Una llegada inesperada [rol con Rin Tohsaka y Young Mi]

El sonido de las sirenas, acompañado de las luces, hacían reír a la rubia que ahora corría a todo lo que sus piernas le daban. Saltando de un edificio a otro, usando como impulso postes, locales e incluso otros autos, la siempre habilidosa Himiko Toga se fugaba de la policía.

¿La razón? Había herido de gravedad a un cantante, ni siquiera sabía quién, pero le había parecido bonito y no pudo aguantar las ganas de abrirle la garganta en un gran tajo. No conforme con ello, había bebido gran cantidad de sangre del sujeto en cuestión, ¿Era su culpa? ¡Por supuesto que no! Él había caído a sus encantos, después de todo.

Bien, la tenían saltando de un lado al otro, esquivando con gracia cada intento de la policía por atraparla. Resultaba un poco molesto, en realidad, tener que soportar a media ciudad persiguiéndola –y eso que aún no se enteraban los fans del cantante, ¡Bien ahí!–, debía escabullirse pronto o se cansaría de correr.
Por ello, salta en dirección a una patrulla de policía, adentrándose en su interior para asesinar sin miramientos a los dos polis que ahí se encontraban. Un par de disparos volaron en su dirección, pero ninguno logró siquiera rozar su cuerpo; al contrario, le ayudaron con su tediosa tarea. Las armas de fuegos son muy útiles, a veces.

Ahora tenía un vehículo, algo con lo cual poder huir a toda velocidad. Y así lo hace, pisa el acelerador a todo lo que da pero, ¡Ups! No sabe conducir, así que será un viaje atropellado para ella y los dos cadáveres que le acompañan.

Maneja sin control, acelerando y frenando de forma arbitraria, confundiendo sin duda a aquellos que ahora le persiguen. De repente, el auto gira en una esquina, donde acelera con fuerza, tiene todo un descontrol y necesita toda la ayuda posible.

Para su buena suerte, o tal vez mala, el carro impacta contra una pared, que anteriormente estaba sirviendo de lienzo para una joven de cabellos chocolate. Sale del auto, ilesa, claro está, pero tambaleándose un poco y observa a quién casi pudo haber matado.

Le dedica una amplia, y adolorida, sonrisa, antes de pronunciar:

—Hey, me está persiguiendo la policía, ¿Crees que puedas darme una mano?

Era una locura total, pero no perdía nada con preguntar.