Derrota y una luz de esperanza (Ayana)

Tenía los ojos rojos de tanto llorar. Estaba cojeando, y tenía múltiples heridas en su brazo, y un flechazo que le había perforado la costilla. El ataque de ese arquero llamado "Paper" le había afectado mucho. Tenía vendajes por todo el torso y el brazo derecho. El dolor se sentía como un fuego que lo recubría de pies a cabeza, y con cada paso que daba, otra vez esas punzadas lo asaltaban. No tenía idea de cuántos flechazos le había dado ese sujeto, pero luego de siete días le seguían ardiendo como el infierno.

Alzó la vista hacia el frontis de la Academia, y estaba prácticamente partida por la mitad, como si de una galleta se tratase. Una columna de humo negro emergía de cada una de las grietas. Los ladrillos estaban desperdigados por todo el lugar. Veía alrededor, y los alumnos en conjunto con los sirvientes-cabras estaban arreglando la fachada, levantando escombros y curando a los heridos. Merak había arremetido con una violencia tal que muchas vidas se perdieron durante ese ataque.

Emilia. ¿Por qué lo había dejado?

Tosió un poco de sangre, y se topó con una figura familiar. Era Ayana. De nada había servido el luchar tanto. Todos los esfuerzos que ambos han hecho para mantener a la Academia de pie habían sido en vano, arrastrados por las arenas del olvido. Habían perdido. Legacy se fracturó irremediablemente. — Se llamaba Jeanne... — comentó Jellal, mientras que sostenía en sus manos un yelmo ensangrentado. — Recuperaron su cuerpo hoy. Estaba sepultada bajo una pared que habían derribado, — y a lo lejos, dos alumnos lloraban abrazados. Era un llanto desgarrador. Muchas promesas de Legacy habían muerto.

Respiró profundo y le pasó ese trozo de armadura a la pelifucsia. La esperanza cada vez se hacía más pequeña. Los sueños se convertían en pesadillas. Por el lado, dos sirvientes cabras transportaban en una camilla a un alumno con una sábana que le cubría.

Finalmente, la oscuridad de la noche hacía gala de aquel desastroso paisaje, donde el enfrentamiento entre las academias dio como resultado la victoria para merak, había muchos legacianos heridos e incluso uno que otro cuerpo sin vida se podía apreciar entre el campo de batalla y entre los escombros, se desconocía la cantidad de bajas totales de ambas academias, lo que si era seguro era que la esperanza estaría por los suelos y sería imposible siquiera lograr levantarlo por el momento.

Ayana, quien se mantenía al margen de aquella guerra, se encontraba merodeando por la ciudad, observando los escombros y las personas heridas con cierta frialdad, ¿Por qué estaba tan seria? Era algo evidente, aquella dragona se mantenía atenta ante los peligros que se avecinan, como el ambiente era pesado, lleno de desesperanza, depresión y muerte, era el punto perfecto para la aparición de entes oscuros quienes aprovecharían aquel desastre para alimentarse de su sufrimiento y apoderarse de los cuerpos inertes que alguna vez fueron personas que veía día a día.

─Vaya…ya habia soñado esto antes…pero no esperaba que fuera una realidad.

Comento gélido mientras apreciaba aquella voz del peliazul, estaba sosteniendo en brazos aquel yelmo ensangrentado, quizás le pertenecía a uno de los estudiantes y no estaba equivocada, una tal Jeanne había muerto de la peor forma y era lamentable.

─No quiero sonar insensible… pero no podemos estar de luto por mucho tiempo.

Estiro su mano, lo cual mostraba una coloración oscura como la noche, gran parte de su cuerpo se encontraba de ese modo, dando una extraña sensación de ser un ente oscuro en lugar de una sacerdotisa.

─Debemos actuar rápido y salvar la mayor cantidad de personas para luego colocarlas en un lugar seguro, hay muchos que deben estar atrapados entre los escombros o peor aún, luchando contra un ente oscuro, ¿Recuerdas eso? Yo me encargo de mandarlos a su mundo al ser seres altamente peligrosos para humanos y seres no míticos.

Jellal estaba conmocionado. No sabía qué decir. Estaba como en una especie de piloto automático, solo pronunciaba palabras. Ensimismado en tantos pensamientos, que al fin pudo reaccionar a lo que la contraria decía. Era verdad, no tenían tiempo para estar en el shock, no se podían dar el lujo de estar de duelo. Solo debían continuar y seguir adelante tal como siempre lo habían hecho.

— Necesitamos personas nuevas, y también gente que los prepare física y mentalmente, — señaló mientras miró de reojo un grupo de estudiante con maletas y mochiladas empacadas que se iban de la isla. No los culpaba. Estar en Legacy era ver cómo nuevos llegaban, y otros se iban de forma constante. No había realidad más dura que sentir como las circunstancias cortaban los lazos.

— Espe- — dio un paso adelante para  hablar con quienes se iban, pero un fortísimo dolor se irrigó por su espalda. Mordió sus labios para ocultar su gemido, y casi se tropieza. Sentía calor y frío al mismo tiempo. — Duele un montón... — una dolencia equiparable a recibir mil latigazos. ¿Qué será esa mancha que Ayana tenía? Se quedó con esa duda en la cabeza, pero de todos modos sintió que no era el momento. Ella también haber sido herida por los agentes de Merak. — Me postularé como profesor de elementalismo. Aun puedo con mucho — le sonrió. Jellal no solo controlaba el poder de los meteoros, sino que también sabía manejar magia de fuego, agua y viento.

De nuevo miró esa mancha, y calló. — También deberías ser profesora, — replicó. Los siervos y los alumnos seguían removiendo los escombros.