La Organización Rain (Libre)

Había escuchado reportes de una misteriosa organización que revivía guerreros esqueléticos cerca de las ruinas arcanas. Que estos depravados hacían lo que querían con los otroras nobles guerreros que circulaban en esta ciudad de piedra. Esto era algo que Jellal no podía dejar a pasar por alto, pues el tema de la seguridad sobre los humanos y en especial aquellos que vivían en Yokohama era una de sus prioridades.

Así pues, y vestido de forma cómoda, Jellal estando sobre una balsa, navega lo que parecía ser una antigua ciudad, similares a las de los aztecas y mayas. Cada cuadra de la ciudad era navegable, se acordó un poco de Venecia. Se bajó cerca de un gran templo, éste tenía leones a cada lado de una escalera que llegaba a una especie de altar. Tenía que buscar algo para improvisar una antorcha.

Jellal se fue a una de las tantas casas abandonadas hace milenios para ver sus materiales. La vegetación todavía se estaba apoderando y metiéndose en las piedras. Ah, por fin algo: una especie de prenda y un palo. Envolvió la tela y le prendió fuego con su propia mano. No quería gastar sus energías mágicas porque por cualquier lado podrían alzarse esos guerreros esqueletos, y lo peor, estar esa gente de la organización.

Estaba claro que el peliazul no se encontraba solo. Una de las habilidades de Jellal era ser sumamente perceptible ante mínimas fluctuaciones del aire. Miró hacia arriba y pudo notar de cómo entre la oscuridad del firmamento nocturno se realzaba la figura de una mujer.

¿Una enemiga? Probablemente, pero prefería sacarse de la duda como todo un caballero, o bien huiría del lugar. Carraspeó un poco y alzó la voz — Soy Jellal Fernandes. Vengo de la Academia Legacy, — pausó. El hombre de la marca cerró sus ojos e intentó seguir mediante el sonido a la que estaba por encima.

Indudablemente, esto era peligroso. No tenía ni idea de quién era ella. Aun así, en ningún momento adquirió una posición defensiva. No quería provocarla ni nada. Ahora sólo quedaba a esperar cuál sería la respuesta de la contraria.

La contraria tenía un desplante aguerrido, como si cada palabra y cada paso lo dara con una seguridad increíble. Así era: esa mujer, aunque cortés, era imponente como un castillo. El joven Fernandes solo levantó las manos y se colocó en una posición desfavorable. Su mirada eres seria al igual que su voz.

— Soy aliado. Vengo a investigar las cosas que han ocurrido acá. Es mi deber de alumno... — giró su mirada a una casa hecha de piedra, caminó hasta allí y tocó con su mano uno de esos grandes ladrillos cubiertos de moho. El lugar era algo caluroso y la humedad molestaba un poco, pero qué más daba eso. El hombre suspiró y miró fijamente a la mujer.

— Un compañero me dijo la que existía una especie de corporación acá. Una que jugaba con la vida y la muerte — señaló Jellal. Aunque su mirada era seria, se notaba la melancolía en los orbes del muchacho. Casi siempre ha sido así, como si algo importante le faltara en su vida. Suspiró y alzó la vista hacia la gran pirámide. Era una estructura colosal. — Al parecer se esconden a 100 metros debajo eso, — mencionó mientras apuntó con el dedo. Caminó un poco y esperó a que ella lo siguiera.

Jellal preferiría ser atacado antes que alguien más fuera víctima. A veces la ausencia de orgullo le servía bastante. Llevó sus verdes luceros y habían en la entrada de la gran pirámide dos estatuas de dioses: tenían cabeza de león y seis brazos con espadas. Vaya arquitectura.

OFF: Mira, Alexiel. Éste es el "quote". :3 Así nos comunicamos en off. Jajaja.

La contraria parecía ser una noble guerrera después de todo. Y más le valía cerciorarse de alguien tuviera buenas intenciones, pues con los hijos de Merak dando vueltas por el mundo, uno podría esperar traidores y rufianes hasta por debajo de las piedras. Pasadas ya las estatuas, veía una especie de escalera rectangular que parecía de una piedra amarillenta y desgastada. De seguro que la humedad se había metido en estos grandes ladrillos para terminarlos erosionando.

A medida que Jellal descendía junto con Alexiel, se le vino a la mente al peligroso espectro: Kurumi Tokisaki. El peliazul gruñó mientras bajaba. ¿Cómo podría hacerle frente a un ser que se podría multiplicar de la nada y además tenía una puntería fuera de este mundo? Para él no había más otra opción que un trabajo en equipo contundente y bien realizado. Como sea, su mente lo trajo de vuelta a esta especie de templo.

— ¿Escuchas eso? — a medida que bajaban se oía una especie de un fuerte ritmo de tambores, y unos cantos con voces guturales bastante profundas. — ¿Qué es? — preguntó en un susurro a medida que bajaba más. Y entonces...

¡TON! ¡TON! ¡TON! ¡TON!

Esos tambores se intensificaban cada vez más. Jellal se detuvo. Al parecer estaban demasiado cerca a lo que parecía ser un... ¿ritual? Maldición. El peliazul llevó sus ojos a los de Alexiel. Esto era muy peligroso. — Creo que será mejor devolvernos — esos cantos se hacían muchísimo más fuerte, como si estuvieran a unos 15 metros. Parecían decenas de monjes recitando algo mágico. Un gruñido tremendo retumba el aire. Unos pasos se escuchaban hacia ellos...

Siguiendo a Jellal, comenzó a bajar por las escaleras de desgastada apariencia, le pareció que a pesar de su nivel de corrosión aún se veían lo suficientemente estables para aguantarlos sin incidentes.

Mientras seguían descendiendo todo le parecía muy silencioso y no pensaba romper ese estado tranquilo, simplemente se limitó a seguir los pasos ajenos sin cuestionar ni acotar nada, observándolo directamente en cada actuar.

(Hay demasiado silencio, no sé si creer que es bueno o es malo, estoy segura de que pronto encontraremos la respuesta) Fueron las palabras que cruzaron por su mente ante la inseguridad de tanta tranquilidad aparente.

Sus pensamientos pronto fueron confirmados en cuanto comenzaron a escucharse aquellos extraños sonidos y la voz de Jellal.

—Definitivamente lo escuché, parece un tipo de ritual, no hay dudas —contestó completamente segura.

A medida que seguían bajando, el ruido de los tambores y las voces retumbaban en el suelo y las paredes en forma de ecos interminables.

—¿Regresar? No lo sé, hay algo que no me convence.

Lo observó fijamente, pero de todos modos comenzó a seguirlo cuando unos fuertes pasos que parecían sacar polvo de las paredes a cada sonido que daban acercándose se escucharon.

—Parece que no tiene sentido regresar, ¡Pronto! Preparémonos para la batalla.

Sin gota de duda, el ángel orgánico se posicionó inmediatamente detrás de Jellal con la intención de cubrir su espalda; Llevó sus manos hacia una especie de roca que llevaba en un colgante colocado en su pecho, cerró los ojos y una luz comenzó a emanar de éste; A la distancia en las paredes, lograba divisarse lo que era una sombra que parecía aumentar su tamaño cada vez, quizá un objeto enorme se aproximaba.

Sus temores peores se confirmaron. Esa terrible sombra que se dibujaba en la pared se hacía cada vez más grande. Y allí, en una esquina, por fin se asomó lo que producía dicha sombra. Erauna terrible bestia de varios brazos. Exactamente. Eran esas monstruosas estatuas que habían cobrado vida. Jellal quedó boquiabierto, ¿Así que ese canto las revivía o algo así? Como sea, esa criatura se veía muy amenazante... muy... cerca...

Lanzó un zarpazo hacia el peliazul, y Jellal saltó hacia atrás en las escalas. Extiende su mano hacia el objetivo y como tres rayos de una luz muy brillante salieron de su palma. Éstas dieron en el cuello de la estatua y finalmente la decapitó esparciendo rocas y polvo por doquier. Estos enemigos no eran tan fuertes como lucían, pero no entendía muy bien el por qué.

— Nos descubrieron, será mejor retener a esas personas — dio un salto hacia abajo de 20 metros y llegó a la base. Miró una multitud de encapuchados que recitaban alrededor de un círculo en una cámara subterránea. Se acercó a uno para agarrarle del hombro — Detente, — espetó y de la forma más enigmática, la ropa del encapuchado cayó, como si aquel hombre que había tocado estuviese hecho de aire. No obstante, el canto seguía y seguía. Agarró el brazo de otro y se hizo aire también.

"No pueden con nosotros. Somos uno". Una voz áspera y grave retumbó en esa gran cámara. Algo había allí que no era de este mundo.

A medida que las sombras se hacían más grandes en la pared, la espada de Alexiel comenzaba a tomar su forma completa; Blandiéndola en su diestra la apuntó hacia aquella figura, sin embargo, el contrario peliazul parecía haber tomado acto rápido en el combate.

(Vaya, nada mal.) Una ligera sonrisa se dibujó en sus labios al unísono que veía como aquella gran estatua colosal perdía su cabeza.

De pronto una segunda estatua un poco más rápida que la anterior hizo acto de presencia, los antes ojos expectantes de Alexiel, ahora perdieron su brillo y una expresión ininmutable y fría, su espada comenzó a vibrar incesante y salvaje; El ángel flexionó ligeramente sus rodillas y tomando impulso brincó directo a la cabeza de la estatua, clavando su espada entre ojo y ojo llevándolo al suelo debido al impuso, pronto se vio como la estatua comenzaba a desintegrarse, esto le pareció extraño… se suponía que debían ser un mayor reto, algo no andaba bien.

Aquel hombre encapuchado que Jellal había tomado por sorpresa se vio desaparecido en un instante, el semblante sin emociones de Alexiel cambió por uno de ligera sorpresa…

—¿Cómo es eso posible? ¿Serán meras ilusiones? Alguien tiene que estar detrás de esto maniobrándolo todo… —Musitó en una voz apenas audible cuando otra voz áspera y grave comenzó a hablar; Dirigió sus ojos a la redonda del lugar tratando de buscar de dónde era que provenía, o si había alguna clase de conector de donde pudiese estar saliendo, sin embargo no logró observar mayor cosa, dirigió sus pasos hacia Jellal y tomándolo del hombro lo miró directamente.

—¿Qué opinas que debemos hacer? Es obvio que alguien tiene la forma de vigilar nuestros movimientos de alguna manera. —musitó, en un tono calmo y sereno pero firme y asertivo.

Alexiel sacó el tema de que esos encapuchados eran solo meras ilusiones. Podría ser una posibilidad porque la verdad era primera que vez se enfrentaba con seres "etéreos". No tenía la más mínima idea de lo que enfrentaban. La compañera se acercó para tocarle el hombro y preguntar por los enigmáticos adversarios.

Jellal suspiró con un leve rubor en sus mejillas. Carraspeó y intentó dar algo de claridad en este embrollo — He visto muchas veces en que clases de monjes recitan y tienen mantras para despertar criaturas mágicas — pateó la vestimenta de uno, y efectivamente no había absolutamente nadie. Solo estaban ellos dos en la base de una pirámide llena de vegetación de jungla.

Sin embargo, notaba una leve presencia maligna por doquier. Es como si estuviera impregnada en cada ladrillo de esa pirámide.

Poco a poco, notó que las enredaderas que estaban dentro de esa ruina comenzaban a deslizarse como sogas, como serpientes estrangulando a su presa. Tenía la horrible sensación de que no solo enemigos de piedra, sino que la misma e implacable vegetación quería mostrarles algo terrible. Jellal solo suspiró en ver una fila de enormes dientes en una esquina dentro de esa funesta pirámide.

La extraña reacción de Jellal, sorprendió ligeramente a Alexiel, sin embargo, no lo suficiente como para llegar a reflejarlo en la expresión de su rostro, mientras lo escuchaba hablar con atención, no quitó su mirada de éste hasta que lo vio patear una de las túnicas, al parecer su pensamiento se había confirmado: No eran más que meras ilusiones.

-Bueno, para ser sincera es una situación levemente nueva para mí, aunque no del todo-

Sin embargo la extraña presencia que inundaba el lugar, le daba una sensación de ligera incomodidad, podía sentirse que era malvada hasta la médula. Un ligero frío recorrió el frío de su espalda y se tradujo en un leve escalofrío que se sacudió moviéndose un poco, agitó un poco su cabeza y observó cómo las enredaderas comenzaron a moverse en dirección hacia ellos.

-Debe ser una broma, bien alguien no quiere que salgamos de aquí con vida, ¿qué dices Jellal?-

Una sonrisa de medio labio se dibujó en su rostro mientras alzaba nuevamente su espada para cortar lo que se acercaba hacia ellos sin detenerse, empleando sólo un poco de fuerza cortó con precisión algunas enredaderas.

(Esto es muy raro, son muchos obstáculos, pero no presentan mayor resistencia, podría ser…)

-Jellal, siento que sólo están buscando la manera de entretenernos aquí, debemos apresurarnos-

Tras sus palabras se mantuvo firme sin bajar su guardia un solo momento.

Alexiel pudo detener a esa bestia hecha de plantas. Eres como si cada objeto en esa enigmática isla fuese cobrando vida, pero no cualquier cosa, sino que todo se ponía realmente hostil. El peliazul asintió con la cabeza y subió las escaleras hasta llegar a la entrada.

— Entonces, esas so- — cortó su diálogo para atajar una gran espada que fue volando hacia él. Con las palmas de las manos la sujetó en el aire. Habían guerreros, y estos eran horrendos muertos vivientes. Y entonces, detrás de la ángel se asoman tigres gigantes de tres cabezas. ¿Pero ésas no eran estatuas de piedra?

Jellal abrió su mano y acabó con tres de ellos con suma facilidad. Su cuerpo brilló con un fulgor blanco y se dio dos vueltas alrededor de sus enemigos; con sus golpes los pulverizó. Esa esencia ya la había conocido antes.

— Alexiel. No eran ilusiones. Esos encapuchados se están encarnando en toda la isla. Están poseyendo todo, — cerró ambos puños haciendo crujir sus huesos. Sí, eso era lo que estaba pasando. Esas sombras estaban metiéndose en estatuas y criaturas para custodiar esta isla olvidada.

Con completa seguridad dobló ligeramente sus rodillas y dió un salto sobre aquellas estatuas, la primera la terminó de una tajada cortando las tres cabezas de una vez, con la segunda arrastró sus pies hacia adelante, haciendo bajar su cuerpo para quedar debajo de ésta y cortar toda la zona del abdomen, levantándose observó fijamente a la tercera que se mostró ligeramente más cautelosa; Esbozó una pequeña sonrisa de medio labio mientras el animal se preparaba para lanzar un zarpazo feróz, ella simplemente cortó cabeza por cabeza y clavó la espada en el lomo de su adversario quedando encima de éste.

-Encarnándose dices? vaya tipo de posesión, sin embargo son todos objetos sin vida en sí...

Sacudió levemente su espada generando un tipo de energía de viento con dicho movimiento, provocando que las estatuas que yacían en el suelo se desvanecieran en miles de partículas; Mientras la sensación de incertidumbre crecía en su cabeza, decidió sacar sus alas una vez más y dar un vistazo a los alrededores que ya se encontraban completamente corrompidos por la oscura presencia, después de observar todo comenzó a decender en un lento aterrizaje colocándose al lado de su ahora camarada.

-Todo parece estar igual, ¿qué deseas que hagamos?

Le observó fijamente dispuesta a escuchar sugerencias.

El peliazul era muy observativo. Se dio cuenta de cuán poderosa era Alexiel. De un movimiento redujo esa gigantesca estatua, y luego sacó sus peculiares tres alas. Se volteó y disimuló haber visto poco de la refriega. Sí, ya seguramente estaba casi declarada como ángel. ¿Pero por qué un ángel estaría en la Tierra? Nunca había visto a un ser similar en su vida, y eso le provocaba cierta fascinación, pero también bastante respeto.

De pronto, comenzó a temblar. Jellal arqueó la ceja y miró hacia la gran pirámide. No había nada en particular. — Eso fue ra- — y un fuerte sacudón interrumpió el habla de Jellal. Comenzó a temblar muy fuerte. ¿Un terremoto? Alzó su muy precisa vista a lo lejos, para ver el castillo de la Academia, pero no se movía nada.

Fue entonces cuando vio que sus pies estaban chapoteando, que el agua de mar se filtraba por los grandes ladrillos en el piso, y cada vez el nivel del mar subía. ¡No! ¡La isla se estaba hundiendo! Maldición. Solo esta isla de ruinas se hundía. No había otra forma que volar de allí y llegar a otra parte. El joven Fernandes empuñó ambas manos, y su cuerpo se cubrió de un blanco intenso, pero luego se apagó. — Mierda, no puedo volar... Hay un conjuro sobre esta isla que me impide hacerlo  — a una gran velocidad se fue corriendo hacia la pirámide, la cual en su punta había una especie de luz púrpura que funcionaba como una cúpula sobre el lugar.

A medida que la isla se hundía, el ruido que provocaba su hundimiento era ensordecedor: grandes bloques de piedra frotándose y árboles que se desgarraban, y así el burbujeante mar hirviendo que se devoraba cada vez más la isla. Jellal subía cada peldaño como alma que lleva el diablo para acabar con ese conjuro.