¿Un legaciano a la parrilla? ¡La extraña convivencia de Asgard!

– ¡Vamos, Saber! ¡Conduce más rápido, ya falta poco! ¿Crees que vendan helados?

Eran casi medio día en la isla de Yokohama, en Japón. El caluroso sol hacía agotadoras las caminatas. Incluso el viento soplaba un aire caliente que enloquecía de solo sentirlo. Por supuesto, Rimuru no entendía en lo absoluto aquella sensación. El slime no puede sentir calor o frío, así que el sol infernal era por completo desapercibido por éste. A causa de esto, había hecho a sus compañeras de instituto, Rin Tohsaka (quien había jalado consigo a su propio servant, Tatsuya Ibashira) y Arturia Pendragon, tomar con él el primer vuelo de Corea a Japón, encaprichado con la idea de hacer hamburguesas en la playa. Sorprendentemente, estas habían accedido a acompañarle, por lo que ahora se encontraban en grupo en aquella situación, viajando en un auto rentado al salir del aeropuerto, mismo que habían usado para hacer las compras. Al menos así habría sido, de no ser porque Rin había tenido algo importante qué hacer a solas, lo que dejaría a Rimuru en compañía de los dos servants durante su viaje.

A pesar del calor que hacía, el viaje iba relativamente bien. El aire acondicionado mantenía vivos a los pasajeros en su travesía, primero en el avión y después en el auto. Aún así, los pocos momentos que pasaron fuera del transporte el calor había resultado insoportable. Incluso dentro del supermercado hacía calor, lo cual dejaba en claro cuán caluroso era el día. De cualquier forma, lograron llegar al lugar sin problemas. Definitivamente había sido la mejor idea dejar que Arturia conduciera. Su habilidad de montura la capacitaba para manejar vehículos con suma habilidad, lo que les permitiría llegar en poco tiempo al sitio de destino: la playa de Yokohama, cercana al Castillo Rokkenjima que era, por supuesto, la cede de la Academia Legacy.

¿Por qué había escogido el Rey Demonio ese sitio para su camping? Bueno, él afirmaba que Yokohama tenía las vistas más hermosas y que sería un lugar perfecto para ir a comer. Es así como, llegando al lugar, buscaron un sitio para estacionar el auto y bajar todo lo que habían comprado. El slime no tardó en presumir a propósito sus habilidades, haciendo uso de su Alquimia para convertir la arena del suelo en una bella mesa de cristal en la cual acomodar la carne, vegetales, trastos y demás cosas que habían pasado a comprar, de forma que en pocos minutos estarían oficialmente instalados en su sitio y listos para empezar a cocinar.

– Y... ¡Ya está! –dijo el andrógino, poniendo el carbón dentro del asador– Ha sido un viaje largo, pero al fin estamos aquí.



Como de costumbre, su vestimenta era tan femenina como su apariencia. En esta ocasión portaba un blanco vestido de una sola pieza, que cubría con un abrigo a fin de dar un poco de seriedad a su apariencia. Cualquiera que no le conozca afirmaría que debe ser un calor infernal con aquel abrigo negro, más era claro para los que le acompañaban que ni siquiera entendía lo que era sentir calor. Aún así, resultaba en un conjunto de prendas bastante raro para alguien que se autodenominaba como Rey Demonio, mas a Rimuru no le importaba en lo absoluto. En sus propias palabras "tenía el cuerpo de la hermosa mujer que alguna vez amó, por lo que sería una pena no aprovechar para vestirlo adecuadamente".

Tanto movimiento. Un clima demasiado caluroso, el ruido de los carros podía causar dolor de cabeza. Ahí se encontraba ella, sumergida en un abismo. Estaba sentada en la arena más blanca que jamás había visto antes. Vestía su vestido blanco con gran moño azul sujeto a su espalda baja. Aquella pequeña lirio extrañamente se encontraba sumergida en un mar de pensamientos agobiante. Mientras sostenía un recipiente amplio donde mezclaba la carne molida de res, cerdo, media cebolla rallada con sus jugos, perejil y sal y pimienta. Terminaba de formar la carne para las hamburguesas con las manos y la dejaba sobre la mesa de cristal. Durante todo el viaje no había dicho palabra alguna y aun estado en una playa tan hermosa con las olas más cristalinas su alegría se encontraba opacada, y apenas lograba alzar la vista para ver las olas y sentir la brisa acariciar su rostro, por ultimo acomodaba los traste y ayudaba a su Master a preparar los otros ingredientes.


La rubia se mantenía lo más ocupada posible. Intentaba a toda costa que no notara su estado de ánimo, no deseaba preocupar a su mastah ni al chico de cabellos negro llamado Tatsuya el cual no conocía y que extrañamente era el Servant de Rin, sabía bien que no podía ocultar por tanto tiempo la tristeza que sentía en su pecho. Le era tan doloroso lo sentía hasta los huesos, porque el dolor había corrompido su cuerpo y alma. ¿En qué momento había vuelto los recuerdos dolorosos?
a su vida actual, y eso, le causaba tanto dolor y arrepentimiento  ver  en sus sueños   lancelot perdido en la locura, cuyo caballero le era  leal y valioso para la rubia, ya en su cabeza no paraba de pensar  que posiblemente pudo evitar ver surgido en la oscuridad y en la locura aquel caballero admirado por todos los miembros de la mesa redonda.





-Rimuru-sama necesita que le ayude en algo más-



Su tierna y suave voz sonaba débil ya no era la dulce Servant llena de alegría, siempre sonriendo.

Realmente... No me llama la atención viajar. Me he sentido fuera de tantos lugares que la verdad ya no me importa en lo absoluto dónde me encuentre. Quizás es lo que demostré en el reciente viaje cuando pasé por demás mirando hacia la nada y con la cabeza apoyada sobre la ventana y mi semblante tan severo como quien no sabe su razón de estar ahí.

En contraste, debo recalcar que disfruto del calor. Tanto cómo para asistir con una camisa arremangada, pantalones vaqueros y botas de color negro y mostrar una expresión de satisfaccion y tranquilidad al momento de dar mis primeros pasos bajo el sol a través de la arena.

Me acerqué al rojo asador y, haciendo uso de mi NP, introduje un par de llamas moradas que se expandieron en el carbón. Dejándolo listo para ser utilizado para calentar la carne.

—Ya quedó. La carne debería ser cocinada en menos tiempo.

– ¿Ayudarme? Oh, por supuesto, hay algo que necesito que hagas~

No es secreto para nadie que la vista de Rimuru es absurdamente eficiente en toda situación. Su capacidad de verlo todo en un kilómetro no se relega a ver la apariencia física de las cosas sino su interior también, cual si fuera visión de rayos x o algo parecido. Una habilidad soñada para cualquier idiota pervertido, pues ver debajo de la ropa es algo que Rimuru hace todo el tiempo aún contra su voluntad. Sin embargo, más que para fines tan patéticos, su habilidad en coordinación con sus conocimientos le permiten conocer el estado físico y mental de una persona con solo echarle un vistazo. Pero es que ni eso hacía falta para notar la falta de producción de serotonina de la joven Arturia Pendragon, su rostro lo decía todo. Una tristeza que el limo se empeñaba en comprender y que sin embargo no era capaz, pues nunca la había experimentado.

– Necesito que me digas qué te gustaría beber en este calor infernal. ¿Te gusta el agua natural? ¿La prefieres mineral? ¿Tal vez un jugo de naranja? ¿Qué me dices de la Coca-Cola? ¿O algo más fuerte, como cerveza por ejemplo? Eres del siglo Vl, así que calificas como mayor de edad, Saber~ ¿Te gustaría probar el vino de arándanos? A mí me encanta más que nada, es un néctar de los dioses.

A la par que esas palabras salían de sus labios, como por arte de magia, una a una iban apareciendo las bebidas mencionadas por el limo en sus manos. Apenas pronunciaba el nombre de una de ellas, sacaba del interior de su saco la bebida correspondiente. Una botella de agua embotellada, una de agua carbonatada, una de jugo, una lata de refresco de cola, una lata de cerveza, y una gran botella de vino de arándanos. Sacaba una, la arrojaba al aire, sacaba otra y hacía lo mismo, de modo que realizaba malabares cada vez con más objetos, a modo de entretener al rey de los caballeros. Y tras terminar su acto de carnaval, haría salir del suelo una barra de cristal, sobre la cual pondría todo el catálogo de bebidas a disposición de su compañera.

Rimuru no conocía la tristeza en carne propia. Aquel sentimiento le era completamente ajeno. A lo mucho podía comprender el placer y el disgusto. Pero los recuerdos de su vida pasada que le acechan en las sombras de vez en cuando se convierten en atisbes de luz que permiten experimentar sensaciones que el limo por su cuenta no puede conocer. Tal es el caso de la melancolía, la tristeza, la preocupación y bien ahora la compasión por la rubia que era su inseparable compañera de vida. No se parecían en nada, pero un pacto más fuerte que los lazos de sangre es el que los unía, y que por alguna extraña razón incitaba al demonio a procurar el bienestar de ella sin remuneración alguna. ¿Sería alguna clase de maldición causada por el pacto? No sabría decirlo, solo sabía que no podía dejarlo pasar, sentía la necesidad de ver a la servant sonreír.

– Anda, elije lo que prefieras, todo está más fresco que una lechuga. Deja que Avenger y yo nos encarguemos del resto, nos tomará un instante~

Para completar su improvisado acto de magia, sacó el Rey Demonio un sombrero de copa de su saco y lo puso en el suelo, al lado de la rubia y de frente a la barra. Llevó entonces su mano al interior del sombrero, de donde extraería una enorme sombrilla de playa, que clavaría al lado de la mujer para darle sombra, no sin antes abrirla, claro. Para finalizar, sacó del mismo sombrero una silla portátil, misma que abrió y puso en el suelo, a disposición de la rubia– Su trono, majestad –dijo la criatura peliazul, con una reverencia y una voz grave a propósito, a fin de imitar a un sirviente o algo parecido, para concluir guardando el sombrero de vuelta en su saco y acercándose donde el azabache había encendido el carbón para comenzar a poner la carne en la parrilla.

– Arigatou, Avenger~! ¿Serías tan gentil de cortar los vegetales en lo que yo cocino esto?

No se percataba de los minutos que transcurría sin descanso. Parecía agotada físicamente y mentalmente. Era un día demasiado caloroso en la playa, la mente de Lily se mantenía muy alejada de la realidad. Parecía como si todos los sonidos, los colores y los olores hubiesen sido borrados, pero un pequeño y brillante rayito de luz podía animarle un poco. Aquel que se proclamaba a sí mismo como el gran rey demonio, no tenía idea de cómo alguien como él podía volverse un ser importante para la rubia; pero así sucedía, el destino cambiaba no solo para la caballero,  posiblemente algo había cambiado en él, que no comprendería por sí solo. La mente de Arturia regresaba a la realidad gracias a su suave y calidad voz del Slime.




Le miro con firmeza a los ojos. Dedicándole una ligera sonrisa llena de bondad. Sin embargo, y quizás la tristeza que sentía desaparecería y regresaría en algún otro momento, pero de algo estaba segura Rimuru tempest trataba de verla con su típica actitud llena de alegría, se quedaba observándolo como si hubiese sido un mago con todo el traje sacando de su sombrero incontables de vidas deliciosas y una que otra con alcohol. No encontraba razón alguna de tomar algo fuerte . Optaba por tomar algo más dulce y muy helado sin nada que tuviera pizca alguna de sustancias alcohólica, como era de esperarse ahora se encontraba un poco más animada, bajo la sombra de aquella sombrilla de playa observando de una cierta distancia donde ambos Chicos? se mantenía ocupados, Tatsuya no era de hablar tanto era lo notaba la pequeña lirio ¿se sentía más relejada ahora ? ojala tuviese y pudiese pasar siempre sin preocupaciones y tristeza que la inquietara. Al menos eso pensaba seguido de mirar hacia al agua tomando entre su mano derecha un jugo en lata  ya había recuperado la paz que necesitaba.







─Si llegan a necesitar dos manos más, no dude en decírmelo─



Parecía que había vuelto su alegría, se mantuvo sentada en el trono que le ofrecía el oji dorados estado más cómoda.