La mujer de las sombras (Scáthach)

La sensación de estar siendo observado. Una especie de corriente pasa de pies a cabeza mientras uno finge intentar obrar con naturalidad, pero no se despega de la mente esa incomodidad. Era una sensación, la cual Jellal, el nuevo profesor de la Academia, no se la podía quitar de encima. Al tiempo que caminaba de un lugar a otro o entrenaba, sentía que algo o alguien le observaba desde las sombras.

O quizá solo eran producto de una mente alimentada de paranoia. El peliazul exhaló todo el aire de sus pulmones y empezó a caminar por el gran bosque de pinos cercanos a una carretera. El espesor de la noche solo era balanceado por la gran luna que hacía visible las copas de las arboledas. El mago seguía caminando y con esa horrible sensación de estar siendo espiado. Disimulaba disfrutar del paisaje, que por cierto era deslumbrante: una mezcla entra naturaleza y en medio una carretera que daba a un abismo.

Jellal caminó hacia abajo para luego saltar a la angosta carretera. Se quedó esperando, y un camión cisterna -probablemente con diesel en su interior- pasó a una velocidad bestial. ¿No era muy peligroso este camino?

Se posó en la baranda, y vio hacia abajo: otro inmenso mar de pinos y abedules que se extendían hasta el horizonte. Oscuridad total. Las sombras, intimidantes como siempre, dominaban la noche; y también esa presencia que estaba enmascarada en las penumbras. — ¿Qué... ? — y antes siquiera de hilvanar una oración completa, percibió que esa entidad estaba muy cerca, demasiado. Esto era un peligro inminente.