El sueño, el recuerdo. (Privado)

La tierra bajo sus pies, los gritos de los pueblerinos enfadados, su llanto en sangre.

Era día del juicio, las personas a su alrededor gritaban declarando a la pequeña albina como una bruja, aquella albina no podía hacer más que llorar, el juicio empezó, aquella vez la habían visto controlar el agua para que la sequía acabará, había orado a su Dios por aquel milagro y su Dios le concedió aquella habilidad, ella pensó que los aldeanos se emocionarían, pobre ilusa.

Sus Dioses le dieron la espalda aquel tiempo. Miró al cielo preguntándose por qué sucedía aquello, miró al cielo para no ver los cadáveres sin cabeza de sus hermanos, retuvo sus lágrimas lo más que podía, no podía creer todo lo que estaba sucediendo, ella había ayudado a toda esa gente ¿Por qué la despreciaban? Sus manos temblaban debido a los golpes sobre estás, sus mejillas estaban ligeramente inflamadas y sus pies estaban cubiertos de tierra, espinas y vidrios.

— Por favor...solo les ayudaba.

Murmuró nuevamente mientras aquel juez y todos los presentes la despreciaban, buscó a aquellos que se hicieron llamar sus amigos algún día, estaban entre los que le juzgaban, el juez dictó la sentencia y ella intentó huir, por reflejo más que nada. Una joven que toda su vida sirvió a los demás por nada, sería quemada.

[...]

Finalmente todo había Sido terminado, la hoguera estaba lista, ardía como el mismo sol, el largo cabello de la albina había sido cortado, sus manos estaban llenas de moretones al igual que su torso, no podía soportar más aquello, el guardia que le vigilaba, al ver que ella volvía a intentar levantarse del suelo tomó aquel látigo, ella de inmediato se retractó de lo que intentó, pero el guardia ya lo había visto y no pararía colocó a la albina contra la pared y comenzó a golpearle, pequeños pedazos de piel caían de aquella delicada mujer, se escuchaban sus sollozos y quejidos por todo el lugar, resonaban los golpes y casi podía escucharse como las gotas de sangre caían al suelo. Cuando aquel sujeto terminó de desatar su ira llegó otro guardia burlándose de aquella mujer.

Los minutos pasaban lentamente, el rostro de aquella mujer era casi irreconocible, finalmente habían terminado de quitarle todo, no faltaba mucho para que diera su último respiro, el sacerdote y un sujeto encapuchado sonreían complacidos de lo que pasaría. Las manos de Akira fueron atadas a la cruz al igual que sus pies, estaba demasiado cansada como para intentar hacer algo, incluso su cuerpo estaba agotado, ya no podía hacer nada. Los sujetos quitaron la base para subirla, el fuego la abrazó rápidamente y ella dió su último suspiro, no gritó, no sé quejó, lo último que hizo fue ver las cabezas de sus hermanos en estacas, sonreír y murmurar «Hasta vernos De nuevo».

[...]

Nuestra albina actual se levantó de la cama con la respiración agitada, había dormido fuera de la sede aquella noche, sus manos inmediatamente fueron a su cabello, luego a su rostro y finalmente a su abdomen, estaba bien, pero por un segundo sintió las mismas llamas de su sueño abrazándola, negó levemente con la cabeza y decidió empezar su día, no queria recordar.