Un día de cacería [Ereshkigal]

Las cosas no podían ir de mal en peor para aquél arquero. Muchos se preguntarían: ¿Qué problemas traería consigo alguien cómo él? Pues su agradable personalidad y sensible tacto con las personas lo llevarían a la actual situación, provocando que le encargasen por mero "morbo" una misión totalmente absurda y peligrosa que pocos afortunados han llegado a ser testigos de lo que se enfrentan y salir con vida de allí, más no con éxito dentro de lo planeado.
Sin embargo, después de haber investigado profundamente a lo que se enfrentaría dentro de poco, llegó a la misma conclusión y es que las únicas víctimas del "enemigo" son humanos sin experiencia en combate, seres vivos que pueden ser fuente de alimento de este ser... Si, eso sirve a su favor.

Así que no necesitaría de mucho más que reestablecer su reserva mana para emprender el viaje hacia el río; por el camino también aprovecharía para recoger y buscar algunas armas que se pueden hallar entre la diversa fauna de la isla, esto le vendría bien para añadirlas a su colección. Emiya se fue a pie sin complicaciones, realmente le agradaba más ello que el depender de su Master y sus extrañas formas de conseguir transporte e incluso el evadir las miradas de ciudadanos a su alrededor, por lo que mantuvo su esencia como espíritu oculta de todos.

— Bien, finalmente... — Replicó en cuanto su pie piso la corriente del gran río, como era de esperarse ese tropical ambiente de un área bastante llamativa en cuanto a fauna y flora la cual le pareció tranquilizante hasta cierto punto.
Ahora, comentaremos el objetivo a atrapar: Megatherium, uno de los mayores mamíferos terrestres conocidos de los comienzos del Pleistoceno. Esperen, ¿algo así aún puede seguir vivo? La respuesta es un tal vez, debía comprobarlo y esperar hasta que la susodicha bestia haga acto de presencia para eliminarla del mapa que arruinaba la experiencia turística de muchos visitantes ante su enorme tamaño; le era indiferente el matar una especie tan extinta, al final siempre sería lo mismo con él.

Durante su estadía en la superficie, la diosa del Inframundo decidió hacerse cargo de los jardines de la academia con el pretexto de que necesitaba estar ocupada y que no estaría mal echarle una mano a los Muebles de Beatrice en ese tipo de tareas mundanas. Intentaba inútilmente que su entusiasmo sobre las flores y la jardinería no se note, era demasiado obvia. Sobre todo porque constantemente abandonaba el establecimiento y merodeaba por la isla en busca de flores silvestres para probar métodos de reproducción y poder reproducirlos una vez vuelva a su reino en Kur.

Fue por eso que se hallaba en aquel sitio, en primer lugar. Ignorando las advertencias de los Muebles de Beatrice sobre la bestia que rondaba por el lugar, Ereshkigal se aventuró en solitario hacia el rio para recolectar una que otra flor que le llamara la atención. A este paso, las estatuas de los jardines delanteros del castillo se verán cubiertas de flores y enredaderas.

Se movió con cautela entre los arboles, agudizando su oído para poder advertir cualquier movimiento, desde el aleteo de un ave hasta las pisadas de una inmensa bestia.

—Oh... ¡Es aquí! —expresó con entusiasmo, corriendo hacia la orilla del río donde observó la flora de aquel majestuoso ecosistema.

Se sentó en el suelo y sacó de uno de los bolsillos de su vestido una pequeña agenda que tenía el nombre y un dibujo de las flores que estimo que encontraría allí, junto con algunas de sus características. Una flor en  particular llamó su atención, y ese era el lirio acuático. Sus pétalos eran de un suave color lila y despedían un aroma que resultaba relajante. La diosa se estiró en la orilla para alcanzarla, y cuando estaba a punto de tomarla...

Se congeló.

Sus oídos captaron pisadas. Suaves, calmadas, probablemente se trataba de un humano, pero no podía estar muy segura. Rápidamente, se echó hacia atrás y se levantó, sacudiendo la falda de su vestido mientras se escondía detrás de uno de los anchos troncos de los arboles que rodeaban el área. Aguantó la respiración hasta que las pisadas se detuvieron en el río y oyó una voz, se asomó, cuidando no ser vista.

Su vestimenta y el tipo de aura que rodeaba su figura... Era un servant. Lo habría sabido antes si no hubiera estado tan distraída. Evaluó su apariencia, recorriéndolo de cabeza a pies con la mirada, y cuando notó que dejó su agenda en el suelo, volvió a esconderse.

—Demonios, uh... —maldijo en voz baja.

Si reconociera a aquel servant, recogería sus cosas y preguntaría que lo trae a aquel lugar, sin embargo no recordaba haberlo visto antes en el castillo ¿Era de Asgard, entonces? ¿O no pertenecía a ningún bando? Sea como sea, debía idear una estrategia lo más rápido posible.