Invocación esmeralda (Kiyohime)

Una especie de techno y una voz gutural marcaban un fuerte estilo chocante a oídos de Jellal. Era una madriguera y él estaba en territorio enemigo. Los pulsantes ritmos de la música retumbaban en todos los rincones, envolviéndolo en una atmósfera enérgica y cautivadora. Aquel lugar era más que un simple club nocturno, era el refugio de vampiros saqueadores de tumbas y seres de la oscuridad.

No obstante y a varios metros bajo nivel, con paso decidido, Jellal se acercó a un rincón apartado del sótano. Allí, desplegó una reliquia ancestral sobre una mesa y trazó un círculo perfecto hecho de sal. Cerró los ojos, sumergiéndose en un estado de profundo trance. Pronunció palabras en un idioma olvidado. En ese momento, la magia fluía a través de sus venas, conectándolo con fuerzas ocultas y desconocidas.

La habitación se repletó de una luz verde incandescente que dificultaba su visión. Acto seguido, el peliazul hace una reverencia respetuosa hacia su nueva aliada: una Servant dispuesta a ser su fiel guardaespaldas y compañera en esta peligrosa lucha.

— Estimada, Kiyohime. Te he invocado porque nuestros tiempos lo demandan. Viene un monstruo a destruir todo lo que nos es querido. Necesito de tus poderes para vencer a mis enemigos, — las luces tenues del sótano se desvanecieron momentáneamente, y cuando volvieron a iluminar la estancia, allí estaba ella: Kiyohime, la mítica figura invocada por el peliazul. Este era el inicio de una bella historia de amistad, lealtad y de protección a la Tierra.

Kiyohime era una mujer de cabello largo sedoso y de un llamativo color jade, sus ojos dorados como el mismo oro y de su cabeza sobresalían pares de cuernos blancos, en su mano derecha sujetaba un hermoso abanico de bordes dorados con detalles en negro, rojo y naranja, estos colores haciendo alución a llamas, vetía un hermoso kimono de variados tonos verdosos y blanco con algunos detalles dorados, su mente se encontraba en blanco por unos segundos para finalmente abrir sus ojos observando aquel entorno tan extraño y nuevo para ella; lo que podía recordar claramente era que se encontraba en su templo junto a su querido monje pero el por alguna razón había desaparecido, su mirada se fijó en un hombre ante ella y finalmente entendió todo luego de oir aquellas palabras, ¿Así que ka habían invocado? No se lo esperaba realmente pero no le disgutaba.

-Mi querido Master, agradezco que me tomase en cuenta para esta importante lucha; gustosa le ofrezco mi poder y vida para lograr su objetivo y cumplir sus deseos.-La mujer ante estas palabras realizaba una ligera reverencia cual buena costumbre japonesa mientras juntaba ambas manos por delante de ella y una ligera sonrisa comenzaba a adornar sus labios; anteriormente había tenido problemas con antiguos masters pero esta vez se aseguraría de hacerlo todo correctamente.