Derrame profano (Arthur)

Hace unos días, Jellal había tenido una pelea con un misterioso hombre sombra en la ciudad. Sin embargo, los poderes del peliazul lo superaron con creces. Era un "servant", y había revelado la ubicación del misterioso santo grial: un artilugio capaz de moldear la realidad a su antojo. El mago no perdió el tiempo y decidió buscar en los archivos de la academia sobre esto.

Tenía que encontrar el grial. Se encontraba en la tumba de un antiguo monje budista supuestamente converso al islam. Y así fue como Jellal terminó en las afueras del templo. Los peldaños estaban llenos de moho, la vegetación le estaba quitando terreno al patio principal, y la construcción estaba corroída. El viento soplaba haciendo frotar las ramas de los árboles entre sí. Una luna amarillenta manchada por nubes negras se alzaba en el cielo.

— Lo mejor será que lo coja yo antes que alguien de Merak, — mencionó para sí mismo, y dio pasos adelante hasta entrar en la edificación. Los rayos de luna iluminaban parcialmente todo. De seguro que en su tiempo habría sido un lugar bastante bello, pero ahora estaba hecho un desastre.

En el medio había una gran tumba. — Perdón, — extendió su mano y la partió en mil pedazos lanzándole un rayo. No había nada, salvo por un extraño vórtice. Era como una especie de "agujero negro" que emanaba una ligera luz azul. — ¿Éste es el Grial? — se preguntó. ¿Qué rayos era esta cosa. No entendía mucho esto, ni siquiera por qué lo habían escondido aquí, pero lo mejor era que los de Merak no se enteraran la existencia de esta cosa.

Entonces, escuchó unos pasos tras su espalda, y Jellal se giró...