Mañana y tarde entre amigas. [Uraraka y Asuna, Privado]

¡Qué hermosas esas mañanas en las que podía despertarse hasta tarde…! Ah, los largos descansos no podían hacerle ningún daño a nadie. Por supuesto que no. Mucho menos a Uraraka, quien se había despertado a las once de la mañana y, con mucha modorra, había comenzado esa rutina automática; con la gran diferencia de que no había nada que la apurara en ese momento… ¿no? Por eso, el tiempo en el baño fue largo y relajante, tanto así que los dedos se le habían arrugado gracias a la humedad. Llegadas las once y cuarto se había vestido, pintado las uñas y arreglado el dormitorio. Aún traía la toalla en la cabeza cual turbante cuando a las once y media alguien llamó a la puerta. No importaba. Su buen humor no podía ser enturbiado con una interrupción casual. Mucho menos cuando, al abrir la puerta, se encontró con esa chica tan agradable.

— ¡Charlotte-san! —inevitablemente, una sonrisa se delineó en su rostro, mientras se apartaba de la puerta para invitarle a pasar. —Perdón que te reciba así —dijo, señalando con un dedo su cabeza—, no esperaba que vinieras —y, posteriormente, se rascó la mejilla con el dedo índice.

Uraraka caminó hacia el interior de la habitación mientras se quitaba la toalla y la tendía. Luego, empezó a peinarse. Podría decirse que la rubia le agradaba lo suficiente para tener esa clase de cómoda confianza.

— ¿Y... cuál es esa sorpresa que mencionaste, ne? —preguntó, animada, mientras se sentaba en el borde de su cama y le miraba alegre y expectante.

Por su parte no perdía el tiempo. Había madrugado a las siete de la mañana para dejarlo todo en orden, y con "todo" quiere decir sus quehaceres de la academia. Lo que había estado aprendiendo en los días anteriores lo organizó y repasó, asegurándose de que quedara bien guardado en su cabeza para avanzar a buen ritmo. Después de todo estaba allí porque tenía un objetivo que quería cumplir, y lo último que quería era quedarse rezagada con respecto a sus demás compañeros.

Después del tiempo de estudio, se tomó la libertad de también preparar algo. Las habilidades culinarias que había adquirido de su tiempo en SAO no las desperdiciaba, así que lo haría como un obsequio amistoso. Preparó sus "famosos" sandwiches, tres en total, uno para cada una. ━ ¡Bien!... Creo que así están bien. ━ Se dijo para sí, antes de guardarlos en una pequeña cestita de madera y, tal y como si fuera Caperucita Roja, salió sosteniendo esta en su diestra y se dirigió también a la habitación de Uraraka Ochako.

Sin embargo... fue mala idea apresurarse, y en su pequeña carrera por el pasillo, terminó tropezando y cayendo al suelo. Su caída generó un estruendo que bien podría haber alertado a todos los que tenían sus habitaciones allí, a compañía del pequeño gritito de damisela que emitió cuando creyó que sus preciados sandwiches morirían. Había terminado quedando tumbada boca arriba en el suelo, con los brazos extendidos hacia arriba y con la suerte de haber atrapado la cesta entre sus manos, sin que la comida corriese peligro. ━ ... ━ Simplemente... menudo desastre para comenzar su encuentro si sus amigas se alertaban, abrían la puerta y la veían así, ya que había caído justo en frente de la puerta de la habitación a la que buscaba llegar.

Ella no estaba para nada acostumbrada a los cariños que Charlotte le brindaba. Ni siquiera por parte de sus padres. Y aun así, no podía negarse a ellos, ¡esa chica era extremadamente dulce!

Con  las mejillas más rosadas que de costumbre, después de comprobar que Asuna no se había hecho daño, se sintió más aliviada. La canasta que le habían otorgado fue abandonada sobre el escritorio, a un lado de la que había traído Charlotte.  Uraraka tomó asiento sobre la silla de su escritorio y esbozó una sonrisa entusiasmada, mientras cerraba sus manos en un puño y las movía en movimientos extrañamente animados.

— ¡Hmmm, hmmm! Estoy emocionada, será muy divertido —dijo, totalmente segura de que así sería, dando un giro con la silla. Sin embargo, se detuvo de pronto. —Aunque… ustedes trajeron comida, y yo no soy nada buena cocinando… —admitió, algo apenada, mientras desviaba la mirada y rascaba su mejilla. Era algo vergonzoso. Ayer había intentado hacer unas galletas simples y habían terminado similares a una croqueta de carbón. No era muy seguro intentar probar algo que Uraraka no había cocinado antes. — ¿Hay algún truco para evitar que se queme la comida? —pensó, en voz alta, mientras se llevaba un dedo a la barbilla y miraba hacia el techo, pensativa.