El encuentro en Asgard [Sólo para los de Asgard]

Taylor había llegado a aquel lugar, no estaba del todo convencida sobre eso. Se dedicó a colocar códigos, parajes, a cada miembro de Asgard, cosas tan sutiles que únicamente los más inteligentes entenderían y llegarían hasta donde ella se encontraba ahora.

La dama de cabellos plateados y piel morena esperaba a la hora indicada, las 3:00am, podía sentir el aire sobre su piel ¿Por qué llamó a los de Asgard? ¿Capricho? No... Ella deseaba algo y ese algo era lo mismo que otros codician, claro, si se hacían llamar Asgardianos.

Llevaba poco tiempo en ese lugar, dos días y ya había empezado a moverse, nada como un lugar con aroma a sangre para juntar todos esos sujetos tan oscuros, dignos de tocar con sus pies el infierno.

Su ropa ajustaba mostraba sus perfectos atributos, una sonrisa ladina se mostraba en sus labios, odiaba el lugar, lo detestaba, pero si estaba forzada a quedarse ahí, al menos esperaba divertirse un poco con ello.

—Que estúpido, Taylor...—

Empezó a reír por el nombre, suponía que a su creador no se le había ocurrido algo mucho mejor. Mordía levemente su labio inferior ¿Ellos llegarían? O mejor dicho ¿Él llegaría? Pasará lo que pasará, al menos exprimiría lo mejor posible aquel lugar.

El color de la luna hacia radiar sus plateados cabellos, podía notarse fácilmente su encanto atenuado por los colores delicados y fríos que sólo la noche podía otorgar. El viento arrastraba el aroma de la dama, el aroma mezclado del chocolate y la vainilla.

Hitsugaya había llegado aquel lugar con intenciones de recordar los viejos tiempos, era nuevo y apenas estaba logrando conocerse con algunos. Se notaba a si mismo curioso y preocupado al mismo tiempo. En su mente no podía dejar de pensar en ella, en Ribtorm, en el pequeño.

Estuvo al punto en donde tendría que elegir un bando, pertenecer a una división; los Asgardianos, así se hacían llamar. Ahora era parte de Asgard. Su único problema era que todos, o en su mayoría, se suponían que eran el lado malo de la temática.

El Dios de la muerte llego caminando atreves de un portal dimensional conocido como el Senkaimon a donde estaba una mujer de esbelta figura cuyo color de piel era morena y de cabellos plateados, el sitio olía a sangre, daba la sensación de estar en el infierno.


— Creo haberte visto en alguna parte... ¿Quién eres? —


Dijo el chico de cabello plateados mientras la puerta dimensional se cerraba a sus espaldas. Portaba una camiseta negra de mangas largas, y un abrigo con una capucha sobre su cabeza, se podía ver que llevaba también unos pantalones grises y unos zapatos azabaches.

En aquella gélida madrugada, la dama esperaba por la llegada de todos los asgardianos, amaba el aroma a sangre y el color oxidado de ella en las rocas, realmente un encantador lugar para una reunión, nadie que no fuese de asgard, tendría el valor para aventurarse en un lugar tan tétrico infestado de almas en pena.

Observo el portal abrirse frente a sus ojos y un atractivo joven frente a ella hizo presencia, el claro de la luna resaltaba su pálida tez, en comparación a la dama con tersa y morena piel bañada con el claro de luna que sólo conseguía resaltar sus curvas. Caminó hasta él a paso lento y algo coqueto ¿se conocían? Posiblemente, al menos ella lo hacía pero no frontalmente, pero Taylor… esa mujer no lo conocía y debía mantener su fachada para seguir en la partida.

_ No me parece que se así, aunque… dicen que sólo un león puede reconocer a otro león, quizá en algo nos parecemos_

Quiso tentar a su suerte, acercándose un poco más hasta romper la distancia personal entre ambos mientras posaba su diestra sobre la mejilla del joven.

_tu piel parece ser suave y delicada_

La dama simplemente sintió el deseo de besarlo, así que acercó su rostro tomándolo de la barbilla para forzar un beso entre ambos

En su mente buscaba el momento en que la había visto, sin embargo, no podía recodarlo por algún motivo, o quizás todo había sido producto de su propia imaginación.  
La atmosfera del lugar era pesada, le resultaba familiar. Las almas en penas... quería salvarlas a todas y cada una de ellas, llevarlas al mundo espiritual en lugar de estar vagando sin descanso.

El albino desvió la mirada contemplando la fémina acercarse a él, rompiendo sin miedo alguno el espacio privado que solo Ribtorm hasta ahora había podido romperlo, su sangre empezó a hervir. La mano en la mejilla era intolerable, su ceño se arrugo notablemente. La mano de ella no tardaría en convertirse en hielo en segundos.

— ¿Qué crees que ha...? —

Sin darse cuenta ya tenía los labios de la contraria sobre los suyos. Sus mejillas ardieron en calor, se pusieron rojas.  

Rápidamente coloco las manos sobre los hombros de ella para apartarla como fuera posible, separo sus labios de los ajenos y le dedico una mirada con desprecio.

No solo la mano con la que había tocado la mejilla estaría cristalizada, sino también su boca teniendo cierta textura gélida en la comisura de los labios.

— ¿Qué te sucede? ¡Estas loca, muy loca! —

Taylor había plantado aquel beso en el joven, en principio podía sentir su calidez que de forma inmediata se volvió gelida al punto de haberse congelado la mano y sentir una tenue escarcha en los labios, ambos estaban separados, por medio metro aún al ser sostenida por sus hombros. Observó su mirada de desprecio, lo cual la hizo reir mientras alzaba la mano que no fue congelada y la posaba sobre sus labios para deshacer la cristalización en esa zona. Repitió el proceso en su mano mientras mostraba una sonrisa lobuna.

Me gusta cuando se ponen difíciles

Dijo entre risas, quizá era un joven muy tímido, debía ser eso, aunque sabía la existencia de Ribtorm, para "Taylor" ese no era un buen motivo para que él la rechazara.

Sólo te estaba dando la bienvenida al grupo, deberías disfrutarlo

Dirigió su mirada al horizonte esperando que llegaran mas ASgardianos, aunque, cuando hizo la cita fue mediante clave, para que el otro grupo no descubriera nada sobre la reunión, así que Taylor entendía que si no llegaban más, seguramente sería porque no eran dignos de pertenecer a Asgard, al carecer de astucia suficiente para comprender los códigos que había dejado y sólo serían una verguenza para los asgardianos. Su felicidad aumentó cuando vio llegar a alguien más, otro joven apuesto con quien podía jugar un poco.

Primero, los cité para conocernos y en segunda... tenemos enemigos en común de quienes deshacernos, son los dos motivos, los principales de mi llamado

E rostro de la dama se había tornado serio, significaba que había dejado de jugar y ahora tenía intenciones de ponerse en marcha para destruir a los legacianos, a los débiles y preponderar sobre las leyes de la fuerza.

Ustedes llegaron temprano, podremos esperar un poco más por el resto

Igual si sólo eran ellos tres, lograrían vencer facilmente al otro bando