En busca de respuestas (Nero)

Era un atardecer con nubes grises. Se aglomeraban cada vez más hasta formar grumos negros, lo que dió pie a una ligera precipitación. El lánguido firmamento se dejaba aguar de la tristeza en una urbe descolorida y enmarañada por una ligera neblina. La lluvia no tardó en acudir a ese infausto paisaje tan carente de vida. Las calles solitarias de Yokohama en la cual solo los postes de luz daban algo de falsa calidez. Llovía copiosamente. El incesante sonido del golpeteo de la lluvia repercutía por doquier.

En esa calle oscura y macilenta solo se notaba cómo la neblina se arrastraba por el asfalto, y dos figuras empapadas. El primero era Jellal, el antiguo máster y amante de Nero, el cual presentaba magulladuras en su rostro y portaba una muleta. Sus enemigos lo habían masacrado en una emboscada, e intentó llamar a su vieja colega, mas Nero no lo auxilió.

El peliazul negó con la cabeza mordiéndose los labios, en una diáfana señal de negación. No quería creer que Nero pasó de largo en un momento tan delicado, pues Jellal pudo haber muerto en esa refriega. El mago abrió la boca para hilvanar una oración, sin embargo, esa incredulidad le cercenó lo que iba a decir. Finalmente, toma coraje.

— ¿Por qué no me ayudaste? — preguntó dolido mientras era calado por la furibunda lluvia. En sus interiores, pensó que quizá ella tenía un asunto más importante, o algo lo impedía; pero esta patidifusa situación solo lo confundía aún más.

Era una noche fría, sentía la soledad invadirle y un fuerte dolor en el pecho para lo que presenciaba en esos momentos, si bien, la llovizna daba el espectáculo perfecto para la ocasión, más dejaba eso para las llamadas "Películas" de la época actual, era momento, su momento para hablar con él... La persona que siempre amo y juro lealtad en todo momento, quién estaba ahí, frente a ella, siendo empapado como ella por las frías gotas de la lluvia que recorrían de su piel sin cesar. Sus ojos temblaban tras querer lagrimear, sus manos, sus piernas, su cuerpo lo hacía, al querer acercarse y atraparlo entre sus brazos y decirle cuanto lo sentía, el miedo la abatía, ¿Cómo responder aquella pregunta?, como iba a tomar frente a algo que hasta ella no podía perdonarse tan solo por el simple echo de pensar que pudo haber muerto por culpa suya, no podía ni mirarle a los ojos, su semblante se agacho y sus orbes solo miraban de su reflejo en un charco debajo suyo.

— J-Jellal, y-yo... L-Lo siento.. Puedes odiarme si así lo deseas.. No voy a culparte puesto que entiendo tu molestia y tu decepción hacía mi. —

Debía ser firme, no debía flaquear en ese momento, ni darle alguna explicación sobre el abandono tan inesperado que le dio a su amado, no era momento, solo sabía que aquel abandono no formaba parte de su voluntad o al menos no quería involucrarlo en otro peligro más.

— Debo irme... —

Musito con dificultad pues su voz empezaba a entre cortarse, estaba siendo débil y eso no formaba parte de su plan, dio un paso hacía atrás sin mirarle ni un segundo y se dio medía vuelta sin dar un paso más, quería saber si no tenía algo más que decirle.