Un cambio de aires~ (Morgan - Roxxane)

Redimirse. Aquella palabra significaba muchas cosas a pesar de ser tan pequeña; significaba el peso de cambiar algo abruptamente que corrompía un corazón, de cambiar una costumbre dañina para la integridad y de arrepentirse sobre aquello que salió mal por cuenta propia; actos de mal y todo aquello que devore el alma de los buenos saliendo y desapareciendo totalmente con el autoperdon, eso significa la palabra redención.

El joven albino caminaba por las calles de Tokyo bastante despreocupado; se encontraba lejos de su actual hogar, de la academia, de sus nuevos conocidos; necesitaba un nuevo aire, estar solo y pensar sobre sí mismo, "¿que rayos pasa conmigo?",  esa idea no se alejaba de él mismo. La luna brillaba sobre las calles, mientras que el albino mermaba lentamente su troer y se detenía frente a un callejón; se sentó sobre un basurero y empezó a meditar sobre qué hacer.

{Realmente estoy encontrando lo que buscaba?, esto es lo que esperaba al dejar todo atrás?} —Pensó el joven; solitario y perdido, su mente le atormentaba con recuerdos sobre su familia y sobre aquello que intentó olvidar para centrarse en su libertad, en su vida deseada...

Mientras este se encontraba vagando en sus memorias, algunos matones se acercaban a este entre las sombras de la noche; en instantes, el joven Morgan estaba rodeado por varios lobos de las calles, bandidos de la luna. Aquellos hombres entre risas buscaron perturbar la paz del albino, sin embargo, este no les prestó atención en absoluto, por ello fue lanzado al suelo e intimidado nuevamente; entre suspiros de aburrimiento y melancolía, este se levantó e intentó atentar contra sus agresores, matarles sería la solución más sencilla y viable para el vampiro...sin embargo, recordó la promesa que hizo hace bastante tiempo ante su mejor amigo una vez, una donde prometió no atentar contra la integridad de los débiles de esa forma, por ello simplemente dio un salto y se alejó de los mismos, tratando de evitarse problemas tanto a él, como a ellos.

Fue perseguido por aquellos tipos un buen rato; su regeneración y movilidad fue sellada mientras estaba distraído por sus memorias, por lo que los daños a su integridad no mermaban sin importar cuanto intentase; usar alguna de sus leyes de sangre podría sacarlo de su situación pero, podría por un pequeño momento perder el razonamiento sobre sí mismo y acabar destruyendo a los tipos de todas formas, por esa misma razón permaneció con los daños sobre su cuerpo. Heridas de bala, heridas por dagas, golpes, huesos rotos; el albino se tiró al suelo en otro callejón, no había salida y se encontraba debilitado, totalmente rodeado por los matones.

—Je, estoy jodido, esta vez tardaré años en resucitar...maldita sea. —El albino sonrió mientras tosía afligido por sus heridas, esperando a que sus perseguidores acabarán con él en su totalidad, aceptando su inevitable destino, pues sus esperanzas y motivaciones justo ahora, no eran más que migajas y su promesa valía más que la vida de aquellos matones.

—Que va...

La débil luz lunar lucha por iluminar sutilmente aquella fría metrópolis. Sus calles estaban totalmente desoladas, parecía ser que nadie se atrevía a vagar por las mismas a esas horas de la noche, ya sea por el temor de ser asaltados o por el simple hecho de preferir permanecer en la calidez de sus hogares.
Aquello no era el caso de la mujer, quien caminaba a paso lento por las solitarias calles, escondiéndose en la umbra.
Cualquier persona que la llegara a ver, podría creer que se trataba de un simple espectro, puesto que aquella fémina parecía haberse detenido en el tiempo, utilizando vestidos dignos de la antigua nobleza. Su cabello tan dorado como el oro resaltaba en la oscuridad, acompañados de aquellos ojos carmesí que estudiaban la zona con detenimiento, mientras que sus mariposas revoloteaban a su alrededor, esperando pacientes una nueva orden de parte de Roxanne.

Su “paseo” nocturno fue interrumpido por el sonido de unas cuantas pisadas a la lejanía, parecía ser que estaban persiguiendo a alguien debido a los comentarios que aquellos hombre esbozaban, puesto que  que los mismos eran semejantes a los que un cazador le diría a su presa.
Un suspiro escapó de sus finos labios a la vez que apuraba sutilmente sus pasos, dispuesta a dirigirse hacia los culpables de ese tan molesto escándalo. Esto no lo hacía por gusto o por querer parecer alguien que ayudaría al "prójimo" cuando esté lo necesitase; la única excusa, o más bien obligación que tenía, era ser capaz de llevar el apellido Agriche a la cima, forzando a los más débiles a respetarlos, gobernando con el miedo. Eso era lo que Roxanne venía a hacer a esa metrópolis, después de todo, necesitaba el favor de su padre.

Atrapada en sus pensamientos fue cuando llegó a su objetivo. Sus ojos carmesí se posaron en los matones.

— Que escena tan encantadora... — Esbozó, llamando la atención de aquellos hombres, quienes le dieron la espalda a su pobre víctima para depositar su interés en ella. — La familia Agriche considera que la tortura y la violencia hacia otros es realmente aceptable y agradable... — La mujer cerró sus ojos, ladeando sutilmente su cabeza, manteniendo aquel tono suave y delicado. — Sin embargo, al atacar a alguien más débil, que no opone resistencia alguna... Hace que el placer de torturar se vuelva efímero. — Roxanne abrió sus ojos, contemplando el rostro confuso de los hombres. Parecían no entender de lo que hablaba, más bien, parecían estar debatiendo si debían matarla o no, dudando meramente por la belleza de la mujer. — Por favor, permítanme mostrarles cómo se hace en realidad.

En sus orbes se dibujaron unas tenues figuras de mariposas, que pronto llegaron a su ubicación. Aquellas criaturas tan inofensivas y hermosas comenzaron a revolotear sobre los hombres, para finalmente depositarse en ellos. Los jóvenes aún se mantenían extrañados, pero sus expresiones cambiaron cuando la fémina dibujo una sonrisa sombría en su rostro. Las mariposas no tardaron en comenzar a devorar a sus nuevas víctimas, provocando que el callejón se llenará de gritos y jadeos. La sonrisa de Roxanne no desapareció, estaba orgullosa de la letalidad de sus criaturas. Sin embargo, se vio obligada a dirigir su atención hacia el hombre que malherido se encontraba.

— Tú... — Esbozó, abriéndose paso entre los cuerpos que eran consumidos por las mariposas con serenidad. — ¿Estás bien? — Preguntó, arrodillandose ante él para así estar a su altura. Sus ojos carmesí vagaron por el cuerpo del joven. — No pareces estarlo. — Confesó. — ¿Hay algún lugar al que puedas ir?

Se mostró preocupada ante aquel nuevo individuo que ante sus ojos se encontraba. Aquella cabellera blanca le recordaba a un viejo conocido, de ahí nació su sutil  preocupación.