HEAVY GAUGE ( Legnam & Yumeno Gentaro.)

El primer trago fue sinónimo de disparar sus emociones a niveles incomprendidos. Había tomado tanta sangre a lo largo de su vida, de tantos seres distintos, en su mayoría humanos. Ningún sabor se comparaba a ese. A pesar de nunca haber probado algo igual, ¿por qué sentía tanta nostalgia?

Cada trago lo llevaba a un mundo nuevo, uno donde corría en un campo cubierto de flores, donde el sol no era capaz de dañarlo, donde no existía la tristeza ni el dolor. Las emociones abrazaban su cuerpo y lo acunaban en un sentimiento difícil de procesar, pero adictivo de sentir.

Despertó de su mente confusa al notar el peso en las manos. Soltó el cuello sin pensarlo y quedó sobre las rodillas, sosteniendo al joven entre sus brazos. Oír su nombre con una voz tan débil le preocupó de sobremanera, no estaba. . . muerto, ¿verdad?

— ¿Gentaro? ¿¡Estás bien!? — Sus ojos se enfocaron en el cuello herido y ensangrentado, la diestra pasó el pulgar por sus labios para confirmar que efectivamente, perdió el control y terminó cediendo ante el hambre absurdo.

Apresurado y con un gran sentimiento de culpa de por medio, cargó al chico inconsciente y lo llevó al asiento más cómodo que encontró, recostándolo con gran cuidado. Olfateó para corroborar. . . suspiró de alivio. Seguía con vida.

— Maldita sea. . . me dejé llevar, no sé en qué momento sucedió. Espero que puedas perdonarme cuando despiertes. . . — Tomó una de las manos ajenas y entrelazó los dedos. Sus cejas se fruncían de la preocupación.

Pensó si sería buena idea hacer lo que estaba pensando. . . no quería empeorar las cosas, aún así, si moría nada de eso importaría y definitivamente la culpa sería suya.
Suspiró, sacó la navaja que siempre cargaba y pasó el filo de la hoja por uno de sus dedos índices. La mano libre abriría suavemente la boca ajena y dejaría que varias gotas de su sangre cayeran sobre la lengua. Era suficiente como para mantenerlo vivo.

Sostuvo aquella mano de nuevo.

Ah, de verlos un profesor o autoridad sin duda sería regañado y tal vez castigado, ¿Cómo un vampiro era incapaz de controlarse al estar a solas con un humano? Podrían tacharlo de peligroso. . . de todas formas eso no es lo que preocupaba su mente ahora. Finalmente encontró lo que tanto buscaba, tendrá que ser cuidadoso si no quería perderlo.

Ladeó curioso la cabeza al verle meter el micrófono en una de sus mangas, ¿será que tenía alguna especie de espacio mágico donde metía cosas y estas desaparecían a voluntad? ¿No era incómodo tener las cosas guardadas ahí? Decidió no preguntar. . . por ahora.

— Hmm. . . Sí, tienes razón. El nombre de Gentaro no queda bien como el de un chico malo. — Soltó una broma junto a una risilla que se calmó al ver esa expresión que irradiaba paz.

Tras notar la mano extendida, supuso que querría hacer las paces. Tomó la misma con cuidado para estrechar ambas, ¿sería eso lo que debía hacer? Peor habría sido ignorarlo, ¿no?

— Estoy de acuerdo, no soy muy sociable, ¡así que un primer amigo no me vendría mal!~ — Rio nuevamente, una sonrisa tonta e ilusionada acompañaba la expresión. Demasiado ingenuo como para ser un vampiro.

Soltó la mano en un tiempo correcto, bien, su comportamiento estaba siendo más controlado y más. . . normal. Sorprendente sería que se mantuviera de esa forma por más de cinco minutos.
Llevó una mano a su propio cabello, jugueteando con los mechones del lado izquierdo.

— Ah, vas a tener que apresurarte si eres de perderte fácil. . . Creo que podría guiarte a las habitaciones. Respecto a si son individuales o no. . . No tengo idea, al menos yo no tengo compañero. — La misma mano que jugueteaba con el mechón viajó hasta el hombro ajeno, expresando confianza. — ¡Tendrás una solo para ti, estoy seguro! Y si temes por los fantasmas. . . ¡Puedes dormir conmigo! — Otra sonrisa, no parecía estar bromeando.

Negó rápidamente, que no tuviera una idea errada.

— ¡No digo que sea un mal nombre! ¡Es muy bonito! Tanto que no lo imagino como el de un chico malo. — "Tampoco imagino Moxxie como el nombre de un delincuente." pensó. Su anterior nombre iba mejor.

Alzó la vista inconscientemente y. . . ah, ¿Qué era lo que estaba pensando? Se lo olvidó. Desde un principio supo que era un chico apuesto, no sabía que podía serlo aún más. Su mirada bajó rápidamente, mirar fijo a la gente era considerado de mala educación, no quería incomodar ni ser irrespetuoso.

La mano se apartó con la misma velocidad, esta a su vez permaneció en el aire, con el pulgar arriba. Sonrisa persistente, mejillas ardiendo.

— ¡Es un placer conocer a mi nuevo compañero de cuarto entonces! ¡Nos llevaremos muy bien, te lo aseguro! — Pasaron dos segundos. Sus mejillas incrementaron el color. Pensamientos fuera, pensamientos fuera.

Dio un paso atrás, luego dos y finalmente tres. Señaló hacia el desastre de cristales rotos en el suelo, la sonrisa ahora era mucho más tonta, así como sus movimientos torpes.

— ¡Bueno, voy a. . . limpiar eso! ¡Alguien podría lastimarse! — Le dio la espalda y fue a limpiar el desastre. Festejaba internamente, el motivo era desconocido al menos para sí mismo. ¿Las cosas podían ir mejor? ¡Era la persona que buscaba, era su primer amigo y lo tendría cerca! Era una clara bendición de los Dioses.

Estaba tan absorto en sus pensamientos que no razonaba en lo que hacía. Juntaba los cristales, sí. . . con las manos. Al menos los guantes sin dedos servirían de algo.

Ahora que tendría un nuevo compañero de cuarto debía pensar a futuro, qué hacer, qué no hacer, seguro debía conseguir otros muebles y especialmente, otra cama.
El mayor problema sería el autocontrol, el chico hacía la sangre ajena prácticamente inútil, no podía verlo como alimento, tarde o temprano terminaría matándolo y. . . la pregunta de cómo sabría su corazón estaba rondando por su cabeza.

Sería difícil.

Lo trajeron a tierra de nuevo, la persona de sus pensamientos ahora estaba a su lado, haciéndole notar la estupidez que hacía al estar recogiendo los cristales con las manos. Ni siquiera lo había notado. . .

— Yo. . . ¿¡ah!? — Su rostro se encendió de inmediato, ¿¡estaba siendo tan obvio!?

Tragó dificultoso. Ojos fijos en aquel demonio disfrazado de ángel, ¿Qué podía responder? Definitivamente la verdad no era una opción, ¿le diría lo que estaba sintiendo desde el momento en el que lo vio?

— Pa-para nada. . . — Mostró una sonrisa, que más que dar confianza daba a entender una mentira mal hecha. — Solo que. . . ¡Tengo hambre! Y cuando tengo hambre actúo como un idiota, ya sabes, eres un humano, a mí me gusta la sangre. . . ¡solo es eso, no te preocupes!

Soltó una exagerada risa nerviosa, las manos temblaban y comenzaban a apretar los cristales rotos. No era consciente de ello, por algún motivo que solo su corazón sabía no podía abandonar esa posición ni apartar la vista de ese rostro tan encantador. Era un perro hipnotizado, ¿estaba esperando algo?

Ver al joven frente a él era extrañamente cálido. Sus ojos adquirían ese brillo de vida que no mostraba hasta ahora. Ser bendecido por el gentil toque de esas manos. . . se rendía totalmente, de ser un espía ya habría sido fácilmente ejecutado.

— ¿Ah? ¡Oh! — Las manos se abrieron lo necesario para que el resto de cristales cayeran, ¿en qué momento los agarró? ¿por qué tenía las manos lastimadas ahora? No podía quedar más en ridículo.

No había tiempo para sentir pena, toda su atención fue atrapada nuevamente por las manos del ángel frente a él. Como un cachorro perdido, fue guiado a un destino más que claro sin oponer resistencia alguna.

El corazón latía con fuerza y conforme la distancia se hacía más corta, los párpados caían, un sentimiento tan similar a la sed de sangre crecía en su pecho, un agradable calor que lo consumía desde el interior.
Quizás un rayo de sol estaba quemando aquella zona, quizás ese ardor tenía otra explicación, sea cual fuese la causa, ahora su mente solo pensaba en una cosa.

Cosa que no se realizó.

Tras un parpadeo logró reaccionar, apartándose a una distancia más prudente. El calor no se calmó, subió y enrojeció las mejillas del menor, ¿una ventana arruinó el momento? Supuso que los Dioses no querían algo tan apresurado.

Aceptó la ayuda solo por cortesía, lo soltaría de inmediato, las manos le temblaban.

— ¡Me parece perfecto! — Avanzó al el interior de la biblioteca, hasta la zona donde se escondió en un inicio. — Veamos. . . ah, aquí estás.

Agarró la sombrilla, de olvidarse de ella lo recordaría tan pronto como su piel comenzara a cocinarse. Con todo en orden, le echó un último vistazo al mapa que allí se mostraba y regresó con el otro.

— Lamento lo de la sangre, creo que por la zona del cuello tienes más, y no es mía. — Era innecesario controlar la sangre para quitársela, de todas formas seguiría sucio. — Sígueme, creo poder recordar dónde están. De seguro en un futuro serás tú quien me guíe.

Encaminado hacia la salida, abrió la sombrilla para poder cubrirse del cruel sol. El viento le daba la bienvenida al exterior, que agradable sensación.