El misterio de las luciérnagas rojas (An Lili y Griffin)

Esa noche simplemente no podía dormir. Su mente que divagaba en mares de preocupaciones le era indomable. No se podía pacificar. Una hora, dos horas. El tiempo cruelmente pasaba, pero solo tenía visiones de angustia y dolor. Extrañaba mucho a su amada Erza. Ella era su dulce estaca que no se podía arrancar del pecho por más que quisiera. Así pues, y dándose por vencido, se sienta en su propia cama, se va directo a la ducha y se viste para recorrer la gran y majestuosa academia.

El interior de la Academia Legacy no tenía palabras más certeras para describirse como un palacio. Cortinas de seda, muebles con incrustaciones de oro y pinturas por doquier. Pudo ver en un reloj de péndulo que las manecillas indicaban las cuatro de la madrugada. Refunfuñó y mientras bajaba las grandes escaleras, pudo ver a través de los cristales unas luces rojas que revoloteaban cerca de los árboles, y eso era más o menos a media hora caminando. Estas pequeñas luces danzaban en espiral en los frondosos pinos que servían como barrera natural.

Salió al patio y vio a un par de chicas a la distancia. Los jardines traseros eran preciosos. Amplios patios en donde durante el día los alumnos se reunían para charlar o jugar. Se acercó a ellas, y preguntó: — ¿No creen que es muy tarde, chicas? — se rascó la mejilla y dirigió su mirada en donde estaban las luces rojas, pero ya nada había allí. Caminó unos pasos hacia la máquina expendedora, sacó el vaso y se sirvió un té con leche. — No he podido dormir en toda la noche. Tenía pesadillas, — comentó el profesor mientras marcaba el paso en ese mismo lugar, pues el frío de la madrugada contrastaba con la calidez del interior. De nuevo pensó en lo que eran esas chispas bermellones del bosque.