(G1) Defensores de Beatrice (Okarín, Itzuma, Reya y Mavis)

Isla de Oro. Cerca de Yokohama, Japón.
4:00PM

El tiempo había llegado, era hora de cumplir lo que le demandaban, lo que había acordado que haría casi sin vacilaciones, aunque era algo un poco extraño, no era cosa de que el dinero ofrecido por la empresa Svartgard le hubiese convencido de hacer lo que estaba a punto de hacer, no, había algo más profundo alojado dentro de las intenciones de Okarín, algo mucho más oscuro, algo que rozaba casi en los dogmas filosóficos que sabios habían practicado antiguamente, era algo que quizás o incluso caía en el racismo, en la segregación, era difícil de comprender, pero toda acción del ángel era sin duda alguna realizada con la mejor de las intenciones ¿Aunque que tan puras pueden ser las intenciones de alguien que declara que aun si debiese exterminar a medio mundo lo haría con tal de hacer lo mejor para los humanos? Decir que el fin justifica los medios puede llegar a ser algo irrisorio aun para alguien que ya está o es –dentro de los parámetros adecuados –alguien sin sentido. En fin, en aquellos momentos se hallaba listo, su determinación férrea y su crueldad ya habían sido demostradas con anterioridad, y ahora haría uso de las dos nuevamente, solo había algo que temía, o más bien dicho una pequeña rubia a la cual temía, tenía un trato con ella y era un hombre de palabra, mientras no se la topase en la batalla… no perdería, bueno, no puedo asegurar que este hombre no va a perder, eso lo veremos juntos, tanto tu como yo puesto que dependerá de cómo desarrollemos esta historia. Recuerden que nuestra tarea es narrar, narrar todo cuanto sea narrable, y así como Huidobro en algún momento dijo “El poeta es un pequeño dios”, bueno, el narrador es un pequeño dios… Después de todo somos, seremos y hemos sido poetas ¿No?

Ahora todo se movía, engranajes subversivos que avanzan impetuosos moviendo al resto, todo se alineaba para esta nueva batalla, era hora de desatar a Okarín, aquel ángel de múltiples nombres, Fausto Aguaverde durante casi 400 años antes de ser Okarín, Eleniel antes de que Cristo naciera… Urie… antes de que el mundo fuese mundo… Todo lo que había vivido por obra del Señor lo llevaban a ese momento, no sabía si haría bien pero haría. La purga sería un chiste al lado de lo que podría pasar. Sentía un leve picor… El sencillo hecho de pelear contra los suyos, contra otros ángeles, contra posibles estudiantes… Recordó la “Iglesia” y se insensibilizo.

¿Por qué se sentía molesto? Había gente defendiendo a Legacy que no lo hacía por gusto, que no lo hacía por amor a aquella academia, muchos lo hacían porque debían hacerlo, muchos que si la academia explotase al frente de sus ojos poco y nada les importaría, gente que no podía ni debía llamarse gente, estúpidos seres que no valoraban el sutil arte de lo que la academia les ofrecía, pero en el momento en que sus intereses se veían afectados… se sentían ofendidos, era hora de limpiar el mundo de aquellos que no tenían edictos de moral, Svartgard solo era un piso del cual se erigirían nuevas cosas,  y llegaría el momento que ni siquiera el ángel sobreviviría… El mundo estaba hecho para los humanos, así lo había dictaminado el Creador  en el inicio de las cosas, las utopías no existían.

-Veremos veremos, después lo sabremos –Murmuro suave el profesor que vestía su típica ropa bajo aquel delantal blanco, sus pies se hallaban revestidos en calcetines naranjos cubiertos por sus pantuflas a rombos, hermosas pantuflas, estaba más que muy cómodo.

El profesor de Botánica empezó a avanzar, bastante seguro de sí mismo a decir verdad, su mirada gélida como los hielos del infierno y sus alas extendidas a lo largo, no tenía intenciones de ser suave y no lo seria, desde el primero momento haría cuanto debía hacer. –Lux Lumina: Gran Disparo –Musito al tiempo que extendía una mano y de esta salía un gran disparo de luz que amenazaba con destrozar todo a su paso, dirigido con una precisión abscisa a quienes pensaba que serían sus contrincantes, lo único que sentía y en verdad le dolía, era atacar esos hermosos arboles… Faltaban unas cuantas horas para el amanecer.

-Señoritas, desearía no tener que enfrentarme a ustedes, no tengo intenciones de matarlas el día de hoy, ni siquiera tengo intenciones de morir y podría morir frente a ustedes, aunque dejando las nimiedades de lado –Concentro su mirada en Reya, estaba seguro que aquel ataque no le haría daño a ninguna de las dos, lo esquivarían –Señorita, creo que ya me he enfrentado a usted con anterioridad, me alegra que haya sobrevivido, y es justamente por eso que usted ya sabe lo que podría pasar acá, solo lo diré una vez… Por favor, lárguense y vivan, o quédense y mueran, después de esto será a mi manera o a mi manera.

Es fascinante la belleza que reside en la genialidad de lo sencillo, de lo mundano, de todo aquello que nos rodea. Es increíble cómo se puede expandir ante nuestros ojos, realidades irreales, pequeños mundos constituidos de cosas tan simples, tan… vulgares, sí, vulgar es una buena palabra para describirlo, para hacer uso de ella, así como “ordinario”, lo hermoso que reside en lo ordinario, en lo común de la vida, en lo común de cualquier sistema, y es solo eso, mirar las cosas de forma sistémica, un todo, un lindo y simple todo, así como la recursividad del mismo y la sinergia asociada, sus partes y cómo funcionan, como interaccionan, algo sin duda alguna bellísimo ¿Alguna vez se han detenido a mirar de cerca el pasto? Ver como un integrante de las Poaceas, una sencilla monocotiledónea, en un pequeño espacio se expande, crece y junto a ella crea otro mundo, uno donde el ojo humano ha perdido enfoque, pequeños ecosistemas que se forman conforme crece esta pequeña planta, un vegetal que adorna cualquier zona con un verde que en comparación a el marrón seco que ofrece la tierra (la mayoría de estas, en realidad, más que la tierra debería decirse “el suelo”, y es que el suelo en su mayoría es marrón, pero no hay que dejar de lado la tierra vegetal que es negra, la arena que es más color sol, los suelos calcáreos que suelen ser más blancos, los arcillosos que son rojizos, etc.) es mucho más agradable a la vista ¿Siquiera han pensado en estas cosas? Puede que a su parecer o desde el punto de vista limitado del ser humano promedio, de aquel ser que es individualista sin querer serlo, o se hunde en un cinismo auto proclamado a modo de querer ser un ser superior (en lo que a limitantes conferidas por la moralidad y la ética confiere) o solo por aparentar una condición que en realidad desconoce ¿En qué momento dejamos de lado lo simple? ¿En qué momento optamos por lo complejo? Sí, hay cierta satisfacción en lograr algo complejo, en embarcarse en asuntos difíciles, pero esas son acciones hacia lo complejo, no lo complejo… No sé si me entienden o lo quieran hacer mis queridos lectores, pero hay mil y un maravillas a ras de suelo que jamás han visto y que jamás verán, ya sea por desinterés o por alguna otra razón. No diré que hemos perdido el rumbo ya que decir eso sería como aceptar que no tenemos razón de ser, que no tenemos una línea que seguir y que estamos aquí porque el azar nos trajo a este punto, por nada más, y si algo he aprendido de una mujer muy por fuera de promedio, es que nada es coincidencia, nada se constituye azarosamente ni tampoco lo hará, todo tiene su forma y razón de ser, es así y así seguirá siendo, las cosas seguirán sucediendo, pero todo porque hay un fin en ellas.
Las empresas Svartgard sabían eso, en un mundo que se había llenado innecesariamente de entidades complejas, salidas de cuentos de terror, de cuentos de hadas, de seres que solo habitaban en las profundidades de la noche, criaturas que habían venido a invadir el plano… ¿El plano? Sí, esa sería la forma correcta de definirlo, “el plano mundano”, la tierra de los vivos. Quitar terreno a los seres para los que se había creado la tierra. Ahora aquella empresa le daba la oportunidad de restaurar el orden que el señor había concebido desde un principio, los demonios al hades junto a las criaturas salidas del infierno y los ángeles al cielo, de donde jamás deberían haber salido… Era hora de que el plan divino se pusiese en marcha.

-Sí, eso pensé… es una lástima que tengamos que cruzar armas en estos momentos señorita… No he escuchado su nombre –Señalo Okarín al tiempo que miraba a la otra joven –Ella ya sobrevivió a mí en otra oportunidad, con algo de dificultad debo admitir con pesar, pero… de verdad y entiendo a lo que apunta señorita, manchar este suelo con sangre, estas delicadas plantas… será una lástima.

Había cosas que Okarín no entendía, que jamás entendería, una de ellas era su mala suerte… o mejor dicho, la razón por la cual las cosas salían como… salían. De una neblina roja que apareció en el lugar salió un hombre de alto porte y andar elegante, un rostro frio e impertérrito junto a una voz que hacia juego con su comportamiento, aquel ser era un demonio. –Sí, concuerdo contigo en eso demonio, pero en estos momentos mi tarea es ser… lo que podríamos llamar “cruel”, por otro lado concuerdo con la joven de bajo porte ¿Eso de la virgen no sería más apropiado para un vampiro? –Señalo algo entretenido, hace mucho que no se topaba con un demonio y la verdad es que aquel ente volvía entretenido aquel juego. Cada pieza se hallaba ya colocada, aunque tenía entendido que no sería el único en defender lo indefendible ¿Seria acaso que ese demonio era con quien debiese trabajar? Sí, era probable que así fuese y que este le hubiese traicionado, algo normal pensando que se trataba de nada más que un demonio atraído por el cuerpo de una pequeña chica. Demonios, es entretenido mantener conversaciones con ellos, no todos buscan solo la destrucción del mundo, o el caos, hay algunos que buscan cosas más entretenidas, que buscan cosas por comparación, la lujuria en comparación a la rectitud, el caos versus la belleza, cosas con más sentido. Los esbirros de aquel demonio hicieron acto de aparición, eran en realidad impresionantes, de buen porte y… de aspecto rudo.

–Háganle caso al demonio, sabe de lo que habla, un punto ciego suena apropiado –Señalo con una sonrisa en su rostro, aquel ángel estaba deseoso ya de empezar con el espectáculo. –Buena pregunta señorita, debería saber que los demonios originales no son más que ángeles caídos, así que la procedencia de los mismos es… bueno, un espectro debe entender de estas cosas ¿No? –Pregunto tranquilo. La pequeña mujer creo de la nada dos guerreros enormes que arrasaron las figuras oscuras creadas por el demonio. –Pensaba que eran aliados, el demonio y usted señoritas y que de manera extraña esta pelea entre el bien y el mal se haría entre un fantasma, un perro y un demonio contra un ángel… Bueno, las cosas no siempre salen como deben… Bueno, debo mencionarle señorita, que yo soy luz –Musito al tiempo que de su cuerpo salían tres hidras de luz, grandes criaturas dispuestas a atacar a sus tres adversarios, cada una abalanzándose contra su debido oponente, la pequeña, la hibrida y el demonio, era hora de empezar a moverse.