Camaradas (Priv. Con Dante)

Durante el atardecer de hoy, el ambiente de Yokohama era bastante particular. Una leve llovizna acontecia por los vecindarios y, aun con ello, se veía a la gente celebrando por las calles. El sentimiento que envolvía a la ciudad era una mezcla de felicidad y rebosante tranquilidad. Proletarios marchaban y se reunían en alegres festejos o se encontraban apreciando el espectáculo desde el reposo de sus hogares.

A Nathan le parecía agradable encontrarse con el tumulto en uno de los pocos ratos libres que se agendaba a si mismo. Llegó como peatón a través del asfalto, portando una gabardina de color negro. Pasaba con tranquilidad junto a la población, saludaba y devolvía las sonrisas que captaba del ambiente; pero, nunca llegó a inmiscuirse del todo en el alboroto.

El joven no estaba muy seguro de qué hacer en momentos como ese, terminaría optando por vagar durante un rato hasta encontrar algo interesante que hacer en la ciudad. La respuesta le llegó en forma de una taberna grande y bastante animada; decorada por dentro y con una estética bastante respetable. Pensó haber tomado la decisión correcta cuando se adentró aún más.

Tomó asiento en una de las mesas pegadas a los muros, particularmente en aquella por haber notado una figura nostálgica ahí. Frente a el yacía un viejo amigo, Dante. No había visto al hombre hacia un largo rato, desde sus inicios en la academia; encontrarlo le terminaba por alegrar aún más el ambiente.

—¡Dante, amigo mío! ¿Cómo te encuentras, viejo? Lamento la interrupción tan repentina; no te he visto en un largo tiempo. Me alegra verte.