La purificación del mal. (Jellal y Ochako)

El panorama sí que era funesto. Mientras el peliazul estaba boca abajo, tendido y sangrando, de forma inconsciente. En su mente, solo tenía pesadillas que le hacían recordar su pasado tan doloroso. Jellal era alguien que no podía despojarse de ese pasado que tanto le atormentaba. Escuchó gritos y quejidos. Intentó mover los dedos de su mano, pero su cuerpo no le respondía.

Por otra parte, Luntz con su látigo, arrojó a la castaña contra el demonio, y éste le dio una patada para que chocara con Ayana. Al parecer este par de demonios estaban conectados psíquicamente, como si uno ya supiera qué es lo que iba a hacer el otro. Se reían de forma grosera y burlesca, y se notaba que flagelar a este par de heroínas le era de un placer de otro dmundo. Gozaban con el dolor de ellas.

Así, y paso a paso, se acercan de forma intimidante, ambas sombras llegan a matizar tanto a la castaña como a la pelirrosa. Esa sonrisa siniestra... esa sonrisa sardónica, tan filuda como un cuchillo se mostró, reflejando las luces que salían de sus manos, las cuales, extrañamente empezaron a iluminarse. Entonces, las alzan hacia ellas. y de allí mismo, un rayo de un color rojo intenso es disparado hacia ellas provocando un sonido atronador.

Jellal abrió los ojos...

Las palabras llegaron a sus oidos y se esfumaron tan pronto como era posible.

En ese momento en que fue arrojada contra su compañera, con una fuerza que dejó todo su cuerpo adolorido, no pudo siquiera pensar en reaccionar rápido. Fue como una ráfaga.

Y de pronto, cuando quiso aferrarse a ella, buscando saber si estaba bien, todo se volvió de un color rojo brillante. Un fuerte estruendo terminó por aturdirla completamente. Un agudo sonido, que parecía inacabable, se instaló en sus oídos. A donde quiera que mirara, su vista se hallaba borrosa, como si todo se moviese en cámara lenta.

"¡No quiero rendirme ahora... No quiero rendirme ahora...!".

Por un momento pensó que lograrían algo, pero cuando menos lo espero, un fuerte impacto la hizo caerse al suelo, con la mirada al suelo y un fuerte mareo por el impacto, algunas gotas carmesíes manchaban la tierra, había sido lastimada, no coordinaba bien lo que miraba, mejor dicho, no podía ver nada, solo siluetas.
Realmente no esperaba que sus enemigos lucharan de esa forma, era como si fueran la misma persona dividida en 2.
Intento mirar a su compañera y verificar si estaba bien, sin siquiera importarle su mismo estado.

─Ochako… ¿E-Estas bien?

Intento arrastrarse hacia la chica mientras un aura oscura la rodeaba, dicha aura provenía de su familiar quien la protegía de cualquier intento de ataque hacia su persona, y si ella llegara a quedar inconsciente, Algo que podría ocurrir en cualquier momento, él tendría que tomar el control de su cuerpo y luchar.

Las ventajas seria simplemente tener el control de sus poderes ocultos y usar los propios para pelear, la desventaja es que provocaría un olvido en su ama, haciendo que flores salieran de su cuerpo al olvidar un evento importante.

Una luz blanca y dorada apareció de tal forma que se comió al carmesí de los rayos de ambos demonios. — ¡Gaahh! — el peliazul gritó con fuerzas mientras se arrojó contra los dos diablos, aterrizando sendas patadas. Había tomado las fuerzas para seguir adelante, porque se sabía muy bien cuando una situación pintaba para negro. El peliazul empuñó ambas manos en frente de ellos, haciéndoles saber que las chicas no estaban solas.

Tsuyaku: ¡Maldito seas!

Luntz: Ya he tenido suficiente de ti.

La demonesa arrojó un látigo hacia el brazo de Jellal, y el otro comenzó a correr rápido en círculos, rodeando de forma amenazante a las dos chicas. El peliazul también tenía sus poderes, y ahora los iba a usar — ¡Atadura de serpiente! — y el mismo brazo de la contraria con el cual sostenía el látigo se inmovilizó. La tipa comenzó a gritar de dolor, y Jellal aprovechó de darle una patada en el abdomen tan fuerte que incluso los huesos llegaron a escucharse.

— Estos demonios son inmortales, — comentó, — no podemos ganarles matándolos. — Sí, eso podría ser un problema, pero habría una forma de hacer que estos se durmieran o bien quedaran incapacitados para seguir en el combate.

A pesar del enorme mareo que la aquejaba, un enorme esfuerzo realizó la castaña para recuperar sus sentidos. Mientras sus ojos se iban abriendo lentamente, la figura de la pelirosa apareció frente a ella, primero borrosa  para luego volverse nítida. Uraraka asintió ante la pregunta.

De pronto, al distinguir la voz del peliazul, hizo un débil intento por querer levantarse. Cuando lo logró, sus puños se cerraron con fuerza, como diciendo "estoy lista".

—Ayana-san... —la llamó, mientras fruncía los labios—, ¡tenemos que ayudar a Jellal! Yo... no puedo hacer mucho, pero estoy dispuesta a dar lo mejor, cuando ustedes me digan —dijo, mirando a Jellal que estaba en aprietos, al igual que ellas antes.

Al saber que la castaña respondía a su pregunta, se sintió aliviada, al menos estaba consiente, se fue levantando junto con Uraraka para luego ver la situación, el peli azulado se estaba enfrentando a esos seres malignos, sujetando a la chica del látigo mientras que el pelirrojo las rodeaba como antes.

Tenía que hacer algo y rápido, sujeto su báculo, cerro sus ojos para concentrar toda su energía en su próximo movimiento, asegurándose de que no debe afectar a la castaña ni al peli azul.

Después de susurrar unas palabras en un lenguaje antiguo, un aura verde se hizo presente, rodeando tanto su cuerpo como su báculo, al abrir sus ojos habían cambiado a un color esmeralda con cierto rasgo de dragón.

Aquella pelirrosada miraba al pelirrojo que las rodeaba con gran velocidad para luego elevar su báculo y detener el tiempo por completo.
una vez que inmovilizo a sus enemigos usando la manipulación temporal, su familiar apareció para rodear los cuerpos de los enemigos con una sustancia negra y pegajosa, así evitar que escaparan o atacaran.

─Bien…Uraraka…Chico de pelo azul…e-es su turno… no sé cuánto tiempo puedo mantener el tiempo congelado…

Dijo con una débil voz mientras trataba de mantenerse consciente.

— ¡Ochako, pon tu mano sobre mi hombro! — el peliazul necesitaría un poco más de energías para encerrarlos. Era la única forma de poder vencer a dos almas inmortales. ¡Necesitaba un objeto! Un objeto... ¡algo en su bolsillo! El hombre de la marca sacó eso que era un simple lápiz, y luego, como lo hizo Ayana, recitó palabras en un lenguaje desconocido para contactarse con los espíritus de la naturaleza.

El espectáculo fue terrorífico. Jellal arrojó el lápiz hacia el par de demonios, y un montón de sombras, y seres luminosos con aspecto de animales, empujaron a los malvados deformándolos y estirándolos como si fueran chicle. El grito de dolor de ellos fue algo que se le marcaría en la memoria. Aterrado, el peliazul contempló como eran aplastados hacia ese minúsculo lápiz hasta que fueron encerrados.

Fernandes cayó de rodillas y recogió el lápiz para de nuevo guardarlo en su bolsillo — Le diré a Rias que los encierre y los guarde en un lugar para que nunca más vuelvan a molestar — comentó mientras se palpaba la cabeza. Su cuerpo le dolía todo. Tenía moretones y tajos por doquier. Suspiró de manera larga, y luego se reincorporó — Levante la mano quien necesita ir a la enfermería —levantó su mano izquierda mientras que con la otra se masajeaba los abdominales. La batalla contra esos demonios había terminado.

Era hora de almuerzo, y Jellal con una venda en la cabeza y un parche en la mejilla se les acerca tanto a Ayana como a Ochako — ¿Cómo amanecieron? En la enfermería me hicieron beber ese horrendo jugo amargo y ácido... me dijeron que curaba esta clase de heridas mágicas — extendió su mano con una bolsa de chocolatitos. Se lo merecían los tres. Después de todo esa hazaña de luchar contra un dúo de demonios asesinos pocos la contaban.

Una Uraraka con grandes ojeras debajo de sus ojos se presentaba esa mañana en la cafetería de la escuela. En sus mejillas había un par curitas, al igual que en sus manos, pero no se comparaba a lo de Jellal. Al menos ella podía ponerse un poco de pomada para los moretones y todo estaría bien.

Tras la pregunta de su amigo, llevó sus manos a las mejillas y apretando los ojos, negó con la cabeza con energía. Su cabello rebotaba cómicamente con el movimiento.

—Tuve unas pesadillas horribles… —se detuvo por unos segundos, relajando su postura—. Pero, al menos estoy bien... Creo que tengo que empezar a acostumbrarme, ne? —sus últimas palabras fueron dichas con un tono más suave y relajado. Se llevó un chocolate a los labios, saboreándolo. Sus amigos eran demasiado geniales para alguien tan “ordinaria” como ella, así que no podía hacerlo tan fácilmente. Era como si estuvieran un par de escalones por delante ella.

—Esto… —dijo, volviendo a la realidad, mientras se giraba en dirección a la joven de cabello magenta, los ojos de Uraraka habían adquirido cierta seriedad, pero aun así estaban brillantes como de costumbre—. Ayer no pude hacerlo porque todos estábamos agotados y heridos, pero creo que ahora es un momento adecuado, Ayana-san. Si no estabas ahí, no sé qué hubiera hecho… Realmente nos ayudaste. Así que… gracias.

Había llegado el nuevo día, los rayos del son entraban por la ventana, aquella pelirrosada empezaba a despertarse, pero el lugar era diferente a su departamento, era sin duda una enfermería o quizás un cuarto de hospital, estaba acostumbrada a ese aroma a medicamentos y ese color blanco que predominaba en toda la habitación.
Se levantó se la cama y fijo su mirada a la mesita de al lado, una nota donde indicaba que tomara el medicamento para recuperar fuerzas y así volver a clases.

Tomo el medicamento junto a un vaso de agua y lo bebió.

─Puaj….sabe horrible…

Una mueca de asco se reflejó en su rostro, miró el reloj de la pared y noto que era la hora del almuerzo. ¿Cuánto tiempo se había quedado dormida?
Se levantó de la cama, se acomodó la ropa, recogió su cabello en una cola de caballo y salió de la enfermería para dirigirse a la cafetería.

─Me pregunto… si aquellos chicos se encuentran bien…

Susurro para sí misma mientras pensaba en lo que había pasado el día anterior, realmente era un milagro que siguiera viva, solo esperaba que esa situación no se repitiera.

Finalmente había llegado a su destino, recogió diferentes platillos dado que tenía demasiada hambre por falta de energía mágica, esto reflejado en su rostro, sin duda se notaba cansada.

─Bien…espero que esto sirva.

Cuando estaba buscando sitio para comer, se encuentra con aquella castaña y al joven de cabello azulado, suspiro aliviada al saber que ellos se encontraban bien, se acercó a ellos para conversar.

─¡Buenos días!

Sonríe dulcemente mientras aceptaba el regalo de su compañero azulado.

─Gracias por el chocolate… y bueno, estoy muy cansada por usar mis habilidades por mucho tiempo, pero una buena comida y una larga siesta lo arreglara jeje

Tras escuchar a la castaña sobre lo de ayer, sentía cierta emoción al saber que su ayuda sirvió de algo, no pudo evitar darle un abrazo.

─No hay de que… sabía que tenía que estar en ese lugar… pero no entendía el por qué… me alegro saber que fui de ayuda…

ríe levemente mientras mantenía aquella sonrisa, entonces repartió los panes que había recogido de la cafetería.

─No es mucho, pero ayudara a recuperar energías, tenemos que cuidarnos mucho, después de todo, fue una dura pelea.

El día había pasado como cualquier otro día normal en la Academia Legacy. Fueron a clases, estudiaron bastante, practicaron lo que habían revisado, limpiaron la sala de clases, y luego se tomaron el día libre, pues al parecer no había ninguna amenaza por parte de Merak. En ese momento, Jellal fue a las termas a tratar un poco los machucones que tenía en todo el cuerpo. La verdad es que fue relajante.

No obstante, algo extraño comenzó a sentir en su cuerpo. Su piel comenzó a sentir más el calor del agua y su cintura lentamente se empezó a ensanchar. — Oye, algo malo anda por acá... — llevó sus manos a sus pectorales y tenía pechos de mujer. El grito de Jellal fue legendario. Se había transformado en una mujer. Pero ¿por qué? ¡Había confundido los chocolates con los de la clase de magia de transformación.


Rápidamente, se secó las manos, tomó su propio celular y texteó a las otras dos chicas que él se había transformado en una chica, y que los chocolates eran mágicos. — No se preocupen, el efecto dura 24 horas... qué mal que mañana tenemos exposición, — envió un mensaje de voz, en la cual claramente se distinguía una voz femenina y algo áspera. No era tan bonita, pero rayos... al menos pudieron ganarle a esos demonios.

Las aventuras en esta academia no tienen fin.

A pesar de que su horario indicaba que era la hora de hacer sus ejércitos físicos diarios, Uraraka había decidido tomar una reconfortante siesta, pues su cuerpo aún dolía y las clases habían acabado por quitarle el resto de su energía.

Habían pasado 15 minutos, aproximadamente, cuando algo empezó a incomodarle. Se retorcía en la cama, intentando buscar una posición cómoda para continuar durmiendo, pero le resultaba demasiado difícil: su ropa le molestaba... ¿pero cómo era posible? Adormilada y casi desorientada se sentó en el borde de la cama, para comprobar que... la camiseta le apretaba demasiado, y había algo extraño...

¿Desde cuándo era tan plana? Y... ¿por qué sus hombros eran más grandes ahora?

—¿Qué demonios? —dijo e inmediatamente llevó una mano a su garganta. Empezaba a asustarse... ¡No había nada normal en eso! Rápidamente, tomó su celular y observó el reflejo en la pantalla para descubrir que si cabello ahora era más corto y todo rasgo femenino se había casi esfumado. ¿¡Pero cómo podía ser!? Estaba hecha un manojo de nervios cuando llegó el mensaje de Jellal, y tan pronto como lo leyó, sucedió lo inevitable.

Uraraka se puso de pie y corrió hasta el espejo de su habitación, para verse por completo. ¿Por qué...? ¿Por qué justo en ese momento...?

¿Por qué justo cuando tenía ganas de ir al baño?

Sus piernas perdieron fuera y cayó de rodillas al suelo, con pequeñas lágrimas en los ojos antes de gritar el nombre que sonó en toda la Academia:


—¡¡¡¡JELLAAAAAAAAAAAL!!!!

La pelea del día anterior fue demasiado para su propio cuerpo, teniendo dificultades para moverse o siquiera mantenerse despierta, aquella pelirrosada no podía mantener la mirada en la pizarra, cerrando sus ojos lentamente hasta caer en un sueño profundo.
Nada la hacía regresar en sí, incluso llego a sentir que algo la movía el hombro en un intento fallido por despertarla.
No obstante, el fuerte sonido de la campana fue lo único que logro sacarla de su estado de invención. Abrió los ojos para darse cuenta que todos sus compañeros la miraban directamente, parecían estar dudando de lo que estaban mirando.
Ladeó la cabeza mientras bostezaba.

“¿Qué ocurre…? ¿Hay algo en mi cara?”

En verdad las miradas la llegaron a incomodar, incluso el profesor de turno no sabía que decir al respecto, más que llamar la atención de los alumnos y continuar su clase.
Los minutos pasaron lentamente mientras aun sentía las miradas de los presentes, entonces finalmente la campana suena, indicando el cambio de clase.
Se levantó para ir recogiendo sus cosas cuando uno de sus compañeros se acercó con cierta duda.

─Esto… Ayana, ¿no? Te vez… diferente

─¿he? ¿Diferente?  

No se había percatado de forma inmediata, pero su voz sonaba ligeramente más grave, no sentía gran cambio más de un leve cambio de estatura, cierta ligereza en su pecho y el uniforme algo apretado por el área de los hombros.
Sin duda aquella pelirrosada era ahora un chico por razones desconocidas.
Algunos alumnos se reían por ese hecho, otros decían que no cambiaba mucho de un género a otro, incluso algunas chicas llegaron a admitir que se veía “lindo”.

Ayana guarda sus cuadernos en su bolsa para posteriormente irse, las risas de sus compañeros se hicieron notar dado que vestía el uniforme femenino siendo ahora un hombre. No le dio importancia, solo quería irse y ver que había ocurrido con su cuerpo.
Camino en dirección a la puerta y fue corriendo por los pasillos hacia la enfermería, según pensó que sería el lugar adecuado para revisarse y ver si era verdad.
Una vez ahí cerró la puerta para ir a verse en un espejo, efectivamente había cambiado, no era un cambio considerable en su rostro pero en su cuerpo….


─Pero… ¡¡Que rayos!! ¿¡Por qué soy un chico!? ¡¡Colt!!

El familiar se formó a su lado para ver al pelirrosado detenidamente.

─…Veo… que eres todo un hombre.

─¿Pero por qué?  ¡No es normal que cambie de genero de un momento a otro!


─Créeme, me gustaría saber el por qué.

Ambos empezaron a buscar la raíz de ese problema, hasta que dicho raíz empezó a sonar, era su teléfono que estaba en su bolsillo, lo saca para verificar la razón del sonido, era un mensaje por parte de jellal, explicando la situación, los chocolates que le había dado resultaron ser mágicos y cuyo efecto duraría un día entero.

─Cielos…será un día largo… ah, qué importa.

─No deberías estar en falda siendo hombre.

─¿Por qué no? Eso no evita que siga estudiando.

─Si, pero la gente te vería algo que cualquier hombre tiene.

─No entiendo…

El azabache suspira resignado para luego explicarle con sumo detalle la situación de Ayana al ser hombre.
Terminando por avergonzar al pelirrosado quien simplemente se quería ocultar de todo el mundo, el azabache simplemente le dio un cambio de uniforme que encontró en uno de los cajones de la enfermería.

─Deja el drama y vísteté, seguro la otra chica anda en las mismas, deberías ir con ella.

─E-Esta bien…

Toma la ropa para ir a cambiarse y posteriormente salir de la enfermería y buscar a Ochako.