Cuidando Bestias Bebes (Cupo de hasta dos personas mas n.n)

Akame se encontraba paseando por cada rincón de legacy, para matar su aburrimiento, en lo que una puerta lleva por escrito "Guardería de Bestias" y le entro tanta curiosidad que no pudo evitar meterse adentro, gracias a que no estaba cerrado con llave la puerta. Ingreso con gran sigilo para no ser escuchada por nadie en absoluto, pero su figura no era invisible, quizás su figura abría de quedar expuesta a algún legaciano.
Estando dentro se dispuso a cerrar la puerta con la mano derecha cuidadosamente, y luego dio pasos hacia adelante sin dejar de mirar el mismo, en cuando su pierna izquierda choca con algo duro, y esta se detiene mirando de frente, pero sin lograr ver nada, pues de seguro se trataba de algo pequeño, entonces bajo su mirada al suelo encontrando un bebe dragon, el pequeño tenia un rostro característico escamoso como en todo su cuerpo, ojos color Cyan rodeando sus negras pupilas, su piel de tono rojizo oscuro, pequeñas garras en desarrollo, una algo larga cola, un poco gordo, su pecho era de color naranja oscuro.
A ella le despertó ternura, como también un instinto maternal dentro de ella, el cual fue una sorpresa. se acerco con cuidado a este, extendiendo la mano para acariciarle la cabeza, pero este retrocedió dando un giro, para ponerse de espaldas a ella, lo que dio una oportunidad a que pudiera tocarle la cabeza con la palma izquierda, agachando medio cuerpo en el aire, la criatura se quedo quieta disfrutándolo, mientras ella sonrió un poco.

Al principió pensó que estaba sola, acompañada solo por la presencia de las bestias que residían en aquella pequeña "reserva", el ruido se limitaba a algunos gruñidos y gimoteos provenientes de distintas especies; Y mientras Kat buscaba entre las estanterías de accesorios, algo nuevo se hizo presente.

El ruido de la puerta se escuchó apenas un poco, haciéndole saber que alguien no deseaba que notaran su presencia, algo que llamó mas su atención. Se movió entre los pilares que sostenían el techo, tratando de esconderse y quedar en las sombras para poder mirar mejor a la nueva acompañante.

Notó sus ojos rojos, y la forma cariñosa en la que estos permanecían fijos en el pequeño ser frente a ella, casi como si estuviera hipnotizada por su belleza, quizás nunca habían visto uno de cerca, después de todo, no todos tenían acceso a bestias oscuras y exóticas como ella en todos sus viajes.

— Son tan adorables, al menos hasta que crecen e intentan rostizarte viva...

No pudo evitar que aquel comentario saliera de sus labios en voz alta, mandando al diablo su sigilo para presentarse indirectamente ante aquella chica junto con la cría.

— Lo siento, no quise interrumpirte, pero no se supone que yo esté aquí.

Sonrió nerviosa, tratando de aparentar aquella "travesura", si bien ella no debería estar en esa sala, estaba casi segura de que su acompañante tampoco era la más indicada para aparecerse así en el lugar, por lo que inconscientemente se alivió, al menos si se metía en problemas no estaría sola.

— Mi nombre es Kat, estoy aquí buscando un cepillo para mis compañeras, siempre que uso uno normal se rompe, así que pensé que uno para escamas podría ser más resistente ¿Te gustan los escupe fuego?

Maya buscaba un sitio nuevo dónde esconderse a leer. La visita de la Sala de Estar había sido algo más que accidentada y cuando sacó el siguiente libro decidió buscar otro rinconcito dónde cobijarse con una manta y leer.

Ese objetivo la había llevado al sótano de la academia. Decidió que era más divertido ir a la aventura, así que no pensaba leer los carteles de las puertas antes de abrirlas.

Abrió la primera puerta y dio con la bodega, que olía a vino e hizo que le picase la nariz. En la segunda puerta había quesos curándose y el olor hizo que cerrase la puerta casi al instante. Llegado ese punto, no sabía si seguir abriendo puertas... pero le pudo la curiosidad y las ganas de leer tranquilamente. La tercera puerta que abrió daba a una sala que olía a desinfectante y que, igual que la bodega, hizo que le picara la nariz.

Estaba ante la última puerta del pasillo, no estaba segura de querer abrirla pero lo hizo de todos modos. Olía ligeramente a cuadra (a una muy limpia, eso sí) y no pudo evitar sonreír ante el familiar aroma de paja, heno y animales varios.

Entró felizmente, dispuesta a acariciar a todos los bichos que pudiera sin que nadie pudiera detenerla. Oír voces hizo que se detuviera. Se acercó minimizando el ruido que hicieran sus pasos. No parecía que hubiera ninguna trampa preparada para ella. Conocía a una de las muchachas de clase, mas no a la otra.

- Uhm... ¿buenas? -dijo dubitativa tras esconder su manta y el libro que traía consigo-. Soy Maya... espero no interrumpir nada... sólo quería... ver animalitos y... tocarlos, si se dejaban... y tal.

Cuando su plan de no ser vista fracaso al escuchar la voz de una chica, perturbando su tranquilidad, pero al menos no era alguien que la fuera a retar u un maestro, Akame no es la típica chica social, porque es alguien bastante torpe en eso, pero nunca ah sido alguien descortés a menos que se tratara de un oponente de los que usualmente la buscan para matarla.

La chica tenia una voz bastante amable, ella con algo de nervios tras ser la primera persona con la que se topa directamente en Legacy en una situación particular, ella decide responder le.

-De donde yo vengo, hay bestias asesinas que salen del subsuelo, como ocultas y listas para intentar matarte, si perturbas su paz. Eh montado como máximo manta-rayas, pero es la primera vez que veo a un dragón tan lindo y pequeño como el, quería pasar un rato con este pequeño mientras aun o no desee quemarme viva.
-Me llamo Akame, tampoco debo estar aquí supongo, pero estaba aburrida, espero que encuentres un cepillo que valga la pena.

Después de presentarse con la joven que se encontraba oculta minutos atrás, se agacho un instante para intentar sentarse, detrás de la criatura para abrazarlo rodeándolo con sus brazos, en lo que sus manos se encontraban y entrelazaba sus dedos, este aun era manso, seguía sin comprender lo que hacia la pelinegra de ojos carmesí.

Unos dos segundos después, la puerta que se encontraba cerrada, se abre dejando entrar a una chica que sujetaba un libro y una manta, es lo que pudo percibir cuando giro su rostro en lo que ella se empezó a presentar diciendo que se llama Maya, luego de eso alcanzo a decir en voz alta eh seria, para que ella también lo supiera.

-Soy Akame, es un gusto Maya, adelante. Aquí todas estamos en secreto, mientras no desordenemos mucho o ensuciemos el lugar donde ellos se encuentran, supongo que podemos jugar y acompañarlos, estoy aquí con Kat y este dragón bebe.

– Es un placer, supongo... yo he llegado hace poco aquí

Kat habló luego de que la primera chica las hubiese presentado, el lugar que había creído que permanecería en soledad junto con ella lentamente comenzaba a llenarse de compañía, y siendo realmente honestas a ella le encantaba la idea de relacionarse con más gente que no tuviese que ver con los demonios o el inframundo en general.

– Aunque estoy un poco acostumbrada a la compañía masculina, no había tenido la oportunidad de hablar con alguna otra chica que no fuese una profesora

La tercera acompañante llevaba un libro, lo cual de inmediato le trajo un tema de conversación; Kat amaba pasar el tiempo frente a los viejos libros de hechizos y si había alguien que compartía su amor por leer y los animales exóticos ellas dos estarían en su lista de amigas... o al menos lo intentaría.

Sus labios se abrieron, ansiosa de preguntarle a la chica con la manta sobre el contenido del libro en sus manos, sin embargo el ruido de unos objetos caer al suelo de golpe tras ella llamó su atención al instante, haciendo que mirase de reojo por su hombro hacia atrás y se topase con una de las estanterías de alimento tirada en el suelo junto con todo su contenido esparcido por los suelos. Una lata vieja rodó a lado de sus pies, sin detenerse hasta que golpease contra las rodillas de Akame que estaba en el suelo aun.

– ¡Ah, les dije que no hicieran travesuras...! ¿Me disculpan un momento?

Se disculpó ante ambas chicas con una sonrisa nerviosa antes de darse la vuelta y entrar al cubículo de a lado buscando a sus mascotas.

Para alivio de Maya, no parecía que hubiera interrumpido una conversación de importancia a nivel mundial. Pero resultaba evidente que el libro y la manta no habían pasado desapercibidos... decidió intentar que no tocaran ese tema. Aunque los bestiarios medievales fueran de lo más entretenido, no era habitual ver a una chica de 17 años con uno de esos.

La chica que se presentó como Akame le sonaba de las clases, posiblemente hubieran coincidido previamente en alguna, pero la otra muchacha le era desconocida. La había oído de refilón presentarse como Kat, pero no estaba segura de que fuera a ser muy educado dirigirse a ella por un nombre que no le había sido facilitado directamente.

- ¿Hemos venido todas con el mismo objetivo? -Preguntó mientras se acercaba a ellas, procurando no hacer notar que el suyo inicial fuera buscar refugio para leer tranquilamente.

Un ruido hizo que una de las muchachas se ausentara y Maya no pudo evitar asomarse por la puerta del cubículo por el que había desaparecido. Sabía que probablemente quizá no debería hacerlo... pero tenía muchas ganas de ver criaturas. Echaba de menos cuidar a los animales de su familia.

Asomó muy despacio y sigilosamente para no estorbar... y no ser notada. Entró en el cubículo. No daba saltitos de alegría por obra y gracia de una fuerza divina. Se acercó a Kat, ahora ya haciendo algo de ruido para que supiera que estaba ahí. Se mordió el labio inferior antes de hablar. Nunca había estado tan emocionada y con los nervios a flor de piel en su vida.

- ¿Se deja tocar o acabaré como un carboncillo? -Preguntó, todavía desde una distancia prudencial.

"¡Que se deje, que se deje!" pensaba mientras eperaba respuesta de la otra chica. Una criatura de esas características no se tiene la oportunidad de sobetear a diario. Ella era la primera vez que lo veía.

– Caín y Abel son dos furias del limbo, no se supone que sean ruidosas...

La chica respondió avergonzada desde la otra habitación, levantando las cosas del suelo solo para volverlas a colocar sobre la estantería pegada en la pared; mientras tanto a un lado de ella aquellas dos criaturas podían verse peleando entre ellas por un viejo trozo de guante de cuero. No eran muy grandes, al menos un metro y medio de gruñidos, pelajes rojo y azul junto con garras enormes y colmillos que no tardaron en rasgar el pequeño juguete provisional.

– ¡Dejen de morder eso o voy a cambiarlos por ese bebé de allá!

Kat finalmente gritó a aquel par, era como regañar un par de perros enormes y extradimencionales; los cuales simplemente terminaron con las orejas agachadas y un par de chillidos que dejaban en claro que habian entendido aquella orden, quedando sentados a lado de esta.

– Ahora, sean amables y dejen que Maya y Akame las vean... y sin morder.

¡SE DEJAN TOCAR! Maya estaba como un niño en una tienda de golosinas. Le gustaban los animales de cualquier tipo. Le gustaban incluso los de agua a pesar de su hidrofobia. Le encantaría poder ir a una acuario a ver animales acuáticos... pero sólo pensar en las cantidades ingentes de agua que eso suponía ya le cerraba la glotis; plantearse visitar uno de esos estaba absolutamente descartado.

Se acercó de frente poco a poco pero sin dudas ni miedos, los animales pueden sentir eso y tu inquietud los inquieta. Su abuelo se lo enseñó desde pequeña: "Los animales son lupas de aumento de los seres que los rodean". Con esa filosofía no se había llevado hasta la fecha ni un mordisco ni un arañazo... sólo el escupitajo de una llama de una granja por acercarse demasiado sin que ella la viera llegar. Acabó acariciando también a la llama.

Recorrió con su mano el 80% de la distancia que la separaba de esas criaturas. Recorrer uno mismo toda la distancia es uno de los errores que la llevó a recibir un escupitajo de una llama. Maya había aprendido mucho de esa vez, ahora dejaba que fuera la criatura quién decidiera si ella era o no de fiar. Dejó la mano abierta para que los animales vieran que no ocultaba nada en ella.

Cuando las criaturas recorrieron el trozo que faltaba, Maya sonrió alegremente. Le encantaban los animales. Peluditos, con escamas, emplumados... todos le parecían montones de amor incondicional. Le gustaba rascarles debajo de la barbilla y detrás de las orejas, si las tenían, o acariciar en general.

- Cuando ahorre tengo que comprarme un bebé de dragoncito o furias del limbo... me gustan todos... si tuviera dinero, mi casa sería un zoo.

Se contenía haciendo una demostración de una capacidad de control excepcional. Si no lo hacía, acabaría abrazando a todas las criaturas del sótano sin distinción.

La idea del zoo en casa tampoco era viable al menos hasta que consiguiera un trabajo estable y ganase mucho dinero para comprar y mantener a los animalitos... quizá sería buena idea empezar por uno solo e ir acumulando.