Clase de Supervivencia: sobrevivir en el hielo [Maya, Yamileth, Jellal]

¡Su primera clase como asistenta de la profesora Sylvanas! Maya se negaba a llegar tarde; cuando vio pasar al cuervo de la profesora, llevaba horas en pie. Se trenzó el pelo en tres trenzas, que luego trenzó entre sí. Esta vez optó por un mono de cuerpo entero, con guantes incluídos.

Llevaba en uno de los bolsillos interiores del mono las perlas homeopáticas de su abuelo para su hidrofobia. A Maya Baggins se la pillaba desprevenida una vez, dos ya no.

La profesora se había negado a darle detalles sobre la clase a pesar de ser su asistente, pero mujer precavida vale por dos y, cuando una no sabe a lo que se enfrenta, toda precaución es poca.

Salió de su habitación con las dagas enrolladas al torso, perfectamente a la vista. Sylvanas no había dicho que esta vez tampoco pudiera ir armada... de todos modos, Maya nunca se separaba de sus dagas.

Llegó dónde estaba la profesora casi derrapando en las curvas y sin poder evitar sonreír de oreja a oreja. Era de las clases que Maya consideraba como más útiles, por lo que le agradaba mucho asistir a ella. Además, por algún extraño motivo, le gustaba la profesora... seguramente porque no había sentido que los subestimara en ningún momento, a pesar de su episodio de hidrofobia.

- Buenos días, profesora Sylvanas -dijo con una sonrisa radiante y tono animado.

Desde la mañana la loligoth se preparaba para aquella clase, se le hacia interesante aquello, cosa realmente rara en ella pues al haber conocido tanto.. era raro que le interesara algo, le gustaba ser puntual, para ella eso significaba un rasgo a seguir en realidad. Decidió usar su ropa de siempre, aquel vestido negro con detalles blancos, sus medias negras con frangas moradas, unos zapatos con tacón (para la nieve) y un abrigo que cubría el vestido por completo, su larga cabellera lisa azul marino/rosa la dejo suelta, con el listón de siempre, suspiro y cogió una mochila metiendo lo que consideraba necesario, esta vez no llevaría a su querido gato de peluche, sin mas decidió partir directo a la clase.

No tardo en llegar como era de esperarse, pero vio el cuervo y al recibir el informe de este simplemente hizo caso, y se fue al punto donde debía, con calma y serenidad, no tardo en llegar pues a pesar de todo su andar era rápido pero no demasiado dándole elegancia y aquella aura misteriosa, al llegar saco sus manos de los bolsillos llevando a su boca una chupeta, sin mas se acerco he hizo una leve reverencia casual.

—Buenos días~— Musito la joven con tranquilidad y amabilidad, sonrio levemente.—Lamento si he llegado tarde— musito la joven con tranquilidad.

El hielo sería algo muy interesante para experimentar. Aunque ya había escapado de gélidos panoramas, Jellal buscaba que alguien con más experiencia en el tema le instruyera de una forma mejor lo que un paisaje así le pudiera deparar. Entonces, sin más, el peliazul llegó allá con una gran parca rayada y un bella ushanka en su cabeza. El frío le recorría por la piel de la cara, sobre todo en sus ojos. Así vio a las dos muchachas, a una pareciera haberla visto hace no más allá de tres días.

Se giró y vio a una mujer de temibles ojos rojos y una piel azulada acompañada de varios animales. Ella debía ser la profesora, el cual era un cargo comparable al maestro de un gremio, por lo cual, Jellal reclinó un poco su cabeza y se presentó — Soy Jellal, no duden en pedirme lo que quieran — en un tono algo alegre para su faz tan seria. Acto seguido se posicionó a unos cuantos metros de la profesora, y empezó a divertir su mirada con el bello paisaje. Sentía como si lo que recibía por sus ojos le llegara a su corazón.

— ¿Cuántos grados hacen en estos momentos? — preguntó viendo a la profesora y luego a sus dos compañeras. No tenía la más mínima idea, pero sí que ellas podrían saber. Se quedó viendo a la pelirrosa por un poco más de tiempo. ¿Quién era? Daba igual. Lo importante ahora era sacarle todo el provecho a la clase y hacerse más amistades en este mundo tan oscuro y hostil.

Ropa de Jellal (Hacer clic):

La profesora era estricta, pero eso no disgustaba a Maya. Asintió con la cabeza. En esos momentos tenía muchas dudas, sobretodo en cuanto al "tema" de la clase, pero sabía que iban a ser respuestas a su debido tiempo. Que la niña se dirigiera a ella fue más sorprendente, pero Maya estuvo encantada de que sucediera.

- Maya Baggins -dijo estrechando la mano de la jovencita, como si tal cosa.

Iba a añadir algo más cuando vio llegar a la segunda alumna... ataviada como una gothic lolita... y con tacones. Maya se llevó la mano a la frente nada más verla. ¿Acaso creía que iban de picnic al parque? La profesora se adelantó a ella y le hizo notar a la joven lo inadecuado de su vestimenta de forma poco sutil y aun menos diplomática.

El tercero en discordia iba mejor preparado para la clase, con un grueso anorak y un gorro peludito con orejeras. Al menos dos de tres no iban a morir de hipotermia... y la otra muchacha... bueno, ella no iba a prestarle su mono de motorista, que era térmico y aislante, tendría que ponerle ojitos de carnero degollado al muchacho que se presentó como Jellal.

Maya lo identificó de inmediato como el que se peleaba con Tyrande, pero él no pareció relacionar su cara con la situación. Si bien se detuvo a mirarla unos instantes, no dio señales de reconocerla. Tanto mejor, no quería que su desconfianza hiciera peligrar al grupo entero.

- Maya Baggins -dijo dando un paso al frente-. Estoy lista para partir cuando lo estime oportuno, profesora.

No estimó oportuno identificarse como asistente de la profesora, los otros podrían tener la errónea opinión de que iba a haber alguna clase de trato de favor hacia ella. Maya sabía que Sylvanas no caería en ese tipo de reprochable comportamiento.

La joven observo todo con tranquilidad, aunque solo recolectaba información superficial de su alrededor, su rostro sereno, relajado y su aura misteriosa y elegante, noto la reacción de la asistente de la profesora pero aquello solo hizo que en sus rosados labios se formara una leve sonrisa, poco notoria pero era con total diversión, aunque a su vez de manera burlesca pero estaba lejos de esas intenciones, escucho a la profesora atenta aunque no la miraba, solo miraba la nieve, movió su pie moviendo la nieve, cuando la profesora termino de hablarle le miro por unos momentos.—Ya veo~— Musito ella con total calma, como si de verdad no supiese que no podía ver así, la sonrisa que tenia al principio nunca desapareció.—No cree que es mas divertido, si vengo algo incomoda? Así se daría una situación real— La joven mantenía ese elegancia en sus palabras, aquella forma misteriosa de ser era de lo mas normal en ella.—¿No cree?— pregunto con suavidad, miro a la asistente y le sonrió con cierta diversión, como si fuese un juego todo.— Ame tu reacción al verme— dijo la muchacha y sin mas volvió a su rostro sereno, ahora solo observaba la montaña importándole muy poco si se dirigían a ella, aunque como siempre, prestaba atención a cualquier cosa, observo al joven que había llegado, era la primera vez que lo miraba, pero no duro mas de dos segundos antes de apartar su mirada volviendo a ver la montaña, al escuchar la presentaciones, iba a presentarse cuando escucho un leve ruido en su mochila.

La chica enseguida se agacho quitándose la mochila para revisarla, y apenas la abrió solo pudo ver al gato de peluche, que tanto no quería traer, su rostro seguía relajado y elegante, suspiro de manera pesada aunque ni siquiera se noto.—Te dije que te quedaras, por terco ahora te estas congelando.— musito la joven, saco al peluche de gato de su mochila, y acomodo esta volviéndola a poner en su espalda, lo agarro y lo puso en un de los grandes bolsillos de su abrigo,para que no tuviese tanto frío.— Me llamo Stocking Anarchy, pero me llaman Yamileth.— musito la joven, miro al gato en su bolsillo que asomo la cabeza, lo señalo de manera educada.—Es el Honekoneko.— curioso, todo el rato se mantuvo educada, aunque en alguna momento no lo pareciera seguía igual de educada. Se pudo ver un cambio en la joven, antes su piel blanca como la nieve cambio a un pálido color, que le hizo perder el rosado de sus mejillas y labios, sus ojos por un momento se vieron levemente violetas, pero nadie notaria aquello, ahora sus ojos eran una rara combinación entre un azul como un profundo lago y un frondoso bosque totalmente verde. —Soy buena con las espadas.—musito con tranquilidad, sin mas de uno de los tantos bolsillos de su chaqueta, saco un dulce, un pequeño pedazo de torta y sin mas comenzó a comerlo con tranquilidad, curioso era que dijo que era buena con las espadas, pero no llevaba alguna, o tal vez si.

Sylvanas de inmediato replicó que la temperatura no era relevante sino adonde se dirigían, a lo que el peliazul solo asintió con la cabeza, exprimiendo la sabiduría de la elfa y presenciando a ese gran y noble animal del cual ella estaba montando, y también a esa niña. Lo primero era lo primero, así que se presentó mostrando un arco y una flecha, además de esos dos enigmáticos acompañantes. Jellal fue recatado y solo mencionó "mucho gusto". Algo muy en el fondo de su corazón, le decía que esta mujer era siniestramente terrible con las flechas, pero lo bueno era que estaba con la Academia Legacy y no con esa gente de Svartgard.

Maya se presentó, y los ojos de Fernandes se desviaron a la niña, la cual parecía no ser tratada de buena forma por la vampiresa. De algo le resonaba en su mente, que a veces era un laberinto destruido, ese cabello largo, lacio y rosado. ¿Será que Siegrain se había peleado con ella? Probablemente preguntarlo ahora no sería una muy buena idea, pues no quería poner en peligro la unidad del grupo ni que desconfiaran de él aunque tuvieran todo el derecho en el mundo a hacerlo.

No comprendió mucho la reacción de Maya, pero tampoco la reacción de esa nueva chica de pelo azul oscuro que parecía divertirse de acudir a un lugar gélido en "paños menores". No iba a tener ningún conflicto ni defender a nadie, así que Jellal posó ambas manos en los bolsillos y se puso a mirar el paisaje sin decir ni pío. Lucía algo petulante y sardónica en su manera de hablar o decir. Jellal se acordó de un tal Brain que era del gremio delictivo Oración Seis. Solo se rascó la mejilla, la vio por un par de segundos — Mucho gusto a los dos — sonrió arqueando casi nada sus labios. Luego escuchó de ella que era buena con las espadas, y era algo que iba a tomar en cuenta.

Finalmente le tocó presentarse. El peliazul miró a su profesora, a sus ayudantes, a la pelirrosa y a la otra chica. Sí, era el hombre del grupo, pero no se iba a dejar a engañar por las apariencias. Una mujer, Erza, le había pateado el culo hace mucho, y aunque él era muy capaz, jamás subestimaría a nadie — Yo soy Jellal Fernandes. Pueden decirme "Gerard Fernández" también — pronunció en un inglés con un tono francohispano, y las tres lenguas se hablaban en Earthland o Terralandia — Soy bueno con la magia de cuerpos celestiales, es decir, gravedad, luz y agujeros negros. También sé bastante sobre magia de aire, fuego y agua — se rascó la mejilla — Si tienen algún altercado en este viaje, llámenme. Asistiré inmediamente. Es un placer — reverenció su cabeza y de nuevo se colocó al lado de Sylvanas, tal como si fuera una especie de guardián o niño que acompaña a la profesora.

Caminó hacia Yamileth, se quitó la chaqueta polar y se la ofreció — Ten. Yo puedo usar magia para mantener mi temperatura temporal — y abajo de lo que llevaba puesto era otra chaqueta, pero brillaba de un celeste muy leve bastante bello si algún reflejo de luz le daba. Eran un equipo después de todo, y la unidad del equipo es lo más importante. Jellal ya se calentaría con su ushanka, guantes y ropa bien abrigada que se calienta con magia.

— Muy bien. A iniciar el viaje... supongo que volveremos a la academia este mismo día, o bien acampamos acá mismo — sonrió mirando de nuevo el imponente paisaje y dando dos aplausos para despertarse simbólicamente. Tenía en mente que esta clase iba a ocurrir como en la cordillera próxima al Monte Hakobe en el país de Fiore. Solo quedaba ver si en estos campos de hielo iba a presenciar lo que él creía que iba a ser. Jellal está listo para todo.

La profesora se puso en marcha y ellos la siguieron. Sylvanas caminaba rápido, pero no se alejaba hasta el punto en que no pudieran seguirla.

No tardaron en plantarse ante un acantilado y la mujer explicó que tenían que escalarlo mientras sonreía maliciosamente. Maya sonrió tranquilamente: si fuera cruzar algo a nado, otro gallo cantaría, pero trepar le gustaba, las alturas le gustaban y era bastante ágil.

La profesora coronó la cima en menos de dos minutos. Maya miraba la pared, no a la profesora. La estudiaba y calculaba la ruta. Finalmente decidió que el trayecto más corto entre dos puntos es la línea recta. Desenrolló las dagas encadenadas de su torso, hizo girar una de ellas como un martillo olímpico y la soltó.

Daga y cadena se elevaron seis metros antes de que el arma se clavara en la pared del acantilado, la otra daga quedó suspendida a un metro del suelo. Maya dio un par de tirones fuertes y, tras comprobar que no se soltaba, emprendió su ascenso, utilizando la cadena a modo de cuerda de escalada.

La agilidad que demostraba inducía a pensar que era fácil, pues Maya no parecía estar haciendo nada extraordinario, como si trepar acantilados nevados fuera el pan suyo de cada día.

Cuando llegó al final de la cadena, tras comprobar que nadie más la estuviera utilizando, recogió la daga por la que había ascendido y la lanzó como hiciera la primera vez. Esta vez, la daga sólo alcanzó los cinco metros. Dio un par de fuertes tirones para comprobar la sujeción. Avanzó otro metro y soltó la daga inferior de la pared con una patada.

Tras repetir el proceso otras cuatro veces, llegó a la parte superior del acantilado. No sabía si sus compañeros habrían llegado ya con algún otro sistema pero se la traía al pairo. Fuera de clase era una persona amistosa; en clase le daban igual los demás, ella hacía lo que creía que debía hacer y punto.

Ni siquiera jadeaba cuando llegó junto a la profesora. Quizá a otra persona la estaría matando el dolor de los brazos, el cuerpo de Maya era muy resistente. El manejo de las dagas exigía puntería, fuerza, destreza y resistencia y Maya llevaba entrenando con ellas desde que aprendiera a caminar.

No hizo comentario alguno porque era innecesario decir "He llegado" cuando la profesora la había visto hacerlo. Recogió las dagas y se enrolló una vez más la cadena al torso.

La joven escucho al chico hablar, mas seguía observando la montaña con curiosidad, cuando sintió que este se dirigía hasta ella clavo sus ojos en el, y luego a la chaqueta polar, aquello le había impresionado, realmente nunca esperaba nada de nadie, ¿por que? esperar algo de alguien seria crear esperanzas falsas, las personas cambian de parecer y aquello puede definir la vida o la muerte en muchas situaciones, no estaba acostumbrada a recibir ese tipo de "trato" y aunque sinceramente su cuerpo estaba totalmente cómodo con el ambiente, igual la agarro, y le sonrió de manera amable.—Gracias Jellal— musito de manera suave y tranquila, usando la prenda, luego observo a la profesora que hablo.

Su rostro relajado al igual que su aura, no cambiaron en ningún momento y al momento que ella comenzó a caminar la joven no dudo ni un micro-segundo en seguirla y mantener su paso pero con tranquilidad, al ver el alcantilado ya sabia que se proponía la profesora, mas al esta hablar la escucho atenta y sonrió con cierto entusiasmo, aunque fue tan mínima esa sonrisa que poco se pudo notar, observo la pared, y una vez que la profesora comenzó a escalar la joven ya sabia que hacer.

Sin mas solo se quito sus guantes, sin apresurarse mucho en realidad, los guardo en algún bolsillo y sin mas se acerco a la pared, la chica se agarro de los puntos filosos comenzando a escalar con agilidad y rapidez, sin mucho esfuerzo y en ningún momento se corto con alguno de estos, su cuerpo era tan liviano que le daba rapidez y cierta agilidad aparte, con aquella ropa iba demasiado cómoda por lo que era otro punto a su favor, no tardo en llegar, aquello había sido solo una pequeña pizca del calentamiento que venia, eso lo tenia claro la muchacha, al llegar noto que por pocos minutos fue la primera, pero aquello de verdad no le interesaba pues solo se puso sus guantes y agarro un caramelo de sus bolsillos para comerlo, y esperar a los demás.

No dijo nada y solo miro hacia el cielo sintiendo la fría brisa que la relajaba demasiado, era tan tranquilo y letal aquel lugar, lo adoraba.

El chico llamado "Jellal" no las siguió por algún motivo. La profesora había dejado clavadas sus flechas, aunque no tueviera una habilidad especialmente adecuada pra trepar, podría haber recurrido a ellas. La mascota de Sylvanas bajó con la niña sentada encima y las recuperó para devolvérselas a su dueña.

- Sin embargo, como he visto que tienen tantas aptitudes para la supervivencia, me he pensado que no daré yo la clase, sino que la darán ustedes, aunque no esperen que deje que me maten si no saben qué hacer.

Maya abrió los ojos como platos ¿lo decía en serio? Sylvanas ya había visto la vez anterior que era capaz de encender una hoguera, pero la clase anterior había sido en el bosque, dónde pudo encontrar madera mínimamente seca... con un puñado de nieve no podía encenderse nada.

- Bueno, ¿qué van a hacer?

Sí, definitivamente, la profesora no bromeaba. La niña llamada Saphira miró mal a Sylvanas. Maya suspiró. Ella podía cortarse un poco de pelo y utilizarlo para encender el fuego, pero sin madera para alimentarlo posteriormente era inútil.

Maya había pasado desde los tres años hasta los doce saliendo de casa con los ojos vendados, hasta que aprendió a controlar la hipnosis, por lo que se orientaba bien en la oscuridad y era sensible a las corrientes de aire y los olores... y esa cueva olía a azufre. Maya estornudó por la nariz como los gatos, sacudiendo la cabeza.

- Podríamos... investigar la cueva mientras haya luz. La luz al reflejarse en la nieve debería iluminarnos el camino durante unos cuantos metros... y necesitamos algo, aunque sea un puñado de boñigas animales, para encender fuego. A menos que en el bolso de Yami haya unos fardos de madera, claro.

Maya no las tenía todas consigo. Sí, la luz reflejada en la nieve penetraba unos 10 metros en la cueva, pero más allá de ahí estaba oscuro como la noche cerrada... pero que necesitaban algo con lo que encender fuego era indudable, y si ahí había habitado algún animal salvaje, habría algo con lo que se hubiera "fabricado" su lecho.