Concurso Inventa tu historia Navideña

Era el día de navidad, donde la gente se reunía con las personas que más querían y donde la gente alegraba el corazón de cada niño de cada casa con un regalo. Casualmente para la joven Tohka no fue así, ella era tímida y no sabía con quién estar, a ella no le gustaba estar con demasiada gente, por eso sus navidades eran en si solitarias y aburridas, se decía que era aburrida, pero aquella tarde quiso cambiar, quiso salir de una monótona rutina, entonces ella decidió decorar su pequeña casa con adornos navideños- Es navidad y no se con quién pasarla- suspiro. No sabía que hacer la joven de pelo purpura, miraba la nieve que caía sobre el suelo, también recordaba que el chico que le gustaba cuyo nombre era Keiichi vendría a su casa. No sabía absolutamente nada, luego de haber terminado con los  adornos y observar la nieve decidió caminar por unas calles de la ciudad triste y solitariamente, la joven Tohka observaba la gente feliz, alegre, sin tristeza, pero a pesar de todo eso descubrió que había gente que no lo estaba,  esas personas eran tristes, eran personas que no tenían trabajo ni nada por el estilo, así que se preocupó y decidió comprar un regalo para cada uno de ellos.

Cuando estaba en busca de los regalos la joven de pelo purpura se había encontrado con el joven Keiichi, quiso esconderse, pero el joven se había dado cuenta que estaba ahí – Tohka… ¿Qué haces escondida? - a lo que Tohka respondió- Es que…-hizo una pausa pero no quería responder porque se escondía así que le respondió con otra cosa- quiero comprar a unas personas que no tienen trabajo unos pequeños regalos así se sientan felices- el joven de pelo marrón se había asombrado, así que la acompaño a comprarlos y también la había acompañado a entregarles esos regalos a esas personas, fue la primera vez que Tohka se sintió tan feliz por haber hecho algo bueno en su vida.

Ya cuando terminaron de hacer todo eso la joven le pregunto a Keiichi -¿Keiichi quieres pasar la navidad conmigo?, es que no tengo invitados ni nada, y no se hacer como invitar a los demás- el joven de pelo marrón se había imaginado su respuesta de antemano, pero él tenía una sorpresa para ella- No te preocupes cuando lleguemos a tu casa veras que todo se arreglara Tohkita-
Cuando apenas llegaron a la casa la joven Tohka, vio que todo estaban afuera, Momo, Monocromo, Shirou, Shana, Shein y todos los demás –Este es tu regalo Tohka- le dijo Keiichi a ella. Luego de eso todos entraron y festejaron la navidad, como lo había imaginado la joven de pelo purpura, un día el cual recordaría estar con sus amigos, festejando, divirtiéndose, sacándose fotos. Y cuando iban a chocar las copas entre todos la joven feliz de todo lo que había pasado dijo – Gracias por hacerme una feliz navidad- sonriendo.

La Academia estaba adornada con bellas luces y adornos de colores por doquier, varios de los alumnos salían para reunirse con sus familias y otros tenia la poca fortuna de quedarse a tomar las clases de invierno, pero reinaba un ambiente especial en el aire, era Navidad. En ese día, los alumnos y los profesores organizaban varias salidas para celebrar en diversos restaurantes o hasta bares, pero había una pequeña niña que no tenia planes o comprensión alguna de lo que significaba ese día tan especial, ella prefería el Halloween. Solo vagaba por los pasillos, preguntándose por el extraño adornado y porque todos tenían un semblante tan alegre.

Desde que era pequeña, la mayoría de las navidades las pasaba sola, y recientemente al lado del ahora desaparecido Sakutaro, pero para ella siempre habían sido un día normal. Los sirvientes de Beatrice ese día limpiaran la Academia, así que educadamente le dijeron que no debía de estar dentro. -Uu uu Maria lo entiende uu uu- y poniéndose su chamarra, con orejas de conejo en la capucha, decidió caminar por los alrededores de la isla un rato, quizá así entendería el porque todos están tan felices en este extraño día y quizá también porque en su corazón sentía una melancolida enorme.

Saliendo de la Academia oyó una extraña voz que la llamaba, pero al voltearse se dio cuenta de que era Minerva, la engimatica vampira de voz melodiosa que sostenía una sombrilla sobre su cabeza para protegerse sel peligroso sol de invierno. -Maria, ¿que haces aquí ? Deberías estar celebrando con tu familia-, pero la familia de la pequeña hace mucho tiempo que se había fragmentado, y la única que estaba realmente viva era su extraña prima Ange, ademas de que la pequeña niña no le veía lo especial a la navidad. -Uu uu¿Navidad? ¿Uu? ¿por eso todo esta tan extrañamente adornado? Uu uu Maria nunca celebra la navidad uu uu-. Lo cierto es que, al ser una vampira, Minerva tampoco sentía un especial interés por esa celebrada fecha, pero sabia que gran parte de la Academia estaría cerrada y no quería dejar sola a la pequeña niña castaña. -No te preocupes, tu no eres la única que no la celebra, ¿que te parece si te invito un pastel ? Acabo de tener una presentación y me pagaron bien. , Ilusionada por la idea de comer un delicioso pastel de fresas, la pequeña niña simplemente sonrió y asintió. Comenzó a caminar al lado de Minerva por la blanca nieve.

Cuando llegaron a una de las cafeterías que conocía la vampira, ya había anochecido y Minerva por fin podía guardar su molesta sombrilla, podía andar libremente sin temor ser incinerada por los rayos del sol, mientras tanto, la pequeña tarareaba contenta una canción al caminar,estaba emocionada porque la vampira le platico en el camino lo delicioso que era el pastel de fresas de esa cafetería. -¡Uu! ¡Maria quiere comer mucho pastel de fresas! ¡Uu uu!!- Y Minerva solo le indico con amabilidad que buscara una mesa disponible, cosa que no seria difícil ya que el café estaba casi vació. Y la niña encontró una mesa cerca de una ventana, pero al sentarse recibió un extraño abrazo inesperado y oyó una voz conocida. -¡!Maria!! ¡no pensé verte aquí en navidad!! -. Era Momo, la rubia amante de lo adorable, y al parecer estaba comiendo sola en la pastelería.

-Uu uu ¡Le sacas el aire a Maria! ¡Uu uu!-, La chica rubia era una amante de las cosas adorables, la pequeña niña castaña no podía pasar inadvertida ante de mirada de la rubia. -¡pasemos la navidad juntas, Maria!-, los amigos de Momo no pudieron juntar para comprarle el boleto de avión con la que ella podría pasar la navidad junto con ellos, y la rubia no quería pasar la navidad sola. -¡uu uu! ¡Maria no celebra la navidad! ¡Uu uu!-. La chica rubia no pudo entristecerse al darse cuenta de eso, le parecía que los niños debían de celebrar la navidad. -¡pero la navidad es algo fabuloso! Ademas de que te dan dulces y es muy divertida-. Al oír la palabra dulces, los ojos de la pequeña niña brillaron y a la rubia se le ocurrió una idea.

En ese momento, Minerva llego con un enorme pastel de fresas, y se sorprendió al ver a la pequeña castaña murmurando algo con la chica rubia.-Eh ¿que pasa aquí?-. Y se vio interrumpida por la emocionada niña. -Uu uu ¡¡Momo dice que Maria tendrá dulces si canta villancicos con ella!! ¡Uu uu!! ¡¡maría quiere dulces!!¡¡uu uu!!-, ciertamente, Momo tenia planeado,ademas de ayudar a la niña a celebrar la navidad, tomarle varias fotos mientras estaba cantando villancicos y solo podía imaginar lo adorable que se vería la niña con un lindo atuendo navideño. -¡¡Uu Canta villancicos con Maria y con Momo!!¡¡Uu uu!-. La vampira suspiro, a pesar de que su idea de diversión no consistía en contar villancicos en una noche helada, no pudo decirle que no a la pequeña. -¡y te darán mas dulces entre mas adorable te veas Maria!-, al oir estas palabras la pequeña niña se concentro, y su ropa se convirtió en un traje de Santa claus, intentaba imitar la vestimenta de un adorno que vio en la calle.

Mas tarde, Momo y Minerva también estaban vestidas para la ocacion, aunque la rubia llevaba una cámara con la que le tomaba fotos a la pequeña apenas esta se descuidaba. -No creas que no me doy cuenta de tus planes y de tu cámara , esta me la pagas- , la vampiresa no iba a dejar que la rubia saliera librada por haberla hecho usar un traje de Santa Claus y cantar villancicos en la nieve, pero al menos era un interesante cambio de planes y la pequeña niña estaba feliz. Y efectivamente, cuando las tres comenzaron a cantar villancicos de casa en casa, la pequeña niña castaña fue muy feliz,, recibía un montón de galletas y quizá, por fin entendía un poco la navidad.

Navidad… Un día lleno de paz y felicidad, fecha celebrada una vez cada año, celebrada por todos menos por Jack, no es que le desagradara esa celebración, aunque tampoco le agradaba del todo, para él era un día más como cualquier otro en el calendario. Y es que, cuando estuvo vivo no tuvo tiempo para celebrar pequeñeces como aquella, tenía cosas mayores por las que preocuparse, además de que su familia ni una cena hacían. Ahora en el presente que tenía más libertad de sí mismo, tampoco le preocupaba, menos aun cuando se la pasó mucho tiempo solo antes de llegar a la academia, y viendo todos esos adornos coloridos que decoraban el lugar, se sentía fuera de lugar, viendo a las personas más unidas y felices de lo normal, eso era algo que lo desconcertaba. En resumidas palabras, Jack no tenía ni la más mínima idea de cómo celebrar la navidad.

Varios alumnos habían salido de Legacy para encontrarse con sus respectivas familias y celebrar la fecha especial, pero él estaba con el grupo de aquellos que se quedarían en la academia, no era algo que lamentara ya que le agradaba bastante ese lugar a pesar de los pocos días que llevaba en él, además, tenía ese sentimiento de que si se quedaba sabría lo que sería sentir el “espíritu navideño”, y sus corazonadas no solían fallarle.

Abrigándose bien con ayuda de un abrigo, guantes y bufanda -pues desde que se levantó esa mañana sintió el frío calarle los huesos-, decidió salir del castillo a dar una pequeña vuelta y admirar aquella capa blanca y fría que lo había cubierto todo. No es que antes no hubiese visto la nieve, pero no la había visto en eso que llamaba “su nuevo hogar”, y la curiosidad de ver el nuevo paisaje era inevitable. Saliendo del castillo, con una agradable sonrisa en el rostro y un brillo especial en los ojos cual niño pequeño al recibir un regalo, se dirigió hasta los jardines, a simple vista se podía apreciar una “familia” de muñecos de nieve esparcidos por doquier, era un escenario agradable para cualquiera que pasara por ahí. Con sus ojos de un extraño tono de una combinación de morado-rosado, recorrió su alrededor para observar si había alguien cerca, y aunque no había nadie -algo que lo dejó extrañado a la vez que aliviado-, dio un pequeño suspiro regresando su mirada a las figuras blancas. Tomó una gran bocanada de aire, como si fuera a dar un grito mientras que al mismo tiempo recordaba aquel conjuro que lograba hacer que los objetos inanimados lograran moverse y parecer “vivos”.

Expulsó el aire que había capturado dando un pequeño chiflido, que comenzó siendo algo bajo, subiendo de volumen hasta ser algo alto, cerró los ojos en el proceso. –Falsum vitæ –pronunció casi en un susurro. Pudo sentir un ligero cosquilleo en la punta de los dedos de la mano, dándole a entender que la magia comenzaba a hacerse de las suyas. Cuando dejó  sus orbes a la vista, pudo ver como algunos muñecos comenzaban a moverse por sí solos, desentumeciéndose por haber estado inmóviles en un largo tiempo, y aunque no hablaran podía ver en esos pedazos de carbón que hacían de ojos y en su expresión, podía suponer que estaban sorprendidos.

Se sentía como un niño pequeño haciendo eso, aunque su infancia no fue como la de cualquier otro, ahora que no tenía “cadenas” disfrutaría de cualquier cosa. Con una sonrisa de satisfacción, notando como aquellos seres de nieve comenzaban a jugar entre ellos, decidió unírseles. Comenzaron a perseguirse entre ellos- ¿cómo los hombrecitos se movían de un lado a otro? Era un gran misterio-, y hasta los mismos muñecos llegaban a rodar por su cuenta para ir más rápidos, en esos momentos se sentía como un espíritu libre, riendo sin tener que preocuparse de nada ni de nadie. Pero lamentablemente el tiempo no era eterno, y aunque él podía quedarse todo el día haciendo eso, aún tenía sitios que ver, además de que tenía que terminar los deberes que los profesores dejaron.

Resignado, dio fin al hechizo, pudo observar como los muñecos regresaban a su posición original, parecía que nada de lo que había hecho había pasado. Siguió su camino por los jardines, sumido en sus propios pensamientos de que ya quería que la cena -su primera cena- llegara, alzó la vista hacia el cielo para poder deducir que sólo faltaban para que ese momento llegara. Siguiendo su camino, se encontró con un gran grupo de chicos y chicas que jugaban a lanzarse bolas de nieves entre ellos, su plan era pasar por sobre esa “guerra” sin que le dieran, pero fue algo imposible, cuando apenas había dado unos cuantos pasos una bola de nieve se estrelló de lleno en su cara, sentir ese golpe frío no fue muy agradable. Se limpió el rostro, y buscó con la mirada al culpable, era algo complicado teniendo en cuenta que estaba rodeado de gente. Sonrió con “maldad” y sin poder evitarlo, se unió a la fiesta, viéndose lanzar bolas de nieve a quien se cruzara en su camino, a veces esquivando algunas u otras más siendo atacado, el hecho de desconocer a toda esa gente no le quitaba la diversión por la que estaba pasando en esos instantes.

De esa forma, el tiempo se pasó volando y no fue hasta que uno de los chicos avisó que sólo faltaban minutos para que el banquete comenzara que todos dejaron de lanzarse bolas de nieve. Regresó al castillo charlando con un par de chicas con las que había participado más en esa guerra, y viendo a los demás estudiantes, se sorprendió que fueran tantos.

Se tuvo que despedir de esas jóvenes para irse a arreglar a su cuarto, tener la ropa mojada por la nieve no ayudaba en nada en alejar el frío de su cuerpo. Se vistió de ropas más elegantes, especiales para la ocasión, y se vio obligado a lanzarle un hechizo a su traje para que el frío no lo afectara. Una vez listo, fue hacia donde todo se iba a llevar a cabo.

El lugar ya estaba lleno de gente, todos se veían tan animados y el ambiente era tan cálido y agradable que era imposible no sentirse a gusto. Buscó con la mirada si veía a algunas de las personas que hace poco conoció, y aunque no a Minerva, a Irisviel o a Keiichi, se fue a hablar con alguno de los chicos con quienes había estado jugando minutos antes. No fue hasta más tarde que escuchó una voz conocida detrás de él llamarle, no tuvo que girarse para reconocerla, ya la había escuchado antes.

–Ke-nii-chi –saludó deletreando su nombre, con una gran sonrisa dibujada en su rostro, girándose para poder verlo. Recordaba que aún no superaba la sorpresa de encontrárselo ahí, en Legacy, desde antes de la academia ya eran amigos.
–¿Y esto cambia tú opinión de la navidad? –Cuestionó el castaño con una singular sonrisa.
–Hey, haces que suene como si odiara la navidad –se quejó con un gesto exagerado de preocupación.
–No creí que celebrarla fuera tan divertido, siento que me he perdido de esta felicidad desde hace mucho tiempo –por el rabillo del ojo le pareció ver a la joven Irisviel desde la distancia, le dedicó una sonrisa y un saludo con la mano ya que se veía ocupada charlando con alguien más.
–Oh, cierto, toma –la voz de su amigo hizo que regresara su atención a él, vio como este sacaba de algún lado una bolsita y se lo entregaba, notó que eran dulces– un regalo de navidad.

Había olvidado sus regalos, pensaba dárselos a las personas que había conocido hace poco pero con la diversión y el frío se le había olvidado, daba gracias a su magia que podía traer los regalos. Sostenía la bosilta de dulces con la zurda, se llevó la diestra detrás de la espalda y pronunció mentalmente las palabras mágicas, no demoró en sentir un peso en su mano derecha.

–Toma, espero que te gusten los chocolates porque no hay devoluciones, aunque deje un segundo regalo en tu cuarto –sonrió ladino, entregándole la pequeña bolsa de chocolates al castaño. Su verdadero regalo era un libro sobre la magia, bien sabía que le gustaba al contrario. Sin esperar una respuesta, se alejó de él para ir a repartir los demás chocolates a gente que ya conocía y que acababa de conocer. Días antes, cuando estaba planeando hacer eso, se había llegado a imaginar a sí mismo con la ropa roja y la barba blanca del mismo Santa Claus, y volverlo a recordar hizo que le sacara una risa, eso habría sido bastante gracioso, tal vez para la siguiente navidad lo hiciera, aunque tenía pensado hacer algo mejor.