En compañía con un ángel (Enkidu)

Ya se estaba haciendo una costumbren que hasta los mismos reyes estén en una academia, todo parecía marchar normal. A ninguno le hacía falta los grandes lujos que siempre habían guardado en la antigüedad, sin olvidar que lucharon para poder obtenerlos y ahora lo siguen haciendo; luchan para seguir obteniendo más.
Además, lo que cada rey también ha tenido son sus consejeras reales o consejeros, aquellos que siempre estaban al servicio de su Dios; como ella.

El día estaba muy caluroso, caminaba sin rumbo fijo buscando algo de aventura junto a sus pequeñas creaciones, pero... "Estaría más divertido si tuviera con quien compartir mis momentos" Pensó. La idea de encontrar algún amigo se hacía cada vez más persistente en su cabeza. Sus suaves paso la llevaron hasta los jardines del castillo, un precioso paisaje, una vista inefable que deleitaba a cualquiera que pasaba por allí. Observaba con regocijo el lugar, el verde pasto se veía tan fresco y ni que hablar de las flores del lugar... Era algo digno para ser catalogados como una obra de arte

Lo que más llamo su atención fue aquel sujeto de cabellera verde, quien se encontraba sentado debajo de un gran árbol; aquella vestimenta blanca lo hacía ver como un ángel. Se acerco con cautela por atrás, quería verlo un poco más de cerca, sin embargo no quería ser vista por el susodicho tal vez pensaría que lo anda vigilando o cosas así. ━ Eres un ser algo extraño y eso me interesa. No había sentido tu presencia por estos lugres nunca, en pocas palabras eres nuevo. ━ Musitó suavemente. Se había sentado al otro lado del árbol mientras le brindaba una sonrisa desde ahí.

El mundo parecía igual, sin cambios que lo lograrán perturbar. Cuando encontró ese sitio llenó de vida natural, pocas cosas pudo pensar. Siguió al instinto, mismo que lo arrastró al pie de un árbol, se sentó y cerró sus ojos.

En un instante sintió ser parte de ese sitio, un lugar cómoda que permitía comprender una simple cosa, nuevamente vivía. Su espontánea meditación no era profunda, sentía todo y notar que alguien se acercaba, resultó en algo sencillo. Sin embargo, mantuvo su quietud, parecía imperturbable, como una roca en el verde pasto.

— ¿Dirás que has venido hasta aquí por mí? — preguntó — Eres algún gato que en necesidad de saciar su profunda curiosidad vino hasta esté lugar...

Habló con sinceridad, desconocía la identidad de quién le hablaba ni cómo se miraba. Sus ojos cerrados no eran la única limitación, la visitante parecía haberse posado al otro lado del gigante natural.

— Si dices que sí, pensaré que he enloquecido. Pues he escuchado la voz de los gatos y tú suenas como una mujer — sonrió — Una bella que parece no usar calzado.

Acarició el suelo con su mano izquierda, podía saberlo todo en ese punto. Menos aquellos que se alcanzaba por la vista, pero tener con quién charlar y desconocer su procedencia, resultaba tentador hasta para él. Una comunicación gratificante, única.