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Inicio de una vida inesperada y un viaje de auto exploración [Libre]
3 participantes
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Re: Inicio de una vida inesperada y un viaje de auto exploración [Libre]
Por fuera y dentro de los aposentos de la Academia Legacy se rumoreaba de la llegada de un nuevo miembro peliblanco, y como todo chismoso decidió acercarse lo mas sigiloso posible por detras de este al verlo a lo lejos, evitando cualquier guardia y/o inocente.
— Así que este es la gran persona esperada.—
Murmureaba mientras se hacia paso entre las ramas de algunos arboles para seguirle el paso, y al verlo entrar lo mas rapido posible entro con el.
— Hola.. Nunca te habia visto, un gusto. —
Le agarró del hombro y solto una sonrisa agradable pero se veia como la de un maniatico.
— Así que este es la gran persona esperada.—
Murmureaba mientras se hacia paso entre las ramas de algunos arboles para seguirle el paso, y al verlo entrar lo mas rapido posible entro con el.
— Hola.. Nunca te habia visto, un gusto. —
Le agarró del hombro y solto una sonrisa agradable pero se veia como la de un maniatico.
Jyugo
Re: Inicio de una vida inesperada y un viaje de auto exploración [Libre]
Unos pasos de botas pesadas rechinaban por la explanada de cemento que daba paso a los portones del pomposo castillo desde el interior de los jardines. Su dueño, el hombre de altiva mirada y frondoso vello facial se acercaba, casualmente, sin darse cuenta aún de que había gente a su alrededor.
Pensaba. Maquinaba. En y sobre lo que su Master le había señalado. Una persona dentro de Merak (Ahora Asgard) que podía ayudarles. Un hombre de cabello rojo. Si pudiese contactarlo, quizá podría conseguir al informante que había estado buscando de hace un tiempo. Así su red de información atravesaría por fin las líneas enemigas y podría enterarse no sólo de los movimientos de Siegrain y los miembros de Asgard. También podría desplegar estrategias contra ellos. Pero se estaba demorando demasiado en establecer la red de espionaje, y eso representaba un problema.
Quizá, si se encontrara con ese presunto pelirrojo... O con alguno de esos "descontentos" que estuvieron en Merak y que conocen a sus miembros...
Lo que le sacó de sus pensamientos fue el patear el resalto de la fuente de agua construida frente al gran portón, y la patada involuntaria a la piedra hizo que sus pensamientos se difuminaran por momentos. Entonces, miró a su alrededor. Era un día brillante y esplendoroso, la primavera que marcaba su triunfal presencia con un sol fresco y agradable. Para muchos la mejor época del año.
Fue entonces mirar al frente y notar a dos personas. Una con un notorio traje a rayas que hacía pensar en un prisionero. El otro, un albino que definió como "azul". Más que nada porque azul era el color que predominaba en su vestuario, una exquisita camisa de corte moderno que a él le había entrado a gustar. Lástima que en esta época no contaba con algún tipo de sastre. Probablemente nadie le haría casosi irrumplía en una casa de costura enarbolando el noble nombre de Napoleón Bonaparte...
Ahora que lo pensaba, por la mañana había dado cuenta por medio de su Master -Una de las profesoras del recinto, por añadidura- del rumor de un estudiante recién transferido a la Academia, venido de quién sabe qué colegio de alta alcurnia. Además, era un heredero a un trono de un reino distante. Dio crédito a lo que se le dijo, ya que no era normal que la noticia de un transferido tuviese tanto eco. Lo cual daba a pensar que él no era ciertamente un don nadie.
Sería interesante conocer algo sobre este reino. Eso es lo que pensó. Aunque más motivado por su "curiosidad de Emperador" que otra cosa. Además, no podía dejar de reparar en la ropa de reo del otro joven, más fornido que los otros dos.
- ¡Bonjour, mes amies! - Saludó, correctamente en el idioma de su patria, al par. - Es un día brillante el que os reune. Ocasión perfecta para un estudiante nuevo. Aunque no estoy en conocimiento de quién es. - Miró a ambos al decir esto, aunque retiró la mirada al albino al denotar que le prestaba atención especial. No es que el recluso le pareciera menos interesante. Simplemente quería evitar el mal trago de que le hiciesen notar que había deducido al albino como el chico nuevo por la calidad de sus ropajes. Evitó cualquier atisbo a alusiones a este hecho, acelerando un poco más su monólogo para y ante ambos. - ¡Buen día para el uno! ¡Bienvenue à l'Académie Legacy, para el otro! Y para ambos, mis respetos al permitirme presentarme al final. Luego de todo, el encuentro es vuestro. -
Pensaba. Maquinaba. En y sobre lo que su Master le había señalado. Una persona dentro de Merak (Ahora Asgard) que podía ayudarles. Un hombre de cabello rojo. Si pudiese contactarlo, quizá podría conseguir al informante que había estado buscando de hace un tiempo. Así su red de información atravesaría por fin las líneas enemigas y podría enterarse no sólo de los movimientos de Siegrain y los miembros de Asgard. También podría desplegar estrategias contra ellos. Pero se estaba demorando demasiado en establecer la red de espionaje, y eso representaba un problema.
Quizá, si se encontrara con ese presunto pelirrojo... O con alguno de esos "descontentos" que estuvieron en Merak y que conocen a sus miembros...
Lo que le sacó de sus pensamientos fue el patear el resalto de la fuente de agua construida frente al gran portón, y la patada involuntaria a la piedra hizo que sus pensamientos se difuminaran por momentos. Entonces, miró a su alrededor. Era un día brillante y esplendoroso, la primavera que marcaba su triunfal presencia con un sol fresco y agradable. Para muchos la mejor época del año.
Fue entonces mirar al frente y notar a dos personas. Una con un notorio traje a rayas que hacía pensar en un prisionero. El otro, un albino que definió como "azul". Más que nada porque azul era el color que predominaba en su vestuario, una exquisita camisa de corte moderno que a él le había entrado a gustar. Lástima que en esta época no contaba con algún tipo de sastre. Probablemente nadie le haría casosi irrumplía en una casa de costura enarbolando el noble nombre de Napoleón Bonaparte...
Ahora que lo pensaba, por la mañana había dado cuenta por medio de su Master -Una de las profesoras del recinto, por añadidura- del rumor de un estudiante recién transferido a la Academia, venido de quién sabe qué colegio de alta alcurnia. Además, era un heredero a un trono de un reino distante. Dio crédito a lo que se le dijo, ya que no era normal que la noticia de un transferido tuviese tanto eco. Lo cual daba a pensar que él no era ciertamente un don nadie.
Sería interesante conocer algo sobre este reino. Eso es lo que pensó. Aunque más motivado por su "curiosidad de Emperador" que otra cosa. Además, no podía dejar de reparar en la ropa de reo del otro joven, más fornido que los otros dos.
- ¡Bonjour, mes amies! - Saludó, correctamente en el idioma de su patria, al par. - Es un día brillante el que os reune. Ocasión perfecta para un estudiante nuevo. Aunque no estoy en conocimiento de quién es. - Miró a ambos al decir esto, aunque retiró la mirada al albino al denotar que le prestaba atención especial. No es que el recluso le pareciera menos interesante. Simplemente quería evitar el mal trago de que le hiciesen notar que había deducido al albino como el chico nuevo por la calidad de sus ropajes. Evitó cualquier atisbo a alusiones a este hecho, acelerando un poco más su monólogo para y ante ambos. - ¡Buen día para el uno! ¡Bienvenue à l'Académie Legacy, para el otro! Y para ambos, mis respetos al permitirme presentarme al final. Luego de todo, el encuentro es vuestro. -
Invitado- Invitado
Re: Inicio de una vida inesperada y un viaje de auto exploración [Libre]
- Alors, c'est un connoiseur. - Dio una reverencia, y se sacó el sombrero. No podía hacer y decir más. - C'est moi, ni plus ni moins. Je dois être avec un mage puissant ou un noble sage. Ou c'est ce que les rumeurs disent. -
Él no se había presentado siquiera -Y estaba seguro de que los frescos que hicieron los artistas sobre él no se parecían en nada a cómo era realmente- y aquel muchacho ya había soltado su nombre. Eso sólo quería decir una cosa: Éste príncipe entendía muy bien el mecanismo de la Tercera Magia. Si no era un hombre que poseía contactos con las tres familias fundadoras o el Sistema Chaldea, entonces era un hechicero con un alto grado de aprendizaje en el tema. Alguien capaz de rescatar el nombre de un Servant simplemente sintiendo su presencia.
A Mâitre le haría muy bien aprender una o dos cosas de este tipo.
A pesar de que su nivel y calidad de mana era inigualable, no tenía idea sobre la hechicería moderna ni el sistema básico Servant-Master. ¡Si incluso tuvo que darle una cátedra sobre los Sellos de Comando! El Emperador estaba convencido de que esa ignorancia les costaría caro en algún momento. Pero ella estaba demasiado ocupada de momento, actuando y buscando respuestas sobre la llegada y el accionar de estos Asgards que se han mantenido demasiado silenciosos en este último tiempo.
Y, hablando de Asgard...
Bueno, no realmente. El Emperador le asoció a aquel hombre que parecía haber cosido partes de su cuerpo con las de un muerto viviente, la asociación con el extraño Instituto opositor, por mero prejuicio. Esa fue su primera impresión.
Pero en un análisis posterior... Dio cuenta de que era un hombre extraño, sin duda. Pero si hubiese sido un enemigo de verdad, no se hubiese presentado tan abiertamente. Claro que no. Hubiese aprovechado la guardia baja de tres hombres conversando, para atacarlos y reducirlos fácilmente en un asalto sorpresa. No. Venía en son de desafío. Hablaba de "falsos héroes". Eso era interesante. Era como si con sus palabras se diese a conocer como una persona resentida y no directamente malvada. O sí lo era. Pero no sonaba como un enemigo, alguien que se oponía a ellos. Sonaba subversivo pero no totalmente hostil. Por lo que o estaba probándolos o buscaba información. Luego de todo, también se había referido al albino como "el nuevo". Sabía que hoy llegaría alguien a la academia. Tenía cierto nivel de conocimiento sobre Legacy.
- Debo secundar al gentilhombre, garçon. - Napoleón replicó, esta vez en la lengua común. - Aunque ciertamente algunos estudiantes pueden parecerte Falsos Héroes, si partes por generalizar. Luego de todo, no porque esta institución viva involucrada en luchas por el destino del mundo... No todos están de acuerdo con su línea de pensamiento. Algunos ni siquiera tienen interés en la idea de luchar. -
El hombre habló así, de forma relajada y sutil. La primera máxima del emperador que buscaba proteger y expandir a su pueblo, pasaba por reconocer que había personas que no deseaban protección. O que simplemente no la deseaban de la mano de uno. Siempre habrá un disidente, alguien que objete tus decisiones. Y que terminaría siendo contraproducente el silenciarlo.
Por lo que, para lidiar con el disidente, una de las formas, era simplemente tratar de sintonizar con su vía de pensamiento. Pero no podía basarse simplemente en la mención de los "Falsos Héroes" para hacerlo. Era información útil sobre el punto de vista del semi-zombie -Como lo llamó de momento, al no conocer su nombre-, pero ciertamente, no era suficiente como para formular su criterio, el poder saber de qué forma desplegar su carisma de emperador.
Quizá sí aceptó el reto de este hombre. El reto a sus habilidades de orador.
Él no se había presentado siquiera -Y estaba seguro de que los frescos que hicieron los artistas sobre él no se parecían en nada a cómo era realmente- y aquel muchacho ya había soltado su nombre. Eso sólo quería decir una cosa: Éste príncipe entendía muy bien el mecanismo de la Tercera Magia. Si no era un hombre que poseía contactos con las tres familias fundadoras o el Sistema Chaldea, entonces era un hechicero con un alto grado de aprendizaje en el tema. Alguien capaz de rescatar el nombre de un Servant simplemente sintiendo su presencia.
A Mâitre le haría muy bien aprender una o dos cosas de este tipo.
A pesar de que su nivel y calidad de mana era inigualable, no tenía idea sobre la hechicería moderna ni el sistema básico Servant-Master. ¡Si incluso tuvo que darle una cátedra sobre los Sellos de Comando! El Emperador estaba convencido de que esa ignorancia les costaría caro en algún momento. Pero ella estaba demasiado ocupada de momento, actuando y buscando respuestas sobre la llegada y el accionar de estos Asgards que se han mantenido demasiado silenciosos en este último tiempo.
Y, hablando de Asgard...
Bueno, no realmente. El Emperador le asoció a aquel hombre que parecía haber cosido partes de su cuerpo con las de un muerto viviente, la asociación con el extraño Instituto opositor, por mero prejuicio. Esa fue su primera impresión.
Pero en un análisis posterior... Dio cuenta de que era un hombre extraño, sin duda. Pero si hubiese sido un enemigo de verdad, no se hubiese presentado tan abiertamente. Claro que no. Hubiese aprovechado la guardia baja de tres hombres conversando, para atacarlos y reducirlos fácilmente en un asalto sorpresa. No. Venía en son de desafío. Hablaba de "falsos héroes". Eso era interesante. Era como si con sus palabras se diese a conocer como una persona resentida y no directamente malvada. O sí lo era. Pero no sonaba como un enemigo, alguien que se oponía a ellos. Sonaba subversivo pero no totalmente hostil. Por lo que o estaba probándolos o buscaba información. Luego de todo, también se había referido al albino como "el nuevo". Sabía que hoy llegaría alguien a la academia. Tenía cierto nivel de conocimiento sobre Legacy.
- Debo secundar al gentilhombre, garçon. - Napoleón replicó, esta vez en la lengua común. - Aunque ciertamente algunos estudiantes pueden parecerte Falsos Héroes, si partes por generalizar. Luego de todo, no porque esta institución viva involucrada en luchas por el destino del mundo... No todos están de acuerdo con su línea de pensamiento. Algunos ni siquiera tienen interés en la idea de luchar. -
El hombre habló así, de forma relajada y sutil. La primera máxima del emperador que buscaba proteger y expandir a su pueblo, pasaba por reconocer que había personas que no deseaban protección. O que simplemente no la deseaban de la mano de uno. Siempre habrá un disidente, alguien que objete tus decisiones. Y que terminaría siendo contraproducente el silenciarlo.
Por lo que, para lidiar con el disidente, una de las formas, era simplemente tratar de sintonizar con su vía de pensamiento. Pero no podía basarse simplemente en la mención de los "Falsos Héroes" para hacerlo. Era información útil sobre el punto de vista del semi-zombie -Como lo llamó de momento, al no conocer su nombre-, pero ciertamente, no era suficiente como para formular su criterio, el poder saber de qué forma desplegar su carisma de emperador.
Quizá sí aceptó el reto de este hombre. El reto a sus habilidades de orador.
Invitado- Invitado
Re: Inicio de una vida inesperada y un viaje de auto exploración [Libre]
Sonrió. Cerró los ojos e hizo una mueca al escuchar al hombre a medio quemar, a medio morir. Su cara parecía expresar un "ya veo", con tales facciones. Y en realidad sí lo entendía.
- ¿Los héroes que luchan por fama, por poder, eh?... -
Eso de héroes que buscaban la fama sólo por gloria se solía dar. Aún en su tiempo se daba. Robespierre había estado lleno de gusanos que le siguieron para asegurarse un puesto en el poder. No eran útiles. Y fueron esos gusanos los que propiciaron su ejecución, al fin y al cabo. Robespierre había sido un visionario, el baluarte de la revolución. Pero se dejó embaucar por esta gente, estos hombres sedientos de poder y de gloria.
Él también los entendía. ¿Quién no querría llenarse de fama? ¿Quién no querría inscribir su nombre en el firmamento de la historia? ¡Reconocimiento! ¡Honor! ¡Privilegio! ¡El poder establecer tu propio linaje! ¿Quién podría resistirse a algo como eso? El hombre posee un corazón débil. Y aquellas posibilidades eran luminosas. Luces fatuas y negligentes que los atraían como polillas a su muerte, a sus muertes como individuos. Incapaces de ver la verdadera luz. El verdadero fuego. Los hombres se movían por dos palancas: Miedo e interés propio. Ellos para él no eran "falsos héroes". Sino almas descarriadas, que habían fracasado al encontrar aquello que deberían haber apuntado a buscar. La verdadera virtud.
Una vez, un libro hizo una analogía interesante. Sólo puedes encontrar lo que buscas cuando esperas no usarlo para tu propio bien.
Éste hombre, por muy malvado que se vea de aspecto, parecía entender éste aspecto, este anhelo, a la perfección.
Y él, Napoleón Bonaparte en persona, el hombre que se alzó buscando erradicar la injusticia que los Franceses ejercían sobre su verdadero pueblo, el pueblo de la isla de Córcega, no llegó a coronarse Emperador por fama o por gloria. Simplemente entendió que Córcega no era el mundo. Los Franceses mismos sufrían las injusticias de la monarquía y las consecuencias de su caída. Si alguien podía extender sus brazos para todos, para sumir a Córcega, Francia, e incluso toda Europa, en el bienestar que el pueblo había ansiado desde siglos...
Era mejor que fuese alguien destinado a serlo.
Él sólo había sido un general brillante cuya posición lo hizo amado por Francia.
Napoleón Bonaparte no escogió el trono de Francia. Francia escogió a Napoleón Bonaparte para el trono.
Y lo hizo dos veces.
Nunca buscó fama, dinero, gloria o una posición. Él sólo sabía que el pueblo necesitaba una figura que pudiese realizar todo lo que ellos podían soñar. Y antes que Emperador, era "El hombre que hacía posible lo imposible".
Y fue ese concepto el que le dio tras su muerte, un puesto en "El Trono de los Héroes", donde todos los individuos calificados para Servant han ido a parar.
... Pero él no era un héroe. Nunca le gustó el mote de "héroe elegido por el Grial". No era un héroe, sólo una persona que sabía lo que un continente entero necesitaba. Fue general, fue emperador, y él sabía lo que eso significaba. Era un hombre con las manos manchadas no de sangre, sino de guerra. Unificar Europa bajo los ideales del verdadero bienestar, significaba que los "falsos héroes" de otras naciones, los acomodados reyes Españoles, regodeándose de glorias obsoletas, los herederos de los panteónicos líderes de Austria, los falsos principados y ducados de la Confederación y los burgueses Británicos sedientos de dinero, se opondrían. Y eran poderosos. Y no cederían sus privilegios.
Ante esto, lo único que podía hacerse era entregarse a la guerra. Estar consciente de que formaría un ejército, tomaría hombres prometedores, con futuro, con familia, y les rogaría que se lo entregaran a su patria. Que morirían por su comando. Que incluso otros, su cuerpo de espías, se volverían aquello que no debían haber sido, sólo para poder entender al enemigo. Y aún el conocimiento de que no estaban entregando sus vidas y su honor por su bien personal, sino por el ideal que le dio al pueblo de Francia... No alcanzaba a ser un consuelo. Apreciaba a cada refuerzo en una escaramuza, pero sentía dolor por cada baja. Bajas que marcaban bajas en enemigos que... Al final y al cabo no eran villanos como los marcaba aquel sujeto. Eran hombres que, tal como su ejército, luchaban y morían por una voluntad, una convicción que buscaba representar el bienestar de un pueblo. Quizá su concepción estaba errada, pero muchos de los hombres que morían, sólo lo hacían porque otro hombre a la altura de Bonaparte se los pidió. Por eso, las palabras de Zen le llegaban. No al "héroe" Bonaparte, ni al Emperador Bonaparte, sino que al general. Si nada justificaba un asesinato, ¿Entonces tampoco podía justificar las vidas de los miles que habían perecido en su nombre, o contra su nombre?
Por lo mismo, su mueca sonriente, de entendimiento, se agrió. Entendía a este hombre, Dabi. Era una persona noble, que sin duda no pensaba como un héroe en sí. Ni siquiera se consideraba uno. Era alguien más como él mismo, con sus manos impregnadas con la sangre de aquellos que servían a los que pretendían negarle la virtud a su pueblo. Pero le faltaba visión. Aún no hacía más que empezar a abrazar el Heroísmo. Pero hacer el heroísmo te hace ser amado. Y el ser amado te lleva muy lejos. Demasiado.
Pero los giros de la historia tenían que suceder. Y éstos elegían personas para ello. Él simplemente era alguien con la convicción suficiente como para ser convertido en uno de sus ejes. Y el eje sabe lo que hace, sabe cómo transforma al mundo. Y sabe que derrama sangre y llora con honor por ella. Llanto de honor, amor y orgullo. El alcance de tu conciencia está limitada solo por tu capacidad de amar y abrazar con tu amor el espacio que te rodea y todo lo que contiene.
Dabi se había encerrado en una perspectiva muy pequeña del mundo. Y probablemente aquel hombre Stein al que le profesaba admiración... Nunca había tenido que empuñar una bayoneta. Romper en gritos de fervor contra el estruendo de los cañones. Tener que recoger un caballo luego de una explosión cercana y seguir cargando adelante, hacia una muerte segura. Hacia la apuesta mandatoria por un futuro mejor para cada persona que cargaba detrás de él.
Y quizá el albino a su lado tampoco.
Él, un hombre con las manos manchadas de guerra. Quizá era el único que veía el verdadero panorama del heroísmo y la voluntad en aquel momento.
Y hubiese pagado con su propio Imperio, el beneplácito de no tener que entender tal panorama.
- ...La razón por la que la mayoría de las personas fracasan en lugar de tener éxito, es que intercambian lo que más desean por lo que quieren en este momento. - Resolvió a responder, utilizando una de las frases que hubiese soltado en vida. - El poder es un arma demasiado poderosa para aquellos que creen saber qué hacer con él. Pero quizá el amor sea un arma más letal aún. Los que usan el amor de forma adecuada, pueden ser verdaderos genocidas. Y los pueblos califica a esos genocidas como héroes. Por amor. Por devoción. -
Miró con una sonrisa amarga a Dabi. Sus convicciones no eran erradas. Y realmente no podía reprochar su actitud de asesino de villanos. Muy a pequeña escala, pensaba como un militar, un soldado movido por adoración a sus ideas.
- Joven noble. - Se dirigió otra vez hacia el albino, asintiendo. - Es cierto que matar nunca es la salida. El concepto de "héroe" que vosotros tenéis es de proteger incluso a aquellos que te juran la muerte. Un verdadero hombre no odia a nadie. Aunque prefiero hacer excepciones con los británicos, ejem. - Carraspeó una vez y prosiguió. - En fin. Sin embargo... Hay veces en las que no tienes de otra que hacerlo. El bien y el mal, son conceptos que no dejan de venir de convicciones fuertes e irreconciliables. ¿Y qué puedes hacer, si tu opositor no desea o no puede entender las razones de lo que es justo? Conoces mi nombre. Y por ende, conoces aquello que le ha dado a mi nombre su majestuosidad. Entonces sabes también que mi posición no me permite contradecir a este hombre. -
Su sonrisa perenne terminó por caer, mientras observaba a Dabi de reojo. Sentía simpatía por él. Pero sabía que estaba caminando un sendero que transitas sin consciencia o sin intelecto. O, en cambio, se trotaba con toda la consciencia posible. Sólo los que eran capaces de cargar con sus actos elevaban su voz en el eco del tiempo.
Dabi al final, era un hombre forjado bajo las posibilidades de la era.
Y él, era un hombre creado por las expectativas de un pueblo necesitado. Ambos tenían convicciones similares. Pero uno había vivido, ciertamente, mucho más que el otro. Y había llegado más lejos en el mismo sendero.
Quizá demasiado como para poder tomar arrepentimiento.
- ¿Los héroes que luchan por fama, por poder, eh?... -
Eso de héroes que buscaban la fama sólo por gloria se solía dar. Aún en su tiempo se daba. Robespierre había estado lleno de gusanos que le siguieron para asegurarse un puesto en el poder. No eran útiles. Y fueron esos gusanos los que propiciaron su ejecución, al fin y al cabo. Robespierre había sido un visionario, el baluarte de la revolución. Pero se dejó embaucar por esta gente, estos hombres sedientos de poder y de gloria.
Él también los entendía. ¿Quién no querría llenarse de fama? ¿Quién no querría inscribir su nombre en el firmamento de la historia? ¡Reconocimiento! ¡Honor! ¡Privilegio! ¡El poder establecer tu propio linaje! ¿Quién podría resistirse a algo como eso? El hombre posee un corazón débil. Y aquellas posibilidades eran luminosas. Luces fatuas y negligentes que los atraían como polillas a su muerte, a sus muertes como individuos. Incapaces de ver la verdadera luz. El verdadero fuego. Los hombres se movían por dos palancas: Miedo e interés propio. Ellos para él no eran "falsos héroes". Sino almas descarriadas, que habían fracasado al encontrar aquello que deberían haber apuntado a buscar. La verdadera virtud.
Una vez, un libro hizo una analogía interesante. Sólo puedes encontrar lo que buscas cuando esperas no usarlo para tu propio bien.
Éste hombre, por muy malvado que se vea de aspecto, parecía entender éste aspecto, este anhelo, a la perfección.
Y él, Napoleón Bonaparte en persona, el hombre que se alzó buscando erradicar la injusticia que los Franceses ejercían sobre su verdadero pueblo, el pueblo de la isla de Córcega, no llegó a coronarse Emperador por fama o por gloria. Simplemente entendió que Córcega no era el mundo. Los Franceses mismos sufrían las injusticias de la monarquía y las consecuencias de su caída. Si alguien podía extender sus brazos para todos, para sumir a Córcega, Francia, e incluso toda Europa, en el bienestar que el pueblo había ansiado desde siglos...
Era mejor que fuese alguien destinado a serlo.
Él sólo había sido un general brillante cuya posición lo hizo amado por Francia.
Napoleón Bonaparte no escogió el trono de Francia. Francia escogió a Napoleón Bonaparte para el trono.
Y lo hizo dos veces.
Nunca buscó fama, dinero, gloria o una posición. Él sólo sabía que el pueblo necesitaba una figura que pudiese realizar todo lo que ellos podían soñar. Y antes que Emperador, era "El hombre que hacía posible lo imposible".
Y fue ese concepto el que le dio tras su muerte, un puesto en "El Trono de los Héroes", donde todos los individuos calificados para Servant han ido a parar.
... Pero él no era un héroe. Nunca le gustó el mote de "héroe elegido por el Grial". No era un héroe, sólo una persona que sabía lo que un continente entero necesitaba. Fue general, fue emperador, y él sabía lo que eso significaba. Era un hombre con las manos manchadas no de sangre, sino de guerra. Unificar Europa bajo los ideales del verdadero bienestar, significaba que los "falsos héroes" de otras naciones, los acomodados reyes Españoles, regodeándose de glorias obsoletas, los herederos de los panteónicos líderes de Austria, los falsos principados y ducados de la Confederación y los burgueses Británicos sedientos de dinero, se opondrían. Y eran poderosos. Y no cederían sus privilegios.
Ante esto, lo único que podía hacerse era entregarse a la guerra. Estar consciente de que formaría un ejército, tomaría hombres prometedores, con futuro, con familia, y les rogaría que se lo entregaran a su patria. Que morirían por su comando. Que incluso otros, su cuerpo de espías, se volverían aquello que no debían haber sido, sólo para poder entender al enemigo. Y aún el conocimiento de que no estaban entregando sus vidas y su honor por su bien personal, sino por el ideal que le dio al pueblo de Francia... No alcanzaba a ser un consuelo. Apreciaba a cada refuerzo en una escaramuza, pero sentía dolor por cada baja. Bajas que marcaban bajas en enemigos que... Al final y al cabo no eran villanos como los marcaba aquel sujeto. Eran hombres que, tal como su ejército, luchaban y morían por una voluntad, una convicción que buscaba representar el bienestar de un pueblo. Quizá su concepción estaba errada, pero muchos de los hombres que morían, sólo lo hacían porque otro hombre a la altura de Bonaparte se los pidió. Por eso, las palabras de Zen le llegaban. No al "héroe" Bonaparte, ni al Emperador Bonaparte, sino que al general. Si nada justificaba un asesinato, ¿Entonces tampoco podía justificar las vidas de los miles que habían perecido en su nombre, o contra su nombre?
Por lo mismo, su mueca sonriente, de entendimiento, se agrió. Entendía a este hombre, Dabi. Era una persona noble, que sin duda no pensaba como un héroe en sí. Ni siquiera se consideraba uno. Era alguien más como él mismo, con sus manos impregnadas con la sangre de aquellos que servían a los que pretendían negarle la virtud a su pueblo. Pero le faltaba visión. Aún no hacía más que empezar a abrazar el Heroísmo. Pero hacer el heroísmo te hace ser amado. Y el ser amado te lleva muy lejos. Demasiado.
Pero los giros de la historia tenían que suceder. Y éstos elegían personas para ello. Él simplemente era alguien con la convicción suficiente como para ser convertido en uno de sus ejes. Y el eje sabe lo que hace, sabe cómo transforma al mundo. Y sabe que derrama sangre y llora con honor por ella. Llanto de honor, amor y orgullo. El alcance de tu conciencia está limitada solo por tu capacidad de amar y abrazar con tu amor el espacio que te rodea y todo lo que contiene.
Dabi se había encerrado en una perspectiva muy pequeña del mundo. Y probablemente aquel hombre Stein al que le profesaba admiración... Nunca había tenido que empuñar una bayoneta. Romper en gritos de fervor contra el estruendo de los cañones. Tener que recoger un caballo luego de una explosión cercana y seguir cargando adelante, hacia una muerte segura. Hacia la apuesta mandatoria por un futuro mejor para cada persona que cargaba detrás de él.
Y quizá el albino a su lado tampoco.
Él, un hombre con las manos manchadas de guerra. Quizá era el único que veía el verdadero panorama del heroísmo y la voluntad en aquel momento.
Y hubiese pagado con su propio Imperio, el beneplácito de no tener que entender tal panorama.
- ...La razón por la que la mayoría de las personas fracasan en lugar de tener éxito, es que intercambian lo que más desean por lo que quieren en este momento. - Resolvió a responder, utilizando una de las frases que hubiese soltado en vida. - El poder es un arma demasiado poderosa para aquellos que creen saber qué hacer con él. Pero quizá el amor sea un arma más letal aún. Los que usan el amor de forma adecuada, pueden ser verdaderos genocidas. Y los pueblos califica a esos genocidas como héroes. Por amor. Por devoción. -
Miró con una sonrisa amarga a Dabi. Sus convicciones no eran erradas. Y realmente no podía reprochar su actitud de asesino de villanos. Muy a pequeña escala, pensaba como un militar, un soldado movido por adoración a sus ideas.
- Joven noble. - Se dirigió otra vez hacia el albino, asintiendo. - Es cierto que matar nunca es la salida. El concepto de "héroe" que vosotros tenéis es de proteger incluso a aquellos que te juran la muerte. Un verdadero hombre no odia a nadie. Aunque prefiero hacer excepciones con los británicos, ejem. - Carraspeó una vez y prosiguió. - En fin. Sin embargo... Hay veces en las que no tienes de otra que hacerlo. El bien y el mal, son conceptos que no dejan de venir de convicciones fuertes e irreconciliables. ¿Y qué puedes hacer, si tu opositor no desea o no puede entender las razones de lo que es justo? Conoces mi nombre. Y por ende, conoces aquello que le ha dado a mi nombre su majestuosidad. Entonces sabes también que mi posición no me permite contradecir a este hombre. -
Su sonrisa perenne terminó por caer, mientras observaba a Dabi de reojo. Sentía simpatía por él. Pero sabía que estaba caminando un sendero que transitas sin consciencia o sin intelecto. O, en cambio, se trotaba con toda la consciencia posible. Sólo los que eran capaces de cargar con sus actos elevaban su voz en el eco del tiempo.
Dabi al final, era un hombre forjado bajo las posibilidades de la era.
Y él, era un hombre creado por las expectativas de un pueblo necesitado. Ambos tenían convicciones similares. Pero uno había vivido, ciertamente, mucho más que el otro. Y había llegado más lejos en el mismo sendero.
Quizá demasiado como para poder tomar arrepentimiento.
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