Una extraña sensación. (Tsunade Senju.)

El espadachín seguía en aquella aventura, buscando su venganza contra aquél que le hizo tanto daño a él y a todo su antiguo grupo. Su camino era largo, lleno de batallas contra fuerzas desconocidas, batallas internas con aquella bestia que portaba su armadura. Era un duro camino que recorrer.

El sol empezaba a ponerse, eran las 6:30 de la tarde ya, el cielo empezaba a tornarse cada vez más y más oscuro, en la noche casi siempre la actividad demoníaca era fuerte. Su marca los atraía y también hacía sentir a Guts de dónde venían dichos espíritus, por suerte, ése día estaba calmado, no sentía la presencia de ningún ser a su alrededor, eso era raro.

Para pasar la noche, decidió ir a un bar que estaba situado cerca de dónde él estaba. Empezó a caminar hacia aquél lugar. Su mente estaba inundada en recuerdos de su trágico pasado, la traición de aquél que consideró un verdadero amigo, eso era lo que más le hacia hervir la sangre de ira.

Luego se unos minutos, llegó al bar que era iluminado por lámparas por afuera, su interior también estaba muy bien iluminado y eso era agradable. Decidió entrar al lugar, mientras que se adentraba, pudo sentir todas aquellas miradas posadas en él, muchos murmuraban asombrados al ver el tamaño de aquella espada, la peculiar armadura que portaba y su brazo mecánico. Siguió caminando sin importancia hacia una mesa, hasta que de pronto, cruzó su mirada con una rubia que estaba a unos metros de ella, era realmente atractiva.

La conexión entre miradas no tardó mucho, desvió su mirada hacia otra parte y se fué a sentar a una solitaria mesa, y de vez en cuando miraba de reojo a la fémina.

Sus ojos ámbar recorrieron el lugar mientras sorbía gran cantidad de ese líquido traslúcido que era su debilidad: sake. Se preguntó cómo había llegado a parar a una cantina de mala muerte (a comparación de cualquiera que hubiera visitado antes), rodeada de todo tipo de personas, envuelta en un olor pestilente, casi asfixiante... Sabía que no debía estar ahí. Una mujer reconocida como ella, una ex Hokage, alguien que sólo debía dar un buen ejemplo, no tendría que estar pisando un lugar tan deplorable como ese. Pero ahora era libre de sus antiguas obligaciones, no debía cuentas a nadie, estaba lejos de todo y de todos, allí era sólo una desconocida más, nadie podría juzgarle.

Su mirada apática se detuvo en el imponente hombre que entraba, por fin alguien interesante, se encontró saliendo de su letargo para prestarle toda su atención, por primera vez alguien lograba llamar su atención genuinamente; el porte de aquel caballero era algo inusual, no estaba de más su impresión.

Los ojos de la rubia se abrieron un ápice al percatarse de que el azabache cruzaba mirada con ella, la había atrapado observándolo, un ligero e incómodo rubor coloreó sus mejillas. Continuó intercambiando miradas con él, aunque ahora de manera discreta. Él sólo se había detenido para mirarla unos segundos, después apartó su mirada de ella y se fue a sentar a la mesa más apartada... Cierta decepción se apoderó de la Sannin, había tenido la impresión de que se sentaría con ella... ¿De dónde habría sacado semejante conclusión?

"Déjate de tonterías, Tsunade."

Se riñó mentalmente. Minutos más tarde se había terminado su botella de sake, chasqueó la lengua con frustración, había bebido una botella completa de su licor favorito, y, sin embargo, no le había hecho nada, no lograba sentir alivio. Miró a un lado, luego al otro, esperando ver a algún mesero cerca, no parecía tener suerte ni siquiera con el servicio; no tuvo más opción que levantarse y acercarse a la barra para pedir más alcohol.