Santa Claus se ve raro este año con esa bolsa negra (Sylvie)

Ya era noche, una noche de cielo limpio y claramente estrellada. En la enorme metrópoli japonesa pairaba un alegre clima sabatino, principalmente en su zona central y entornos.

Al mismo tiempo, los integrantes de Asgard no estaban juntos. Cada uno tomara algún rumbo en el tiempo libre que disponían por parte de la semana. Siegrain mantenía la nave Aigis Alef oculta bajo una protección invisible durante su ausencia, y en el presente entonces solamente algunos miembros ocupaban el interior del vehículo flotante. Uno de ellos era el vampiro.

Sin relativamente nada de qué ocuparse, caminaba tranquilo por el corredor iluminado, entre paredes repletas de puertas desparramadas. Vestía lo indispensable de un traje formal: pantalones sociales de color negro y un cinturón del mismo color, y camisa celeste de botones y manga larga, calzado con zapatos formales bien lustrados.

En las últimas semanas habían llegado nuevos integrantes, los cuales no conocía a todos más que por sus nombres y fotos, dado a que cualquier actualización en la relación de asgardianos estaba bajo su supervisión además que la de Siegrain. Una de ellas era Sylvie, quien ya había visto algunas veces en algunas reuniones pero nunca tuvo la oportunidad de hablarle; parecía ser alguien cerrada y un tanto misteriosa, desde su perspectiva.

Sumido en pensamientos sin importancia, se detuvo al final del corredor, que terminaba con una enorme escalera hacia el piso inferior. Su atención hasta ahora distraída fue llamada por el par de televisores en el rincón superior izquierdo de las paredes, que mostraba las grabaciones de diversas cámaras dispuestas por el piso inferior de la nave, entre ellas, la que enfocaba la puerta de entrada. Y fue en la que se fijó; tenía la impresión de haberla visto cerrarse desde afuera, como si alguien recién hubiera dejado de la nave. Eso lo mantuvo algunos segundos observando indiferente la pantalla, con aquella inconsciente ilusión de que estar observando estrictamente la puerta lograría hacerlo adivinar quien la cerró, mismo que no era ninguna preocupación. Obviamente alguien más debía haber salido, nada fuera de lo normal en la rutina asgardiana una noche como esa.

—...Debía irme yo también ~

Habló a sí mismo, ya comenzando a bajar en camino hacia el primer piso.

Le tomó unos cortos minutos caminando llegar a la misma puerta y salir hacia el lado externo. Así que saliera, solo encontró plena oscuridad, y la interrupción del cantar de los grillos, que se silenciaron al sentir su presencia. Posiblemente una caída de energía había apagado los postes de luz que iluminaban aquella zona poco frecuentada, y a su visión sobrenatural la oscuridad no era capaz de limitar, por lo tanto, podía ver con nitidez todo a su alrededor. No había nadie por cerca.

Dio la vuelta y de un salto, se elevó hacia el techo de la nave. A aquella altura podía visualizar a lo lejos la parte iluminada de la ciudad hacia el Este, Sureste y Sur; luego irguió la vista: las condiciones lumínicas hacían que se acentuara el brillo de las estrellas, el cielo se veía completo. Era una vista y tanto, pero no solo quería perder el tiempo. Algo más entretenido que estar contando estrellas...

Observó por último la constelación de Lyra, y entonces volvió a bajar la vista, para casualmente enfocar que a lo lejos iba alguien caminando, casi 60m a distancia en una calle de subida. Alguien que cargaba una bolsa negra a sus espaldas y llamó su atención. No necesitó mucho tiempo para darse cuenta que era la nueva integrante, Sylvie; igual desde atrás podía reconocer su imagen. Prontamente, despertó su curiosidad saber qué estaría haciendo en aquel lugar tan vacío y a solas, entonces bajó de un salto y se apresuró para alcanzarla, no tardando en llegar.

—¿Sylvie?

La llamó en voz alta, unos 4,3m a distancia.

—Hehe, sabía que eras tú. Me reconoces, ¿verdad? Te integraste a Asgard hace poco, creo que ya nos hemos visto y...

Interrumpió sus palabras cuando sintió cierto aroma a humano, y a cloroformo. El fuerte olor característico a humanos era bien reconocido por sus narinas de predador. Lograba sentir una pizca de esa esencia, mismo la víctima estando dentro de una bolsa de plástico.

—¿Que llevas ahí dentro, es un humano?

Preguntó con una sonrisa pícara de complicidad, mostrándose interesado y excitado con el hecho de descubrir semejante travesura que suponía Sylvie estaría buscando mantener oculta.

¿Cómo es que su propio impulso de hacer daño le había ganado en esta ocasión? Simple. Supongamos que la albina tenía un pendiente con un individuo respectivamente humano, siendo que en un pasado el mismo se había burlado de ella cuando todavía era una persona de bien. Ni los años ni el dolor que le hizo experimentar a quienes alguna vez fueron sus amigos la habían hecho superar todo el dolor, es por ello que se encontraba ahí, secuestrando a uno de sus terribles "enemigos", si es que se le puede llamar así.

No había sido difícil, ya que simplemente lo atacó por la espalda con su fuerza, usando su brazo derecho para sujetarlo firmemente del cuello y colocando con su mano izquierda el pañuelo impregnado de cloroformo en las fosas nasales ajenas. Una vez había terminado con la resistencia de su víctima y la misma había dormido, insertó su cuerpo de una bolsa de basura negra, y discretamente había intentado llevársela a su hogar para respectivamente torturarlo hasta la muerte.

Cuál sería la sorpresa de la chica que habría sido descubierta en pleno traslado del cuerpo. No por algún civil, si no por uno de sus compañeros asgardianos: Lacus. No había tenido oportunidad de hablar con él, simplemente lo había visto de reojo un par de veces. Sudó frío por un instante, tragando un poco de saliva al siguiente.

— Bien, me descubriste. . .se supone que mantendría esto en secreto al ser un asunto personal, pero ya no queda de otra, ¿No es así, Lacus? —

Trató de reír forzadamente, causando que una retorcida y demasiado extraña sonrisa brotase en sus labios. Estaba más bien nerviosa por lo que sea que su contrario estuviese planeando hacer con ella. Pese a su considerablemente grande pánico, conservó la calma, y la mirada seria en sus ojos ni se inmutó.

Por supuesto, lo volteó a ver. Sería una falta de respeto hablarle sobre lo que planeaba hacer en unos momentos sin mirarle a la cara, ¿No es así? No iba a mentir, ya ni siquiera tenía razón para hacerlo.

—Ara, hablas como si ya supieras que yo iba a aparecer...

Fingió decepción, sin disimular en absoluto. Claramente era una broma, pues si fuera el caso, por lógica Sylvie habría tomado otro camino para no encontrarlo. Las palabras que recibió como respuesta confirmaron sus adelantos; sentía satisfacción por haber acertado tan justamente, y a la vez la respuesta de la albina aumentó su curiosidad. Caminó tranquilamente en dirección a ella así que estuvieran de frente, acercándose hasta un límite ideal que los separara.

¿Entonces era un asunto personal? más interés eso le despertaba. Al acercarse, observó el supuesto cadáver en su envoltura antes de regresar su mirada hacia su compañera a quien apenas estaba conociendo. También había notado su ligera inquietud tan pronto la descubriera, pero eso no le era relevante.

—Es cierto, ya no es tu asunto personal ahora que por obra del destino soy cómplice.

Afirma, con simpatía y una pizca de maldad en su expresión facial.

—No es para preocuparte, puedo ser un buen cómplice y ni cobro nada, o mejor... nada además de saber qué estás por hacer con eso. Me pregunto qué habrá hecho para que lo acabes así...

Evidenciaba su interés cada vez más estimulado. Referirse como ''eso'' al humano mostraba el total menosprecio que tenía hacia esa raza. y era cierto, los vampiros no tenían interés en los humanos y sus vidas cortas y miserables. Ningún interés a no ser por su sangre.

Entretanto, Lacus solía tener algún interés en sus compañeros no humanos. Algunos, al menos.

No estaba completamente segura de si debía permitirle al vampiro presente el acompañarla a saldar cuentas, puesto que no le gusta involucrar a terceros en sus asuntos. Más consideró que probablemente no tendría otra opción más que aceptar.

Después de unos segundos pensándoselo, suspiró, llevando su palma derecha a su frente, acariciándola suavemente para poder sanar el dolor de cabeza que repentinamente le llegó.

— Supongo que no hay problema en que me acompañes, aunque no estaba planeando meter a un tercero en este asunto. —

Una vez terminada su oración, bajó su mano y parpadeó un par de veces, escuchando con atención la última frase que le fue mencionada.

Aunque no parecía abrumada por el hecho de querer tomar venganza, la frase "me pregunto qué te habrá hecho" la había hecho enfurecer al recordar cosas que tal vez debió olvidar.

Con el ceño fruncido, giró su mirada parcialmente a la izquierda, apretando sus puños con fuerza en acto de ira. No iba a desquitarse ahí y ahora, pero se le notaban las ansias de hacerlo.

— A veces una trata de ayudar a los pobres humanitos, pero en vez de recibirla con los brazos abiertos, la reciben con piedras. Debí matarlos a todos cuando tuve la oportunidad. —

Elevó su mano derecha hasta la altura de su mentón, donde comenzaría a morder su uña del dedo pulgar como método de apaciguar su ira.

Lo que le había cuestionado a Sylvie no pasaba de una curiosidad, y solo esperaba una respuesta sencilla y clara, aunque fuera el tipo de interrogante que las personas solían ignorarle o desviar el asunto, cuando no le ponían un punto final como el obstinante ''no es asunto tuyo''; mas cual fue su sorpresa al escuchar, en vez de eso, su maldecir contra la raza humana, un resumido desahogo sin detalles transmitido junto a reacciones evidentes de su ira. Como era de esperarse, tales palabras le arrancaron risas.

—¡Ha ha ha! Ingratitud...

Exclamó primeramente, en un tono de quien ya lleva el tema en la palma de la mano, y cuánto era un asunto del que se refocilaba de expresarse, sobre la imperfección humana. La ingratitud era solo uno de los innumerables defectos de los humanos, que al parecer también eran una raza conflictiva para la más nueva aliada de Asgard, ¿y para quién no? si hasta a su Salvador Jesucristo le eran ingratos, siempre queriendo ser más que todo y todos, qué dirá a otras criaturas.

—¿Así que pierdes tiempo 'ayudando' a humanos? Son la raza más indecente, ya deberías saberlo.

Ahora, era de extrañarse esa intención de ser bondadosa con ellos. En general, los que entraban a Asgard no tenían ese tipo de ideal. Pensó en la posibilidad de que se haya unido al internado con el propósito de esclavizarlos justamente por ese motivo.

—Entonces por eso lo mataste.

Comentó al final. Todavía no estaba enterado de que el humano seguía vivo.