De cuando la muerte se esconde cada que la buscas (Lacus)

Llueve.

La oscuridad del ambiente se ve opacada solamente por la cruda soledad que protagoniza la escena. Resbalan sin cesar las gotas, y no se trata de la lluvia. El rostro de un joven castaño se ve envuelto en lágrimas, mientras éste se ve postrado en la tierra. Sus puños, herméticos, se mantienen apoyados al pie del epitafio que grabado en piedra se hallaba. Su voz de cristal, agrietada por el llanto, no logra emitir sino gemidos desesperados, rotos, y cortantes.

Se escucha un relámpago, y con él, el grito desconsolado de un ángel que se encuentra rendido. El propio dolor sería soportable en cualquier otra ocasión. Sin embargo, esta vez era diferente. Y esta vez era diferente, porque la unica voz que pudo haber consolado al enviado de Dios, se encontraba sepultada bajo aquella fría lápida.

Era la hora tercera del día, pero la luz había muerto. Las nubes, vestidas de luto, acariciaban con su manto de lluvia los cabellos del desdichado solitario, quien no hacía otra cosa que hundirse cada vez más en su propia tristeza. Deseaba estar muerto. Suplicaba a su Dios que le quitara aquella maldición que era vivir por siempre, aún viendo perecer a tus seres más amados.

- Maldición, Lee... -

La agrietada voz finalmente pronunció alguna palabra, por primera vez en tantas largas horas de duelo.

- ¿Cómo pudiste ser tan ingrata? Cuando un familiar muere, su amo debería morir también... ¿Por qué...? ¡¿Por qué no me arrastraste al sepulcro contigo?! ¡¿Cómo pretendes que siga viviendo cuando contigo se ha ido mi vida toda?! -

Si hubiese una sola certeza en todo el universo, sin lugar a dudas esa sería que el alma de Judai Winged Kuriboh Alighieri era, en este momento, la más desdichada y dolida que jamás hubiese existido. Si con sacarse el corazón hubiera podido quitarse la vida, lo hubiera hecho sin un mínimo instante de duda. Si hubiera podido vender su alma al demonio más ruin y nefasto de todos a cambio de un segundo más con su pequeña hada, lo hubiera hecho... Sin un mínimo instante de duda.

Pero con todo el pesar del cosmos sobre su espíritu, si algo había que mantenía una llama encendida en aquel ángel todavía, si algo evitaba que se hundiese en las profundidades del abismo para convertirse así en un ángel caído, era el ferviente deseo de averiguar la hasta ahora desconocida causa de muerte de su fiel compañera. Quien sabe, quizá y solo quizá hubiera una forma de devolverla a la vida, o al menos de dar descanso a su alma al arrojar el peso de la justicia sobre el responsable de tal atrocidad.

Un amanecer gris y pesado como el que se extendiera sobre la ciudad aquella vez traía a casi toda la población fuera de las calles. La tormenta se veía tan amenazadora que siquiera los animales callejeros mostraban sus faces.

En contrapartida, era un tiempo ideal para darse unos minutos de relajo al aire libre. En una vida eterna y maldita viviendo siempre los mismos días con tan escasas opciones de entretenerse no hallaba éxtasis ni cuando todo estaba en su favor. Aunque casi siempre sonreía y poseía una personalidad naturalmente burlona, no estaba libre del castigador vacío que se eternizara desde que su corazón había parado. El principal y casi único acto que aún podía hacer a aquel vampiro gozar de su vida era el de absorber sangre humana directamente del cuerpo de la víctima.
Y de ese líquido vital traía manchado su traje blanco y parte de su rostro. Recién había saciado su monstruosa sed con una joven chica que se intentara refugiar de la tormenta bajo el techo de una residencia abandonada próxima al cementerio. La mujer intentara resistirse y escapar, razón por la que acabó más herida de lo que debía antes de morir, razón por la cual Lacus se encontraba más sucio de sangre que lo de costumbre.

Algunos pasos más adelante, se situaba el mayor cementerio de la región. La lluvia constante iba deshaciendo las manchas de sangre en su rostro y vestimenta mientras el vampiro adentraba en la necrópolis por una entrada posterior, lejos de la principal.
Desde la entrada, echó un vistazo por todo el camposanto, que se veía desierto. Era un lugar antiguo y bien expandido pero no había ni un funeral siendo realizado.

—Hmm... Parece que no hay nadie. Que aburrido...

Afirma. Sus ojos no captaban movimiento ni de algún guardia o bicho. Lo único que captó su atención fue un grito viniendo del lado Oeste.

—¿Eh?

Al parecer, alguien estaba allá para lamentar alguna muerte incluso en un día lluvioso como aquel. El vampiro sonrió y comenzó a caminar hacia el rumbo de donde viniera el lamento.

——

—¿Qué hace un sujeto lloriqueando delante de una tumba vacía?

Preguntó con naturalidad, apoyando la mano derecha en su cadera, de pie justo a unos 1,6m detrás de Judai. La situación era graciosa para él.

El ángel escuchó una voz conocida a sus espaldas. Hace tanto que no escuchaba esa voz... Vinieron entonces a su memoria recuerdos en serie, apilados uno tras otro, de aquella pelea en medio de una noche de brujas. Los gritos, la sangre, el odio... y en medio de toda esa nube de memorias, se situaba el emisor de aquella sarcástica voz, a quien el castaño no tenía precisamente en cálida estima.

Sin embargo, Judai no hizo nada. Me refiero a, en el pasado, Judai no hubiera dudado en asesinar al vampiro al tenerlo a tan cercana distancia. Posiblemente ni siquiera dos segundos le hubiese tomado rebanarle el estómago con su espada bendita. Pero en este momento, el castaño estaba demasiado destrozado por una muerte como para atreverse a quitar una vida. El pesar de su alma era más fuerte que cualquier odio que pudiera tener.

Tanto era así, que el ángel se puso de pie pasados unos segundos y volteó a mirar al hemófafo. Las ropas del ángel estaban húmedas y sucias a causa de la lluvia y el lodo, respectivamente. Su rostro, del mismo estado que sus ropas, lucía completamente caído y sin vida. Sus ojos carecían de luz, y las ojeras que tenía eran las de alguien que no ha dormido en días. En efecto, el taciturno joven llevaba más de un día de luto. En todo ese tiempo no se había movido ni un ínfimo instante de aquella lápida, ni había probado alimento alguno. Es natural pensar entonces que su rostro se encontraba demacrado y pálido.

El chico dedicó una tácita mirada a su burlón espectador, para a continuación hacer una reverencia, a modo de saludo. Su desmenuzada voluntad no daba para un gesto más cálido o más iracundo por el contrario. Posiblemente no exista palabra alguna para mencionar lo que el castaño sintió al ver al vampiro cara a cara, que sea más apropiada que las que este primero expresó apenas hubo terminado su gesto de saludo

- Lamento haberte herido. No debe ser fácil estar condenado a una eternidad de sufrimiento en vida, viendo como nada de lo que amas dura para siempre y sin poder hacer nada al respecto -

Pareció entonces que el castaño no hablaría más. Bajó la cabeza y quedó mirando al suelo, como quien se arrepiente de su propia existencia. Extendió la mano al aire, y en un destello de luz, hizo aparecer su equipo armado. Aquella espada de resplandeciente fulgor que alguna vez hubo herido al vampiro. Y en un acto del más profundo respeto, arrojó el arma al suelo, a una distancia más o menos equitativa entre ambos.

Entonces, y solo entonces, volvió el ángel a mencionar palabra alguna frente a su supuesto enemigo, diciendo:

- Mis disculpas -

Dicho aquello, el dolor de los recuerdos volvió a doblegar al deprimido ángel, quien cayó apoyado en la húmeda tierra con las manos y nuevamente volvió a derramar lágrimas crudas y amargas, como cáscaras de limón recién cortadas, las cuales amablemente limpiaban el rostro del ángel por donde pasaban, hasta esfumarse mezcladas con el agua de la lluvia y el fango del suelo.

Así hubiera llamado la atención de aquel chico de complexión flaca y mediana estatura que se encontraba solitario en la inmensidad de aquel campo, esperó su reacción, la que tardó más de lo necesario en ocurrir, pues el joven castaño pasó varios minutos en la misma posición antes de levantarse. El vampiro siquiera imaginaba de quien se trataba y las memorias que su voz le despertara en la mente.

Simultáneamente, al ver por fin la face mojada y sin vida de aquel infeliz, se tomó la sorpresa de descubrir que era uno de los varios contra quien se enfrentara en los últimos meses. Lacus también tenía algunos recuerdos del combate que tuvieran gracias a la inusual clase de ángel que era.

Patético, en su concepto.

—Ahh...Espera, ¿Tú de nuevo? Hahaha, el ángel que no salva niños porque llega tarde, humm...

Habló, sin perder su actitud bromista, ya que Judai se veía tan decaído que no parecía ser capaz de mover ni un dedo contra él. Igual así, estaba atento y esperaba alguna acción adversaria del contrario, pues eran enemigos no solo por la pasada batalla, sino por tratarse de dos seres perfectamente opuestos uno al otro en relación a la Divinidad Celestial.

Entretanto, todo lo que recibió fue aquella cordial reverencia y palabras de empatía.

En siglos no sucedía que un enemigo en vez de confronto le ofreciera compasión. El descaso irremediable de Lacus con la vida humana y hasta de otros sobrenaturales no dejaban lugar a recibir a cambio nada más que odio y deseos de venganza; no obstante, incluso tal actitud Noble de parte del ángel no fuera capaz de conmover al sanguinario vampiro.
Pasaron algunos segundos en los cuales solo el sonido de la lluvia se escuchaba. Ambos se quedaron en silencio. El vampiro seguía de boca abierta sin entender nada, como si esperara alguna explicación.
Hasta que lo próximo sucedido fue que bajara del cielo una espada luminosa, causándole un leve y repentino susto, pues él no estaba armado y ya no esperaba un enfrentamiento después de oír aquello.

—¡Hey! eso...

Se fue un poco para atrás, pero antes mismo que pudiera proseguir, el arma caída del cielo fue arrojada a un lado. El chupasangre acompañó el objeto con la mirada, sin dejar de fijarse en la espada mismo cuando esta ya estaba en el suelo, como un espectador que no quiere perder ni un detalle del espectáculo. De nuevo el contrario le pidió disculpas tras desarmarse y regresar al suelo.

—Hahah, qué demonios te pasa...Estás humillándote y pidiéndome disculpas, ¿Y así te haces llamar ángel?...En serio pareces un humano. Tu Padre debe estar avergonzado de ti. ¿Te habrá abandonado ya?

Afirmó, de manera suave pero maldosa. Con ''padre'' se refería a Dios. Mismo después de la bondad del ángel no se reprimía el atrevimiento de blasfemar.
En seguida levantó la vista para mirar a los alrededores, como si buscara algo.

—Y dónde está aquella miniatura fastidiosa que llevabas... ¿Judas? O como sea que te llamabas.

Cuestionó, con tal de eliminar la sospecha oculta que tenía, sobre que todo podía ser una trampa para atraparlo.

Aquel quebrado intento de ángel escuchaba cada palabra que el chupasangre decía, más simplemente no discutía cosa alguna con él. Puede que incluso, en lo más profundo de su ser, estuviera cediendo a todas las congeturas de su condtrario. Después de todo, si Lee se había ido... ¿No significaba que Dios se había apartado de su lado? ¿No quería decir que estaba verdaderamente solo?

El castaño se desmoronaba desde lo más profundo de sí con cada palabra que escuchaba, dejando etrar todas y cada una de esas venenosas ideas dentro de su mancillado corazón. Pero este es el principio de nuestra historia, así que el dolor estaba muuuy lejos de terminar. La gota que derramaría el vaso vendría justamente después, acompañada del siguiente comentario del ser de cabellos morados.

- Fastidiosa... -

El agrietado trozo de ángel terminó de quebrarse en ese mismo instante, estallando en una oleada de ira. Las abrumadoras gotas de la lluvia comenzaron a perecer y ascendían al cielo en forma de vapor caliente en el instante mismo de tocar al serafín.

- ¡NO TIENES IDEA DE LO QUE ESTÁS DICIENDO! -

El desesperado joven se puso de pie, con cierto grado de dificultad. Miró entonces con rabia a su contrario y poco faltó entonces para que un corte de luz atravesase a este último. El motivo de que esto no sucediese no es otro que el hecho de que el legaciano lanzó su ataque hacia un lado y no al frente.

El corte de luz generado por la espada bendita, que a este puto ya estaba en manos del castaño, salió disparado en dirección a la nada. Sin embargo, hay algo de lo que su usuario no se percató, pese a que sería evidente a cualquiera que lo hubiera mirado. El tajo de cálido fulgor se transformó en la más densa oscuridad apenas salió de la espada, perdiéndose así en la espesura de la noche.

Por si esto no fuese suficientemente extraño, uno de los ojos de Judai había cambiado su tonalidad almendrada a una de tono esmeralda reluciente. El serafín de más alto nivel no era un demonio... Aún. Pero tampoco era un santo ya. Bastaría con ver su fúrica expresión de sed de muerte para entender de lo que estoy hablando.

- ¡ELLA ERA MI TODO! ¡¡ELLA ERA MI TODO, MALDITA SEA!! ¡YO HUBIERA ASESINADO A DIOS MISMO POR ELLA! -

El ser de sangre divina entonces rompió en llanto nuevamente. Uno que, a diferencia del agua que lo tocaba, no se evaporaba al roce con su piel. Finalmente, volvió a dedicarle la mirada a al hemófago, esta vez con mayor tristeza que antes.

- Mi nombre es Judai, y te juro que si vuelves a manchar la memoria de mi Lee con tu lengua, voy a cortártela y luego te enterraré vivo -

No vacilaba, en lo absoluto. Era claro que el quebrado serafín no iba a soportar una sola broma en relación con su difunta compañera, aunque cumpliría con su palabra de no intentar asesinar al vampiro nunca más.

Sin éxito en su busca visual, la detuvo al notar una alteración en la tranquilidad del ambiente. Volvió a ver al chico y esta vez observar cómo las gotas de lluvia evaporaban al mínimo contacto con el individuo arrodillado delante suyo. El vampiro dejó de sonreír y expresó estar confundido hasta que el ángel se levantó y vociferó una respuesta, cuando casi al mismo tiempo le pasó cerca alguna clase de ataque celestial que podía afectarle, provocándole otro susto ligero.

Así se calmara la situación, volvió a expresar serenidad en su rostro.

—Oye, pensé que no me atacarías ~

Afirmó, por primera vez tomando en serio la situación.


A pesar de la apariencia indefensa de Judai, debía tener una sorprendente infinidad de poderes, pero de igual manera, seguía siendo muy difícil de que el vampiro lo tomara en cuenta como un ángel completo.

Sin embargo, se percató de su cambio en el aura y color de ojos. ¿Sería uno más de los experimentos de serafín conectados a la secta Hyakuya? No, no parecía serlo, pero algo grave parecía comenzar a venir del contrario, y poco después descubrió lo que era.

Tal fue la otra situación impresionante, oír del ángel que sería capaz de asesinar a Dios por una causa, fuera cual fuera, le resultó más curioso que todo lo extraño que ya había visto de criaturas como él. Después de su seriedad, volvió a sonreír, encontrándole gracia incluso a la amenaza que recibió.

—Hahaha, ¿En serio? eso sería un problema...

Afirmó suavemente. Ser enterrado vivo era uno de los peores castigos que podía recibir, por lo tanto, dejó las bromas de lado aunque por un momento.

—Ya, ya. Deja de tanto drama, eso es hartante.

Le habló, observando directo al tipo que ya estaba llorando nuevamente.

—¿Estás diciendo que aquella criatura murió? ¿Pero no era un hada? Pensé que hadas eran inmortales, qué cosas uno descubre. ~

Preguntaba, mientras caminaba hacia la tumba al lado derecho de la que resguardaba a Lee y en seguida se sentó en la lápida, de frente para Judai aunque este estuviera de espaldas para él. Definitivamente ya no se hacían ángeles ni hadas como las que él conocía. Cada vez, creía más que Judai, y ahora también Lee, debían ser experimentos como los del serafín del fin que vio en el pasado, y no seres sobrenaturales propiamente dichos.

—¿Y cómo rayos murió?

Cuestionó al final, mostrándose interesado mientras esperaba por la respuesta.

- Las hadas -

El ex hijo de Dios procedió a contestar las cuestionantes del vampiro, una por una y de la forma más clara posible, aunque de forma breve para no dessarmarse en llanto nuevamente. Mantuvo su tono serio por el resto de la explicación, e incluso puso un pocky entre sus labios como tan acostumbrado estaba a hacer. Con la unica diferencia de que este era de chocolate amargo, por supuesto.

- No son precisamente inmortales. No pueden desangrarse, por lo que no mueren de heridas, por graves que sean. Hablo de la especie a la que Lee pertenecía, claro está. Tampoco pueden ser quemadas, heridas con ataques de luz u oscuridad, ahogadas, asfixiadas, excétera. Sin embargo, pueden morir si se les corta la cabeza, se les hiere con hierro puro en un órgano vital, o si son gravemente envenenadas y no se les atiende a tiempo, o si son digeridas por un ser que se alimente de energía mágica, o si realizan un pacto y su owner/servant fallece por alguna razón, pues ambos unen sus hilos vitales en uno solo -

El de juvenil aspecto realizó una pausa por unos segundos, en la cual no se dedicó a otra cosa sino guardar su espada de dorado fulgor, y colocar otra de aquellas galletas entre sus labios, pues se había terminado la anterior en algún punto de su explicación. Reanudó entonces el chico su explicación, prorrumpiendo a su contrario con el mismo tono que se cargaba desde antes de hacer su pausa.

- Sin embargo, mi Lee no falleció bajo ninguna de esas circunstancias, hasta donde tengo entendido al menos -

~ | FLASHBACK | ~

El ángel y el hada daban un paseo por el bosque de pinos, en una noche fresca y tranquila, en la cual se podía disfrutar el ambiente de aire fresco y luciernagas que alumbraban dulcemente el ambiente. Muchas de ellas a menudo chocaban contra el hada, pues su intenso resplandor les era bastante atractivo. Esto resultba más bien divertido para la feerica criatura, la cual se limitaba a atrapar cada insecto que se le acercaba, para luego devorarlo a mordidas.

A cierta hora de la noche, la cantidad de insectos que hacia Lee reboloteaban era cada vez mayor, al punto en que se hizo extremadamente molesto tanto para la peliazul como para su amo. Muchos de aquellos insectos incluso intentaban golpear al hada a propósito, lo que el castaño atribuyó al "haberse comido a muchos de sus compatriotas". De modo que el chico guardó a su compañera en su bolsillo (y aún hasta ese punto seguían acosándola las diminutas criaturas) y así lograron finalmente del bosque.

Al llegar de vuelta a la academia, ya en su habitación, Judai descubrió que su familiar estaba llena de moretones, rasguños, mordidas de insectos, etcétera etcétera. Se veia en mal estado, pero no era nada grave. De modo que el ángel usó su magia sanadora en su compañera y esta pareció mejorar en cuestión de segundos. El resto de la noche se pasó con ambos cenando leche y galletas, y finalmente llegó la mañana cuando ambos ya dormían

Al despertar, Lee tenía un aspecto más pálido de lo normal, e incluso parecía no estar brillando, como de costumbre. Judai intentó revisarla, pero ella afirmaba estar bien, e incluso lo llamó "pervertido" (con su habitual tono lujurioso, por supuesto) por intentar revisarla con detenimiento. Lo que sucedió a continuación, sin embargo, era algo completamente fuera de lugar.

Cuando el joven ángel abrió la ventana de la habitación y la luz solar invadió por fin todo el espacio, la pequeña Lee comenzó a arder en llamas apenas su piel tuvo roce con la cálida sensación del sol. No pasaron ni dos segundos y lo que antes había sido un hada ahora era solo un montón de ceniza.

~ | FIN DEL FLASHBACK | ~

- Al principio ni siquiera supe qué pensar, claro está. Incluso durante el funeral estaba sin expresión. Creo que fue hasta que comenzó a llover, cuando ya no había nadie, que me quebré en llanto, tal como me encontraste. -

El ángel caído mantuvo con dificultad su postura firme e incluso retuvo sus lágrimas durante toda su explicación, pese a que claramente se veía destrozado

- Es irónico que esté muerta y yo esté aquí, pues el pacto debió haberla mantenido con vida, o haberme matado a mí en su defecto. Daría cualquier cosa con tal de cuanto menos saber qué fue lo que pasó realmente... -

En cuanto el ángel comenzara a narrar lo sucedido y que acabara en la muerte de su hada, el alemán lo escuchaba con atención al principio, formulando en su mente las imágenes y escenas de lo que oía, visualizando mentalmente lo ocurrido. Inicialmente, notaba cómo algunos detalles se comparaban a los que caracterizaban su raza, exceptuando lo que el vampiro clasificaría como asqueroso y anormal. Cuando el ángel por fin acabó de contarle todo, procedió a hablar.

—Vaya vaya, que historia tan intrigante, haha. Estamos delante...de un...

No acabó de hablar, pronunciando más lentamente las últimas palabras. En ese instante, su sonrisa se deshizo y el vampiro desvió y detuvo su mirada en un punto cualquiera del cementerio, rumbo hacia adelante.

—Que raro, ¿Por qué eso me suena? Es como si...

El relato sobre cómo murió el hada provocó en el vampiro una sensación parecida al déjà vu, sin embargo no era eso. En su mente, comenzaron a reproducirse escenas que él no se explicaba, mas venían de alguna memoria viva que estaba sepultada ha mucho tiempo en su subconsciente, y que no tenía que ver con vampiros directamente.

Entretanto, se mantuvo sin decir palabra mirando fijo hacia la nada, con una expresión facial de quien intenta visualizar algo con dificultad. Aún no lograba conectar una memoria a otra y poder saber qué exactamente su cerebro le intentaba decir sobre lo que acabara de escuchar cuanto a la última noche de vida de aquel hada. Lo único de lo que tenía certitud era que se trataba de una memoria muy distante, de algo que no sabía ni si había presenciado o no.

Algunos minutos después, fracasando en su intento de recordar, suspiró, cerrando los ojos por ese instante.

—Ah, olvida. Parece que no lograré acordarme de nada.

Afirma, regresando a su expresión sonriente. Miró de forma sugestiva el sepulcro de Lee durante cortos segundos. En seguida, se puso de pie, rumbando hacia adelante.

—Bueno, ya me voy. Te dejaré quieto ahí para que puedas llorar por el resto de la noche.

Complementó, continuando sonriente, fingiendo compasión por el joven aunque se notaba obvia la burla y falsedad en la voz del vampiro.

El de joven apariencia miró con detenimiento cada reacción que el vampiro mostrase en aquel rostro sarcástico, que fácilmente podría dejar algún engaño al que lo mire. El ángel era sumamente ingenuo, es verdad. Nada le resultaba tan grande debilidad como la ingenuidad que le hacía confiar en otros al instante. Si el vampiro decía que no recordaba nada, no había razones para dudar de su palabra... ¿Cierto?

Sin embargo, a su memoria vino entonces alguna conversación que había tenido con cierta demonio enmascarada que conoció en sus primeros días en la academia. Aquella era la representación misma del sarcasmo, el engaño, y los sentimientos ocultos. Y alguna vez le había comentado al ángel una de sus razones para llevar máscara. "Tus gestos revelan tus verdaderos pensamientos" fueron las palabras que recordó.

Quizá el vampiro realmente sabía algo. Pero... ¿Y si él esperaba ya ser consultado? Después de todo, aquel no dejaba de ser un adversario, y no dejaba de ser un vampiro cruel y de intenciones dudosas. La desconfianza a la que el ángel dio paso comenzó inmediatamente a jugarle una mala pasada. Tal vez el hemófago quería algo a cambio. Tal vez realmente sabía algo y lo estaba ocultando. Tal vez simplemente no sabía nada. Tal vez pretendía saber algo por alguna extraña razón...

El casi ángel comenzó a tener cada vez más posibilidades en mente, las cuales no le daban salida alguna. Pero si algo era seguro, es que solamente había una opción que podría darle una oportunidad. Y si estaba equivocado... Bueno, su situación no podía ser peor de lo que ya era. Ya lo había perdido todo. No podía perder más. Nada que le interesarse conservar al menos. Nada que no valiera la pena sacrificar a cambio de una oportunidad de ver a Lee.

- ¡E-espera! -

La voz del heterócromo tembló en un principio por lo que estaba a punto de decir, pero llegados a esta altura, ya no había vuelta atrás. Era todo o nada, y Judai ya no tenía nada. Así que habló nuevamente, ahora sí con voz de trompeta. Con una determinación que casi quemaba, y con un tono digno de un persuasivo demonio.

- Siempre me he preguntado a qué aspira un vampiro. Qué lo motiva a no clavarse una estaca de plata a si mismos para aplacar su sufrimiento. Quiero tu ayuda para descubrir cómo traer de vuelta a mi Lee, y los ángeles nunca quedamos a deber nada. ¿Qué deseas? ¿Riqueza? Puedo darte más oro del que puedas imaginar. ¿Poder? Te ofrezco mi espada. Forjada por Dios mismo. Perfecta. Invencible. Te quemarías de sólo empuñar un objeto tan sagrado, pero te la ofrezco con un juego de guantes. ¿Sangre? Esto te gustará, estoy seguro. Te conseguiré las más puras y bellas vírgenes que puedas imaginar. Podrás darte el mejor festín que jamás hayas concebido en tu mente. ¿Tienes un mejor deseo? Me gustaría escucharlo. Estoy seguro de que podemos llegar a un acuerdo si hablamos sensatamente -

El castaño mostró entonces una cálida sonrisa, la cual casi daba la sensación de que ya estaba mejor. Nada más lejos de la realidad. Pero al menos dejó de evaporar la lluvia que lo tocaba. Y, de no ser por esos ojos dispares que daban evidencia de cuán roto estaba en realidad, cualquiera hubiera dicho que Judai W. Kuriboh Alighieri había vuelto a ser el mismo ángel de siempre. Nuevamente, nada más lejos de la realidad.

Y entonces, comenzaba a marcharse tranquilamente. La suela de sus botas de cuero negras producían un sonido húmedo contra el pasto bañado de lluvia a cada paso que daba. No tenía ni un plan en mente sobre hacia dónde iría, mas la cosa es que no tenía ganas de estar siendo aturdido por los dramas y el llanto de aquel joven castaño.

Sin embargo, el inesperado llamado tembloroso pero decidido lo detuvo de caminar. Allí mismo se quedó parado y regresó únicamente una mirada ladina hacia el contrario, sin dejar de estar de espaldas para él.

Judai comenzara todo aquel discurso, y Lacus se comenzó a interesar en tales palabras. Como muestra de eso se volteó completo de frente hacia él nuevamente, sin salir del punto donde había parado. Permaneció en silencio por lo que duraba la pronunciación del ángel, intrigándose por lo que le ofrecía.

Consta que no a todo pensaba brindarle una respuesta. Comenzando por lo de la estaca de plata. Ciertamente, las literaturas y leyendas tradicionales sobre los vampiros no representaban tan fielmente la realidad de esa raza, contando que clavar una estaca o causar cualquier herida profunda en su corazón no los mataba, los convertía en demonio; y ni un vampiro ambiciona pertenecer a una raza más maldita que ellos propios.

Y era cierto el contexto. Todos los vampiros experimentaban el deseo de poder morir, pero a la vez, no tenían vuelta natural de cometer suicidio. Además, los vampiros más nobles no toleran una muerte indigna y a ninguno le agrada sentir dolor. Sus existencias se mantienen mediante el cargo que se les destina, la carencia de sufrimientos inherentes a la vida que resulta en otro mucho peor, y el único interés que mayormente comparten. Miles de historias giraban en torno de eso, como la muerte de Lucal Wesker, el noble que se suicidara con armas demoníacas pertencientes al ejército exterminador de vampiros, únicamente por orgullo, para que el causador de su muerte fuera él mismo y no un escuadrón de adolescentes humanos que estaban a punto de liquidarlo.

El mismo Lacus ha poco tiempo había deseado morir cuando tuvo que hacer frente al endemoniado Lest Karr en la última batalla contra María. Morir por las manos del ex-monarca de Alemania, vampiro de rango tan superior al suyo, sería una muerte digna. En aquella guerra estuviera listo y resignado a ser asesinado únicamente por las manos del monarca, mas por algún jodido y desconocido motivo, Lest lo dejara vivir.

Sin embargo, de momento no estaba tan descontento de continuar con vida. Beber sangre seguía siendo su placer, y no todos los días un ángel le venía con una locura de esas como la que Judai le presentaba ahora. En fin, a veces vivir no era tan aburrido.

Aunque algo lo inquietaba: eso era completamente fuera de lo normal.

—Qué acabo de oír...¿Por qué crees que yo te podría ayudar?

Siquiera imaginaba que cada uno estaba dudando del otro en la misma proporción. El joven flaco parecía no creer que él realmente no sabía de nada y siquiera lograba recordar algo que pudiese ser útil en esa investigación, a pesar de que sentía que no era imposible refrescar esa memoria que tanto parecía querer manifestarse, y no podía negar que también estaba interesado en entender ese enredo enigmático apenas despertando dentro de su propia subconsciencia. El de cabellos castaños parecía saber su condición y conocer lo suficiente su egocentrismo para de antemano proponer recompensas para ganárselo. Aunque el vampiro no tenía ambiciones, el ángel acabó conquistando su voto de confianza debido a su ''los ángeles nunca quedamos a deber nada''.

—O mejor diciendo... de acuerdo, puedo intentarlo.

Concluyó.

Riquezas no le hacían falta. Tenía ahorrado millones debido a la poca necesidad de usar el dinero, el cual mayormente gastaba con máquinas (como sus aviones particulares) y vestimenta. Además, secretamente poseía joyas, diferentes monedas en desuso y artefactos de una tan antigua nobleza germánica que todos creían haberse perdido o destruido cuando solamente él sabía donde estaban; en fin, era poseedor y conocedor de algunos tesoros que los más respetados museos mundiales darían todo por obtener.

La segunda opción era tentadora, sin embargo, prefería usar sus propias armas y no un objeto tan ajeno a él, creado por el mismo Dios. Podía ser peligroso a cualquier momento.

—Y bien, no necesito más riqueza y poder del que ya tengo. Me quedo con la tercera, acepto intentar ayudarte a cambio de eso. Además, me gustaría que no vuelvas a interrumpirme si me ves saciando mi sed nuevamente, aunque eso sea fatal para algunos humanos. Ya sabes, así es la cadena, todos deben matar alguna vida para poder alimentarse. ¿De acuerdo?

Durante ese medio tiempo, consiguiera sentir más firme el origen de esas memorias, tenía la sensación de como si solo faltara una única cosa para acordarse de todo. Una palabra, un escenario, un aroma...

—Llevame hacia la zona del bosque donde anduvieron.

Ordenó.

El casi ángel escuchó con atención al vampiro mientras este tomaba alguna decisión. Preguntábase mientras tanto si el contrario realmente sabía algo que pudiera ser de utilidad. Sin embargo, una conclusión era clara y suficiente en peso para continuar: El vampiro es posiblemente la única persona que Judai conocía que no se sentiría incómodo rompiendo ley judicial o moral alguna con tal de cumplir sus objetivos. De forma que ofrecerle algo a cambio sonaba a la mejor opción posible.

Ahora bien, el heterócromo asintió ante la elección del hemófago, con una leve sonrisa de máscara. Sinceramente hubiera preferido mil veces entregar su propia espada o los ahorros de sus cinco mil años de vida antes que a personas inocentes. Pero si con esto podía recuperar a su amada compañera de vida, que era la esperanza principal del castaño, entonces unos cuantos humanos no eran un coste tan alto a pagar.

- De acuerdo, te pagaré la cena y encima no volveré a fastidiar tus veladas futuras, siempre y cuando te comas lo que mates. Entiendo eso de la cadena alimenticia, pero tampoco puedo pasar por alto que desperdicies la comida. ¿Trato hecho? -

Con esto, pues, el que solía ser un siervo de Dios comenzó a caminar lentamente. Sacó de su bolsillo, mientras caminaba, otro de sus palitos de galleta bañados en chocolate amargo, el cual puso entre sus labios. Entonces, y solamente entonces, el chico volvió a dirigir la palabra a su contrario, último que se encontraba detrás del vampiro, con un tono más bien forzado para no sonar tan amable de repente.

- Ya me he presentado antes, y no creo que quieras ser "oye tú" y "señor vampiro" toda la vida. ¿Qué tal si me das tu nombre también? -

El castaño no platicó mucho más en el camino al bosque. La verdad es que no estaba muy interesado en formar lazos con su compañero temporal, pero si había algunos detalles que serían necesarios para poder trabajar juntos. Sea como fuere, el castaño siguió guiando al pelimorado hasta el corazón de bosque de pinos, en donde había comenzado la horda de eventos tan peculiarmemte trágicos.

Llegaron a aquella zona del bosque donde los árboles cobraban tal altura que se comían la luz del día, impidiendo que fuera posible ver algo en la parte inferior. Eso en parte era bueno, pues Lacus no sufriría daños aún a las cinco de la mañana, hora a la que llegaron al lugar indicado. El único, y no precisamente grave, inconveniente consistía en la reducida visión, que sólo era amparada por las luciérnagas de la zona.

- Aquí... Aquí es -

El casi ángel se caía a pedazos de sólo encontrarse en aquel lugar. El recuerdo latente de su hada aún le quemaba en el alma, y pese a que luchaba por no derrumbarse en llanto nuevamente, la seca expresión de su rostro dejaba en claro que le costaba trabajo estar ahí.

—...Eeeh ¿? Yo no soy de desperdiciar mi preciado alimento. Pero bien, acepto el trato.

Contestó con naturalidad, sonando como el más convicto de sus propias palabras, aunque fueran falsas puesto a que el vampiro solía desperdiciar sangre con frecuencia y en general perdía por dejar derramar al suelo buenas cantidades del líquido vital de sus víctimas al morderlas con tanto ímpetu, pero Lacus no costumbraba tomarle seriedad a sus propios modales cuando se deleitaba al chupar e ingerir sangre directo de la fuente.

Tras eso, también se mantuvo en silencio mientras caminaba, hasta que Judai volvió a hablarle, haciéndolo recordar que para el ángel seguía siendo un desconocido.

—Hahah~ ¿En serio nunca dije mi nombre? Que distraído.

O entonces me acostumbré a que curiosamente mis enemigos siempre vienen a mí ya sabiéndolo. En fin, soy Lacus Welt.

Se presentó de manera simple, y volvió a estar en silencio durante el camino, sin pensar en nada además de lo que veía por delante y siquiera imaginar lo que encontraría en aquel bosque.
Cuando arribaron al destino, se detuvo así que el ex-sirviente de Dios avisara haber llegado. Al principio, parecía no haber nada de inusual, siendo solo un punto cualquiera en todo el bosque japonés, sin embargo, un cierto presentimiento obligó al vampiro a mirar hacia arriba, en lo alto de las copas arbóreas, y curiosamente allá estaba posado un pájaro azul, de grande porte y plumas de colores extraños, como si fuera un ser mitológico, y que también se dedicó a observar a los dos allá abajo.

El ave y el vampiro se miraban seriamente durante un no muy corto tiempo, como si quisieran decirse algo, hasta que en medio al silencio, el chupasangre extendió su mano derecha apuntando hacia abajo, generando ondas de poder que envolvieron su brazo, y en seguida lo alzó velozmente, enviando hacia el ave una rajada de energía que al alcanzarlo, le causó un corte certero y fatal en el cuello.
Simultáneamente el pájaro emitió un chillido de dolor y vino abajo al instante, muerto.

¡Plaft!

Sonó el cuerpo inerte del ave al impactar contra el piso, mientras las plumas sueltas por el golpe iban llegando al suelo más lentamente.

—Ese bicho no debía estar aquí. ¿Quién trajo eso de vuelta?

Preguntó, y en ese momento se dio cuenta de lo que dijo sin pensar, como si hablara más con sus propios pensamientos:

Lo había recordado.

Por un momento, volvió a estar en silencio mientras sus memorias sobre aquel lugar fueron despertando todas de una vez, nítidamente, en cuanto observaba seriamente la vista frontal que el bosque ofrecía. Por fin, rememoró perfectamente el incidente entre dimensiones sucedido ha cerca de 500 años y que había sido mantenido en lo más oculto posible y más tarde olvidado, cuando todos los registros de ese caso desaparecieran misteriosamente y los que conocían el secreto se mantuvieron callados hasta la muerte o para siempre, hasta dejarlo en el olvido.

Bajó la vista al suelo, encontrando un insecto muerto no muy adelante suyo. Se agachó apoyando una rodilla en el suelo y la otra flexionada hacia arriba, para agarrar el ínfimo ser por una de las transparentes alas, y levantarlo hasta delante de sus propios ojos.

—¿No te diste cuenta que esas luciérnagas no son normales?

Cuestiona, y en seguida, sonrió, mostrando entusiasmo.

—Parece que tendremos un gran problema por delante. Al menos si es lo que pienso, el hada no murió realmente.

Afirmó, sin preocupaciones evidentes. Lo único que tendrían que cuidar era que todo se mantuviera en secreto.

Observó el ángel caído cómo su acompañante y aquella ave de tonos cerúleos se miraban mutuamente durante algunos largos segundos, para después proceder el hemófago a ejecutar al plumifero. Lo extraño no le vino en el acto sino en las palabras que pronunciaría luego. ¿"de vuelta"? ¿significaba aquello que el vampiro ya habia estado aqui? Y de ser así... ¿qué es lo que estaba sucediendo?

Las preguntas comenzaron a inundar la mente del castaño a medida que este comenzaba a analizar la situación en que se encontraba. Más sin embargo, todos sus pensamientos se vieron cortados por la interrogante del pelimorado que examinaba la "escena del crimen". Sin embargo, el castaño no fue capaz de pronunciar palabra alguna al instante, pues se vio envuelto en una segunda declaración del vampiro

- ¿¡D-dices que Lee podría estar viva!? ¿¡Cómo es eso posible!? -

Judai inmediatamente se sintió intrigado por las palabras de Lacus. Su mente comenzó nuevamente a divagar de forma que este no hacía sino alterarse más y más. ¿El hada estaría bien? ¿Qué pasó en realmente entonces? ¿De dónde sacaba tanta información el vampiro? ¿Era de fiar? ¿Habría forma de recuperar a Lee?...

Los pensamientos del castaño eran un laberinto en ese momento. Un montón de trozos de vidrio intentando encajar en su lugar. No era esto de extrañarse, pues hay que entender que la mente del castaño estaba quebrada a raíz de la muerte de su compañía. Esto mismo lo había llevado inevitablemente a corromperse, y esto era a su vez lo que mantenía sus pensamientos tan nublados y receptivos respecto a los originales.

Sin embargo, casi demonio intentó calmarse pese a la oleada de preguntas insaciables que en su mente revoloteaba. Respiró hondo. Sabía en el fondo que en nada ayudaría su actitud impulsiva para desvelar este misterio. Y como lo mejor sería seguir el ritmo del pelimorado, el que era siervo de Dios se enfocó en hacerlo de esa manera para no cometer alguna estupidez.

- Entonces... Luciérnagas. ¿En qué se diferencian de las normales y cómo se relacionan con Lee? -

Seguía aquel intranquilo, pero daba apariencia ya de estar mucho más sereno. Colocó entonces un pocky entre sus labios en un intento por buscar estabilidad, como quien fuma para calmar los nervios o aplasta un juguete de goma para desestresarse.

Un silencio casi absoluto como el que solo las mañanas disponían en un bosque denso como aquel,  cortado únicamente por las hojas de los árboles siendo agitadas por el viento y las gotas de lluvia, tornaba inconveniente siquiera querer oír algo más.

Contemplaba el insecto sin vida en la palma de su mano, que traía adornada con un guante blanco, rememorando las últimas ocurrencias respectivas. El mundo había sufrido innumerables y radicales cambios desde aquella época, pero nunca faltaba algo que se mantenía intocable.

—Eso no importa. —Refiriéndose a la diferencia entre los insectos— El punto es que este tipo de criaturas no pertenece a este mundo, hay una dimensión propia de donde vinieron, y fue un error que los haya devorado.

Comenzó, continuando a hablar sin cualquier preocupación, inclinando la mano para dejar el insecto caer nuevamente al suelo, y enseguida se puso de pie. Así como en Japón, también en Rusia y en áreas aisladas del Sureste Asiático, por una inexplicable razón, había zonas más propensas a recibir conexión con otras dimensiones que en el resto del mundo. Y justo allí, casualmente, era una de esas zonas.

—Hace siglos se abrió accidentalmente. Igual hubo desapariciones inexplicadas que fueron cerradas como obras diabólicas o misterios sin respuesta, causadas por seres de ese lugar.  Ya no me sorprende la consecuencia que tuvo el tal ''Lee'' al comer los grillos.

Continuaba. La historia era larga, y todos los detalles ya se habían refrescado, pero por mientras solo resumiría los eventos.

—Las potencias mundiales humanas se han preocupado más con las investigaciones demoníacas y extraterrestres a lo largo de la historia, tanto que ese asunto es el menos explorado por ser tan inaccesible y distante de la lógica científica. La mejor opción para ellos era siempre no meterse y hacer caso omiso, como fue el caso de la ciudad Korona y de la casa Willinger, una vez que no parecía ser del todo amenazante para la humanidad, aunque lo fue, claro que lo fue...y lo puede volver a ser.

Relató, pronunciando las últimas frases con un toque sutil de entusiasmo y maldad, como si ansiara impaciente iniciar una divertida caza al tesoro en la cual tenía certitud que saldría exitoso. Ese fuera uno de los asuntos que llegara secretamente al conocimiento de los vampiros en la misma época, tomando en cuenta que debían estar al pendiente de todo lo que podía amenazar el mundo o la humanidad, una vez que también la vida de ellos dependía de la existencia humana.

Dicho eso, se volteó hacia el ángel.

—Su alma fue arrastrada y debe estar vagueando en esa dimensión, y hay dos o tres formas de regresarla aquí, pero ninguna es fácil o segura. ¿Vas a intentarlo igual?

Pregunta.

Aquel que una vez fue un ángel escuchaba con atención cada explicación que le servía aquel hemófago, y más se sorprendía cuanto más escuchaba al respecto. Que hubiera seres de otra dimensión no era nada desconocido para el castaño. En realidad, aquel e incluso la propia hada desaparecida lo eran también. En realidad, hace mucho que el querubín no pensaba en aquello, pero hubo un tiempo en el que viajar entre dimensiones era algo cotidiano para él.

Lo siguiente tampoco era una novedad, pero si una sorpresa. Dejen me explico: el hecho de que ciertos viajes dimensionales "accidentales" fueran tomadas por obra del demonio o un secuestro perfecto era algo que no le caía en nuevo al ex siervo de Dios. Lo sorprendente venía en que Lee pudiera haber pasado por aquel predicamento.

Para poneros en contexto, explicaré que el hada del cáliz mundial es un hada de oscuridad con control de la luz. Un hada del espacio, que sería lo contrario de un hada del tiempo. Lee tiene la capacidad para teletransportarse e incluso hacer viajes interdimensionales. Aclaro, no es capaz de moverse en el tiempo, sino solamente en el espacio.

Esto es importante porque, de haber sido transportada a otro sitio, aquella debería ser capaz de volver por su cuenta. Aquello significaba para el ex ángel entonces que aquella no pudo haber sido llevada de forma convencional o ya estaría de vuelta. Posiblemente burlándose del llanto del castaño al por mayor, como sería natural en ella. Las sospechas de Judai fueron confirmadas a través de los labios de Lacus, quien mencionó que el alma del hada había sido arrastrada a otro sitio.

Eso tenía sentido, definitivamente lo tenía. Si el hada no tenía cuerpo, o si había entrado en uno nuevo, por supuesto que le sería imposible hacer uso de las habilidades de su anterior cuerpo. Al menos esa era la suposición lógica, pues el chico nunca había visto que un alma viajase a otra dimensión y soportase el viaje sin un cuerpo.

Pero no habló el ángel caído. No sino hasta que fue cuestionado por el vampiro, quien daba desde un principio por explicada la dificultad del asunto. Judai, por supuesto, poco se empeñó en considerar el peligro o el costo. Estaba dispuesto a apostar todo por su feérica compañía. Era casi como si hubiera un motivo oculto que fuera lo suficientemente poderoso para poner a aquella criatura mayor valor que a Dios mismo y la humanidad incluso.

Aquello resultaría normal en un ser humano, por supuesto. Seres desobedientes e impíos por naturaleza, sentimentalistas y egoístas de nacimiento. Pero ¿Un ángel? Y no uno cualquiera. Un querubín. La guardia real de Dios por excelencia. Caracterizados principalmente por su fidelidad y determinación. De aquellos, ni uno solo hubo caído en la rebelión celestial ¿Qué peso, pues, podría llevar a tan resplandeciente ser a preferir a su familiar antes que a su creador?

- Por supuesto que lo intentaré. Al diablo con los riesgos, comencemos por la opción más certera. Si en un intento lo consigo será mucho mejor -

Declaró aquel en respuesta, para concluir. Sin un gramo de duda, sin un solo titubeo. La inseguridad no tenía cabida en el ferviente deseo del casi demonio de recuperar a su compañera de vida.