Enigma en la lluvia (Rem + libre)

Las nubes negras tapaban el firmamento. Habían secuestrado a las estrellas. Era una noche fría acompañada por el incesante sonido que provocaba la lluvia. El golpeteo llegaba a los cristales, y de allí, Jellal, desde su habitación podía ver los jardines gracias a los faroles que estaban desperdigados dondequiera que llevase su vista.

Estaba cómodo, bebiendo una taza de café, mientras observaba la copiosa lluvia caer con saña. No había nada fuera de lo común. Tomó su último sorbo, y de pronto se percató de allí abajo había algo moviéndose, como si se estuviera deslizando por el suelo.

El peliazul llevó su vista allí y efectivamente era alguien. Aunque la lluvia que caía sobre la ventana desdibujaba un poco la imagen, podía decir con seguridad que era alguien el que estaba allí abajo. Entonces, y sin trepidar, el joven Fernandes bajó los diez pisos con rapidez. Abrió las puertas traseras que daban a los jardines de orquídeas y tulipanes, y vio a esa persona.

Una chica de cabello celeste. ¿Quién era? Jellal se le acercó y puso su chaqueta sobre ella para que la lluvia no la castigara más. Parecía estar mal. — ¿Me oyes? — preguntó varias veces. Necesitaba ayuda de otra persona.

La lluvia caía, el sonido era ensordecedor, entraba en los odios de la muchacha. Las gotas chorreaban por su cara y su pelo, entrando en sus ojos y dejándola ciega, viendo borroso. Su ropa estaba totalmente mojada, pegada totalmente a su piel pálida.

Miraba a la nada, sin moverse, su mente estaba totalmente vacía, ningún pensamiento habitaba en su cabecita o algún recuerdo de cómo diablos llegó allí. Solo, estaba en aquel lugar, sin intenciones, motivaciones, pensamientos, deseos, o mero sentido común.

Vacía, sin sentir nada, ni si quiera temblaba por el agua helada y la brisa fría. Casi era un cascarón sin alma.
No intentaba recordar como había llegado o donde estaba, no sabía cuándo tiempo había estado bajo la lluvia. Solo que todo su cuerpo estaba entumecido.

Tampoco sintió cuando el joven salió, y le habló; no lo escucho. Menos cuando el agua dejó de caer sobre ella. Por lo menos no de inmediato.

Después de un par de minutos, pudo pestañear, haciendo que el agua acumulada en sus ojos cayera, y su visión se despejara. Levantó la cabeza, todavía el sonido de la lluvia era atronador. Pero ya estaba suficientemente en si, como para darse cuenta que tenían que refugiarse en algún lugar.

—¿Hola...?, ¿Que... hacemos aquí? —

Lucho por que su voz saliera por su garganta, hecha un hilito y grave. Probablemente se enfermaría.