¡Atrapada! (Mavuika, Arlecchino, Yelan)

Lo último que vio fue la mirada fría de su atacante. Luego de eso, Paimon entró en un rápido "sueño". La nada misma. Movió su ligero cuerpecito, como si hubiera sido la siesta más pesada de su vida. No recordó nada. Sí,  esa mirada fría y sádica.

Cuando abrió sus ojos ya era todo oscuridad, intentó moverse pero estaba atrapada. Estaba encerrada. La sensación de miedo y desorientación la invadía mientras intentaba moverse, pero sus brazos y piernas estaban atrapados en un espacio reducido. La superficie debajo de ella era plana y dura, y al palparla, notó que la parte superior era curva, como la tapa de un cofre.

— ¡Sáquenme de aquí! ¡Auxilio! ¡Está oscuro y chiquito dentro!

Un grito de frustración y miedo se formó en su garganta al darse cuenta de que estaba encerrada. Palmó la superficie en donde estaba repetidas veces. ¡Estaba encerrada dentro de un cofre y alguien la puso allí! Tenía que encontrar una forma de salir de ese lugar. ¿Estaba todo perdido?

Caminó por la zona tras haber tomado la decisión de salir para poder explorar el lugar donde se encontraba, en su sangre la guerra y la exploración ardían y se extendían cada vez más como si de una llama a la cual le están echando madera se tratara.

Se adentró a una mansión abandonada tras haber visto la fugaz sombra de un hombre salir del lugar, las viejas bisagras de la puerta chirriaron en cuanto ella se acercó para abrirlas, el estruendoso sonido no hizo más que provocarle una incómoda sensación. Los muebles del lugar estaban cubiertos de polvo y el sitio olía a viva humedad, ¿desde hace cuanto tiempo estaba dicho sitio abandonado? Estaba en un estado de deterioro medianamente avanzando.

Continuó caminando hasta que escuchó unos agudos gritos y unos golpes, lo que puso su cuerpo en alerta casi al instante de percatarse de los sonidos.

—¿Hola? ¿Hay alguien aquí? —preguntó en voz alta, caminando en dirección al sitio donde había escuchado los sonidos. La punta de sus tacones resonaban en el silencio de la mansión cada que caminaba, había dejado de escuchar los sonidos por un momento lo que la alertó, hasta que vio el gran cofre en una esquina del piso superior. —Que espacio tan pequeño.

Murmuró mientras se acercaba, agachandose hacia el cofre después de haber retirado unas cuantas baratijas que estaban encima del sitio. Luego descubrió la manera de abrir el cofre pues el metal del cual estaba formado la cerradura estaba oxidado, y en cuanto la pudo quitar, abrió el cofre, obteniendo a primera vista el pequeño cuerpecito que estaba encerrado en tal cerrado lugar.

—Hey, ¿te encuentras bien?