla se recargan de maná de distintas clases para así emitir energía por el periodo de embarazo, así no habría interferencia o defectos de nacimiento al ser cría de dos seres totalmente distintos…

─Espera… ¿Así naciste tú? ¿Por qué apenas me entero de eso?

─Bueno, era lógico, ¿no? Mi madre una semi diosa humana y mi padre un dragón, era de esperar que vivieron un tiempo en esa isla para ser compatibles en cuerpo y alma y así tenerme, quiero que otros seres puedan tener familia y puedan amarse sin que el tiempo los separe al ser tan diferentes, y como tengo conexión con la isla, oh espera… me estoy yendo por las ramas, perdona, soy algo parlanchina.

La sacerdotisa rascó su cabeza para luego mirar a la puerta, ya debería irse y al hablar de cosas de su hogar en plena academia no sería del todo bueno.

─En fin, tengo algo de vino en mi casa, suelo degustar un poco en la cena, eso me recuerda, ¿puedes sentir hambre? ¿o siquiera comer algo?