El Baile de los Monstruos (Tyrande)

Luego de ver que el río estaba totalmente purificado. Jellal había dejado a Tyrande una carta en su buzón en la que decía que todo se había normalizado y no había rastros de magia negra, salvo por algunos espectros que rondaban por la noche, pero que con algunos talismanes y cruces se podrían mantener a raya. El bosque y la montaña resurgieron de la muerte, y ese aire apestoso se desvaneció para entrar a uno con vida.

En la carta decía que había rastreado esa misma clase de magia en la ciudad, y justo había parado en una discoteca muy importante: el Séptimo Cielo. Por internet se rumoreaba, que los días sábados solo podía entrar una lista VIP, y que era conformada por monstruos. Normalmente, vampiros, momias, zombis, hombres lobos y otras abominaciones fuera de lo común. Por suerte, Jellal consiguió unos dos talismanes que los ayudarían a disfrazarse.

La hora del encuentro era a las 11 de la noche, a una cuadra de la entrada de la discoteca. Esperó a Tyrande, de forma tranquila, y antes de que ingresaran le pasaría su "nueva apariencia", pues si pillaban que eran el peliazul y la elfa nocturna los echarían del lugar. No todos los monstruos eran malos, pero debían ser cautelosos al que portaba esa magia negra relativa a la contaminación de aquel río. Jellal miró hacia arriba y solo vio esa gran luna llena y algunas nubes esponjosas. Los jóvenes iban y venían con parejas y amigos.

La vida nocturna de Japón era muy movida y colorida.

El cansancio después de aquella noche tan movidita había empezado a remitir, desde entonces Tyrande no había parado, asuntos de la guardia nocturna le habían mantenido la mente ocupada, luego asuntos del colegio y demás. Sentía que su cuerpo estaba agotado y así era, pero cuando llegó a su dormitorio y vio la carta pegada en su puerta hizo que ese cansancio desapareciese, frunció el ceño y arrancó el sobre de la madera para después hacerlo girar y mirarlo bien.

Al abrirlo leyó con detenimiento y sonrió al ver que todo empezaba a volver a su cauce, pero lo siguiente hizo que frunciese de nuevo el ceño y sin mediar palabra entró en su dormitorio y recogió todo lo que necesitaba, lo metió en un pequeño bolso, el cual no le gustaba llevar, y salió en busca de Jellal.

No tardó mucho en llegar al lugar donde le había invitado, sobre todo si usas los tejados para acortar el camino. Al lanzarse hacia el suelo, pudo ver que él miraba hacia el cielo lo que la hizo sonreír.

-Buenas y lindas noches.-pronunció, se sentía contenta al sentir la luna sobre ella.-Veamos que nos depara esta velada.-soltó mientras miraba el ir y venir de la gente.

Tyrande fue rápida en llegar, y como siempre, haciendo gala de sus habilidades de salto. Realmente era increíble verla trepar y brincar sobre los tejados como si fueran una cuerda para niños. Al parecer, ninguno de los jóvenes que estaban fuera de la discoteca se dio cuenta de cómo la elfa nocturna había llegado. Sus sentidos eran muy poco desarrollados, a diferencia de los de Jellal que resultaba ser un híbrido.

El peliazul suspiró, y la contraria se presentó. — Buenas noches. — Respondió el joven Fernandes. — Este lugar se llama "discoteca". Es un sitio en donde las personas de este mundo acuden para bailar, congregarse con abmigos, y a veces aparearse. — Señaló el muchacho, viendo cómo las personas entraban de forma masiva. Era un edficio bien grande, de hecho, habrían unos siete salones de baile. Esto iba a ser difícil, pues es como encontrar una aguja en un pajar. No obstante, ellos eran habilidososos, y habían estado en situaciones más tensas que ésa.

Acto seguido, Jellal le pasó una especie de talismán de plata y piedra. Lo apretó, y su apariencia cambió de forma radical. Ahora era mucho más bajito, con el pelo rojo, y unas orejas de gato le salían de su cabeza. — ¿Qué? — se llevó las manos hasta esas orejitas y las tocó. Se sonrojó. Maldito vendedor. Tampoco tenía que haberle pasado esa apariencia como niño sumiso de quince años. Chasqueó su boca, y le pasó el otro talismán a Tyrande.

— Bueno, andando... — suspiró y se cruzó de brazos. Pero qué apariencia tan ridícula tenía ahora. Al entrar, una música con un gran compás se asomó. Sí, música electrónica. El suelo era de colores, y una bola de espejos estaba colgando del techo. — Aquí solo hay humanos. Debe estar en los pisos superiores. — aseveró Jellal, que, con las manos en los bolsillos caminaba por el lugar. Vaya qué extrañas eran las fiestas acá.

Tyrande escuchó las palabras que Jellal pronunciaba, sonrió ligeramente al mirar hacia el lugar que él describía y ladeó el rostro con un gesto de preocupación. ¿Se apareaban cual animales en algún punto de la discoteca? Se preguntó ella misma pero aun así su duda se mostró en su rostro y miró al joven.

-¿De verdad se aparean?-preguntó con preocupación.

Tyrande había pasado demasiado tiempo sola y por ese motivo no entendía muy bien lo que le acababa de decir. Miró justo en ese momento como Jellal cambiaba de aspecto y dio un salto hacia atrás mientras lo apuntaba con el arco intentando entender que era lo que acababa de suceder.

-¡Qué demonios!-soltó, lo miraba con gesto firme pero al oír su voz parpadeó.-¿Cómo lo has hecho?-Fue en ese instante cuando le pasó el otro talismán, el cual miró con gesto serio.

Hizo lo mismo que acababa de hacer Jellal, así que en ese momento sintió como todo dentro de ella comenzaba a cambiar, ella era alta y descendió como un par de centímetros, las orejas en punta se redondearon, su cabello se acortó y se tornó marrón. Su ropa hasta hace un momento fina, se volvió normal, demasiado pesada para ella, lo que le hizo sacar una mueca de desagrado.

-No me gusta…-soltó mientras se miraba.

Aun así siguió al joven al interior de la discoteca, sintió la música que entraba en sus oídos lo que provocó que se los tapase. Afirmó ante las palabras del chico y ambos subieron las escaleras, sentía los empujones que daban los jóvenes al bailar e incluso uno casi consigue que se desequilibrara, lo empujó.

Nadie se percataba de los empujones o simplemente hacían como que no sucedían, suspiró cuando alcanzaron la cima, pues en ese lugar apenas había gente y la música apenas se escuchaba. Miró a su compañero y sonrió.

-No entiendo a la gente que baila de esta manera.-señaló hacia las personas sin entender.

Mordió los labios para ocultar su risa. Era muy gracioso ver a esa elfa nocturna ágil, orgullosa y empoderada, convertida en una muchacha dulce y tierna, de aspecto abrazable. De hecho, parecía que tenían la misma estatura. No entendía por qué movían el cuerpo de forma extraña y apegada, y a decir verdad Jellal tampoco tenía la más mínima idea, pero de todas formas intentó dar con una explicación que sonara más o menos lógica. El peliazul carraspeó, y con una seriedad total, disertó sobre lo que era este sitio.

— Muchos animales en este mundo tienen una danza de apareamiento. Aunque a veces, el fin es divertirse. ¿Cómo se divierten los elfos nocturnos? Supongo que bebiendo jugo de frutas... — contestó con algo de ironía mientras avanzaban por el mar de gente. Al llegar al segundo piso, ya las cosas se volvieron algo extrañas. Había esencias no-humanas, y sobre todo de vampiros y otros demonios. La magia negra se podía oler tal como si quemaran algo en la cocina. Sin decir ni una palabra, el peliazuls se giró para observar los ojos de Tyrande, como preguntándole "¿Hueles eso?"; y entre esa combinación de hedores, uno similar al de la bruja.

Siguió el rastro de ese olor tan fétido que le recordó a la bruja de la caverna, y luego... dos sujetos altos, con unos colmillos enormes y ojos rojos como la sangre detuvieron a Jellal. El disfrazado miró hacia arriba, frunció el sueño, y justo, un tercer tipo con cabeza de cocodrilo tomó la muñeca de Tyrande -disfrazada- y la tiró hacia él. Éstos no emitían un hedor de maldad, pero sí presentían que eran unos cabrones. Jellal, frustrado, por no atacarlos directamente

"¿Por qué no bailas con nosotros, preciosa?" le preguntó el hombre con cabeza de cocodrilo. Los otros dos vampiros sonreían de forma boba, como si nunca hubieran visto una mujer tan bella. — No pueden. Es mi novia. — la tomó de la mano, y los miró desafiante. — Tyran... — cortó, no podía decir su nombre — Em... Tyra, no tenemos mucho tiempo. — Espetó, y siguió cogida de la mano, siempre con suavidad, subió las escaleras con ella. ¡Ese maldito olor! Sí, era similar al de la bruja. Mientras todos los monstruos bailaban, una mujer de piel blanca los vio, y saltó por la ventana.

Rayos... era otra bruja similar. Al mismo tiempo, se escuchaba al hombre con cabeza de cocodrilo llorando y suplicando, abrazándose a una pierna de Tyrande. Parecía un bebé pidiéndole que bailara con ellos. Al mismo tiempo, esos hermanos gigantones se abrazaban y también pedían lo mismo. Una luz de la discoteca bajó hacia los cuatro, y todos los monstruos se sobrecogieron de aliento ¿Qué estaba sucediendo aquí? No eran malos... solo esa bruja había impregnado con sus energías negativas a todos ellos. Maldición.

Tyrande escuchó la explicación de Jellal y afirmó lentamente hasta que escuchó la pregunta, la forma en que lo dijo hizo que la joven le clavase sus ojos y ladease el rostro mostrando una sensual sonrisa, algo que le daba ese aspecto tan tierno.

-¿Para qué lo quieres saber? Dudo mucho que aguantases mucho la forma de divertirse de los elfos.-le soltó mientras recordaba como antaño las fiestas eran épicas y llegaban a durar hasta quincenas.

Fue en ese momento cuando notó la forma de mirar de Jellal y afirmó de nuevo, ahora que se centraba más en lo que tenía que estar lo notó, sintió el olor y la magia negra. Miraron el segundo piso cuando en ese instante un par de sujetos detuvieron el paso de Jellal, estaba pensando cómo salir de ahí cuando sintió el tirón en su muñeca y tras eso como era atrapada por un gigantón con cabeza de cocodrilo.

Con los ojos como platos, debido a que no lo esperaba, miró hacia arriba mientras escuchaba las palabras que éste personaje pronunciaba, frunció el ceño y chasqueó la lengua ya que no se perdonaba ese despiste. Fue Jellal el primero en reaccionar, sacando a Tyrande de su ensimismamiento y volviendo a sorprenderla, ¿su novia? Fue su cabeza la que le recordó que estaban disfrazados así que aceptó el agarre de la mano y lo siguió mientras afirmaba lentamente.

No tardaron en hallar a la bruja, ésta se lazó contra la ventana y salió corriendo, algo que habría hecho la joven elfa si no fuese que tenía en ese momento un peso de unos 80kg agarrando su pierna. Tyrande giró la cabeza mientras movía la pierna.

-Quita, que no quiero bailar contigo.-soltó mientras escuchaba a los otros llorar, se detuvo y miró a Jellal con gesto suplicante. Fue en ese instante que la luz cambió haciendo que ambos la mirasen.-Maldita sea…-estaba empezando a odiar ese cuerpo tan débil.-Tenemos que salir de aquí como sea y buscar a esa bruja.-soltó.

En ese momento los tres tipos se acercaron a ella y se pusieron a suplicar mientras ella los miraba con gesto impertérrito. Negó lentamente y salió corriendo en busca de una salida. No le gustaba ese tipo de situaciones, poco tardó en sentir como los tres tipos la seguían con lágrimas en los ojos y la nariz moqueando, suspiró y sin saber cómo perdió pie haciendo que cayese al suelo.

¡Diablos! Tyrande, con apariencia humana, se había caído, pero Jellal, aunque más bajo que ella en esa apariencia, logró levantarla y se la llevó a la salida. De nuevo atravesaron por el mar de gente, para terminar en un callejón abandonado y oscuro. No había nadie, solo el peliazul que tenía aspecto infantil, y Tyrande, con otra forma de vestir. La bruja se les había escapado. El joven llevó su palma a la cara y gruñó. La operación había fracasado, y ahora tendría que investigar por otros medios.

— Bueno... dicen que la cena está deliciosa. — Comentó el joven pensando en que no había nada más valioso que hacer que volver a la Academia, y comer algo para reponer energías. Se había resignado por esta noche. Ya no había nada más que hacer. Será para otro día la búsqueda. Esa maldita bruja se había salido con la suya. Jellal, con su disfraz de chico-neko, se puso las manos en los bolsillos y suspiró de forma pesada.

Entonces, unos pasos llegan hasta donde estaban los alumnos de la Academia. Eran los dos vampiros gigantes y el hombre cocodrilo, los tres llorando porque Tyrande los había rechazado. Jellal sonrió de forma burlesca mientras giraba la cara hacia las luces de la ciudad. No había por qué ser tan malo con ellos. — Tyrande... ¿Nos vamos? — y al escuchar ese nombre, los tres quedaron atónitos. Se pusieron de rodillas y suplicaron que no les hicieran nada, que no habían hecho nada malo.

Hombre cocodrilo: "Nosotros no hicimos nada. Carabusse nos obligó a contaminar el bosque o nos mataba".

El de la marca observó con curiosidad a la elfa. ¿Eran sus secuaces? ¿Sabían quiénes eran ellos? Se rascó la barbilla, tomó la gema y la rompió. — ¿Uh? — Se tocó el rostro, y el cuerpo. No había cambiado en nada. — Pero qué mierda... ¿Tyrande, puedes volver a tu forma original? — Maldita bruja gitana de pacotilla. Les había vendido una baratija de mala calidad. Ahora a saber cuándo volverían a su apariencia normal.

Tyrande sintió como Jellal la ayudaba a levantarse, ambos corrieron por entre la gente y finalmente consiguieron salir, sintió como el aire “puro” de Tokyo entraba en sus pulmones, escuchó las palabras del chico y lo miró mientras sonreía, sí era lo mejor que podían hacer. Volver a casa y tomar una rica cena para después intentar buscar la forma de encontrar a esa maldita bruja que los estaba agotando. Poco después escuchó los pasos que llegaban tras de ellos y se giró.

-Pero que pesados…-murmuró mientras intentaba buscar la forma de salir de ahí, fue en ese momento cuando Jellal pronunció su nombre, para intentar salir de ahí. En ese momento los tres se agacharon y pidieron disculpas.

Tyrande parpadeó, no entendía muy bien que estaba pasando, ¿de verdad los conocían?. Al mirar con gesto confuso se quedó perpleja al ver como se rompía la gema y no volvía a su forma, parpadeó de forma confusa, así que se miró el suyo y con un ligero temblor lo arrancó de su pecho, pero nada sucedió. Su cuerpo se mantuvo tal cual, así que miró a su compañero.

-¿Qué demonios?-Se puso y se quitó el colgante un par de veces, intentando que la magia desapareciese, pero nada sucedió.-Esto es horrible.-soltó como si nada.

No le gustaba la apariencia que ese colgante le acababa de dar, sentía que su poder estaba menguado como su cuerpo, pero no pensaba montar un numerito.

— Ya recuperaremos nuestros poderes. Hay que esperar una hora. — Lo dijo con plena calma. Ahora, sin embargo, no era momento de pensar en ello. Estos tipos conocían a la bruja, y había que aprovechar la situación para que ellos le dieran pistas. Había que perseguirla a como dé lugar, o bien esa hechicera podría acabar con las vidas de bastantes personas en esta área tan densa. Jellal, con su apariencia de niño bajito, carraspeó y adquirió un tono más alegre y animado. Sí que era buen actor. — ¡Ustedes deberán guiarnos o mañana mismo nos matriculamos a la academia! — exclamó burlesco.

Los tres dieron un salto hacia atrás y se colocaron de rodillas para implorarle que no pasara nada. Jellal había dado con el clavo, ahora solo tenía que decirles que los llevaran hasta la bruja. — ¿Cómo podemos llegar allá? — preguntó cruzándose de brazos, y viendo a Tyrande de reojo. Se preguntó qué pensaría ella de esta actitud jovial, pero bueno, sí que se merecía un premio Oscar. Suspiró pesado, y escuchó atentamente al hombre cocodrilo.

Hombre cocodrilo: "Está en una fábrica abandonada. Ahí se hacían automóviles hasta que ocurrió una desgracia".

Claro. Era el lugar perfecto para que un ente del mal hiciera sus fechorías. Un lugar al que pocos entrarían por peligroso. Se rascó la mejilla, y vio tres motocicletas a lo lejos. — ¿Por qué no vamos en ésas? Ustedes nos guiarán. — Sonrió mientras se aproximaba en una y la montó. Encendió el motor, y se puso el casco. — ¿Sabes conducir una de éstas? — le preguntó a la elfa nocturna, que ahora de elfa no tenía nada. Lo único que pidió en ese momento era que la policía no los persiguiera.

Ante la pregunta de la elfa nocturna, Jellal, con su apariencia juvenil y gatuna rodó los ojos, ya hastiado, de los que estaban alli. Realmente le estaban agotando la paciencia, y no solo eso, temía que le tendieran una trampa. Los miró, y solo siguieron adelante en este sitio tan deteriorado. Parecía ser que el paso de los años había derruido esta otrora imponente fábrica en un conjunto de ruinas. Solo Dios sabe lo que los vándalos vendrían hacer acá, pues ya era peligroso las tan famosas exploraciones urbanas.

Entonces, Jellal, con algo de molestia se cruzó de brazos y arqueó su ceja, — ¿Ya llegam-? ¡Wah! — y una sombra muy rápida golpea al joven Fernandes y lo deja tirado en el piso. Se levanta, y ve que unos hombres de piel azulada y ojos rojos rodean a todos de allí. "Son de Legacy", dijo uno, y entonces Jellal intentó hacer un poder, pero no le resulto. — Diablos, esta apariencia no me deja lanzar mis poderes con normalidad. — Efectivamente estaban en aprietos.


— ¡No! — el cuerpo de Jellal se encendió por completo de una luz muy brillante, y atacó al primero de ellos que parecía ser el líder. Por extraño que parezca, el hombre cocodrilo y también esos dos vampiros gigantes de apariencia sosa, los atacaron también. Daba igual, ahora estaban en aprietos.

Eran de carne y hueso, pero sus movimientos los hacían lucir como seres etéreos. Tyrande sabía mucho de combate cuerpo a cuerpo, así que ella tomó una barra y golpeó a uno dejándolo knockout. El joven Fernandes, sorprendido, levantó sus cejas y vio con sorpresa lo que la elfa era capaz de hacer con un cuerpo que no era el suyo. — Supongo que yo también puedo hacerlo. Aunque ahora estoy muy bajo. — Negó con la cabeza bastante enfadado. Ahora Jellal medía un metro con veinte centímetros, como si fuera un niño de 10 años.

Una sombra quiso atacarle por las espaldas, pero Jellal saltó hacia atrás y le dio un rodillazo en la nuca tan fuerte que su enemigo cayó. Se acercó otro a golpearle, le agarró del brazo, aprovechó para darle una patada en la cara a uno, y le hice una llave al primero. — Mi cuerpo no va a aguantar más — no obstante, ya estaban derrotando a todos esos entes sombras.

De pronto, apareció una mujer. ¡Era la bruja! — Tú me vendiste estas cosas, bruja cambiaformas, — masculló con impotencia. La carcajada era estruendosa y horrible. Era la misma clase de risa que habían escuchado en la caverna. Sí, no había duda, era la misma clase de bruja monstruosa con la que se habían enfrentado. Alzó sus brazos para lanzarle un poder a Tyrande, pero...

¡El hombre cocodrilo saltó y usó su cuerpo como escudo para protegerla! Jellal quedó sobrecogido, mientras los otros dos vampiros gigantes levantaban a su amigo. Vaya. Al parecer estos monstruos sí son oprimidos por la bruja. Una pelea estaba a punto de comenzar.

Tyrande luchaba, lo hacía con energía pero ese cuerpo indicaba que era demasiado débil para poder conseguir hacer algo al respecto. Golpeó a otra de las sombras y miró hacia su compañero, que parecía estar en las mismas condiciones que ella, suspiró y corrió hacia Jellal justo cuando la risa de la bruja le hizo detenerse en seco. Miró con gesto serio y la escuchó, cuando Jellal fue a lanzar algo hacia Tyrande el hombre cocodrilo se puso frente a ella.

Dio un grito en seco y se tapó la boca, no podía creer que las brujas fuesen capaces de hacer tales cosas. Frunció el ceño y gruño, sentía que esa maldita magia seguía recorriendo su cuerpo, haciendo que siguiesen siendo débiles.

-¡Maldita seas!-gritó Tyrande.-Como te has atrevido a hacerles eso.

Tyrande apretó con fuerza la barra y corrió hacia ella sin pensar siquiera en que pudiera pasar, sentía rabia y algo que le ardía por dentro, pero era algo muy débil, demasiado débil como para hacer salir al dragón que estaba en su interior.

Estaban peligrando todos. Jellal estaba cansado, sus huesos y músculos no podían más. Entonces, los ojos de la bruja se iluminaron como dos linternas en mitad de la noche y su cuerpo entero comenzó a brillar, hasta que todo fue blanco. Habían enceguido a Fernandes, y de pronto. Un panorama muy similar: un bosque otoñal e infinito que se expandía a los cuatro puntos cardinales.

Lo primero que vio fue al hombre cocodrilo, el cual se quejaba del dolor y se frotaba la barriga como un niño. Los otros dos vampiros gigantones, como hermanos, acudieron hasta él y lo reincorporaron con lentitud. "¿Dónde estamos?" preguntó uno, y el otro respondía que no tenía ninguna idea. Como si hubieran sido teletransportados a esta extraña arboleda de hojas vencidas. No obstante, este panorama le era conocido al mago.

— Tyrande ¿Te acuerdas? — preguntó mientras miraba para todos lados. La vez que estaban en la caverna esta ilusión no resultó nada más que el interior de la misma Bruja Carabusse, pero ahora que no tenían poderes no sabían cómo se las arreglarían para salir con vida de esta. Todo pintaba mal. Un paso en falso y acabarían junto con los lacayos de la bruja, destrozados en las entrañas de esta feroz criatura.