El sendero perdido.

La noche se veía hermosa en un tono oscuro con la inmensa luna brillando y las constelaciones le daban un toque perfecto. Todo a su alrededor se encontraba en un completo silencio, siendo solo el sonido de sus pasos lo que se alcanzaba a oír.

Caminando por un sendero que cada vez parecía hacerse más largo, todo a su alrededor estaba lleno de arboles torcidos y secos.

—¿...?

Deteniéndose en medio camino, Ochako amplio los ojos sorprendida y a la vez confundida como si todo lo que hacia su cuerpo no habría sido a su voluntad y su mente se habia perdido en sus pensamientos.

Levantó la cabeza revisando a su alrededor, para finalmente darse cuenta de que había perdido su rumbo a casa, como si deambulara en otro mundo perdiendo su camino.

Siguiendo el sendero para lograr salir de ahí, pensando que este llegaría a su fin, poco a poco se tornaría más oscuro y el camino se alargaría más. Deteniéndose nuevamente, vería frente a ella un cementerio el cual tenía una atmósfera nebulosa y se persivia la humedad relativa del aire.

De pronto su mirada se dirigiría hacia una lápida donde la tierra en frente se comenzaría a remover poco a poco saliendo una mano esqueletica. En un intento de salir rápido de ahí, su cuerpo no actuó como ella quiso, con un giro de su pie, calló al piso sobre su espalda, mientras que esqueletos comenzaron a salir de la tierra.

Al intentar ponerse de pie se dio cuenta de que se había lastimado el tobillo, quedando indefensa contra los esqueletos que iban dirección hacia ella. Siendo una combatiente formidable ella no se quedaría sin hacer nada, con una gota de sudor frío que se notaba al lado su rostro, Ochako se acomodó mejor para esperar a que los esqueletos se acerquen y así usar su don contra ellos para hacerlos levitar, aunque esto la tenía algo nerviosa pero decidio mantenerse firme a su decisión.

Estando cerca de ella, respiró profundamente y comenzó a tocar a cada uno de los esqueletos con sus dedos, haciéndolos levitar hasta lo alto, al parecer no eran tan rápidos y peligrosos como temía. Habiendo ya echo lo mismo con todos, junto todos sus dedos anulando su don, liberando y haciéndolos caer chocando sus cuerpos esqueléticos contra los suelos explotandolos.

Finalmente los observaria mientras estaba sentada, apoyando sus manos contra los suelos, soltando una sonrisa de alegría a la vez que sus ojos se cristalizaron con lágrimas a los bordes.