Fotografías (Aoi)

Era un momento triste. Jellal solo quería despejarse, tratar de olvidar a aquellos que una vez quiso porque la amargura lo estaba matando. Tenía la vista pegada a las oscuras olas, pensando en los mil y un recuerdos por los que han pasado. Del bolsillo sacó una billetera con muchas fotografías. Las comenzó a barajar una por una. Giró su cabeza hacia arriba para ver el horizonte.

Una bandada de gaviotas con una formación en "V" le sobrevolaron. El sol, ya achatado, se enterraba más y más en el mar. Ya se estaba acercando la noche, y el firmamento naranja cada vez se hacía más fucsia. En estas tardes así solía recordarla. Dio un suspiro y arrojó cada una de las fotos al mar, para que se llevara a sus recuerdos bien lejos, y éstos fueran sepultados por el olvido.


— ¿Por qué? — suspiró el peliazul mientras estaba apoyando en la baranda. El muelle era más o menos pequeñito. Los sonidos del mar en parte calmaban la eterna angustia de Jellal. No quería tener más recuerdos de lo sucedido, porque en parte nuestro pasado nos condena. Entonces, escucha unos pasos tras él. ¿Quién podría ser?

La muchacha de cabellos castaños caminaba descalza por la playa, con una de sus manos frente a su pecho disfrutaba de la brisa de aquella tarde mientras cada uno de sus pasos iba dejando sus huellas temporalmente marcadas en la arena. Le agradaba la sensación, era ciertamente encantador para ella el sentir los granos de esta adherirse a sus pies incluso si era sólo por momentos; Tomando en cuenta el momento en el que sus pies se sumían ligeramente dentro de esta.
Se detuvo un momento para observar el atardecer, sus respiraciones eran calmadas mientras se sentía cautivada por todo este escenario. Desde que tenía memoria le había llamado atención el mar, profundo y desconocido… ¿No era acaso bastante atrayente?

“Lindo”
El pensamiento se atravesó cuando una pequeña curva en sonrisa se encontró encima de sus labios. Aquí fue que notó no estaba sola con el mar, no, no como ella en un principio hubiera creído.

Sus brillantes ojos azules se encontraron con los cafés de aquel que inconsciente de su presencia (al igual que ella) le acompañaba. Por un segundo y con los tonos de ese atardecer dejándose llevar en estos, atrapada… Atrapada en lo que apenas duró.
—… ¿Jellal?— Inevitable el nombre se deslizó de su boca —¿Eres tú?—
En ningún momento había alejado la mano del frente de su pecho, esta vez sólo elevándola un poco para acariciar su mejilla con su dedo indice.

¿De verdad era ella? Se la quedó viendo y quedó mudo. — Hola... — saludó casi impávido y luego se volteó a ver el horizonte. Sí, por supuesto que recordaba cuando nadaban juntos. Al peliazul o le gustaba mucho eso, pero un combate en el agua lo demandaba a aprender las habilidades de Aoi. De ahí surgió algo... algo que no se pudo dar. La soledad de Jellal le impulsó a dar un beso en una noche de diciembre.

Sin embargo, no era lo que buscaba. Él quería a una mujer femenina, quería a una princesa para poder cuidar. Aoi no era lo que Jellal quería. Una muchacha tan masculina como ella no podría tener pareja, ni tampoco podría ser una. Era mejor enterrar todo eso y dejarlo en el olvido. — ¿Qué haces aquí, Aoi? No te he visto hace un par de meses, — llevó ambas manos a la cara para refregarla. Cerró sus ojos y trató de escuchar con más claridad la bocina del barco y el graznido de las gaviotas.

— Siento haberte abandonado. No sabía cómo decírtelo, — se masajeó a sí mismo el cuello y giró sus ojos. No quería verla directamente. Se sentía culpable por haberla ilusionado en este amor que no llegaría a ningún puerto. Ambos eran dos delfines que pasarían de largo, porque a veces las cosas entre las personas no funcionan. — Me sentía solo, y... todos queremos calor humano. Que nos abracen, que nos besen... — y precisamente era ese calor el que encontró en ella. Sin embargo, Aoi era prácticamente como un hombre entintado de mujer.

El peliazul no quería que nadie supiera de esto, le daba mucha vergüenza que alguien se enterase de que Aoi y él fueron novios de un día. Quería sacarse eso de la memoria, pues Jellal estaba muy claro de que sentía algo por la albina.