Cuenta tu Historia de Terror[Votaciones]

Silencio. Oscuridad. La estática de esta cueva es suficiente como para volver a cualquiera loco y más a un niño de 6 años. Los pasos escurridizos de los pequeños ratones que habitan en las praderas así como el resto de insectos grandes que buscaban salvaguardarse del clima exterior. Ryu había caído en un sistema de canales subterráneos en un desliz de su pie, siendo pequeño no tenía el potencial mágico que desarrollaría años después. La luz era prácticamente nula, lo único que le ayudaba para guiarse eran las sensaciones en manos y pies.

Netamente sabía que no habría nada de que temer, los monjes le aseguraron eso y en sus varias caminatas por las montañas le reconfortaban al consolidar la información que le daban sus protectores. Sin embargo, ahí en donde el eco de su propio jadeo alentaba a más ruidos simplemente era algo a lo que no estaba acostumbrado.

-Por tu culpa falleció Yuuki…

Una voz salió de algún punto de aquel sistema de túneles, no sabía el pequeño de dónde pero le sorprendió tanto que tropezó con una roca impactando su cabeza contra el suelo de lleno. Esas palabras eran fuertes para el pequeño, hacían que el pecho se le comprimiera de tal manera que la respiración se le dificultaba ya. Desde que nació no se le permitía un contacto directo con las personas del pueblo pues, por lo que le habían comentado los monjes, su madre ayudaba mucho en la vida de la gente así que Ryu creó un temor a los pobladores debido a su nacimiento.

Agitado y por costumbre, giró su cabeza pero simplemente la oscuridad perpetua fue lo único que sus ojos le pudieron indicar. Atemorizado de que fueran los pobladores empezó a correr como le fuera posible en esa negrura; con los brazos extendidos esperaba amortiguar un poco los golpes que se diera con alguna pared de frente. Los pasos y jadeos en su carrera resonaban en los túneles, a estos sonidos se unieron otros que iban cada vez aumentando su fuerza hasta silenciar los pasos propios del pequeño.

-Regrésanos a Yuuki…
-Asesino…
-Ladrón de Vidas…

Las voces eran distintas, muy variadas. Los monjes le habían advertido ir a las catacumbas pero el castaño no sabía qué eran las catacumbas ni el porqué del tono tan serio que se le daba a este lugar. A medida que avanzaba, topándose con varias paredes y algunas estalactitas en la cabeza, miraba una muy pequeña y débil luz a lo lejos. Tras de sí empezaba a sentir algo que le empezaba a mermar la fuerza, los sentidos; había un aura que le absorbía la vitalidad o algo por el estilo pero a final de cuentas era lo siguiente, que empezaba a entumirse a medida que avanzaba a la luz.

-Danos tu vida y traeremos a Yuuki
-Regrésanos a nuestra cuidadora

Los espectros eran los espíritus o los residuos del cuerpo que quedaban sin descanso y que buscaban retomar la vitalidad perdida. Ahora Ryu comprendía porque no debía de ir a los cementerios ni a las catacumbas pues debido a su condición de nacimiento puede y esta, atrayendo seres etéreos.

-Ayuda!-gritaba el pequeño

-Nadie te ayudará
-Niño muere y danos vida

Los músculos del rostro se paralizaron y le siguieron las piernas al instante. Avanzaba arrastrándose a través del suelo rocoso que sin lugar a dudas era aún más lento su andar ya que era cuesta arriba. Los espectros estaban aún detrás de sí, no quería verles pero las sensaciones son demasiado fuertes como para ignorar a los cazadores que iban tras el cuerpo de Ryu. La misma palabra era repetida por aquellos seres, “muere… muere… muere”. Por más que quisiera el propio niño no podría gritar, los raspones en su cuerpo y los golpes por correr directamente a las paredes eran muy notorios.

-¿Qué estás haciendo aquí?

Una nueva voz sonaba pero ahora desde la fuente de luz, el exterior. Un agarre sólido con un jalón fuerte le sacaron del túnel. Después de eso le dijeron a Ryu que había salido cubierto de plasma oscuro muy propio de espectros o demonios que buscan paralizar a sus huéspedes. Las explicaciones y los cuestionamientos pertinentes se los hicieron 3 días después de lo ocurrido, precisamente cuando despertó.

Titulo: No hay nada detras de ti.

Era de noche y en la cocina del piso de Shizuke los únicos sonidos que se podían escuchar eran los de la cuchara al rebañar el plato de sopa.

El castaño estaba cansado y su mirada se mantenía perdida en aquel monótono movimiento mientras lentamente iba tragando caldo que momentos antes estaba deshidratado.

Su mirada habría seguido perdida durante varios minutos a no ser porque la oscuridad se apodero de cada rincon de su casa.
En desagrado exhaló débilmente y con nerviosismo espero. ¿Sería solo en su piso? ¿En el bloque? ¿O en todo el edificio?

El tiempo no parecía pasar rodeado de toda aquella oscuridad y molesto silencio. No supo su fueron cinco segundos o cinco minutos pero su paciencias estaba agotando. A pesar de no tener ningun problema con la oscuridad era incomodo no poder ver adecuadamente, sin dejar de lado el que estaba pagando por unos servicios mínimos.

"Tal vez ya sea suficiente por hoy..."

Se dijo a si mismo despues de varios minutos de molesta espera. Pues la luz no decidió volver. Se levantó y lentamente se giró para buscar algo en uno de los pocos cajones que disponía su cocina.

"Aquí esta..."

No podia creer que realmente aquello le iba a servir. Una vela en un pequeño portavelas de latón. Lo vio en un basurero. No le pareció para nada sucio ni roto, con lo que lo cogió sin mas. Tomó una cerilla y la encendió. La pequeña y brillante llama lo reconforto, mas que nada porque no habría tantas posibilidades de que se tropezar o pisar a su gato, el cual estaba rondando por los suelos de ese lugar.

De alguna manera al tomar con la mano aquella viejo portavelas le hacia sentir un poco extraño, como si solo por haberse quedado sin luz y tener que usar la energía del fuego lo hubiera hecho recular en el tiempo.
Estaba a punto de irse a dormir cuando se le ocurrió mirar por la ventana. Por curiosidad. Vivía en un quinto piso, con lo que no esperaba ver nada del otro mundo y así fue. No vio nada, nada de nada. Todo estaba oscuro. La ciudad se había quedado sin luz. Parecía ser algo más serio. Aquel pensamiento le enfrío el cuerpo por medio de un escalofrío. Esas ocasiones eran las preferidas para todas las personas que no querían ser vistas.
Querer ser invisible era algo que nunca era bueno y menos en el lugar donde vivía.
Suspiro nuevamente y con las palmas un poco más húmedas se dirigió al baño para asearse y luego ir a su cuarto, donde dejo el portavelas encima de la minúscula mesita de noche que estaba colocada al lado de su cama. La pequeña luz de aquella vela, que lentamente se iba desgastando, iluminaba casi toda su habitación y rebelaba su delgado cuerpo en una delas paredes. Por unos segundos, antes de darse cuenta de que se trataba de él mismo, se había asustado.

"Grandísimo idiota..."

No había nadie allí. Únicamente estaban él y su gato, como siempre. Suspiro de nuevo y con el sabor mentolado de haberse lavado los dientes se tumbo en su cama y tapo con las sabanas.
Inmediatamente cerró los ojos. Sin embargo, al cabo de unos segundos los volvió a abrir. Tenia que apagar la vela. Tumbado de lado, se quedo observando la centelleante llama. ¿Cómo algo tan simple podía ser tan hipnótico? ¿Cómo algo tan débil podía causar tanta diferencia entre sentirse bien o mal?
Y sin poder sacar los brazos de dentro de las cálidas sabanas el castaño fue cerrando los ojos.

"Pensaba que había superado este miedo..."

Se dijo a si mismo mientras caía en los brazados de Morfeo.
Sin embargo algo fue rechazado.

"Rain a tirado algo.."

Parecia ser el plato que momentos antes fue el recipiente de su cena. ¿Pero no lo había lavado? No lo tenia claro. ¿Y como lo había podido tirar al suelo? Preguntas se le formaban en la cabeza mientras intentaba posponer el momento de abrir los ojos. El centro del estomago le dolía. Se sentia realmente estúpido porque la realidad era que tenia miedo de abrir los ojos. Miedo de encontrarse a alguien mirándolo fijamente, a centímetros de su cara. Esperando que sus pupilas se encontraran con las suyas para abalanzarse contra su rostro y desfigurarlo a base de dolorosos mordiscos y arañazos.

"Suficiente, Shizuke"

Pensó mientras dejando atrás su miedo abría de golpe sus ojos. Lo único que se encontró fue una eterna oscuridad que ni siquiera era cortada por los rayos de la luna. Parecía ser que esa noche era nublada.

Podía haberse quedado dentro de la cama. El plato roto no iba a hundirse en el suelo, ni tampoco iba a desaparecer. Ni siquiera iba a causar más daños de los que ya había hecho. Pero igualmente el fotógrafo decidió ir a ver que era lo que realmente había pasado. No sabia cuantas horas transcurrieron desde que la vela se había apagado, pero el camino de su cuarto a la cocina se hizo especialmente dificil. Solo podía pensar que infinidad de ojos lo estaban viendo desde todos lados y las sombras danzaban a su alrededor. Disfrutando de aquel miedo que las hacia más poderosas, a pesar de que solo eran simples sombras.

Una vez que llego en la cocina su mano fue directa al interruptor.

-Que listo..- Murmuró irónicamente mientras le daba clic. Podría haberlo hecho desde un principio. Muy probablemente había vuelto la luz.

Pero no fue así.
La pequeña chispa de confianza que se formó en su pecho se volatilizo en aquel pequeño clic.

Las sombras danzaron más cercanas y con más alegría. Sabía que se burlaban de él. Por la incomodad que le provocaba aquella molesta e inacabable oscuridad.
A pesar de que miraba al suelo no conseguía ver los pedazos de platos rotos. Por algun motivo no quería agacharse.
No quería hacer movimientos bruscos y sobretodo no quería parecer vulnerable. Se sentía como si todo aquello fuera una prueba.
Una prueba en la que el más débil perdía. Sus ojos los cuales intentaban fervorosamente buscar los pedazos de cristal, rodaban algo locos pensando para identificador todas las figuras que se encontraban a su alrededor.
Al final algo aterrado y agobiado termino por arrodillarse y empezar a palpar el suelo, buscando desesperante la llave que los sacaría de ese lugar.

"No hay nada..."

Empezó a gatear, arrastrando lentamente sus rodillas, sintiendo el frío suelo en la parte superior de sus pies semi desnudos, sin querer mirar al frente. Sabia que había algo escondido en aquella neblina oscura, donde siempre y a plena luz del día estaba una pared sin nada mas que eso, pero en esos momentos, sabia que no era así.

Si no hubiera sido aquí habría sido al abrir loa ojos al despertar.

Trago duro al sentir un aire frío recorre su rostro.. Luego, esperando que en frente de sus ojos solo estuviera su gato, alzo la vista para encontrarse que algo se estaba acercando a él. Un leve gruñido se escapo de su garganta y varios rostros pasaron por su rostro. Nada mas. Antes de que se diera cuenta algo frío estaba tocando la punta de sus dedos, e iba subiendo, haciendo que todos aquellos nervios pulsaran con fuerza por cada centimentro de piel que aquella temblorosa oscuridad tocaba. Aquella sensación invito a las demás.

Detrás de él tambien pudo notarlo. Todas esas sombras danzantes empezarona tocarlo, haciendo que su piel doliese, como si infinidad de venenos la traspasasen. No se podía mover. No sabia que hacer. Siguió en ese estado hasta que llegaron a su estomago donde empezaron a empujar hacia adentro. Lo estaban devorando.

-¡Basta!-

Grito a la vez que una vez más abría los ojos. Podía sentir aun como los nervios dentro de su piel seguían latiendo donde momentos antes había sido tocado por aquellas mortecinas sensaciones.

Adolorido por aquella pesadilla observaba como la luz del amanecer entraba por la ventana de su habitación y el fuego de su vela agonizaba por casi haber desaparecido la cera que lo mantenía en pie. Estuvo toda la noche encendida.

No estaba seguro de querer levantarse pero su interior gritaba por un poco de agua. Lentamente apago la vela y una vez más con los pies desnudos y guiado por la luz del nuevo día se dirigió a la cocina, donde un plato roto le esperaba en el suelo.