La propuesta del rey (Privado con Ishtar)

Aquel beso no fue solo el comienzo de una nueva etapa para el rey, así como fue el final de sus intentos por cortejar a la diosa. Si bien, siempre utilizo molestias e insultos de una forma no tan agresiva contra ella, siendo una forma de acercarse y ver aquel rostro ruborizado y nervioso que con el paso del tiempo comenzó a adorar.
Estaba consciente de que era sutil, ya que, en el pasado su actitud hacia la diosa era exactamente el mismo, comportandose como un idiota a ojos de cualquiera. Llenando de insultos de igual manera, siendo aquella vez con fines de humillarla. Ahora solo le parecía tierna cada reacción que generaba con sus palabras.

¿Por qué un cambio tan radical en cuanto a sus intenciones? Las acciones eran las mismas, pero no su objetivo.
La realidad es que ahora veía a la diosa diferente, para él, aquella mujer ahora representaba una ideología diferente. Desde la caída de Uruk pudo notar ese cambio radical que sufrió en consecuencia a su historia... ¿Arrepentimiento? Quién sabe, pero estaba seguro de que no es la misma niña mimada por los dioses sumerios.

No esperó a que la fiesta terminara en su totalidad, para el rey de los héroes esa fiesta había perdido todo valor y entretenimiento, pues la única razón por la que asistió yacía frente a él.
Separó sus labios, su rostro de igual forma pero no despegó sus manos de su mejilla y cintura. Acarició la mejilla miró a la mujer con aquella sonrisa juguetona y coqueta con la que siempre la trato. ━ ¿Eso también cataloga como impredecible? ━ La noche aún era larga, y Gilgamesh estaba dispuesta a hacer de la misma una inolvidable para los dos.
Soltó la mejilla en un instante y con la misma velocidad, sujetó sus piernas y cargó a Ishtar como si de su mujer se tratara. Un nuevo destino dentro de la academia le esperaba a ambos y todo dentro de los planes del mismo rey. ━ Nos vamos.━ Sin más, salió del lugar con ella en sus brazos.

Sus labios se sintieron fríos en cuanto el beso se rompió. Que sensación más entrañable había tenido, ¿Así se sentía tener por fin a quien tanto deseabas? Sí, eso debía de ser. La posibilidad de estar junto a él, y de ser aceptada a pesar de tener aquel mal hábito de ser caprichosa y llegar tan lejos a causa ello, parecía un sueño. Se le temía y negaba por lo mismo. Se pensaba que inevitablemente, quién se dejase llevar por los encantos de la Diosa Ishtar, tendría un final deplorable. Décadas llevaba de actuar como una niña que todo lo conseguía, obteniendolo ya sea por sus manos o las de su padre. El rechazo definitivamente no formaba parte de su vocabulario, claro, hasta la situación con el Rey de Uruk.

Arrepentirse de sus acciones, y querer cambiar sería suficiente para dar un paso adelante y olvidar los errores del pasado. Se convertiría en una Diosa alabada por los humanos, una figura divina capaz de refugiar a los mortales y brindarles grandes riquezas y gozo.

No había lugar para inseguridades en la gran Diosa de los cielos. Este sería un nuevo comienzo, al lado de Gilgamesh, quién por supuesto se volvería su esposo.

(...)

Difícil era evitar la pena que la llevaba a sonrojarse como si de una niña se tratase, la poca distancia que había entre ellos y la actitud del rey no aportaban en nada. Desvió la mirada y se cruzó de brazos. Que molesto era estar consciente de la vergüenza, ¡Molesto, muy molesto!.

— S-supongo. No sé, eh. ¡No sé!. Rey demente.

Una pequeña sonrisa burlesca se dibujó en sus labios, misma que despareció en un milisegundo, en consecuencia a la muy repentina desición del rubio. Instintivamente sus brazos rodearon el cuello de su contrario para no caerse, el movimiento tan rápido la podría desequilibrar y llevar al suelo.

— ¡Estás loco! ¡Pudiste haber avisado! Además, ¿Por qué nos vamos?.  

Protestó mientras veía como la multitud quedaba atrás. No servía de nada intentar convencerle de quedarse, ya se conocía la tenacidad de Gilgamesh al revés y al derecho.

Confiar plenamente en las personas no era su fuerte, su confianza recaía únicamente sobre él y probablemente lo que fueron sus súbditos, dejando de lado a Enkidu, por supuesto. Aún así, sabiendo que toda clase de respeto o apego era para ellos, la mujer demostró ser merecedora de ello conforme su relación Master/Servant se desarrolló más rápido de lo que esperaba.

La llevó estrictamente a las batallas donde el la requería, asegurandose de probar su valor en el campo... No debería tener duda, pues siempre presenció de primera mano las increíbles habilidades de la diosa en cuestión. Sin embargo, probar su lealtad era la mejor forma de asegurarse de la calidad de héroe que había elegido, y como es costumbre, el sabio rey acertó en su invocación.
En casa oportunidad presentada, pudo asegurar una y otra vez como el grosor del lazo que los unos se volvía más fuerte, ¿Necesidad? Lo dudaba. Es bien sabido que la clase Archer puede pasar un día entero sin Master gracias a su independencia... ¿Entonces? Era lealtad.

Para llegar al gran salón debían subirse unas escaleras, por lo que había una altura considerable desde la entrada hasta el último escalón.
Sonreía al desplazarse, las reacciones de la mujer cumplían sus espectativas por completo, tan graciosa como tierna. Fueron solo unos escalones y llegó a la orilla de estas para mostrar su plan.
Bajó a la diosa en la misma orilla, soltando su cintura y subiendo a la viga de "seguridad" contra caídas. Media vuelta y le observó. – ¿Avisarte? Si hiciera algo como eso me perdería de semejantes gestos...– Una vez más, sonrió y se dejó caer sin temor alguno.

Subiendo a los pocos segundos con la ayuda de su Vimana, la cual esperaba pacientemente sobre la acera del castillo, como si hubiera estado apartada durante todo el baile. No fue así, en realidad la invocó en el momento en que estaban por salir, tenía todo preparado para la noche.
Se elevó lo suficiente como para quedar a la altura de ella y acercarse nuevamente a la viga y recargarse en los barandales. – Entonces, ¿Vendrás o te quedarás ahí mirando, diosa de los cielos?– Dió un paso hacia atrás y extendió su mano preguntando. –¿Confías en mí?– Un pequeño viaje les esperaba. ¿Que tenía de diferente con sus viajes a diferentes misiones? El ambiente, sin duda sería una experiencia diferente.

Escalón tras escalón veía dejar atrás, en silencio y con una tonta sonrisa en el rostro observaba al rey, con cierta pena y emoción. A la Ishtar del pasado que aún vivía en su interior le daba placer el pensar en que al fin aquel hombre, quien antes se negó a aceptar su mano, había notado que en realidad ambos eran el uno para el otro. El destino los quería juntos.

Una carcajada salió de sus labios, una risita casi como de niña. Con el dorso de su mano hizo ademán de taparse. No quería que Gilgamesh notase que en realidad estaba disfrutando tanto del momento que su risa era completamente natural y genuina. Todo eso de estar indignada no era más que actuación, no podía permitir que se le notase tanto lo encantada que estaba.

Se cruzó de brazos una vez que sus pies estuvieron en piso firme. Con una mirada coqueta y a la vez un poco desafiante escuchaba las palabras que tenía por decir el rubio.

— ¿Gestos como cua-

Sus ojos se abrieron de par en par y por acto de reflejo alzó su brazo en un vano intento de evitar la caída. Por unos segundos quedó pasmada, no era consciente de lo obvio, claro, fue una escena repentina. Verlo otra vez frente a sus ojos la hizo soltar un gran suspiro de alivio. Frunció ambas cejas como solía acostumbrar hacer, iba a reprocharle pero en vez de soltar palabras sin más, optó por el silencio. Un hermoso silencio, que le permitió deleitarse con su voz, su manera de expresar y por sobre todo, aquel rostro que la hacía olvidar todo a su alrededor.  

Por una vez más su corazón se aceleró, y sus mejillas enrojecieron. Llevó ambas manos al pecho para intentar tranquilizarse,  y ¿Pensar? No, no era necesario ya que su respuesta era más que obvia. Con emoción e ímpetu asintió, mirando a los ojos a su futuro esposo. Dió un par de pasos y tomó de la mano al rubio, sin la necesidad de sobrepasar las vigas, elevó con elegancia su cuerpo y quedó frente al Rey, mientras sus manos se tomaban.

— Parece que desde antes sabías mi respuesta, Rey de Uruk.