Fuego que no se apaga (con Dabi)

Llueve. La lluvia se arremolina con ímpetu sobre las oscuras calles de Musutafu. Es casi la media noche y la mayoría de las personas se encuentran ya en sus casas. Es lo normal, pues nadie desea empaparse con las lágrimas del cielo y ser azotado por el viento tormentoso. Un rayo se escucha a la distancia, acompañado del grito de niños asustadizos desde sus ventanas. "Solo es un rayo" les explican con gentil amor sus padres, para luego llevarlos a la mesa, donde abundan el cariño y la comida caliente.

Sin embargo, una criatura resaltaba del resto en medio de este escenario. Con menos de metro y medio de altura, la orgullosa figura deambulaba con soberbia por entre la penumbra de los callejones. Largos cabellos de cielo se extendían desde la punta de su cabeza hasta por debajo de su cintura. Adornado su rostro con ojos de sol, cubierto su delgado cuerpo con lúgubre oscuridad. Con un rostro más suave que la seda y blanco como la nieve invernal. Una niña, si así podía llamarsele, transitaba en medio de la lluvia y, sin embargo, no se mojaba, cual si el agua evitara a toda costa entrar en contacto con la criatura.



— Oye tú —la fémina figura habló a la oscuridad de un oscuro callejón, en cual hubose detenido al instante— sí, tú, el del quirk de fuego. Te llevo buscando toda la noche. Al menos podrías ser cortés y hablar~

Su voz era la de una infante, aunque su tono era pícaro y hasta burlón, como el de quien manifiesta gran altivez. Un tono muy característico del Gran Rey Demonio, Rimuru Tempest, quien ahora se hallaba ahí. Pero ¿Por qué? La respuesta a esa pregunta se hallaba en aquel chico azabache que perseguía, al parecer desde hace mucho tiempo, al menos el suficiente para saber quién era. Nadie podía saber lo que el líder de la Organización Ossor se traía entre manos, pero era seguro que no era un simple juego.