Nueva encargada. ( Libre )

Frecuentemente, en especial durante el período matutino del día, encontrarías a los vampiros sepultados dentro de ataúdes, adormecidos en lo más profundo de lo subterráneo. Cuanto más lejos de la luz solar, mejor.

Pero aquella mañana, el vampiro líder de Ossor no se la dio para su sueño sagrado. Supo que aquella bestia de hielo que ahora tenía como aliada habría sido contratada misteriosamente para un nuevo trabajo. Podía mandar un grupo de soldados a hacer los servicios de vigilancia, pero había cosas que él hacia cuestión de ver personalmente. Tenía una especie de compañerismo excéntrico y agresivo con aquella yokai, debía admitir que le causaba gracia sus comportamientos tan imprevisibles aunque en determinadas veces terminaba con ganas de golpearla debido a los mismos, como a una hija rebelde.

Desde entonces, se dirigía hacia el modesto establecimiento, acompañado de tres soldados vampiros encapuzados con largas túnicas color gris, quienes seguían en total silencio al jefe como sus guardias de seguridad.
El grupo de chupasangres llegó al rededor de las once menos cuarto. Lacus se destacaba de los demás vampiros por su noble vestimenta color blanco. El lugar se veía impecable, limpio y adornado, completamente vacío como recién abierto. Tratándose de una cafetería pensaba que lo encontraría lleno a esas alturas de la mañana, especialmente en su reinauguración.

—Que mala vida te estoy dando para que vengas a hacerla de una simple mesera, Mizo.

Atravesó el salón ignorando todo a su alrededor hasta llegar el otro extremo donde Mizore se encontraba cerca de la barra.

—¿Qué tienes para mí? Por cierto, tienes algo ahí.

Mintió, señalando su propio entrecejo para indicar que algo manchaba el rostro ajeno, solo para jugarle una.

Con una sonrisa discreta en su rostro,un joven de ojos y cabellera marones que viste una camiseta de color rojo vibrante al igual que las vendas en sus brazos,un pantalón vaquero de color azul y zapatillas blancas llegaba con paso tranquilo a la cafetería cargando en su espalda mediante correas una gran caja metálica de color plateado con ornamentos y la escultura de un hermoso Pegaso de cuyo hocico sobresale una manivela que esconde la cadena que abre dicha caja donde la armadura de bronce del mítico equino yace reposando en espera de ser liberada para el combate.

Vaya este lugar se ve algo desocupado, creo que no sería mala idea beber algo.

Seiya sin perder el tiempo entra por la puerta principal y recorre con su mirada el lugar buscando escoger una de las mesas para sentarse, es entonces cuando aquellos dos que estaban en la barra son avistados por el joven Santo de Athena,quien sin quitar la mirada de ellos camina hacia uno de los taburetes de la barra para proceder a sentarse en el mismo dejando a un lado la caja de Pandora que contiene su vestimenta sagrada, procediendo a mantener una actitud normal observa su entorno aparentando no estar atento a los que allí yacen.

Buen día, ¿podría traerme un jugo de naranja?

Fue lo que con amable tono de voz,el joven Pegaso solicitó a aquella mujer con vestimenta de maid, esperando calmadamente una respuesta mientras observa de reojo al sujeto vestido de blanco,como si algo le llamase la atención.

Ese hombre,tiene una atmósfera extraña, es inquietante.

Pensaba mientras miraba la caja de su armadura con su visión periférica al tiempo que disimulaba mirar a aquel sujeto que le parecía curioso y extraño a partes iguales.

Luego de varias semanas de trabajo sin descanso como mercenario, guardaespaldas y entre muchas otras cosas logré reunir suficiente dinero para tomarme un tiempo de vacaciones y disfrutar de gustos deliciosos tanto materiales como consumibles, por lo que aprovechando la cercanía de un nuevo local abierto decido ir a ver por mi cuenta la calidad del sitio, que si bien soy poco exigente, que esté cerca y sea excelente lo haría un estupendo sitio para frecuentar a menudo, incluso para comer cuando no tenga ganas de cocinarme algo para el momento.

Cruzando unas cuantas calles llego sin problemas al local, abriendo la puerta y pasando tranquilamente a pesar de llevar a mi espada, tanto por costumbre para prevenir cualquier cosa. Viendo el ambiente del lugar recordé un sitio al que iba de pequeño con unos amigos usualmente, aunque no teníamos dinero para ordenar algo nos agradaba sentarnos dentro, como si fuéramos personas cool. Me senté en un sitio un tanto en la esquina, aunque me falta acostumbrarme a ordenar algo para consumir en sitios así, por lo que esperaré un rato en silencio.

Con la mirada sin punto fijo me levanté para ir a la barra principal y sentarme en una silla personal para pedir algo de beber y quizás algo de comer, -- Esto... Disculpa, ¿qué tiene de beber? -- si bien no soy muy bueno para las palabras, para los golpes me destaco de varias formas pero no quisiera empezar un escándalo innecesario, menos en un sitio como este.

Sin decir palabra alguna ante las cordialidades de aquella bestialidad en forma de adorable niña, con un semblante calmo visualizó el espeso líquido rojo ser cuidadosamente derramado sobre la detallada copa. Si bien aborrecía en permanecer bajo aquel techo que estaba comenzando a recibir seres humanos, como la arrogancia propia en forma de vampiro que siempre fuera, no podía negarse a una deliciosa copa de sangre, que por el aroma era de buena calidad y había sido extraída recientemente.

—Perfecto. Sabes, hasta que te ves bien en ese traje. Cuando regreses a la Sede me lavarás los pies vistiéndote con uno de ellos.

Afirmó luego de haber observado mejor su vestimenta cuando ella regresara de la cocina trayendo los elementos en la bandeja plateada.

—Traeme tres copas más y una segunda jarra, que la sangre es para todos.

Solicitó con orgullo, antes de separarse de la barra y dirigirse a una de las mesas de cuatro sillas, la que estaba adornada con tres flores en el centro. Ocupó una silla seguido por los demás vampiros encapuzados con trajes color gris que lo acompañaban como guardias de seguridad y se sentaron junto a él en aguardo a que la sirvienta atendiera su orden e ignorando completamente la presencia de los humanos, a quienes siquiera dirigían la vista.