La Boda de Daki y Samatoki

Al sonar de las aves, ya hacían las 7:30Am, una mañana clara, de cielo despejado y nubes blancas, indicando que seria un día fresco, estaba el hombre que casaría a su propia hija, se prepararía como normalmente se viste, con su gabardina roja, lentes amarillos y pantalones negros con sus botas del mismo color, salio temprano para encontrarse con su hermosa, increíble y muy amada esposa Arturia Pendragon en la ciudad, en los lugares mas cotizados por los mejores sastres de todo el país, para medirnos y recoger nuestros vestidos pedidos con antelación, hechos con la mejor de las telas, finos, elegantes y resistentes, algo único para una ocacion sumamente espacial.

Llegaría mas temprano de lo acordado con Arturia pues los nervios del momento me invadieron desde la noche anterior, entraría al lugar para verme con el sastre que nos atendería, un hombre humilde, de unos 75 años, cabellera blanca, y traje de porte elegante, apasionado por su trabajo y un ex cliente de mis servicios como guardaespaldas, dijo ayudarme con lo que necesitara y nada mejor para el momento que el mejor hombre del país en esta materia.

David, viejo amigo, los años no te han perdonado, en algún momento llegara mi esposa, al pasar las horas, mi hija se casara, y pensar que para mi sigue siento esa niña pequeña, hermosa y terca para todo jejeje Una sonrisa se cierne en mi rostro por la felicidad que me inundaba, sentado en uno de los muebles de las habitaciones especiales del lugar.

Para mi el tiempo no tuvo piedad, pero en tu caso... Te ves igual que hace 30 años querido amigo... Espérame aquí mientras preparo todo y espero a su esposa en el recibidor.

Y así sucedió, espere pacientemente a la llegada de mi mujer, imaginando a cada detalle los pequeños momentos de este día, la sonrisa de mi hija, el suspirar de su madre al verla entrar y el sonar de la música, los aplausos de los invitados y toda la comida y bebida, perdidamente en mis pensamientos no dejaba de ilustrar cada pasaje del evento.

Una boda, la unión de dos personas que prometen estar ahí para el otro, en el bien y en el mal, en la salud y la enfermedad, en la Luz y la Oscuridad. Un momento en el año importante que, definitivamente, no se perdería. Aquel chico de coletas brillantes estaría al lado de un árbol, admirando aquel viejo lugar en el que se iba a realizar la boda. Es buen lugar, si le preguntan, pues no parece uno que fuesen a atacar con facilidad.

El bardo realmente no necesitaba buscar una tienda de ropa, solo hacía falta soltar un chasquido y ya era suficiente como para tener nueva ropa. El dilema por llevar algo presentable era grande, pues no sabía si utilizar algo que mostrase mucha piel, o si usar algo sencillo y casual.

Luego de una muy, muy larga e innecesaria pelea interna por las prendas se decidió finalmente a llevar un traje negro, con un pantalón pequeño y sus medias largas; a vista de otros parecía ser un niño. Sin nada más que hacer, fue corriendo al lugar donde se celebraría la boda, su típica flor en su cabello ahora la tendría en una parte del frente de la ropa para que no saliese volando.