Los moradores delgados [Astolfo]

Puesto de vigilancia Boy Scout

Era de noche y solo algunas largas nubes cubrían la luna parcialmente. Esa gelidez típica del viento se hacía notar, pues se colaba por pequeñas rendijas de algunas partes de la cabaña. Menos mal que había una chimenea con un potente fuego. Charlotte extendía sus manos para descongelarse. Estaba vestida con una bufanda rosada y una chaqueta blanca. Tenía que estar bien abrigada.

Unos scouts habían pedido auxilio por radio desde el bosque de pinos, algo lejos de la urbe de Yokohama. Charlotte fue acudiendo su llamada, y fue acompañada por el simpático Astolfo, un alumno nuevo de la Academia Legacy. - Hace frío... -se fregó las manos y las volvió a extender al danzarín fuego que se meneaba de un lado a otro.

La cabaña en la que estaban era cómoda aunque casi no había nada. En las paredes habían muchos mapas y fotografías de boy scouts. - ¿Cómo llegaste a la Academia? - se atrevió a preguntar, mientras dejaba calentar agua en el hervidor para servir dos tazas de chocolate con leche. Solo había una mesa y seis sillas, dos de ellas cerca del fuego de la chimenea. - Dijeron los boy scouts que salieron criaturas altas y con tentáculos- le dio un sorbo a la taza.

- A las doce de la noche salen estas cosas. ¿Has combatido contra monstruos? - preguntó la rubia. Efectivamente, la francesa ya había luchado contra un extenso bestiario. Siempre que le tocaba defender a Legacy, aparecía un monstruo nuevo que le sorprendía.

En aquel lugar, estaba completamente congelado, habia un fuerte viento, que incluso se podia escuchar como soplaba, y con las hojas de los arboles cercanos moviendose, sin embargo, con ambos dentro de aquella abandonada pero comoda cabaña, todo estaba tranquilo, con el fuego prendido para poder pasar el frio, mientras todo estaba tranquilo por el momento, con algunas partes de madera viejas, pero resistentes, y con las cortinas abiertas por si lograban ver algo, aunque por el momento, solo se podian ver las nubes moviendose y cubriendo la luz de la luna.

Astolfo, el nuevo alumno de La Academia Legacy estaba junto a Charlotte, una chica muy linda, ellos estaban ahi para ayudar, pero ahora Astolfo estaba asegurandose de que el fuego no se apagase. -¿Que como llegue a La Academia?- Un tanto sorprendido por aquella pregunta, pero luego de un tiempo, se quedo pensando y mirando al techo. -Pues fui invocado, y por eso mismo, decidi que debo de quedarme aqui para ayudar- Fue una respuesta simple, pero detallada, o eso pensaba él, en aquel momento. Luego de oir sobre la descripcion de las criaturas, sintio un pequeño escalofrio, pero aun asi, seguia con los animos que siempre tiene.

-Claro que he enfrendado a monstruos, pero no tan seguido, y estos no suenan a nada que haya visto antes- Decia mientras tomaba un poco de cafe, si bien, la situacion parecia peligrosa, en cierto modo estaba emocionado, pero preocupado, miraba a la contraria que apenas conocia. -Y tu, ¿ya te habias enfrentado a algo parecido? porque para ser sincero, no se como seres en combate... aunque bueno, si necesitas ayuda, no te preocupes, ya que el gran guerrero Astolfo, esta aqui para defenderte.- Decia con una sonrisa, mientras se paraba frente a la ventana, quedando a espaldas de la contraria, para tratar de alegrar a la contraria, y luego acercarsele, y ofrecerle su capa para que Charlotte se pueda cubrir con ella. -¿Aun tienes frio?-

El joven jinete estaba sorprendido al escuchar a que se había enfrentado la pequeña rubia, y dejo escapar una sonrisa, notado así que puede confiar en ella, mientras dejaba que ella pudiera tocar su hombro, y este le acariciaba la cabeza.

Luego de unos minutos, se preocupaba de que el fuego no se apagase, mientras ve como la contraria se cubría por el frío, la noche era cada vez mas oscura, seguramente porque los pinos influían en algo, pero toda la tranquilidad se detuvo cuando se escucho un ruido que dejaba los pelos de punta.

Miraba a la chica ver por el ojo del rifle, pero luego de que esta le pidiera ver, este echaba un vistazo, para ver una criatura larga, con tentáculos en la espalda, obviamente se había asustado de verlo, solo bastaba con verle la cara, pero tembló cada vez mas al ver como aparecían mas y mas, incluso algunos muy cerca de la cabaña, pero se aterro mas al ver que ese sonido que hacia venia del otro lado.

-Esto no es para nada bueno- Decía con una mirada de terror, rápidamente fue hacia la ventana contraria, para ver mas de esas criaturas, estaban rodeados, y por el miedo fue a asegurar las puertas y ventanas. -Estamos rodeados Charlotte, hay en todos lados, y me atrevería a decir que son mas de treinta, o incluso tal vez mas, salir sin un plan, seria un suicidio-

Un bosque de pinos de noche.
Honestamente, le encantaba ese lugar. Tenía cierta mística europea que le recordaba mucho a su hogar. Bueno, no precisamente su hogar, él era un isleño de Córcega, luego de todo. Pero los bosques de pino eran mucho más cosa del oeste que del Japón en el que se suponía en el que estaban. Sin contar con que la arquitectura de la propia academia le era muy similar a Rennes-Le-Chateau, un castillo que él algunas veces visitó en vida.

Ahora, lo que no le recordaba tanto a la casa era el hecho de que el sitio estaba infestado con unas criaturas pálidas, sin rostro y de frac.

Al estar ahí, al notar el cómo esos seres parecían moverse en dirección a un punto de luz en la lejanía de la espesura del bosque, no pudo evitar sentirse intrigado. Quizá no era casualidad que estuviese ahí. Luego de todo, para el hombre que hace posible lo imposible, dificilmente las cosas caían en la casualidad. Seguramente, aquellos seres inquietantes no buscaban nada bueno.

Pero, al contrario de lo que podría preveerse, el hombre esperó.
Se agazapó, y mantuvo su presencia al mínimo. Observaba a los seres que le ignoraban, prefiriendo mantenerse en ese estado mientras pensaba, con la siniestra posada en el mentón. Lo que fuese que fuesen aquellos individuos, no provocaban mayor ruido más que una extraña estática de aquello que en esta época llamaban "frecuencia de radio". Parecían haber sido perturbados por algo. Un sonido, un ruido. Si eran seres sin visión, probablemente sus demás sentidos estaban amplificados. Guiarse por la respiración o por el tacto de algo que les pertenece. Lo último era muy loco de pensar, pero una vez más, con el emperador no había imposibles.

Entonces, si quería acabar con la muchedumbre, tendría que no solo atraer su atención. Sino que también despistarlos, confundirlos. Exponerlos a una situación de amenaza que acumulara su atención y entonces irlos acribillando uno a uno. Podía con ellos? Todos juntos probablemente no, pero él no sólo era poderoso. También era un genio estratega, y sabía bien que el "divide y conquistarás" era la mejor opción en el momento. Si el grupo era poderoso, la unidad no lo era tanto, y es lógico aprovechar esa certeza.

En cuanto al cómo separarlos?...

Se levantó y alzó su mano izquierda. La bajó y la puso frente a él. Con la derecha fue cruzando hasta el hombro contrario, mientras las frías asas de metal se materializaban entre sus dedos.
Entonces surgió. Su arma como el Servant Archer que era.
Un cañón. Un cañón de Bronce cubierto y de Hierro integrado, que era probablemente- No. Ciertamente era más grande que él mismo. Una insignia de su personalidad como maestro de la artillería. El hombre que probó la relevancia y utilidad de las armas más pesadas en la batalla. Los cañones que reducían murallas al polvo también podían tener usos contra tropas a pie, si eran satisfactoriamente detenidas. Y, a pesar de que ciertamente él no tenía sus tropas ahí para hacerlo, "algo" les estaba deteniendo. El objetivo de su obsesión, su caza, su congregación.

Y él podía aprovecharse de ello. Crearía la situación que los dispersara. Tenía un cañón, munición con propiedades a su voluntad, y un bosque. Una gran y maciza concentración de material inflamable.

- ¡DIEU LE VEUT! - Alzó el enorme cañón a dos manos, y con un grito que hizo que los trajeados cercanos se voltearan, dio un salto, y disparó tres veces. Tres cañones cuya potencia de empuje de rechazo fue absorbida por sus fuertes manos y sus poderosos músculos.

Realmente era una lástima tener que incendiar un bosque tan hermoso. Y desde luego, Mâitre no estaría complacida con la "quema con fines estratégicos". Le valdría un sermón por lo menos. Pero al dar el salto, pudo observar que la fuente de luz que había congregado a los seres, provenía de una cabaña de maderos, y por lo que su ojo azor le permitía ver, había movimiento dentro de la misma. Aunque no pudo notar de qué se trataba, ya que cuando lo intentó ya estaba cayendo al suelo. Bendita y maldita gravedad.

Al tocar el suelo pudo oir el estruendo de los cañonazos impactando cerca de su objetivo. Las nubes de la explosión se extendieron altas sobre el bosque, y creyó ver un par de extremidades de dudosa consistencia saltando por los impactos directos. Y luego, la propagación de la luz. Las pesadas balas de cañón impulsadas por pólvora creada por su mana, acarreaban el calor suficiente como para incendiarse nada más ser disparadas. No podía verlo, pero muy seguramente el caos reinaba en las filas del enemigo en este momento.

- ... Eso resuelve lo de los primeros de línea. Pero, los rezagados... -

Empuñó con fuerza los muñones de su enorme cañón, humeante desde el collarín por la fuerza liberada. Desde el interior que rápidamente se encendería, preparado para volver a disparar. Luego de todo, el estruendo de los cañonazos ponía su posición completamente al descubierto, y las no-miradas de los seres más cercanos se volvían hacia él. Un disparo y un pino en llamas después le permitió ver lo altos que eran, y cómo tentáculos de color negro salían de su espalda y le apuntaban amenazantes.

Y entonces, dejaba de estar en ventaja. Era un Archer, y la gracia de los Archers es atacar desde lejos. Podría incendiar el bosque alrededor, pero había un punto en el que el trueno de cañones lo harían demasiado evidente a los ciegos seres como para hacerle caso al calor infernal y la amenaza.

Sin embargo, esas cosas aún no eran nada para el hombre de lo probable. Casi podía sentir que los que ocupaban la cabaña, a lo lejos, eran quienes habían clamado por ayuda desde sus corazones. Lo que había creado la posibilidad de esta "casualidad" en la que él se hallaba recorriendo un bosque hace poco sereno y apacible justo con una amenaza a pasos de él.

Los iba a derrotar pese a la pérdida de la ventaja estratégica. Era tan cierto como que su nombre era Napoleón Bonaparte.

El lugar paso de ser un lugar pacifico, a una situación igual de pacifica, pero aterradora. Era obvio que el jinete a pesar de tener miedo, tenia que hacer algo, pero salir era peligroso tanto para el, como para Charlotte, podía usar a una de sus monturas, pero no seria suficiente, pero todo cambio cuando un estruendo se escuchaba, junto con unos destellos, los cuales llamo la atención de ambos.

Eso podía ayudar a escapar, pero las palabras de Charlotte se escucharon rápido, y cuando se dio cuenta, ella ya iba corriendo en esa dirección, pero en el fondo, sabia que no podía huir, y no lo haría, rápidamente llamo a su confiable hipogrifo, el cual aparecía a una gran velocidad, y rápidamente lo montaba para ir por los cielos, y ver la cantidad de seres que había. -Dios... si que son demasiados, pero tengo que hacer algo-

Luego de un vuelo y atacando a algunos de esos seres con su espada, llegaba con los otros 2, viendo a aquel desconocido, sin embargo, algo le decía que no era una mala persona, estaba apunto de saludar, cuando Charlotte le gritaba, rápidamente se mueve con su hipogrifo para lograr esquivar a uno de esos seres. -Wow, eso estuvo cerca- Decía con cierta sorpresa, ni se dio cuenta de cuando había llegado, y una vez que lo vio, daba un ruido muy molesto, pero rápidamente saco su lanza, y logro golpear a aquel ser sin rostro, y lo mando a volar.

Dos golpes y un boom.

Apartando al cañón disparado contra el suelo, y los restos de uno de los seres trajeados, desapareciendo como una sombra, el hombre soltó el cañón de mano y se secó la frente. Sudor. Mucho sudor. Era natural, porque todo alrededor se estaba prendiendo en llamas. Al menos la luz y el caos le quitaba a los seres el factor de terror, despojados de la fiel oscuridad que les daba presencia y poder.

Pero aún así, seguían siendo entidades capaces de atacar formas de vida, y que lentamente le superaban en número. Y él era un general diestro en la artillería, el cuerpo a cuerpo no solía ser lo suyo. A pesar de que el bambolear su pesada culebrina de bronce y lanzar a los desprovistos de rostro lejos, estaba probando ser de cierta utilidad.

Y entonces, de la nada, dos preciosas jóvenes hicieron acto de presencia y apoyo. Ah, ¿No es hermoso cuando puedes ver a féminas como Juana de Arco, asistiéndote en el combate de forma tan férrea como un soldado varón lo pudiese hacer? Y además una no era cara desconocida: Era la rubia de aspecto suave que hubiese visto el día que fue "convocado" y entabló pacto con Mâitre. Cargando en un ostentoso y potente exoesqueleto de metal.

- ... Et voici la cavalerie lourde. Très littéralement. -

Bueno, él lo sabía. Tarde o temprano se terminarían volviendo a ver.

De la otra muchacha... Bueno, la rubia había repetido tantas veces su nombre que le evitó enunciar al aire un error embarazoso. En realidad era un chico hermoso de nombre Astolfo. EL Astolfo.
Y éste correspondió apareciendo montado en una bestia quimérica, un hipogrifo, como en las leyendas. Era un Servant como él, eso entraba a la vista. Astolfo de Mercia, primo hermano del galante Roland, uno de los innumerables héroes de la historia de Francia -Y por ésto que le conocía tan bien- y tal como el mentado, paladín del fabuloso Carlomagno, una de sus propias inspiraciones como Emperador.

El tipo por lo general era el bufón de las leyendas carolingias, y siempre aparecía enredado en un problema anglosajonamente bizarro... Pero no dejaba de ser un soldado eficaz que contaba con armas y herramientas del orden de la hechicería, que le apoyaban en la batalla. Una de ellas, era el hipogrifo en el que aparecía montado ahora. Por lo que el Emperador pudo deducir que Astolfo aparecía en la forma de un Rider.

Suspiró pesadamente mientras echaba lejos a otro trajeado con un disparo de su cañón. *Algunos tienen la suerte de llegar con la clase adecuada*, pensó. No le desagradaba ser un Archer en lo absoluto, de verdad. Pero siempre le incomodaba no tener su Grand Armèe a mano, ni contar con espías que le permitiesen saber los movimientos de Merak. O Asgard, como la hubiese mencionado su Mâitre aquella vez.

- No es nada, mademoiselle. ¡Aunque! Es una lástima que tenga que reducir este bosque a las cenizas para quitarles la ventaja de la penumbra. Hm... Pareces ser del tipo versátil de tiradora. Interesante armadura, por cierto. ¡Y tú, Garçon!... Bueno, no necesito deducirlo. -

A este punto, Napoleón Bonaparte había pasado de las presentaciones. No era el tiempo para eso, el intercambiar nombres al momento, sólo le daría al enemigo segundos valiosos de guardia baja para reducirlos. Tenía que pasar a una estrategia ofensiva rápido. Y ahora que su ejército de un hombre se había vuelto de tres, tenía más opciones.

Lamentablemente, él era un Artillero en este momento, por lo que deshonrosamente no era de gran ayuda al frente de una formación. La muchacha probablemente también lo era, pero esa armadura de artillería -Muy interesante por cierto, le daba curiosidad el saber cómo opera- le daba la impresión de ser bastante más versátil en el combate. Pero sin duda, la mayor ayuda en el momento era Astolfo. El Paladín Carolingio quizá no era el más poderoso de sus camaradas, y distaba mucho de serlo, pero como hueste activa era el único netamente "de contacto". Teniendo dos soldados a distancia y una unidad de caballería, la opción más evidente y firme es una formación triangular, con el mozuelo conteniendo desde la vanguardia, mientras que los tiradores podían mantener una distancia prudente para reducir a tiros a las aberraciones.

- Mademoiselle. Manténgase a mi lado y abra fuego a discreción. ¡Muchacho! Ve adelante y mantén al enemigo contenido. Si vienen por detrás te daré la señal. Aprovecharemos tu velocidad para cubrir los frentes hasta que abramos una fila de escape. No te alejes de las llamas, ellos usan la oscuridad como arma. ¡Buscad un terreno alto y amplio! Una colina, con la menor cantidad de árboles posible. Incendiaremos los que haya y nos apoderaremos de la misma, atrayendo esas cosas hasta que no quede ninguna. ¡Sigan mis instrucciones y seremos nosotros los que veamos el próximo amanecer! -

No era el mejor plan que había sacado, pero era lo mejor que podía hacer con tres personas incluyéndose. Sabía que tenía que entregarse a la confianza de dos personas que habían venido a rescatarlo y de los cuales no sabía más que el cómo parecían preferir pelear. Pero se habían dado la molestia de venir a echarle una mano, quizá no les moleste que el rescatado actúe como el rescatista por un rato. Luego de todo, lo que le hizo famoso en vida eran sus estrategias.

Además, no necesitaban huír si tenían lo necesario para ser los vencedores. Sólo era cosa de convencerlos de ello.

El joven jinete miro a aquel sujeto, por un momento, no era un mal sujeto, aunque sentía una presencia de un archer, así que sabia que era un servant, pero no era bueno a distancias cortas, asi que al menos se sentiría seguro de si él estaba detras, pero en eso, escucho la idea de aquel servant.

"¿quería formar un triangulo?" fue lo primero que pudo pensar, pero luego de pensarlo un poco, quizás era la mejor opción, así que olvidando presentaciones, presto atención a sus instrucciones, y en eso, entiendo todo.

-Supongo que solo debo seguir instrucciones, así que...me encargare del frente, debe haber una colina por los alrededores, tengan los ojos bien abiertos, porque si algo malo pasara, yo no me haré responsable- Se preparaba para ir a adelante. -Y ustedes seres sin rostros...conocerán a Astolfo, ¡el duodécimo jinete!-

Apenas las órdenes fueron aceptadas, la acción comenzó.

Su cañón no dejaba de supurar fuego en las faces sin rostro de sus enemigos. Mientras tanto, Astolfo barría a otros de los trajeados con la velocidad de su montura. A cañonazos se encargó de deshacerse del exceso de enemigos frente al rosado, y luego abrió fuego hacia la izquierda. Fue en eso, cuando vio los movimientos de la fémina del escuadrón.

En un ruidoso y elegante espectáculo, eligió una elevación aceptablemente defendible, y se eyectó hacia la misma con rapidez. Era impresionante el cómo habían evolucionado las maquinarias de asedio y artilleria. De que poseía cierto interés en ese exoesqueleto, lo poseía. Pero desde el principio había notado que parecía estar hecho "a la medida", por lo que no era algo de simplemente ir y pedirlo prestado.

Ahora bien. La rubia había asegurado la zona segura desde donde podrían resistir las oleadas de alimañas hasta que no quede ninguna o bien hasta que salga el sol. La cosa ahora era el asegurarle a él y a Astolfo una llegada segura al sitio.

- ¡Garçon! Nos replegamos hasta esa loma. Vuela en zig-zag en torno a mí, y derriba todo lo que se nos acerque. En cuanto pases por mi lado... Yo cubriré el otro. -

Era una estrategia simple pero segura para llegar al perímetro asegurado. Uno disparaba en dirección contraria a los ataques del otro, así cada uno cubría sus puntos ciegos. Así uno era capaz de controlar a los enemigos. Mantener el orden en una guerra. Porque al final y al cabo, El campo de batalla es una escena de caos constante. El ganador será el que controle ese caos, tanto el suyo como el de sus enemigos.

Heh. Amaba esa frase. Pero no era nada sino lo cierto.

Las astillas encendidas saltaban y las llamas se propagaban mientras sus cañonazos se repetían. Las criaturas delgadas comenzaban a evitar el fuego y, por ende, uno podía hacerse una idea de por dónde iban a aproximarse. Esto le dio una idea estratégica para después. Eso y aquel aroma a pino aceitoso que estaba comenzando a llenar el ambiente con el expandir del incendio. Aunque no pudo darle mucha importancia, esos seres parecían no oler. No tenían nariz siquiera.

Pero al final la estrategia dio sus frutos y, luego de algunos percances con uno que otro de los seres de negro que lograban aproximarse demasiado, ahí estaban: Junto con la muchacha de la vestimenta mecánica anaranjada. La loma que había escogido era ideal: No había mucha vegetación, y la posición privilegiada les permitía observar el resto del bosque con facilidad, aún las zonas aún no cubiertas por las llamas. Ya había observado que aparte de la velocidad, los seres no tenían mucho a su favor. No parecían saber utilizar armas a distancia ni proyectiles, y parecían carecer de inteligencia. No los atacaban porque estaban vivos. Simplemente algo los reunía en su dirección. Al hacer un flashback rápido con su memoria, recordó que en un principio no lo atacaban a él, sino que pasaban por alto y se aproximaban al área de la cabaña. Y ahora los atacaban a ellos, así que probablemente lo que los atraía estaba en uno de los dos muchachos.

- ¡Brillante demostración, Mademoiselle! Ahora que el joven nos ha abierto el paso, lo utilizaremos una vez más. Tenemos el terreno alto, por lo que podemos quedarnos defendiendo la colina toda la noche, de ser necesario. No parecen saber utilizar mosquetes ni flechas, y tampoco parecen tener la inteligencia suficiente como para tirar una roca. Subirán, y eso les hará perder velocidad por la fatiga. Pero considerando nuestro conocimiento sobre el fuego, podemos utilizarlo a nuestro favor. ¡Mademoiselle! Necesitaré tu apoyo. Crearemos un círculo de llamas, excepto por cierta área libre que dejaremos a propósito. Crearemos un corredor que no sólo servirá para escape posterior, sino para dejar a esas cosas entrar. ¡Muchacho! Te encargo la defensa de la apertura. En cuanto entren los acabaremos desde dentro. Sabremos desde dónde se aproximarán, y caerán mucho antes. -

Dictando nuevas órdenes, el hombre comenzo con su nuevo plan. Cañonazos alrededor, dando vueltas alrededor de la cima de la colina. Buscando encerrarlos en un mar de llamas. No habría contratiempos. Salvo quizá la eventualidad en la que algunas de esas cosas avancen por la colina mientras el círculo es afianzado. O por si sus estimaciones fallaban y parecían ser más inteligentes de lo que él creyó.

El joven, algo sorprendido, ve volar y caer a aquella chica rubia en una zona mas que segura, fue increíble, ademas, de una maniobra muy elegante y bella, y todo eso, se concentro, para luego seguir las ordenes de aquel caballero, haciendo un ataque en zig-zag...aunque para ser sincero, a pesar de que fuera una gran estrategia, estaba algo decepcionado, era un movimiento algo fácil, tanto que lo podía hacer con los ojos cerrados, pero les ayudo a ambos a llegar con charlotte.

Al llegar a aquel lugar, él y su hipogriff descansan un poco, para luego revisar si no tenia ninguna herida o algo...nada aparentemente, asi que todo bien, para luego oir lo ultimo que habia dicho aquel hombre, ¿una nueva estrategia? ya estaba algo cansado, pero no podía detenerse ahi, si no estaba fuera de combate, entonces no habia ninguna razón de parar, en especial considerando de que podrían ser atacados.

-¿Una defensa? pues supongo que esta bien, no va a ser fácil...como me gustaría que la luna me ayudase, pero no tuvimos esa suerte, así que nada que hacer...pero aun así, déjenle esta misión a Astolfo, el duodécimo paladín- Otra vez, hablo sin pensar mucho, sin darse cuenta había revelado su identidad, pero eso no era lo importante, con saber que el archer y él había logrado defenderse mutuamente, ya logro demostrar que se merece sus respetos, asi que rápidamente sube a su hipogriff, para prepararse.