El mundo al otro lado del espejo (Arturia y Momo)

Jellal abrió los ojos. Estaba otra vez en la academia, pero un intenso dolor le estallaba bajo su piel. Era como si cada nervio suyo aullara del más atroz dolor. Rechinó los dientes y cerró ambos párpados suyos con fuerza. Lo había envenenado una criatura de ese temible mundo al otro lado del espejo. — Me duele... — gruñó el peliazul al tiempo que posaba la mano sobre su propio pecho. No había duda alguna: Jellal podría morir.

— ¡Ayuda! Mgh... — jadeaba constantemente. Sus gritos eran acallados por el extremo dolor que sentía de pies a cabeza. Alguien necesitaba ir al otro lado del espejo y encontrar el antídoto para el mago.

Jellal hace dos horas había ido al mundo mágico de Almuk, en donde la flora era conocida por muchos magos por tener buenos dotes medicinales. Lamentablemente, Jellal fue emboscado por varias criaturas y tuvo que ir. Lo envenenaron y ahora paga las consecuencias de su osadía. Cerró sus ojos y pensó que no debía haber ido solo. Realmente fue una imprudencia llegar hasta un mundo salvaje y a solas.

— ¡Ayuda! — gritó otra vez. Sus piernas ya no le funcionaban correctamente. Alguien más tendría que ir por el antídoto, cruzando al otro lado del espejo.

Una figura femenina rodeaba el castillo rokkenjima el aire nocturno frio evadía el lugar , caminaba hacia el interior unos quejidos de ayuda hacía eco en una de las zonas encerradas de dicho castillo se acercaba dónde provenía aquella voz masculina débil sin fuerza. La rubia veía detenidamente aquel joven de cabellos azules profundo como Rey que era y honorable dudo en ofrecerle su ayuda lo tomaba en sus brazos ayudándolo a recostarse sobre el suelo , se quitaba la Túnica azul con cuello blanco doblándola y acomodándola en forma de almohada la colocase de bajo de la cabeza del joven Mago para que estuviera más cómodo.


—¿Como alguien como tu está en un estado critico ?


Fueron las únicas palabras que pronunció su rostro se mantenía en total seriedad lo veía directamente a los ojos estando sentada aun lado de el en una posición recta. Analizaba con la vista el lugar su mirada se fijó en aquel espejo extraño poco común los hermosos ojos Verdes-esmeraldas se reflejaba con intensidad en el espejo que hora no dejaba ver lo que se podría presenciar a través de el claramente podía detectar una enorme energía proveniente de ese raro objeto.

El eco de aquella voz resonó en todos sus sentidos, ¿podría ser...? El alquimista negó la cabeza. Era imposible que aquel mago de categoría superior hubiera sido herido en absoluto. Se acercó con rapidez a donde provenían esos lamentos.

-Jellal?

Se detuvo al momento de ver una extraña mujer que acudió mucho antes a su ayuda. Consternado se acercó con lentitud a ambos, notando el olor a hierbas y veneno que provenían de su compañero, quien difícilmente podía respirar.

-¿Quien eres?

Mencionó volteando a verla desde una distancia considerable. No debía de confiarse.

— Estoy envenenado. Mis piernas no pueden moverse... — un hilo de sangre apareció de la boca del peliazul. Había sido gravemente dañado por animales del otro lado del espejo. Jellal estaba fuera de combate, por lo que tendría que recurrir a ellos para capturar el antídoto. Así pues, el mago sacó una pequeña botella de vidrio y se la entregó a la rubia. — Por favor, vayan. Deben cruzar el espejo para llegar al mundo místico, y de allí sacar el antídoto de la planta carnívora gigante, — balbuceó. Sentía que sus rodillas estaban a punto de explotar, y ya no sentía los dedos de sus pies. Tenía descubierta parte de la canilla, y estaba llena de magulladuras. Su piel estaba morada.

—  Crucen y consigan el antídoto, — cerró sus ojos y se quejó. Entonces, esa mueca de dolor fue desapareciendo poco a poco, y en la comisura de sus labios se dibujó una sonrisa. Jellal se quedaba dormido cada vez más, hasta que cayó inconsciente en el regazo de la guerrera de cabellos rubios. Ahora contaba con los dos para cruzar el espejo y recuperar el antídoto.

El viaje iba a ser sumamente difícil. Tendrían que pasar por una selva llena de animales peligrosos, y en el centro de ella habría una planta carnívora gigante. Ahora de ellos dependía la vida del pobre Jellal.