Abandono (Raiden + libre)

Hace tres meses.

El monstruo impactó de lleno su garrote contra el pecho de Jellal. Se interpuso para salvar a Raiden de ese fatal golpe. En ese instante, el peliazul sentía tanto dolor que sentía que su mente se desconectaba de la realidad. Cae de rodillas para botar un chorro de sangre que salía de su boca. Ya no tenía fuerzas, sus piernas le pesaban, y agarrotados sus brazos le eran como de cemento.

— Raiden, sálvame, ya no puedo más contra esta bestia, — se limpió los labios de sus fluidos vitales. Su cuerpo le ardía, su vista se volvía borrosa. Estaba tan agotado que ya no podía más. Sin embargo, Raiden se quedaba quieta. Es más, parecía alejarse del campo de batalla.

— Raiden, ¿Qué sucede? ¿Por qué te vas? ¡Ayúdame, maldición! No me dejes solo... — exclamó entre dientes y con alaridos de dolor. No podía más, pero su compañera de lucha tenía otro plan en mente. ¿Qué estaba sucediendo?

Aquella chica se empezó a alejar del campo de batalla escuchando las exclamaciones solo giro para verlo y apretó fuertemente su puño mientras veía a su compañero sangrar y temblando por el dolor que aquel sentía

—No debiste hacer eso Jellal...lo siento—

Esta al dejar de mirarlo se impulsaría hacia otra dirección corriendo muy rápido, abandonando el campo de batalla y dejándolo indefenso al ahogarse de dolor ante aquel bestia

Lagrimas brotaron de sus ojos. No podía creer lo que estaba presenciando. La traición. Sentía que su corazón se encogía mientras su mente se dislocaba de la realidad. Cada vez más la figura de Raiden se hacía más pequeña, haciendo cada segundo más evidente el abandono. Esa inacción que lo marcaba patidifuso ante los embates de la vida.

— Raiden, no me dejes, — vomitó sangre. El mundo le daba vueltas. Con otro ataque del monstruo, Jellal quedó inconsciente por un segundo. Sus ojos se cerraron y entró de forma aparatosa al mundo de los sueños. Ya no sentía. Ya no pensaba. Todo por el abandono de Raiden. Esa vil traición no se iría nunca de la mente del peliazul. Así, la del cabello púrpura ya no estaba en la escena. Se había fijado y había dejado al profesor a suerte.