Un oponente de otro mundo (Bakugou)

Se duchó. Puso la toalla y unos desodorantes en la mochila y bajó las escaleras. Leyendo en el la biblioteca había aprendido un hechizo nuevo. Sí, debía hacer eso ahora en su entrenamiento contra robots. No quería lastimar a nadie, porque los del Internado podrían escabullirse y pillarlos debilitados. Era peligroso.

Jellal tenía conciencia de eso y ése es el motivo por el cual siempre a las ocho de la noche se iba a entrenar al dojo mágico. Tenía que estar en condiciones como para poder derrotar a los de Merak. Tenía su tenida deportiva y unos guantes que a él le gustaban. Sin embargo, escuchó unos gritos y lo que eran algunas... ¿Explosiones? Se preguntó qué clase de alumnos estaban dentro de la arena. Un gran campo techado con el tamaño de una cancha de fútbol. Las paredes estaban reforzadas con magia y si se llegaban a destruir se regeneraban.

Entonces, abre las puertas y sintió un calor excesivo. Veía explosiones por doquier y un pobre alumno que salía volando debido a estas. ¿Pero qué diablos pasaba aquí? El muchacho, el cual era de cabello negro y ojos amarillos aterrizó como un costal de patatas a los pies del peliazul. Jellal se puso de cuclillas y tocó su cuello y luego su espalda para ver si le había roto un hueso. Lo reconocía. El azabache del salón F era considerado el mejor mago de tierra de los de primer año.  — ¿Quién fue, Dain? — y así el muchacho con su nariz sangrante apuntó hacia adelante, pero el humo y la tierra no dejaban ver.

— Deja que se vaya a enfermería. Dain ya no puede pelear contigo... — llegó otro muchacho y la que parecía su novia y se lo llevaron para afuera. El pobre tenía heridas en su piel y probablemente contusiones por todo el cuerpo. Al menos tendría que descansar una semana más o menos. El humo se fue disipando y vio lo que era un cabello rubio y ojos rojos. — Los de Merak son muchos como para herir a un compañero así, — le recriminó Jellal, pero pese a todo, se mostraba tranquilo. Solo le había molestado un poco. Ese rubio se había sobrepasado.

Katsuki en estos instantes viste unos pantalones deportivos negros con franjas blancas en los costados, una playera blanca de tirantes blanca y tenis deportivos.

— ¿A caso mencioné lo obvio? — Preguntó con tono de molestia ante intromisión del recién llegado a la arena; Bakugou sintió allí mismo cierto desagrado, ¿Quién se creía ese sujeto para hablarle de tal forma a nuestro rubio? Y eso sí, le cerraría la boca por lo charlatán que le estaba mostrando a el.

— Tu noviecita se lo busco, si vienes para defenderle, adelante. — Dijo con aires de superioridad, con su antebrazo limpió la marca de un golpe que tenía en su mejilla derecha. Siempre ha sido egocéntrico, ya sea por nivel educativo o de pelea... En todo momento se sentía mejor que el resto, ¿el peliazul sería un digno oponente o un ser débil como el anterior inútil? No lo sabía, lo claro era es que habría más derramamiento de sangre en esos suelos.

— ¿Y a mi qué mierda me importa los de Merak? — Frunció el ceño, y eso era correcto, no tenía el mínimo interés por ese Internado y sus habitantes, posteriormente miró desafiante a lo que ya sería su adversario, esperaba que hiciera al menos el primer movimiento.

El rostro de Jellal se mantuvo serio y adusto al tiempo que el rubicundo, con alarde y agresividad, le dedicó unas palabras no gratas. Se notaba mucho que era un buscapleito, y no solo eso, sino que gustaba del matonaje. — Pareces un villano... — se quitó el polerón y lo dejó en el suelo. Negó con la cabeza. Esa actitud que tenía podría ser muy peligrosa. Solo se había quedado con una camisa sin mangas y unos guantes.

Ahora estaban solos en la arena mágica. Aquí no había peligro alguno porque era una estructura reforzada, y si se agrietaba, se volvía a regenerar, tal como o si de un organismo vivo se tratara. — Venciste a Dain. Felicidades. Tienes muchas posibilidades de derrotarme. De seguro me sorprenderás, pero... — pausó. Su voz generaba un eco en esa especie de estadio techado. Volvió su mirada verde al contrario, y le espetó en una voz serena:

— Tu arrogancia te condenará... — sonrió, no de forma burlesca, sino amigable. Dio un trote y terminó tan solo a unos cinco metros a él. Pudo ver al rubio con más detenimiento. Sus ojos eran rojos como dos pavesas, y la expresión de su cara desprendía esa sensación de que podría hacer explotar a Jellal como a un petardo.

— ¡Enróscate! — el peliazul extendió la mano, y casi al instante una especie de tatuaje de serpiente salió del suelo, cerca de la pierna del rubio y se enroscó en ésta, apretándola muy fuerte. — Meteor! — gritó, y su cuerpo se cubrió de luz y comenzó a volar. A una velocidad Jellal se dio una vuelta terminando a las espaldas del contrario impactando en sus vértebras lumbares.

Se puso en posición de defensa. Quería ver qué es lo que este tipo hacía.

— Cierra la maldita boca. — Musitó gélido, estando convencido de que ganaría está batalla fácilmente una sonrisa burlesca se formó en sus labios.
La palabrería ajena solo ocasionó más enojo, desesperación y ganas de hacer que coma tierra de dicho lugar, si, no aguantaba a esa clase de personas; el punto era la pelea y ya, acabar han rápido como con el anterior.

No se sorprendió ante el repentino cambio de distancia, pero un dolor presentó en su pierna izquierda, provocando que esta comenzara a tambalearse un poco, solo soltó un quejido debido a ello... ¿Qué mierda era eso? ¿Magia? ¿O trucos baratos? Lo que fuese, tenía que responder lo antes posible.

— Mendigo cobarde. — Es lo único que pudo decir, se podría decir que su pierna había quedado fuera de combate temporalmente, pero eso no evitó que intentara mantenerse de pie, pero en cuanto lo intento una "lluvia" de golpes lo tomó por sorpresa, haciéndolo reaccionar en menos de 0,15 s, tiempo suficiente para darse la vuelta y cubrir con sus antebrazos los golpes (la mayor parte de ellos).

Segundos más tarde, acomodó sus palmas boca abajo apuntando directamente contra el suelo, ambas denotaron una fuerte explosión para crear una densa cortina de polvo que al menos durante unos segundos para que se cubriese la vista de los presentes, la distancia actual entre ambos es de 4 m (lo alcanza, no sé).

Esto, y se apoyaría en su Quirk para impulsarse delante de él a 7.70 m/s, apuntando más o menos a la altura hacia el abdomen ajeno, finalmente dispersó una fuerte explosión de nitroglicerina contra el.

Luego del ataque, el rubio tuvo la oportunidad de cubrirse con ambos antebrazos. El peliazul levantó la ceja. Al parecer este muchacho era demasiado bueno peleando, así que se detuvo. Sin embargo, y lo que impresionó a Jellal era su poder. Apuntó ambas manos hacia abajo y tronó una explosión que dificultó la visibilidad del terreno. "Maldición" pensó Jellal, ahora no podría pillarle.

Entonces, y casi de forma instantánea, vio una enorme luz y sintió un calor como ningún otro. Algo en su abdomen había estallado: y eran los poderes de ese rubio. Vaya, sí que era fuerte, y podría usar sus poderes para el bien. El peliazul salió disparado a unos 10 metros hacia la pared. — ¡Gaaaah! — gritó. El joven Fernandes describiría esa terrible explosión como una veinte patadas de rinocerontes envueltas en fuego.

Se estampó contra la pared, y cayó de cuclillas. Le dolía el cuerpo, sobre todo sus pectorales. Sin embargo, eso no haría que Jellal dejara de luchar. — ¡Telekinesis! — gritó, y efectuando sus poderes telekinéticos sobre los zapatos del rubio, Jellal lo hizo caer, sacándole los zapatos y tirándolos bien lejos. Aprovechando la oportunidad de que el rival estaba en el suelo, Jellal se arroja hacia éste para golpearle justo en la cara.

Entonces, el cuerpo del peliazul comenzó a desprender un humo negro...

¿Qué truco tenía preparado el mago de Earthland?