El reencuentro del dúo de Asgard. (Priv. Lacus Welt)

Esa noche Dabi se dirigía hacia un bar donde se encontraría de nuevo con su único compañero de aquella institución de villanos, Lacus Welt. Mientras que caminaba veía el firmamento lleno de estrellas, la luz de la luna era bastante fuerte que alumbraba más que los postes de luz. Con sus manos en sus bolsillos caminaba, sin ponerle atención a nada ni a nadie, simplemente pensando en lo que ha hecho y con los rumores de la posible llegada de Stain, su motivo por el cual estaba enlistado en Adgard se despertaba de nuevo.

Días antes habían quedado de acuerdo con el vampiro de salir a relajarse una noche, llevaban tiempo sin charlar sobre sus vidas; había estado ausente por bastante tiempo en aquella institución por lo que necesitaba información nueva; sobre todo si se trataba de acontecimientos importantes o nuevos rivales que podrían poner en peligro el sueño del antihéroe.

El azabache llegó al bar, se adentró yendo directo hacia la barra, donde estaba nada más y nada menos que Lacus, al verlo, dió una sonrisa ladina en forma de saludo.
La gente se quedaba viendo como ambos criminales se veían de lo más normal en un lugar público, siendo tan famosos; eran conocidos como "El dúo de Asgard".

Dabi llegó a la barra sentándose al lado de su compañero, pidió un trago de coñac y carraspeó para así dirigirse al vampiro.

─ Perdón por tardar, recuerda que tengo que caminar. ─ dijo en un tono sarcástico.

Ya estaba anocheciendo cuando el vampiro llegaba al famoso bar que costumbraba visitar y donde esta vez encontraría a su amigo de Asgard. Durante su larga vida no se imaginaba llamando ''amigo'' a un ser humano, pero el aspecto y poderes de aquel al principio lo hicieron creer en todo menos en eso, siendo engañado por su propio prejuicio. Irónicamente, en ese mismo lugar a donde se dirigía lo había descubierto.

La iluminación del ambiente era poca, creando una atmósfera típica de casas nocturnas. Su ingreso atrajo la atención de varios. La piel pálida y los inexpresivos ojos rojos eran llamativos, tornando de lejos visible su identidad. También el traje completamente negro e impecable que vestía resaltaban su elegante figura, y de pies a cabeza era atractivo a la vista, incluyendo sus imponentes botas que sonaban un ruido apagado a cada paso contra el suelo.

Acercándose naturalmente a la barra, ocupó un lugar y tan pronto el mozo se dirigió a él. Ya era uno de sus visitantes más conocidos y éste siempre se animaba en verlo.

—Ya era tiempo de que reaparecieras. ¿Lo de siempre?

—Lo de siempre.

Entonces, se quedó a esperar a Dabi mientras tomaba la exquisita y fresca sangre extraída de un joven. Más tarde, el humano de fuego llegó, acercándose a él e iniciando la conversación con un comentario autodespectivo.

—Jajaja, no por menos. Es lo que da por amistarme con un humano.

Respondió, con el mismo son bien humorado, volteándose un poco hacia él sin soltar la copa de sangre.

—¿En qué arte te metiste ahora para venir a contarme?

Prosiguió.