Explorando las ruinas arcanas

La expedición habia empezado en una noche calurosa lo que significaba que Jyugo y su compañero andaban con ropas para disminuir el calor, bastantes botellas de agua y un poco de comida en unas bolsas. Los arboles apenas se movián por el poco viento que habian fuera de las Ruinas pero lo importante era lo de dentro, el tesoro que al parecer habitaba dentro de las mismas, ese era el objetivo principal del viaje desenmascarar si era cierto o no.

— ¿Traes tú linterna? Enciendela —

Exclamó para abrir su mochila y sacar la de el y encenderla para seguir adentrandose en la oscuridad de las ruinas, la verdad dudaba mucho de que fuera cierto lo del tesoro, y además sospechaba por las teorías de que habian todo tipo de magos allí dentro para protegerlo, de tan solo pensarlo se le ponían los pelos de punta por el hecho de que no se siente preparado como para luchar con tantos magos.

— Oye, oye... Vayamos un poco mas despacio ¿Sí? Que no me encuentro muy bien. —

Mencionó mientras de un momento a otro empezó a caminar recostado de la pared, sentía leves mareos y un pequeño dolor de cabeza, todo de pensar tanto en si saldría bien la expedición, quería salir de allí rapido los lugares con mucha oscuridad no eran lo suyo le tenía bastante terror desde el día en el que le pusieron aquellos grilletes que no lo dejaban en paz. En su mente se iba fromando un vorágine de emociones alucinaba con sus pesadillas mas comunes que tenían que ver con la oscuridad.

— No.... No me estoy sintiendo bien..—

Cayó al suelo justo al terminar la frase su respiración era baja, al caer estaba sumido en un sueño pero a la vez desmayado, era la misma escena de satisfacción que sentía al ver como apuñalaba a aquel hombre que le habia convertido en un monstruo, que esos grilletes caían de su cuerpo y por fin era libre.

Quizá, y a diferencia de su compañero, Siegrain estaba aquí nada más para estar en forma. Hace muhco no batallaba, y si las ratas de Legacy salían de sus madrigueras, tenía que estar en una buena condición para enfrentarles. Así entonces, caminó junto con Jyugo, n ladrón de poca monta y algo loco que siempre estaba dispuesto a ayudar al bando desgraciado por comida. Siegrain era el rey de las cosas materiales así que podía proporcionarle todo eso.

Sin embargo, y mientras caminaban por las áridas ruinas de Merak, notó que el castaño se desplomaba por la temperatura tan elevada. El peliazul solo suspiró y alzó una mano sobre Jyugo, cuyo cuerpo comenzó a cubrirse de un hielo color morado, es decir un frío absoluto.

— Ojalá eso te refresque. Creo que ya nos detectaron, — decía mientras se sacaba una lagaña del ojo, — ¿Qué tesoros hay acá en las ruinas de Merak? — le preguntó al ladronzuelo que recién se había desmayado. Entonces, se escuchó cómo un rayo de poder venía directo hacia ellos. Le iba a dar directo en la cara de Siegrain, pero él con su misma mano desvió el poder.

— ¿Quieres matarme con ese garbanzo? Eso no nos hace ni cosquillas, ¿verdad, Jyugo? — agarra al castaño de los hombros y lo menea para que despierte, pues ambos estaban a punto de entrar en la batalla. Unos terribles magos con máscara de calavera comenzaron a rodear al par. No eran bienvenidos acá. Sería mejor recuperar el tesoro cuanto antes o las cosas se pondrían peor.