Reino de los Corazones (libre)

Cayendo desde los cielos por encima de las nubes e inconsciente desperté gracias a las fuertes ráfagas de viento que me movían como hoja al aire, y recuperando mi mente y cuerpo recuperé el control y pude ver a la distancia unas ruinas aparentemente abandonadas. El verdadero problema sería el aterrizaje, que si en el mejor de los casos quedara gravemente herido y varios huesos rotos, en el peor una rana gigante me salvaría atrapándome en el aire.

-- ¡Demonios! Esto debe ser truco de... -- giré la mirada a unas criaturas gigantes que aparentemente estaban peleándose entre sí, -- Una serpiente y... ¿una rana? -- parecía que hoy no sería mi día de suerte.

A unos cuantos kilómetros de estamparme contra el suelo la gran serpiente salió volando hacía mi con la boca abierta y atrapándome con la lengua, a lo que intenté agarrar mi espada e intentar defenderme de ser tragado, pero sin lograr nada fui tragado por la serpiente. Si bien no era totalmente asqueroso, por lo menos la rana estaba más lejos. Liberándome dentro de la boca de la serpiente tomé mi espada y procedí a cortar sus intestinos. Una vez muerta logré salir todo cubierto de sangre cayendo al suelo.

-- Justo como en las simulaciones. -- limpiando mi cara tomé aire.

Suspirando y poniéndome de pie me reincorporé a la situación, mirando a todos lados no veía rastro de la rana gigante, solo arboles y escombros con dibujos, lo que era un alivio. Sin pensármelo dos veces decidí buscar un río para quitarme el olor de sangre, no me vendría bien ser la carnada de cualquier bestia que se oculte por ahí, aunque no sería un problema para mi... El problema es saber en donde estoy, y a donde se habrá ido Sephiroth.