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Déjame llevarte por el camino más luminoso. [Priv. Jellal.]
~ +ACADEMIA LEGACY+ Foro de rol literario ~ :: Isla Rokkenjima :: Extremo Opuesto de la Isla :: Playa
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Déjame llevarte por el camino más luminoso. [Priv. Jellal.]
La doble de la bruja de los celos muchas veces precisaba de calma y tranquilidad, no hacía mucho que había llegado a Legacy y ya estaba algo inquieta con la situación tanto de Japón como la de la academia, sin negar que estaba algo asustada por los de Svartgard, por lo que sabía, que no era mucho para qué mentir, podían ser realmente peligrosos. Por otro lado, tanto Rokkenjima como la academia le encantaban, habían acaparado su corazoncito desde que llegó, le parecía todo tan bonito y a la vez interesante que quería conocer cada rincón en profundidad, por eso aquella tarde, después de un par de días de su llegada, se había planteado que cuando estuviera sin nada que hacer investigaría los alrededores para conocer la zona, después de todo nunca antes había estado allí.
Vistiéndose como de costumbre y tras almorzar algo suave salió del castillo como si fuera un pobre animalillo perdido, mirando todo a su alrededor con visible admiración y curiosidad, no pudo evitar llevarse alguna mirada indiscreta de algún compañero, no dejaba de ser el juguete nuevo de la Academia y su apariencia no ayudaba a pasar desapercibida. Con un suspiro largo se fue alejando de la institución, calmadamente pero con un paso constante. A decir verdad, estuvo curioseando los alrededores un buen rato, hasta que al final se percató de algo: ¡no conocía aún la playa de la isla! Sus orbes violáceos brillaron de emoción al pensar en ir, amaba los lugares calmados y con tanta tensión le vendría bien sentir la brisa del mar y sentarse un rato.
Sin pensarlo sus piececitos se aceleraron a la playa, donde divisó un pequeño acantilado que la atrajo inmediatamente y buscó con la mirada de manera rápida cómo subir a él. No era difícil y rodeando un poco en unos cinco minutos ya estaba en lo alto de este. Avanzó lentamente hacía la orilla del ultimo pedrusco, a veces no pensaba en lo peligrosos que eran algunos de sus inocentes actos, respiro hondo mirando al abismo y cerrando los ojos retrocedió algo intimidada, desde abajo no parecía que fuera para tanto.
Permaneció un buen rato de pie hasta que al final se volvió a aventurar y se quedó sentada en el borde del acantilado, con los pies colgando al abismo y estirando sus hermosas alas. Ah, se sentía tan bien... ¡Menos mal que su pequeño espíritu estaba durmiendo! Conocía a su compañero y sabía muy bien que la reprendería por colocarse ahí, pero es que a veces era demasiado sobreprotector... además, lo bien que la estaba haciendo sentir el clima, la brisa y la adrenalina... su cuerpo se tensó en un acto reflejo, en señal de defensa y sus sentidos se dispararon: una presencia, no sabía si buena o mala, pero había alguien en aquel lugar que había encontrado solo ella e importunando su calma, de echo sintió algo de inquietud, estaba fuera del Castillo, no había nadie por ahí a esas horas, Orión (su espíritu) dormía y si era enemigo estaría en graves problemas.
— ¿Hola? Ven si quieres, no me importa compartir el lugar... — saludó con un tono en apariencia bastante amable y alegre pero con un deje tembloroso, la probabilidad de ser atacada seguía ahí, además los ángeles no solían agradar mucho. Sus rostro se aventuró a girarse lentamente hacia su espalda donde divisó unos metros más allá un varón con unas apariencias algo intimidantes y cabello azul. Iba a decir algo, pero se le olvidó y de modo instintivo subió sus pies a tierra firme, solo por si acaso, si la pillaba de sorpresa podrían fallarle sus alas. Iba a decir algo, pero se le olvidó y solo pudo que sonreír.
Vistiéndose como de costumbre y tras almorzar algo suave salió del castillo como si fuera un pobre animalillo perdido, mirando todo a su alrededor con visible admiración y curiosidad, no pudo evitar llevarse alguna mirada indiscreta de algún compañero, no dejaba de ser el juguete nuevo de la Academia y su apariencia no ayudaba a pasar desapercibida. Con un suspiro largo se fue alejando de la institución, calmadamente pero con un paso constante. A decir verdad, estuvo curioseando los alrededores un buen rato, hasta que al final se percató de algo: ¡no conocía aún la playa de la isla! Sus orbes violáceos brillaron de emoción al pensar en ir, amaba los lugares calmados y con tanta tensión le vendría bien sentir la brisa del mar y sentarse un rato.
Sin pensarlo sus piececitos se aceleraron a la playa, donde divisó un pequeño acantilado que la atrajo inmediatamente y buscó con la mirada de manera rápida cómo subir a él. No era difícil y rodeando un poco en unos cinco minutos ya estaba en lo alto de este. Avanzó lentamente hacía la orilla del ultimo pedrusco, a veces no pensaba en lo peligrosos que eran algunos de sus inocentes actos, respiro hondo mirando al abismo y cerrando los ojos retrocedió algo intimidada, desde abajo no parecía que fuera para tanto.
Permaneció un buen rato de pie hasta que al final se volvió a aventurar y se quedó sentada en el borde del acantilado, con los pies colgando al abismo y estirando sus hermosas alas. Ah, se sentía tan bien... ¡Menos mal que su pequeño espíritu estaba durmiendo! Conocía a su compañero y sabía muy bien que la reprendería por colocarse ahí, pero es que a veces era demasiado sobreprotector... además, lo bien que la estaba haciendo sentir el clima, la brisa y la adrenalina... su cuerpo se tensó en un acto reflejo, en señal de defensa y sus sentidos se dispararon: una presencia, no sabía si buena o mala, pero había alguien en aquel lugar que había encontrado solo ella e importunando su calma, de echo sintió algo de inquietud, estaba fuera del Castillo, no había nadie por ahí a esas horas, Orión (su espíritu) dormía y si era enemigo estaría en graves problemas.
— ¿Hola? Ven si quieres, no me importa compartir el lugar... — saludó con un tono en apariencia bastante amable y alegre pero con un deje tembloroso, la probabilidad de ser atacada seguía ahí, además los ángeles no solían agradar mucho. Sus rostro se aventuró a girarse lentamente hacia su espalda donde divisó unos metros más allá un varón con unas apariencias algo intimidantes y cabello azul. Iba a decir algo, pero se le olvidó y de modo instintivo subió sus pies a tierra firme, solo por si acaso, si la pillaba de sorpresa podrían fallarle sus alas. Iba a decir algo, pero se le olvidó y solo pudo que sonreír.
Invitado- Invitado
Re: Déjame llevarte por el camino más luminoso. [Priv. Jellal.]
Ding, ding, ding.
El suspiro de Jellal fue pesado, como si expectorara el yugo y una sarta de emociones negativas que orbitaban en su corazón. Tomó sus útiles escolares y su cuaderno, y los guardó presto en la mochila, porque la verdad, y a pesar de haber estado hace meses, no tenía a nadie quien hablarle, a nadie con el cual conversar sobre asuntos del alma. Aunque no era muy necesario ¿o sí? Miró a la compañera que tenía a su lado, y ésta ya se había girado para hablar con su grupo de amigos. Otra vez se había formado un desierto en dicho salón de clases.
Nuestro amigo peliazul solo se volteó para seguir con su camino, con la mochila puesta en su hombro -en la cual tenía varias cosas-, viendo cómo la gente iba y venía siempre tan igual, algunos con cándidas sonrisas pues ya era día viernes y eso significaba un breve descanso para todos, incluso el inagotable estudiante Jellal, que tenía planes de ir a ver el horizonte como siempre, mientras bebía de su taza de té. Eso le recordaba breves momentos de su infancia, en el tiempo en que estaba en cautiverio aprendió a tomar pequeñas dosis de felicidad junto a sus más cercanos. Mas ahora en la Academia, este panorama había sido permutado por uno en donde tenía comodidades, pero no compañeros a su lado, lo cual lo inducía a una vorágine de angustia.
Fuuuuu.
Apenas salió del edificio de donde estudiaba, la brisa marina le llegó de golpe en su faz, haciendo que su garzo flequillo ondeara. Era de esos vientos fríos que no eran desagradables, que acariciaban tus mejillas y hombros, con el típico aroma salino del mar. A veces lento y a veces rápido. Cruzó a través del jardín de margaritas, y luego por unas cuantas palmeras, para subir a esa pequeña colina que daba con el acantilado. Caminó al tiempo que sentía que su vida se despedazaba por no ver más a Erza y a sus verdaderos amigos, a ese grupo fiel que lo acompañaba a cualquier sitio. Entonces... la vio por primera vez.
— Ehm... — y en el momento, con el bello sol de ocaso de fondo vio a una albina mujer que extendía sus alas, que impedía que le encandilara su vista. Fernandes quedó paralizado, pero sabía ya de antemano que su lugar ya estaba ocupado y que debía partir hacia otro lugar. Una buena idea sería ir al segundo piso de la biblioteca para tomar té y leer un libro de magia, que muchos gustos literarios no tenía. Empero, esa muchacha le señaló que podía acercarse a compartir el lugar, mostrando sus brillantes y violetas luceros. Así pues, el de la marca en el rostro asintió con la cabeza — Gracias. Te lo agradezco — caminando lentam y cautelosamente hasta posicionarse a su lado para ver la hermosa puesta de sol.
¿De verdad le pedía eso? Muchos compañeros odiaban a Jellal por haberlo visto en conductas negativas, y otros le tenían miedo por su aspecto intimidante. Si bien el peliazul a veces estallaba, no era una mala persona — ¿Tú eres nueva, no? — llevó sus orbes cafés hacia los de ella para luego volverlos a retirar hacia donde el sol se hundía en el gigantesco Océano Pacífico. Ciertamente, era muy linda, y los rayos del moribundo astro rey matizaban sus cabellos de un naranja-dorado, buen panorama mientras el cielo se oscurecía y llenaba de arreboles. Entonces, Jellal sacó de su mochila dos vasos y un termo. Llenó un recipiente de su té Earl Grey, su sabor favorito.
— ¿Quieres... té? Es una infusión especial de té negro. Siempre me siento aquí los días viernes — la mirada del chico seguía enfrascada hac ia adelante, como si intentara olvidarse por un momento de su soledad y las miles de tristezas que corroían su alma — Veía una revista científica. Dicen que este mismo sol se transformará en una gigante roja y devorará el planeta — vertió algo de té en su vaso y lo bebió de forma tranquila, al tiempo que hacía hundir su mirada en el bello paisaje. Quería conversarle de algo, de lo que fuese, mientras no exista el silencio. Esa misma falta de comunicación que atrofia nuestras posibles amistades.
El suspiro de Jellal fue pesado, como si expectorara el yugo y una sarta de emociones negativas que orbitaban en su corazón. Tomó sus útiles escolares y su cuaderno, y los guardó presto en la mochila, porque la verdad, y a pesar de haber estado hace meses, no tenía a nadie quien hablarle, a nadie con el cual conversar sobre asuntos del alma. Aunque no era muy necesario ¿o sí? Miró a la compañera que tenía a su lado, y ésta ya se había girado para hablar con su grupo de amigos. Otra vez se había formado un desierto en dicho salón de clases.
Nuestro amigo peliazul solo se volteó para seguir con su camino, con la mochila puesta en su hombro -en la cual tenía varias cosas-, viendo cómo la gente iba y venía siempre tan igual, algunos con cándidas sonrisas pues ya era día viernes y eso significaba un breve descanso para todos, incluso el inagotable estudiante Jellal, que tenía planes de ir a ver el horizonte como siempre, mientras bebía de su taza de té. Eso le recordaba breves momentos de su infancia, en el tiempo en que estaba en cautiverio aprendió a tomar pequeñas dosis de felicidad junto a sus más cercanos. Mas ahora en la Academia, este panorama había sido permutado por uno en donde tenía comodidades, pero no compañeros a su lado, lo cual lo inducía a una vorágine de angustia.
Fuuuuu.
Apenas salió del edificio de donde estudiaba, la brisa marina le llegó de golpe en su faz, haciendo que su garzo flequillo ondeara. Era de esos vientos fríos que no eran desagradables, que acariciaban tus mejillas y hombros, con el típico aroma salino del mar. A veces lento y a veces rápido. Cruzó a través del jardín de margaritas, y luego por unas cuantas palmeras, para subir a esa pequeña colina que daba con el acantilado. Caminó al tiempo que sentía que su vida se despedazaba por no ver más a Erza y a sus verdaderos amigos, a ese grupo fiel que lo acompañaba a cualquier sitio. Entonces... la vio por primera vez.
— Ehm... — y en el momento, con el bello sol de ocaso de fondo vio a una albina mujer que extendía sus alas, que impedía que le encandilara su vista. Fernandes quedó paralizado, pero sabía ya de antemano que su lugar ya estaba ocupado y que debía partir hacia otro lugar. Una buena idea sería ir al segundo piso de la biblioteca para tomar té y leer un libro de magia, que muchos gustos literarios no tenía. Empero, esa muchacha le señaló que podía acercarse a compartir el lugar, mostrando sus brillantes y violetas luceros. Así pues, el de la marca en el rostro asintió con la cabeza — Gracias. Te lo agradezco — caminando lentam y cautelosamente hasta posicionarse a su lado para ver la hermosa puesta de sol.
¿De verdad le pedía eso? Muchos compañeros odiaban a Jellal por haberlo visto en conductas negativas, y otros le tenían miedo por su aspecto intimidante. Si bien el peliazul a veces estallaba, no era una mala persona — ¿Tú eres nueva, no? — llevó sus orbes cafés hacia los de ella para luego volverlos a retirar hacia donde el sol se hundía en el gigantesco Océano Pacífico. Ciertamente, era muy linda, y los rayos del moribundo astro rey matizaban sus cabellos de un naranja-dorado, buen panorama mientras el cielo se oscurecía y llenaba de arreboles. Entonces, Jellal sacó de su mochila dos vasos y un termo. Llenó un recipiente de su té Earl Grey, su sabor favorito.
— ¿Quieres... té? Es una infusión especial de té negro. Siempre me siento aquí los días viernes — la mirada del chico seguía enfrascada hac ia adelante, como si intentara olvidarse por un momento de su soledad y las miles de tristezas que corroían su alma — Veía una revista científica. Dicen que este mismo sol se transformará en una gigante roja y devorará el planeta — vertió algo de té en su vaso y lo bebió de forma tranquila, al tiempo que hacía hundir su mirada en el bello paisaje. Quería conversarle de algo, de lo que fuese, mientras no exista el silencio. Esa misma falta de comunicación que atrofia nuestras posibles amistades.
Jellal Fernandes
Re: Déjame llevarte por el camino más luminoso. [Priv. Jellal.]
Sintió como incluso sus alas temblaban de una manera leve y suave, seguramente su anfitrión no podría advertirlo pero ella sí lo hacía y le molestaba un poco para ser sincera, el contrario no tenía un buen aspecto que dijéramos y ahí, por lo que sabía, debía de desconfiar de todo el mundo... ardua tarea para alguien como ella que era todo corazón y alegría. Sus ojos lilas siguieron cada movimiento del varón sin ningún reparo, como un animalillo que recién descubre algo que nunca había visto. Debía estar preparada para cualquier imprevisto y sus manos se cerraron dispuesta a salir huyendo si algo venía hacia a ella, después de todo podría atacar a distancia de manera letal o arremeterla cuerpo a cuerpo, cualquier cosa la dejaría fuera de juego si la daba así que...
Sus ojazos se abrieron sorprendidos cuando este la agradeció y vio, anonadada, como se acercaba hacia el lugar donde estaba ella, se encogió un poco algo avergonzada mientras le escuchaba, después de todo había temido de alguien que simplemente parecía otro alumno del castillo y que no parecía malo para nada, de echo visto de cerca se le antojaba atractivo y quiso pensar que su mirada no denotaba ningún tipo de maldad. Suspiró notablemente de alivio y volvió a sacar sus pies al abismo estirando sus bonitas alas con intención de relajarse y disfrutar de ese lugar, al parecer no era la única que tenía un buen gusto para elegir donde olvidarse del resto del mundo.
— Sí... llegué hace nada a Legacy... Supongo que tú también eres un estudiante, ¿no? — preguntó con una voz suave y cantarina que ahora se veía menos forzada y más melódica. No sabía cuánto se alegraba de que aquel muchacho no fuera malo... al menos por ahora. Pensó que si era un enemigo podría aprovechar aquello para atacarla cuando menos se lo esperara pero una vez más su inocencia la hizo deshacerse de esa posibilidad sacudiendo la cabeza de manera enérgica mientras seguía echando miradas al muchacho como si quisiera ver lo que pensaba. Era cierto que estaba confiando en un desconocido y que no debería hacerlo pero así era ella, no podía evitarlo, cuántos más golpes se daba con ese tipo de cosas más seguía comportándose así, no escarmentaba.
Con una sola frase aquel anfitrión tan sombrío se ganó la simpatía completa de Lia. — ¡Oh, té! ¡Me encanta! ¡Sí, por favor! ¡Tienes un buen gusto! — exclamó con un brillo en los ojos que demostraba su amor ancestral por esa bebida. Nunca había conocido a nadie que bebiera té y menos de tan buen gusto y que además, tuviera un termo donde llevarlo, ¡qué original! ¡Le copiaría la idea!
— ¿Y eso te preocupa? Quiero decir... es un proceso natural de las estrellas y el sol no deja de ser una estrella enorme, además... si todo sigue el curso que llevamos para entonces los humanos ya se habrán estinguido. — respondió algo más seria y pensativa mientras movía sus piernas de un lado a otro mirando al muchacho que no desviaba su mirada del horizonte, vaya... parecía alguien... solitario. — ¡A quién le importa! ¡Yo al menos no tengo intención de vivir para verlo! — dijo entre risitas suaves intentando animar el ambiente de la conversación. — No podemos hacer nada... pobres de los animalitos que resistan hasta entonces...— musitó muy bajito, a veces también tenía pensamientos lúgubres y su naturaleza amable no podía evitar que se preocupara por el resto de los seres.
— Siento haberte robado tu lugar, de haber sabido que alguien venía aquí a relajarse no hubiese venido... pero es que es tan buen lugar... ¿lo compartirás conmigo? — casi parecía una niña pequeña pidiendo un bocado de un dulce mientras le miraba con cierta suplica y es que en verdad, llevaba unos minutos allí pero ya le había fascinado, le parecía un retiro de lo más agradable y hermoso. Esperó la negativa, la verdad era algo normal si la decía que no, pero en el fondo solo quería un sitio donde esconderse y quizás un nuevo amigo... — Por cierto, ¿cómo te llamas? — agregó rápidamente sin darle tiempo de responder, ella siempre era como una batería de palabras.
Sus ojazos se abrieron sorprendidos cuando este la agradeció y vio, anonadada, como se acercaba hacia el lugar donde estaba ella, se encogió un poco algo avergonzada mientras le escuchaba, después de todo había temido de alguien que simplemente parecía otro alumno del castillo y que no parecía malo para nada, de echo visto de cerca se le antojaba atractivo y quiso pensar que su mirada no denotaba ningún tipo de maldad. Suspiró notablemente de alivio y volvió a sacar sus pies al abismo estirando sus bonitas alas con intención de relajarse y disfrutar de ese lugar, al parecer no era la única que tenía un buen gusto para elegir donde olvidarse del resto del mundo.
— Sí... llegué hace nada a Legacy... Supongo que tú también eres un estudiante, ¿no? — preguntó con una voz suave y cantarina que ahora se veía menos forzada y más melódica. No sabía cuánto se alegraba de que aquel muchacho no fuera malo... al menos por ahora. Pensó que si era un enemigo podría aprovechar aquello para atacarla cuando menos se lo esperara pero una vez más su inocencia la hizo deshacerse de esa posibilidad sacudiendo la cabeza de manera enérgica mientras seguía echando miradas al muchacho como si quisiera ver lo que pensaba. Era cierto que estaba confiando en un desconocido y que no debería hacerlo pero así era ella, no podía evitarlo, cuántos más golpes se daba con ese tipo de cosas más seguía comportándose así, no escarmentaba.
Con una sola frase aquel anfitrión tan sombrío se ganó la simpatía completa de Lia. — ¡Oh, té! ¡Me encanta! ¡Sí, por favor! ¡Tienes un buen gusto! — exclamó con un brillo en los ojos que demostraba su amor ancestral por esa bebida. Nunca había conocido a nadie que bebiera té y menos de tan buen gusto y que además, tuviera un termo donde llevarlo, ¡qué original! ¡Le copiaría la idea!
— ¿Y eso te preocupa? Quiero decir... es un proceso natural de las estrellas y el sol no deja de ser una estrella enorme, además... si todo sigue el curso que llevamos para entonces los humanos ya se habrán estinguido. — respondió algo más seria y pensativa mientras movía sus piernas de un lado a otro mirando al muchacho que no desviaba su mirada del horizonte, vaya... parecía alguien... solitario. — ¡A quién le importa! ¡Yo al menos no tengo intención de vivir para verlo! — dijo entre risitas suaves intentando animar el ambiente de la conversación. — No podemos hacer nada... pobres de los animalitos que resistan hasta entonces...— musitó muy bajito, a veces también tenía pensamientos lúgubres y su naturaleza amable no podía evitar que se preocupara por el resto de los seres.
— Siento haberte robado tu lugar, de haber sabido que alguien venía aquí a relajarse no hubiese venido... pero es que es tan buen lugar... ¿lo compartirás conmigo? — casi parecía una niña pequeña pidiendo un bocado de un dulce mientras le miraba con cierta suplica y es que en verdad, llevaba unos minutos allí pero ya le había fascinado, le parecía un retiro de lo más agradable y hermoso. Esperó la negativa, la verdad era algo normal si la decía que no, pero en el fondo solo quería un sitio donde esconderse y quizás un nuevo amigo... — Por cierto, ¿cómo te llamas? — agregó rápidamente sin darle tiempo de responder, ella siempre era como una batería de palabras.
Invitado- Invitado
Re: Déjame llevarte por el camino más luminoso. [Priv. Jellal.]
Esa voz. Resonaba cristalina y pura, como el sonido del agua dando un cuarzo. Armónica cual voz de ángel, y dedujo que por sus alas era de esta clase de seres, por lo que inmediatamente guardó algo de respeto. Tal voz lo había desconcertado de su vertiginoso tren de pensamientos, así que solo atinó a responder asintiendo con su cabeza ante si era estudiante o no. Efectivamente, podrían ser perfectamente compañeros de clase.
Así entonces no pudo guardar el rubor de sus mejillas ante el visto bueno de tomar algo de té por este paisaje tan conmovedor y maravilloso. Pese a esto, había notado visos de distancia e incomodidad, pero el peliazul no le recriminaría por ello, pues era su pan de todos los días ser marginado por los demás. Siendo echado como una lata a la basura. Siendo vaciado de su calidad como persona. Llevó su mano al tatuaje de su cara y lo acarició de arriba hacia abajo, pensando quizá que era esto lo que intimidaba a tantos chicos como a chicas; y no solo eso, sino que Jellal era un mago sumamente diestro y estudioso, y varios temían sus poderes que algún tipo de conexión demoníaca se dejaba ver mas no a ciencia cierta.
Levantó las cejas lentamente con la respuesta seria pero optimista de quien tenía a su lado. La albina solo había comentado que era lo más natural del mundo que las cosas tuvieran su fin. El sol, el árbol de la esquina, las gaviotas que volaban en bandada por las alturas y hasta ellos mismos. Ciertamente era el orden de las cosas, no obstante, esa turbación seguía en su alma como un tifón que remece las moradas de los hombres — Si no hay nada que hacer ante la adversidad y nuestro destino es fatal... ¿por qué me preocupo tanto? — cerró sus ojos y de nuevo largó un suspiró del cual botó todo el aire de sus pulmones. Eso lo liberaba de su angustioso pasado, su terrible futuro y lo clavaba en el presente, en donde quería vivir en paz, libre de los aguijones de la preocupación y el arrepentimiento. Desde luego que no le importaba hablar sobre sus cosas, pues hace mucho que no hablaba así de esta manera tan confortante.
Se le quedó mirando un par de segundos con una mirada triste en sus ojos — No, no es mi lugar. El mundo es todos... siéntate junto a mí — sonrió con un dejo de pena. Hacía años que alguien no compartía algo así con él — Me llamo Jellal Fernandes. Aunque el nombre exacto vendría a ser "Gerard" — se presentó marcando una entonación en la última palabra volteando su mirada hacia ella y riendo un poco. Le parecía gracioso que no supiera cómo se pronunciaba su propio nombre durante más de la mitad de su vida, aunque esto se justificaba, pues el hombre de la marca roja había pasado casi la mitad de su vida en cautiverio, siendo esclavo de una secta religiosa que traficaba con niños — Vengo de otra dimensión — llevó su vista al frente acomodando su flequillo por el viento — De un mundo muy parecido a éste... solo que la tecnología allí es algo, um, anticuada, por así decirlo — y no solo eso, sino que cosas como la electricidad y las tecnologías de la información eran reemplazadas por magia, la cual era de uso libre en Earthland.
— Pero da lo mismo... tanto mi mundo como éste, como el de muchos más van a morir, así que... ¿Qué sentido tiene hacer algo bueno? Esforzarnos por nada... — abrió sus melancólicos orbes para ver cómo el sol se achataba y escondía cada vez en la frontera la cual ardería en llamas algún día — Supongo que incluso la misión de un ángel es completamente inútil. Un demonio nunca tiene salvación — la miró de reojo y realmente era hermosa. Sus mejillas se atestaron de rubor nuevamente, y de nuevo puso su mirada café sobre el panorama.
Entonces, de su mochila sacó un artefacto negro con un botón, el cual apretó y se encendió como una luciérnaga. Una imagen de un campo de trigo apareció y arriba un circulo con un triángulo dentro de éste — Esta cosa se llama móvil. Los humanos se comunican por esto... ¿tienes uno de estos artefactos? — sirvió de nuevo té en los dos vasitos y colocó el artefacto que sonaba allí con una melodía clara, hecha de gaitas, flautas y laúdes. Bebió de nuevo su vaso y vio sus refulgentes orbes lilas. Sacó de su mochila el termo y se lo pasó — Toma, te lo doy... es un regalo para ti — le sonrió. No le importaban las cosas materiales. Solo quería que ella inundase su vida de esas palabras reflexivas y templadas, esas frases que tanto Jellal necesitaba oír para alimentar su alma.
En el fondo, era lo que este hombre de mirada intimidante buscaba en todas las personas y sobre todo en los mismos compañeros de su salón. Mal que las cosas no salieran a favor, mas él estaría contra vientos y mareas ahora y siempre.
Así entonces no pudo guardar el rubor de sus mejillas ante el visto bueno de tomar algo de té por este paisaje tan conmovedor y maravilloso. Pese a esto, había notado visos de distancia e incomodidad, pero el peliazul no le recriminaría por ello, pues era su pan de todos los días ser marginado por los demás. Siendo echado como una lata a la basura. Siendo vaciado de su calidad como persona. Llevó su mano al tatuaje de su cara y lo acarició de arriba hacia abajo, pensando quizá que era esto lo que intimidaba a tantos chicos como a chicas; y no solo eso, sino que Jellal era un mago sumamente diestro y estudioso, y varios temían sus poderes que algún tipo de conexión demoníaca se dejaba ver mas no a ciencia cierta.
Levantó las cejas lentamente con la respuesta seria pero optimista de quien tenía a su lado. La albina solo había comentado que era lo más natural del mundo que las cosas tuvieran su fin. El sol, el árbol de la esquina, las gaviotas que volaban en bandada por las alturas y hasta ellos mismos. Ciertamente era el orden de las cosas, no obstante, esa turbación seguía en su alma como un tifón que remece las moradas de los hombres — Si no hay nada que hacer ante la adversidad y nuestro destino es fatal... ¿por qué me preocupo tanto? — cerró sus ojos y de nuevo largó un suspiró del cual botó todo el aire de sus pulmones. Eso lo liberaba de su angustioso pasado, su terrible futuro y lo clavaba en el presente, en donde quería vivir en paz, libre de los aguijones de la preocupación y el arrepentimiento. Desde luego que no le importaba hablar sobre sus cosas, pues hace mucho que no hablaba así de esta manera tan confortante.
Se le quedó mirando un par de segundos con una mirada triste en sus ojos — No, no es mi lugar. El mundo es todos... siéntate junto a mí — sonrió con un dejo de pena. Hacía años que alguien no compartía algo así con él — Me llamo Jellal Fernandes. Aunque el nombre exacto vendría a ser "Gerard" — se presentó marcando una entonación en la última palabra volteando su mirada hacia ella y riendo un poco. Le parecía gracioso que no supiera cómo se pronunciaba su propio nombre durante más de la mitad de su vida, aunque esto se justificaba, pues el hombre de la marca roja había pasado casi la mitad de su vida en cautiverio, siendo esclavo de una secta religiosa que traficaba con niños — Vengo de otra dimensión — llevó su vista al frente acomodando su flequillo por el viento — De un mundo muy parecido a éste... solo que la tecnología allí es algo, um, anticuada, por así decirlo — y no solo eso, sino que cosas como la electricidad y las tecnologías de la información eran reemplazadas por magia, la cual era de uso libre en Earthland.
— Pero da lo mismo... tanto mi mundo como éste, como el de muchos más van a morir, así que... ¿Qué sentido tiene hacer algo bueno? Esforzarnos por nada... — abrió sus melancólicos orbes para ver cómo el sol se achataba y escondía cada vez en la frontera la cual ardería en llamas algún día — Supongo que incluso la misión de un ángel es completamente inútil. Un demonio nunca tiene salvación — la miró de reojo y realmente era hermosa. Sus mejillas se atestaron de rubor nuevamente, y de nuevo puso su mirada café sobre el panorama.
Entonces, de su mochila sacó un artefacto negro con un botón, el cual apretó y se encendió como una luciérnaga. Una imagen de un campo de trigo apareció y arriba un circulo con un triángulo dentro de éste — Esta cosa se llama móvil. Los humanos se comunican por esto... ¿tienes uno de estos artefactos? — sirvió de nuevo té en los dos vasitos y colocó el artefacto que sonaba allí con una melodía clara, hecha de gaitas, flautas y laúdes. Bebió de nuevo su vaso y vio sus refulgentes orbes lilas. Sacó de su mochila el termo y se lo pasó — Toma, te lo doy... es un regalo para ti — le sonrió. No le importaban las cosas materiales. Solo quería que ella inundase su vida de esas palabras reflexivas y templadas, esas frases que tanto Jellal necesitaba oír para alimentar su alma.
En el fondo, era lo que este hombre de mirada intimidante buscaba en todas las personas y sobre todo en los mismos compañeros de su salón. Mal que las cosas no salieran a favor, mas él estaría contra vientos y mareas ahora y siempre.
Jellal Fernandes
Re: Déjame llevarte por el camino más luminoso. [Priv. Jellal.]
El Sol del que tanto había hablado su nuevo compañero nada más conocerla ya se iba escondiendo dejando un atardecer espectacular ante los ojos de los dos jóvenes, la chica no pudo evitar sentirse algo avergonzada, nunca había estado con otra persona en un lugar como ese y se le antojó similar a las escenas románticas de las películas que los humanos hacían con la diferencia de que la conversación que tenía con aquel prácticamente desconocido no entendía de sentimientos personales, sino de pensamientos filosóficos interesantes, ese tipo de cosas que todo el mundo piensa pero que poca gente pone en su boca por temor, vergüenza o váyase a saber el por qué. Bien era cierto que si pasara cualquiera por allí solo observaría a una pobre angelita con un chico un tanto extraño, se les antojaría una relación insana. A decir verdad, la albina se preocupaba mucho de lo que pensaban los demás, incluso en un lugar donde nadie la conocía y no pudo evitar enfadarse un poco consigo misma al darse cuenta.
— Eso me pregunto yo, ¿no sabes vivir el momento? — la sonrisa de la joven se ensanchó, siempre sabía cómo quitarle peso a las cosas serias y a las situaciones tristes y aparte de ser lo que en verdad pensaba la movía más el sentimiento de dejar de ver ese tono penoso y de pesadez de su anfitrión, entendía el punto de vista ajeno pero aún sin conocerle no quería ver esa expresión tan triste, no al menos en su presencia. Y sí, muchas veces esa actitud tan benevolente era lo que la llevaba a la perdición con la mayoría de los seres, que se aprovechaban de su bondad y luego la dejaban tirada como una mera colilla y aún siendo consciente de eso, Lía no dejaba de actuar de esa manera y quería animar ese rostro.
Por esto mismo cuando el muchacho sonrió, sin notar qué era lo que escondía esa sonrisa cumplió su petición algo avergonzada y lentamente se posicionó a su lado, ahora sí que podía parecer aquello que se había imaginado al principio, sin embargo, por alguna razón ya no lo pensó, sino que se ilusionó con que esa sonrisa fuera real. — Encantada, Jellal. — dijo con cierta dificultad su nombre, al oírlo no le pareció tan complicado pero en el momento que comenzó a pronunciarlo se le tornó cuesta arriba, sin embargo, se limitó a reír de esa manera contagiosa tan característica suya y no le dio más vueltas, no pensó en por qué él no sabía decirlo ni nada, simplemente escuchó gustosa todo lo que el muchacho al parecer deseaba decirle. Eran cosas interesantes de las que nunca había oído hablar y quiso hacer muchas preguntas pero no le pareció adecuada la situación, en esos momentos solo le pareció bien actuar como una consejera, escuchando e intentando que esa sonrisa se reemplazara por una sincera. — Mi nombre es Lía Izumi, es simple y no muy común, se pronuncia como suena así que no tendrás problema. — bromeó feliz de al fin poder conocer a alguien en ese lugar que se ganara su confianza tan rápidamente.
— Jellal, estar vivos es un regalo, ¿por qué usas una visión tan negativa? Tu misión simplemente es vivir, hacer lo que desees en este mundo y llegar a ser feliz, ¿no crees que si sigues dándole vueltas a todo eso no podrás serlo nunca? Olvídalo, haz lo que desees en este mundo, aún no sabemos lo que nos espera cuando muramos y quizás en otro lugar no tengamos las oportunidades que tenemos aquí. — pronunció ese pequeño discurso como una hermana mayor que reprende al pequeño, que le enseña lo que en verdad es la vida y no pudo evitar incomodarse ante el comentario que hizo después. ¿Demonio? A decir verdad no parecía uno... su cabeza se ladeó observándole y no pudo evitar sentirse algo incómoda, un demonio nunca se hubiera acercado a un ángel así sino quería algo de ella... nunca solían ser cosas buenas. Aún con todo el peliazul no dejaba de sorprenderla y la libró de sus pensamientos arrancándola una carcajada del fondo cuando sacó su móvil y la regaló su termo el cual tomó entre sus finas manos como su fuera un tesoro. Sus ojitos violáceos se posaron en los ajenos y le regaló una sonrisa agradecida de lo más deslumbrante.
— Me vendrá bien... es un buen invento para llevarme un poco de té cuando salga, mil gracias. — le respondió suavemente mientras buscaba su propio móvil y se lo enseñaba. — Aún no lo he utilizado nunca, pero es útil, no tiene nada que ver con la magia, quizás tú sepas más que yo por ese mundo del que vienes... — agregó mirando el objeto curiosamente y guardándolo de nuevo aunque en el último momento votó en su sitio y lo sacó bruscamente. — ¡Ya sé! ¡Dame tu número! Así si necesitas algo y no me encuentras podrás llamarme... no tengo nada para darte por tu regalo... pero... yo... ¡seré tu ángel de la guarda!— agregó ilusionada y algo avergonzada, ni si quiera lo propuso, para ella no era algo que pudiera tomar o no, era algo que tenía que tomar sí o sí, sin saber muy bien por qué la simpatía que le había producido aquel muchacho la había llenado y quería ayudarle. — Te enseñaré que la vida a la que no le encuentras sentido sí lo tiene, solo que no has sabido vivirla hasta ahora, por lo que parece. — agregó posando su mano derecha en la cabeza del peliazul con un gesto cómplice y tranquilizador y a la vez se dio cuenta de que no le importaba lo que fuera, que por alguna razón le causaba confianza, sentía que tenía un corazón puro, solo que estaba cruelmente herido y que precisaba de cuidados y una guía para sobrellevar aquello. Y ella quería serlo.
— Eso me pregunto yo, ¿no sabes vivir el momento? — la sonrisa de la joven se ensanchó, siempre sabía cómo quitarle peso a las cosas serias y a las situaciones tristes y aparte de ser lo que en verdad pensaba la movía más el sentimiento de dejar de ver ese tono penoso y de pesadez de su anfitrión, entendía el punto de vista ajeno pero aún sin conocerle no quería ver esa expresión tan triste, no al menos en su presencia. Y sí, muchas veces esa actitud tan benevolente era lo que la llevaba a la perdición con la mayoría de los seres, que se aprovechaban de su bondad y luego la dejaban tirada como una mera colilla y aún siendo consciente de eso, Lía no dejaba de actuar de esa manera y quería animar ese rostro.
Por esto mismo cuando el muchacho sonrió, sin notar qué era lo que escondía esa sonrisa cumplió su petición algo avergonzada y lentamente se posicionó a su lado, ahora sí que podía parecer aquello que se había imaginado al principio, sin embargo, por alguna razón ya no lo pensó, sino que se ilusionó con que esa sonrisa fuera real. — Encantada, Jellal. — dijo con cierta dificultad su nombre, al oírlo no le pareció tan complicado pero en el momento que comenzó a pronunciarlo se le tornó cuesta arriba, sin embargo, se limitó a reír de esa manera contagiosa tan característica suya y no le dio más vueltas, no pensó en por qué él no sabía decirlo ni nada, simplemente escuchó gustosa todo lo que el muchacho al parecer deseaba decirle. Eran cosas interesantes de las que nunca había oído hablar y quiso hacer muchas preguntas pero no le pareció adecuada la situación, en esos momentos solo le pareció bien actuar como una consejera, escuchando e intentando que esa sonrisa se reemplazara por una sincera. — Mi nombre es Lía Izumi, es simple y no muy común, se pronuncia como suena así que no tendrás problema. — bromeó feliz de al fin poder conocer a alguien en ese lugar que se ganara su confianza tan rápidamente.
— Jellal, estar vivos es un regalo, ¿por qué usas una visión tan negativa? Tu misión simplemente es vivir, hacer lo que desees en este mundo y llegar a ser feliz, ¿no crees que si sigues dándole vueltas a todo eso no podrás serlo nunca? Olvídalo, haz lo que desees en este mundo, aún no sabemos lo que nos espera cuando muramos y quizás en otro lugar no tengamos las oportunidades que tenemos aquí. — pronunció ese pequeño discurso como una hermana mayor que reprende al pequeño, que le enseña lo que en verdad es la vida y no pudo evitar incomodarse ante el comentario que hizo después. ¿Demonio? A decir verdad no parecía uno... su cabeza se ladeó observándole y no pudo evitar sentirse algo incómoda, un demonio nunca se hubiera acercado a un ángel así sino quería algo de ella... nunca solían ser cosas buenas. Aún con todo el peliazul no dejaba de sorprenderla y la libró de sus pensamientos arrancándola una carcajada del fondo cuando sacó su móvil y la regaló su termo el cual tomó entre sus finas manos como su fuera un tesoro. Sus ojitos violáceos se posaron en los ajenos y le regaló una sonrisa agradecida de lo más deslumbrante.
— Me vendrá bien... es un buen invento para llevarme un poco de té cuando salga, mil gracias. — le respondió suavemente mientras buscaba su propio móvil y se lo enseñaba. — Aún no lo he utilizado nunca, pero es útil, no tiene nada que ver con la magia, quizás tú sepas más que yo por ese mundo del que vienes... — agregó mirando el objeto curiosamente y guardándolo de nuevo aunque en el último momento votó en su sitio y lo sacó bruscamente. — ¡Ya sé! ¡Dame tu número! Así si necesitas algo y no me encuentras podrás llamarme... no tengo nada para darte por tu regalo... pero... yo... ¡seré tu ángel de la guarda!— agregó ilusionada y algo avergonzada, ni si quiera lo propuso, para ella no era algo que pudiera tomar o no, era algo que tenía que tomar sí o sí, sin saber muy bien por qué la simpatía que le había producido aquel muchacho la había llenado y quería ayudarle. — Te enseñaré que la vida a la que no le encuentras sentido sí lo tiene, solo que no has sabido vivirla hasta ahora, por lo que parece. — agregó posando su mano derecha en la cabeza del peliazul con un gesto cómplice y tranquilizador y a la vez se dio cuenta de que no le importaba lo que fuera, que por alguna razón le causaba confianza, sentía que tenía un corazón puro, solo que estaba cruelmente herido y que precisaba de cuidados y una guía para sobrellevar aquello. Y ella quería serlo.
Invitado- Invitado
Re: Déjame llevarte por el camino más luminoso. [Priv. Jellal.]
Vivir el momento. El peliazul solo negó con la cabeza de forma leve al tiempo que su mirada se perdía en el horizonte. Para él eso era tan difícil como atrapar una ventisca invernal con sus propias manos, pues en esas movedizas arenas del tiempo el presente desaparecía, haciendo que Jellal permaneciera o bien en esos recuerdos dolorosos del pasado, o del incierto futuro; y ciertamente, su mente rebotaba entre esos dos posibles sitios tan sombríos. Por eso rara vez sonreía. El tiempo no perdona a nadie.
Ella se presentó, y le comentó que la vida era un preciado presente, que la felicidad es el primer y último objetivo de nuestras vidas. No obstante, el muchacho ya no sabía lo que era ser feliz, esa sensación de querer besar la lluvia y cantar a todo pulmón mientras nace el sol. Esas pequeñas pinceladas que hacían sonreír a una persona común, se habían diluido en el corazón del hombre de la marca. Entonces, agradeció el gesto del termo, y luego le pidió su número de teléfono y le propuso ser su ángel de la guarda, a lo que Jellal quedó boquiabierto sin poder articular ninguna palabra. Por esa vez en mucho tiempo, el joven vivió el presente. Sus ojos cafés, semi cristalizados, su dirigieron a la amatista mirada de Lía. Una conexión, un delgado hilo de esperanza se tejía para el mago.
— ¿Mi ángel? — la mensajera que le daría palabras de miel; sería ella, y lo acunaría en las noches donde el calor huyó, alimentaría con sonrisas ese corazón tan desgastado por las cosas de la vida, y también compartiría hasta los secretos más recónditos de su alma. Entonces, ella posó su nívea mano sobre los mechones azules de él, y de nuevo logró sentirse como una persona, en vez de instrumento o algo por el estilo. Así y de la misma forma, él extendió su mano y la depositó en el hombro de la contraria en clara señal de que algo bello estaba por comenzar, una hermosa historia de luz y oscuridad iba a germinar — Necesito aprender más sobre la vida... mi naturaleza, y deshacerme de la angustia — y tal vez eso sería lo más complicado, pues cuando se desgarra tanto una pobre alma ya no ve la vida de la misma forma. Nada es igual luego de haber pasado por un camino solitario y doloroso.
— Éste es el inicio — cerró sus ojos y su sonrisa se abrió levemente, se quedó un minuto así. Esa caricia le sentía tan bien. Un bálsamo de dulzura en mitad de un calvario, un aire de vida entre tantas tinieblas, y ella podía darle por momentos esa suerte de luz que divide el más terrible cielo nocturno. Pasado más o menos un minuto, Fernandes abrió sus luceros y los cruzó con los de ella, no pudo aguantar y se levantó de inmediato como propulsado por un resorte. No estaba acostumbrado a esta clase de situaciones, por lo que sus mejillas se cubrieron de rubor. Se llevó la mano tras la nuca y su trémula voz dejaba escapar cierto nerviosismo — Bueno, creo que es un poco tarde — así, Jellal le entregó un pequeño papelito con su número para que ella lo agendase.
— ¿Quieres venir conmigo al observatorio? La tormenta roja de Júpiter ha disminuido y se ve muy bien — le sonrió otra vez. Otro de los aspectos de Jellal era que le fascinaba mucho la astronomía y la astrofísica. Empero más allá de leyes, la ciencia y la observación rigurosa de los cuerpos celestes, el comedido mago sentía que cada vez que veía el estrellado firmamento por la noche, podría disolver sus problemas con tan solo ver esos puntitos luminosos. Se acomodó la mochila y la observó de forma seria -como siempre solía ver, no es que el joven era alguien que carecía de humor- y sacó su celular para añadirle música a esto.
Una granzante gaviota los sobrevoló y se dirigió al horizonte a otra que iba más adelante. Se giró y las miró fijamente. Aunque no hubiera sol al cual seguir, estas gaviotas lo buscarían, y tal vez eso era lo que debía hacer el peliazul. Acto seguido, esperó a Lía para que fueran al observatorio, a unos dos minutos y medio caminando desde ese lugar. Ciertamente, era el inicio de algo. Un recorrido junto a ella.
Jellal Fernandes
Re: Déjame llevarte por el camino más luminoso. [Priv. Jellal.]
El hilo rojo del destino era bastante caprichoso, siempre unía almas que eran totalmente diferentes, aunque, claro, lo hacía por la conexión que estas tenían entre sí, de ahí el por qué las almas similares nunca conectaban realmente bien, ¿quizás Lía se complementaría con Jellal? No. Suspiró levemente, era Jellal quién podría complementarse con ella, de ahí que él estuviera tan perdido en ese mundo, que pensara cosas pesimistas y no tuviera, al menos en un principio, lo que se dice muchas ganas de seguir, de aprender cuál es su camino, cosa que era bastante triste, al menos en opinión de la muchacha.
Se esperaba que el chico que acababa de conocer rechazase esa oferta o más bien afirmación que dio por hecho la ángel que tomaría, después de todo no se conocían prácticamente y que un ser desconocido te diga que te va a guiar por el buen camino y que será tu ángel de la guarda, además literalmente, sonaba algo extraño, ella lo sabía y se preparó para obtener una negativa o algo parecido mientras inhalaba el aire puro que emitía aquel paisaje tan bello que se alzaba ante sus ojos. Sin embargo, la respuesta que obtuvo fue todo lo contrario, no era un "sí" directo pero tampoco era un "no" simplemente parecía que el poder de unas palabras habían conseguido que el peliazul recapacitará un poco sobre su posición en el mundo. No muy animada por no obtener lo que deseaba pero feliz por él asintió con una sonrisa ante el contacto que él la brindó y con eso pudo distinguir ese "sí". También la sonrisa que le regaló fue de lo más reconfortante y solo afirmó más lo que ya sabía: podría ser su ángel de la guarda. Tomó uno de los mechones del contrario y comenzó a enrollarlo en su dedo sin darse cuenta, solía hacerlo en su propio pelo y se percató de que era terriblemente suave y que el color era bastante singular y bonito.
Le liberó al cabo de unos segundos con cierta vergüenza, había hecho aquello sin querer, ¿qué la pasaba? Nunca se había comportado así... ni mucho menos con un desconocido, quizás era porque ella no había tenido muchos amigos... a su manera también necesitaba una pequeña ayuda y sabía que si tomaba su oferta él sería esa ayuda, parecía mentira que de alguien tan temible y deprimente pudiera pensar eso, pero tenía esa confianza, que podía ser ese complemente que le faltaba desde siempre.
Tomó el papelito con cierta lástima al sentir que su encuentro terminaba ahí y sorprendida vio como estaba casi desapareciendo los últimos halos de luz del sol. Era cierto, sería mejor recogerse, no era hora de quedarse por allí y ella tenía algo de miedo al estar sin acompañar lejos del Castillo así que se levantó sacudiendo su atuendo y disponiéndose a irse con un gesto de la mano. Pero cuando lo hacía algo la paró e hizo que esta se bajara. La propuesta de Jellal hizo que de su boca surgiera un gritito de sorpresa y rápidamente se la tapó con las dos manos sonrojándose violentamente pero sin desviar sus bellos orbes de los ajenos. Tardó unos segundos en reaccionar antes de ponerse a reír. — Soy muy tonta, lo sé. Es que amor mirar las estrellas y, bueno, hace mucho que no tengo una oportunidad así. — más bien nunca la había tenido, nadie nunca la había llevado a ningún lugar ni la había tratado más allá de ser alguien importante y de tener ese parecido con aquella bruja. — Eres el único que me ha hablado desde que llegué aquí. — reconoció con algo de tristeza en la voz mientras comenzaban a caminar en rumbo a dicho observatorio, con la mirada al frente, si le miraba mientras se sinceraba de esa manera seguro que rompía a llorar. — Nunca he tenido la oportunidad de ir a ningún lugar con alguien, de pasarlo bien o algo parecido... en un momento me has hecho más feliz que en toda mi vida. — agradeció sutilmente su gesto mientras le volvía a mirar de reojo, a decir verdad, ya no le daba nada de impresión, la marca que tenía en su rostro se le antojaba hasta bonita... quizás... se parecieran más de lo que pensaba. — Las personas son bastante crueles y todo por esto... — dijo para sí misma haciendo referencia de nuevo a ese parecido con la bruja de los celos mientras tocaba su cabello plateado y dándose cuenta una vez más de que estaba hablando en alto y haciendo algo estúpido se sobresaltó y tocó la piedra de su pecho. — ¡Ah, sí! ¡Como has sido tan bueno conmigo te presentaré a alguien que siempre me acompaña!— claramente quería desviar la conversación que seguramente llevaría lo que dijo antes, pero por otro lado también quería que Jellal conociera a Orión, además, él le daría una visión del muchacho que ella no veía. Así, con un gesto invocó al espíritu con apariencia de gatito gris quien se materializó flotando ante ella y saludando al chico. — Este es Orión, siempre me acompaña. — le presentó con una inmensa sonrisa mostrándole a su único amigo a esa conexión que sabía que podría ser tan importante y que acababa de encontrar.
Y así, con el cielo oscurecido llegaron a dicho observatorio, algo bonito estaba por llegar a la vida de la joven, lo intuía.
Se esperaba que el chico que acababa de conocer rechazase esa oferta o más bien afirmación que dio por hecho la ángel que tomaría, después de todo no se conocían prácticamente y que un ser desconocido te diga que te va a guiar por el buen camino y que será tu ángel de la guarda, además literalmente, sonaba algo extraño, ella lo sabía y se preparó para obtener una negativa o algo parecido mientras inhalaba el aire puro que emitía aquel paisaje tan bello que se alzaba ante sus ojos. Sin embargo, la respuesta que obtuvo fue todo lo contrario, no era un "sí" directo pero tampoco era un "no" simplemente parecía que el poder de unas palabras habían conseguido que el peliazul recapacitará un poco sobre su posición en el mundo. No muy animada por no obtener lo que deseaba pero feliz por él asintió con una sonrisa ante el contacto que él la brindó y con eso pudo distinguir ese "sí". También la sonrisa que le regaló fue de lo más reconfortante y solo afirmó más lo que ya sabía: podría ser su ángel de la guarda. Tomó uno de los mechones del contrario y comenzó a enrollarlo en su dedo sin darse cuenta, solía hacerlo en su propio pelo y se percató de que era terriblemente suave y que el color era bastante singular y bonito.
Le liberó al cabo de unos segundos con cierta vergüenza, había hecho aquello sin querer, ¿qué la pasaba? Nunca se había comportado así... ni mucho menos con un desconocido, quizás era porque ella no había tenido muchos amigos... a su manera también necesitaba una pequeña ayuda y sabía que si tomaba su oferta él sería esa ayuda, parecía mentira que de alguien tan temible y deprimente pudiera pensar eso, pero tenía esa confianza, que podía ser ese complemente que le faltaba desde siempre.
Tomó el papelito con cierta lástima al sentir que su encuentro terminaba ahí y sorprendida vio como estaba casi desapareciendo los últimos halos de luz del sol. Era cierto, sería mejor recogerse, no era hora de quedarse por allí y ella tenía algo de miedo al estar sin acompañar lejos del Castillo así que se levantó sacudiendo su atuendo y disponiéndose a irse con un gesto de la mano. Pero cuando lo hacía algo la paró e hizo que esta se bajara. La propuesta de Jellal hizo que de su boca surgiera un gritito de sorpresa y rápidamente se la tapó con las dos manos sonrojándose violentamente pero sin desviar sus bellos orbes de los ajenos. Tardó unos segundos en reaccionar antes de ponerse a reír. — Soy muy tonta, lo sé. Es que amor mirar las estrellas y, bueno, hace mucho que no tengo una oportunidad así. — más bien nunca la había tenido, nadie nunca la había llevado a ningún lugar ni la había tratado más allá de ser alguien importante y de tener ese parecido con aquella bruja. — Eres el único que me ha hablado desde que llegué aquí. — reconoció con algo de tristeza en la voz mientras comenzaban a caminar en rumbo a dicho observatorio, con la mirada al frente, si le miraba mientras se sinceraba de esa manera seguro que rompía a llorar. — Nunca he tenido la oportunidad de ir a ningún lugar con alguien, de pasarlo bien o algo parecido... en un momento me has hecho más feliz que en toda mi vida. — agradeció sutilmente su gesto mientras le volvía a mirar de reojo, a decir verdad, ya no le daba nada de impresión, la marca que tenía en su rostro se le antojaba hasta bonita... quizás... se parecieran más de lo que pensaba. — Las personas son bastante crueles y todo por esto... — dijo para sí misma haciendo referencia de nuevo a ese parecido con la bruja de los celos mientras tocaba su cabello plateado y dándose cuenta una vez más de que estaba hablando en alto y haciendo algo estúpido se sobresaltó y tocó la piedra de su pecho. — ¡Ah, sí! ¡Como has sido tan bueno conmigo te presentaré a alguien que siempre me acompaña!— claramente quería desviar la conversación que seguramente llevaría lo que dijo antes, pero por otro lado también quería que Jellal conociera a Orión, además, él le daría una visión del muchacho que ella no veía. Así, con un gesto invocó al espíritu con apariencia de gatito gris quien se materializó flotando ante ella y saludando al chico. — Este es Orión, siempre me acompaña. — le presentó con una inmensa sonrisa mostrándole a su único amigo a esa conexión que sabía que podría ser tan importante y que acababa de encontrar.
Y así, con el cielo oscurecido llegaron a dicho observatorio, algo bonito estaba por llegar a la vida de la joven, lo intuía.
Invitado- Invitado
Re: Déjame llevarte por el camino más luminoso. [Priv. Jellal.]
La vitalidad que desprendía esta persona de bellos ojos, hacía ilusionar a Jellal. Definitivamente, era como ver la luz de la naturaleza al final del túnel, con el tren de la desesperación a sus espaldas. Necesitaba un refugio, y quería creer que lo había encontrado en esa pequeña sonrisa que enseñó. Así, y tal como él, encontraba relajante mirar los astros, pues ante la inmensidad del espacio, los problemas personales se reducen a algo menos que un grano de arroz. Ante aquel comentario, que por cierto era triste, el peliazul le respondió que a veces solía hablar con sus otros compañeros sobre la materia, sobre todo lo que era magia. No obstante no había nada más allá de eso.
En parte se sintió reflejado en ella, pues el dolor de ser marginado por la gente es algo que rompe el corazón. Sin embargo, Jellal creía que a veces estar solo era una hermosa bendición, porque con eso ganamos comprensión, empatía y tolerancia. Pese a que el mundo era un lugar ruin y asqueroso, en donde hay gente que mata, roba y engaña, habían fuentes de luz como ella, y su vitalidad, sus ganas por la vida, de ver el lado bueno incluso en el ojo del huracán era ese arcano enigma del cual el joven le parecía curioso. Esa actitud.
Así entonces, y mientras ponían rumbo al observatorio, comentó sobre su ausencia de actividades con otras personas de la Academia. Si bien muchos eran taciturnos, había otros que pese a las apariencias podían ser muy amables, así como Fernandes. Le comentó que ella le había hecho muy feliz, a lo que el peliazul le sonrió -aunque sin mirar para el lado- y puso las cinco yemas de sus dedos para deslizarlas lentamente por su hombro, en señal de que un cariño emergía en este mundo lleno de discordia y provocadores de pleito. "Las personas son crueles", y esa risa que portaba en sus labios se coaguló al segundo, volviéndola lentamente a un rostro serio y opacado por las amarguras de la vida.
La crueldad era signo de que algo malo había en el corazón de una persona. No es que se las tildara llanamente de malvado, pero era un síntoma de que la empatía -así como los pulmones o el estómago- se puede enfermar y estar en un estado muy crítico. Erza le contó que él era un niño cuando lo hicieron esclavo, que le daban latigazos y le hacían levantar piedras las 24 horas del día; y así, el mismo Jellal fue cruel con otras personas, volviéndola en una espiral cosas malas. Mas ya no era así, pero sus pensamientos oscuros se arraigaron con la potencia del roble, muy dentro de su mente tan herida y torturada.
De pronto — ¡Oh! — su voz se quebró en una octava por la impresión de ese amigo de Lía, y es que un pequeño minino de color gris apareció de la misma nada, flotando y acercándose a la joven de orbes resplandecientes — Qué bonito... — rió el hombre de la marca, con la voz grave y estructurada que tanto lo caracterizaba — Orión... ¿me dejas ser tu amigo? — le sonrió mientras seguía avanzando hacia el observatorio, el cual se veía imponente cerca de las costas, y aunque el sol ya tenía sus rayos moribundos, la preciosidad del paisaje todavía seguía serena e imponente. Ciertamente, era un panorama conmovedor.
Caminó y llegó a la puerta para abrirla — ¿Entremos? — le guiñó el ojo de la marca a Lía — ¿Entremos, Orión? — sonrió. Acto seguido, el peliazul encendió las luces y una gran sala de estar circular y con un descomunal telescopio al medio apareció de las tenues sombras del lugar. Era algo gigantesco, como doce elefantes juntos uno arriba del otro. Habían muchas puertas y pasillos: para una pequeña biblioteca, las salas de computación, los baños, el comedor, y un pequeño salón para charlar, ponerse a leer o hacer cualquier otra tarea — Se oscurecerá completamente en una hora más ¿Quieres algo para comer? — se acercó a una máquina expendedora, apretó un botón y dos sandwiches salieron sin necesidad de pagar nada. Total, la misma academia se hacía cargo del capital.
— Vayamos a ver el telescopio — le entregó uno de los sandwiches a ella, pasó su mirada por Orión riéndose otra vez, caminó a tres metros y empezó a ver la luna por una mirilla. Los cráteres y los mares lunares se veían tan claros como el cristal, con una calidad mucho más alta que los telescopios hechos por humanos — Este artefacto funciona con magia. La misma isla es la que se la entrega — comentó al tiempo que se apartaba de la mirilla para dejar que ella se acercara. Tal vez muy cerca. Muy cerca.
En parte se sintió reflejado en ella, pues el dolor de ser marginado por la gente es algo que rompe el corazón. Sin embargo, Jellal creía que a veces estar solo era una hermosa bendición, porque con eso ganamos comprensión, empatía y tolerancia. Pese a que el mundo era un lugar ruin y asqueroso, en donde hay gente que mata, roba y engaña, habían fuentes de luz como ella, y su vitalidad, sus ganas por la vida, de ver el lado bueno incluso en el ojo del huracán era ese arcano enigma del cual el joven le parecía curioso. Esa actitud.
Así entonces, y mientras ponían rumbo al observatorio, comentó sobre su ausencia de actividades con otras personas de la Academia. Si bien muchos eran taciturnos, había otros que pese a las apariencias podían ser muy amables, así como Fernandes. Le comentó que ella le había hecho muy feliz, a lo que el peliazul le sonrió -aunque sin mirar para el lado- y puso las cinco yemas de sus dedos para deslizarlas lentamente por su hombro, en señal de que un cariño emergía en este mundo lleno de discordia y provocadores de pleito. "Las personas son crueles", y esa risa que portaba en sus labios se coaguló al segundo, volviéndola lentamente a un rostro serio y opacado por las amarguras de la vida.
La crueldad era signo de que algo malo había en el corazón de una persona. No es que se las tildara llanamente de malvado, pero era un síntoma de que la empatía -así como los pulmones o el estómago- se puede enfermar y estar en un estado muy crítico. Erza le contó que él era un niño cuando lo hicieron esclavo, que le daban latigazos y le hacían levantar piedras las 24 horas del día; y así, el mismo Jellal fue cruel con otras personas, volviéndola en una espiral cosas malas. Mas ya no era así, pero sus pensamientos oscuros se arraigaron con la potencia del roble, muy dentro de su mente tan herida y torturada.
De pronto — ¡Oh! — su voz se quebró en una octava por la impresión de ese amigo de Lía, y es que un pequeño minino de color gris apareció de la misma nada, flotando y acercándose a la joven de orbes resplandecientes — Qué bonito... — rió el hombre de la marca, con la voz grave y estructurada que tanto lo caracterizaba — Orión... ¿me dejas ser tu amigo? — le sonrió mientras seguía avanzando hacia el observatorio, el cual se veía imponente cerca de las costas, y aunque el sol ya tenía sus rayos moribundos, la preciosidad del paisaje todavía seguía serena e imponente. Ciertamente, era un panorama conmovedor.
Caminó y llegó a la puerta para abrirla — ¿Entremos? — le guiñó el ojo de la marca a Lía — ¿Entremos, Orión? — sonrió. Acto seguido, el peliazul encendió las luces y una gran sala de estar circular y con un descomunal telescopio al medio apareció de las tenues sombras del lugar. Era algo gigantesco, como doce elefantes juntos uno arriba del otro. Habían muchas puertas y pasillos: para una pequeña biblioteca, las salas de computación, los baños, el comedor, y un pequeño salón para charlar, ponerse a leer o hacer cualquier otra tarea — Se oscurecerá completamente en una hora más ¿Quieres algo para comer? — se acercó a una máquina expendedora, apretó un botón y dos sandwiches salieron sin necesidad de pagar nada. Total, la misma academia se hacía cargo del capital.
— Vayamos a ver el telescopio — le entregó uno de los sandwiches a ella, pasó su mirada por Orión riéndose otra vez, caminó a tres metros y empezó a ver la luna por una mirilla. Los cráteres y los mares lunares se veían tan claros como el cristal, con una calidad mucho más alta que los telescopios hechos por humanos — Este artefacto funciona con magia. La misma isla es la que se la entrega — comentó al tiempo que se apartaba de la mirilla para dejar que ella se acercara. Tal vez muy cerca. Muy cerca.
Jellal Fernandes
Re: Déjame llevarte por el camino más luminoso. [Priv. Jellal.]
Ese hilo rojo del destino del que tanto había oído hablar y que nunca había sentido que encontraba, por una vez se había manifestado y conforme intercambiaba más y más palabras con aquel muchacho sentía como se tensaba, como se reforzaba, podrían ser meros pensamientos o alucinaciones pero de verdad que se le antojaba que tenían una conexión bastante bella y fuerte y sí, era precipitado decir eso de alguien que acababa de conocer, al igual que otorgarle su confianza, que contarle ciertas cosas, incluso que presentarle a su amigo, pero es que, ¿acaso no era así como se sentía uno cuando daba con la persona adecuada? ¿Con la última pieza que le faltaba? Una pieza que en apariencia era prescindible, que no parecía componer nada grande pero que en esencia lo era todo, que una vez que la encontraba no podría desprenderse de ella o se quedaría rota, esa era la impresión que le daba el peliazul a la joven, que era su pieza perdida.
Sabía muy bien que la comprendía, podía verlo en sus ojos en sus gestos, aunque sus palabras fueran pocas, podía sentir cómo así era, como en su interior esa persona guardaba mil y un secretos que ella solo quería conocer, que le causaban una intriga tremenda y que ansiaba por escarbar en ellos, porque tenía la intención de que algún día, aquel nuevo compañero, se sinceraría con ella de un modo que podría conocer todo aquello que se imaginaba que el muchacho no habría contado a nadie, al igual que haría ella, no sabía por qué, pero sí, deseaba hacerlo, mostrar esa confianza porque si realmente le había producido esa sensación tan agradable con solo conocerlo un poco... cuando pasasen días, ya no hablando de meses, sabía que aquello sería demasiado. Era una buena impresión la que le daba, muy buena...
Y bueno necesitaba la impresión de otro, del ser en el que más confiaba, así sus ojos morados observaron con detalles los movimientos de su pequeño amigo Orión quien se presentó de una manera muy viva y alegre ante el chico produciendo lo mismo en el contrario. Esa expresión alegre y de sorpresa en el rostro de Jellal se le antojó a Lía un regalo. No parecía ser alguien capaz de sonreír, no parecía ser alguien que se animara fácilmente y menos tal y como había llegado a conocerle, que parecía totalmente deprimido, pensando en cosas malas y demás, sin embargo, una cosa tan simple como ver un espíritu domado le había hecho feliz. Una sonrisa radiante se dibujó en el rostro de la joven mientras entraban en dicho observatorio. En cuanto pudiera cruzaría un par de palabras con su amigo para que le dijera la impresión que le había dado Jellal. Era algo que no comprendía muy bien, y los espíritus por mucho tiempo que acompañaran a un domador nunca solían revelarlo, pero ellos parecía que tenían un don, parecía que pudiesen ver más allá de las personas, el alma, o el aura, algo de eso. Por eso confiaba tanto en él, sabía que le diría si el muchacho era lo que le parecía o no. Por el momento se quedaba con que a Jellal le había gustado Orión y que el pequeño gatito estaba siendo muy amable.
— Vaya... no sabía que existían estas cosas tan bonitas. — exclamó la muchacha al adentrarse en el lugar detrás de su anfitrión mientras observaba con sus vistosos ojos todo a su alrededor. Más que un observatorio le parecía algo increíble, no encontraba un nombre para ello ni nada para compararlo, nunca había visto nada igual y con lo que le gustaba mirar el cielo aquello solo la daba más ganas, sin duda era un buen lugar y también se lo apuntaría en su lista de lugares, lo visitaría a menudo, en noches de insomnio o de reflexiones iría allí y miraría todo lo que la rodeaba, se relajaría hasta que dieran las tantas... debería de agradecer al muchacho por compartir otro lugar con ella.
En cuanto el chico se acercó a aquella máquina expendedora la angelita susurró aprovechó el tiempo. — ¿Qué me dices? — lo hizo en bajito, sin llamar la atención para que él no les oyese y le dio ligeramente la espalda mientras escuchaba a Orión quien la dijo, para su alegría, que el muchacho le gustaba, que le caía bien y que sería alguien bueno. Con eso Lía se giró de nuevo tomando el sandwich y agradeciéndole con una reverencia leve, de manera tradicional, gustaba de hacer aquellas cosas y su educación siempre había sido exquisita. Pegó un mordisco al sandwich deleitándose con el sabor, realmente tenía hambre después de la hora de la comida sin meter nada en el cuerpo y esperó aparentemente tranquila, pero en el fondo muy impaciente que la dejara mirar por aquel inmenso artilugio. Cuando le pasó su lugar su corazón se aceleró como el de una niña pequeña al estar a punto de tocar un juguete nuevo y pegó un vistazo al satélite de la Tierra el cual destacaba bastante, así como aprovechó para repasar varias de las constelaciones que conocía. Tiempo atrás sabía muchas más, pero el no tener dónde mirarlas hizo que su memoria se resintiera. Sonrió ilusionada al poder ver todo aquello. — ¿Sabes mucho sobre la magia, verdad? ¿Estás especializado en ella? — era una duda que la llevaba corroyendo desde hacía un buen rato y Lía era demasiado curiosa, todo lo que se le pasaba por la cabeza quería saberlo.
— Mira... — añadió frunciendo el cejo algo extrañada y alejándose de la mira del telescopio, dejando que Jellal echara otro vistazo, pues algo raro ocurría. Una tormenta de lluvia estaba empezando, de manera brusca y no pudo evitar sentirse algo asustada, no le gustaban nada las tormentas. — ¿Es frecuente que haya este tipo de tormentas en estas zona? — añadió sentándose en un sillón de la sala y rodeándose a sí misma con sus brazos, en un momento sintió algo de frío y vio como Orión también se preocupó un poco.
— Lía, tengo que irme, antes ya estuve contigo y no descansé lo suficiente... aw... ¡Cuida de mi princesa, Jellal o te mato! Si me necesitas... llámame, si puedo vendré... ten cuidado. — como siempre el pequeño felino se preocupaba de su compañera pero no podía estar más de unas horas con ella y se tuvo que ir en el momento en que Lía se sentía más débil. La muchacha le quitó importancia con un gesto de la mano y el espíritu se desvaneció. ¿Y ahora qué? Podía parecer cosa de niños pero la joven tenía un miedo atroz a esas tormentas.
Sabía muy bien que la comprendía, podía verlo en sus ojos en sus gestos, aunque sus palabras fueran pocas, podía sentir cómo así era, como en su interior esa persona guardaba mil y un secretos que ella solo quería conocer, que le causaban una intriga tremenda y que ansiaba por escarbar en ellos, porque tenía la intención de que algún día, aquel nuevo compañero, se sinceraría con ella de un modo que podría conocer todo aquello que se imaginaba que el muchacho no habría contado a nadie, al igual que haría ella, no sabía por qué, pero sí, deseaba hacerlo, mostrar esa confianza porque si realmente le había producido esa sensación tan agradable con solo conocerlo un poco... cuando pasasen días, ya no hablando de meses, sabía que aquello sería demasiado. Era una buena impresión la que le daba, muy buena...
Y bueno necesitaba la impresión de otro, del ser en el que más confiaba, así sus ojos morados observaron con detalles los movimientos de su pequeño amigo Orión quien se presentó de una manera muy viva y alegre ante el chico produciendo lo mismo en el contrario. Esa expresión alegre y de sorpresa en el rostro de Jellal se le antojó a Lía un regalo. No parecía ser alguien capaz de sonreír, no parecía ser alguien que se animara fácilmente y menos tal y como había llegado a conocerle, que parecía totalmente deprimido, pensando en cosas malas y demás, sin embargo, una cosa tan simple como ver un espíritu domado le había hecho feliz. Una sonrisa radiante se dibujó en el rostro de la joven mientras entraban en dicho observatorio. En cuanto pudiera cruzaría un par de palabras con su amigo para que le dijera la impresión que le había dado Jellal. Era algo que no comprendía muy bien, y los espíritus por mucho tiempo que acompañaran a un domador nunca solían revelarlo, pero ellos parecía que tenían un don, parecía que pudiesen ver más allá de las personas, el alma, o el aura, algo de eso. Por eso confiaba tanto en él, sabía que le diría si el muchacho era lo que le parecía o no. Por el momento se quedaba con que a Jellal le había gustado Orión y que el pequeño gatito estaba siendo muy amable.
— Vaya... no sabía que existían estas cosas tan bonitas. — exclamó la muchacha al adentrarse en el lugar detrás de su anfitrión mientras observaba con sus vistosos ojos todo a su alrededor. Más que un observatorio le parecía algo increíble, no encontraba un nombre para ello ni nada para compararlo, nunca había visto nada igual y con lo que le gustaba mirar el cielo aquello solo la daba más ganas, sin duda era un buen lugar y también se lo apuntaría en su lista de lugares, lo visitaría a menudo, en noches de insomnio o de reflexiones iría allí y miraría todo lo que la rodeaba, se relajaría hasta que dieran las tantas... debería de agradecer al muchacho por compartir otro lugar con ella.
En cuanto el chico se acercó a aquella máquina expendedora la angelita susurró aprovechó el tiempo. — ¿Qué me dices? — lo hizo en bajito, sin llamar la atención para que él no les oyese y le dio ligeramente la espalda mientras escuchaba a Orión quien la dijo, para su alegría, que el muchacho le gustaba, que le caía bien y que sería alguien bueno. Con eso Lía se giró de nuevo tomando el sandwich y agradeciéndole con una reverencia leve, de manera tradicional, gustaba de hacer aquellas cosas y su educación siempre había sido exquisita. Pegó un mordisco al sandwich deleitándose con el sabor, realmente tenía hambre después de la hora de la comida sin meter nada en el cuerpo y esperó aparentemente tranquila, pero en el fondo muy impaciente que la dejara mirar por aquel inmenso artilugio. Cuando le pasó su lugar su corazón se aceleró como el de una niña pequeña al estar a punto de tocar un juguete nuevo y pegó un vistazo al satélite de la Tierra el cual destacaba bastante, así como aprovechó para repasar varias de las constelaciones que conocía. Tiempo atrás sabía muchas más, pero el no tener dónde mirarlas hizo que su memoria se resintiera. Sonrió ilusionada al poder ver todo aquello. — ¿Sabes mucho sobre la magia, verdad? ¿Estás especializado en ella? — era una duda que la llevaba corroyendo desde hacía un buen rato y Lía era demasiado curiosa, todo lo que se le pasaba por la cabeza quería saberlo.
— Mira... — añadió frunciendo el cejo algo extrañada y alejándose de la mira del telescopio, dejando que Jellal echara otro vistazo, pues algo raro ocurría. Una tormenta de lluvia estaba empezando, de manera brusca y no pudo evitar sentirse algo asustada, no le gustaban nada las tormentas. — ¿Es frecuente que haya este tipo de tormentas en estas zona? — añadió sentándose en un sillón de la sala y rodeándose a sí misma con sus brazos, en un momento sintió algo de frío y vio como Orión también se preocupó un poco.
— Lía, tengo que irme, antes ya estuve contigo y no descansé lo suficiente... aw... ¡Cuida de mi princesa, Jellal o te mato! Si me necesitas... llámame, si puedo vendré... ten cuidado. — como siempre el pequeño felino se preocupaba de su compañera pero no podía estar más de unas horas con ella y se tuvo que ir en el momento en que Lía se sentía más débil. La muchacha le quitó importancia con un gesto de la mano y el espíritu se desvaneció. ¿Y ahora qué? Podía parecer cosa de niños pero la joven tenía un miedo atroz a esas tormentas.
Invitado- Invitado
Re: Déjame llevarte por el camino más luminoso. [Priv. Jellal.]
El motor de sus latidos comenzó a marcar el paso de una forma más acelerada. Sentía como algo desde su interior, esa corriente que circulaba en sus brazos y piernas le decía que actuara, pero no de forma agresiva, sino todo lo contrario. Jellal pensó en abrazarla por una milésima de segundos, se imaginó cómo sería descansar en esos brazos y que ella lo sanara de sempiterno dolor que nació con él. ¿Habría alguien que pudiera iluminar el corazón de Jellal? El joven tomó distancia y miró hacia el paisaje. No quería pensar en lo que podrían ser cuando el futuro era un camino irregular y lleno de obstáculos. Entonces, Lía le preguntó si se especializaba en magia, a lo que el peliazul asintiendo con la cabeza respondió:
— De niño me consideraron como un prodigio. Según mi amiga Erza fui capturado y todos los días era todo era torturado con magia negra y control mental. Estuve muchos años al servicio del mal — y sus ojos se volvieron llorosos. No recordaba nada de nada, pero confiaba en la palabra de la pelirroja. Decía que era atado a un pilar cristal de etério (una gema mágica) para volverlo loco y contaminar su alma — Al llegar acá no tuve amigos salvo libros y más libros de magia. Los estudio siempre... no conozco otros pasatiempos — suspiró y redujo la altura de sus hombros. Carraspeó y se dio vuelta a ver que la contraria le había dejado espacio para que viera por la mirilla, sin embargo, unas oscuras nubes comenzaron a ocluir el cielo.
Un trueno retumbó en el firmamento y una especie de pequeños arañazos se empezaron a escuchar a distancia. La lluvia se acercaba a pasos de gigante hacia el observatorio, y casi de inmediato la luna fue soterrada por un grueso manto de nubes grises — Sí, es normal en esta época del año. No hay que temer. El mal tiempo pasará en un par de días — se alejó de la mirilla y le sonríó posicionando su mano derecha sobre el hombro de Lía. Incluso con esas descoloridas aglomeraciones oscureciendo todo el panorama, los bellos luceros amatistas de la contraria seguían brillando como el mismo sol. Así, el pequeño minino amenazó de muerte a Jellal con una voz graciosa, pero el joven retrocedió un paso y movió sus manos negando — S-sí, ¡por supuesto que la cuidaré! — y el pequeño gato desapareció. Supuso que era un guardián de Lía. Además, le llamó "princesa". ¿Era una? Se sintió algo honrado. Nunca pensó que estaría con alguien así, mucho menos habiendo sido él un pobre esclavo, o quizás realmente era porque el gatito lo adoraba.
Qué hermoso es ser acompañado con alguien, y Jellal no la perdería por nada del mundo. Se sacó su chaqueta, y ahora solo estaba con la camisa y corbata del uniforme de la Academia — Con permiso — la puso sobre sus hombros, y luego le tocó el hombro — Vamos a la sala de estar — comentó con esa seria faz que lo caracterizaba. Solo estaban ellos dos en el observatorio.
El peliazul se recostó en un sillón como si fuera una cama, se quitó los zapatos y acomodó un cojín abajo de su cabeza, cerró sus ojos y se dispuso a sentir el calor del fuego, y a escuchar cómo las miles de pequeñas gotitas se estampaban contra los cristales — No tengas miedo. Sin estos fenómenos meteorológicos es imposible que crezcan las flores — rió guiñiendo. No es que estuviera siendo optimista, sino que le contó un hecho científico que podría tratar de menguar esa tensión en ella. Era su forma de ver el balance entre lo bueno y lo malo, no por ideas preconcebidas sobre esperanza, pues el peliazul no creía ni en eso ni en milagros ni él mismo. El joven mantenía un aire de seguridad inmensa, y es que no había nada por lo que temer. La estructura era tan fuera que incluso un huracán le podía pasar encima sin destruir nada por dentro. De inmediato se sentó y se acarició las rodillas.
— Se puso muy oscuro. ¿Estás lista para pasar la noche aquí? — y la verdad es que allí tenían de todo. Alimento, necesidades y algunos libros en la pequeña biblioteca en una de las salas. Esta noche iba a ser muy especial. De nuevo pensó en cómo sería abrazarla. Se preguntó si eso suavizaría el corazón de Jellal, y lo abrazaría incluso en las tormentas más inclementes.
— De niño me consideraron como un prodigio. Según mi amiga Erza fui capturado y todos los días era todo era torturado con magia negra y control mental. Estuve muchos años al servicio del mal — y sus ojos se volvieron llorosos. No recordaba nada de nada, pero confiaba en la palabra de la pelirroja. Decía que era atado a un pilar cristal de etério (una gema mágica) para volverlo loco y contaminar su alma — Al llegar acá no tuve amigos salvo libros y más libros de magia. Los estudio siempre... no conozco otros pasatiempos — suspiró y redujo la altura de sus hombros. Carraspeó y se dio vuelta a ver que la contraria le había dejado espacio para que viera por la mirilla, sin embargo, unas oscuras nubes comenzaron a ocluir el cielo.
Un trueno retumbó en el firmamento y una especie de pequeños arañazos se empezaron a escuchar a distancia. La lluvia se acercaba a pasos de gigante hacia el observatorio, y casi de inmediato la luna fue soterrada por un grueso manto de nubes grises — Sí, es normal en esta época del año. No hay que temer. El mal tiempo pasará en un par de días — se alejó de la mirilla y le sonríó posicionando su mano derecha sobre el hombro de Lía. Incluso con esas descoloridas aglomeraciones oscureciendo todo el panorama, los bellos luceros amatistas de la contraria seguían brillando como el mismo sol. Así, el pequeño minino amenazó de muerte a Jellal con una voz graciosa, pero el joven retrocedió un paso y movió sus manos negando — S-sí, ¡por supuesto que la cuidaré! — y el pequeño gato desapareció. Supuso que era un guardián de Lía. Además, le llamó "princesa". ¿Era una? Se sintió algo honrado. Nunca pensó que estaría con alguien así, mucho menos habiendo sido él un pobre esclavo, o quizás realmente era porque el gatito lo adoraba.
Qué hermoso es ser acompañado con alguien, y Jellal no la perdería por nada del mundo. Se sacó su chaqueta, y ahora solo estaba con la camisa y corbata del uniforme de la Academia — Con permiso — la puso sobre sus hombros, y luego le tocó el hombro — Vamos a la sala de estar — comentó con esa seria faz que lo caracterizaba. Solo estaban ellos dos en el observatorio.
Voz en off: Chimenea activada.
El peliazul se recostó en un sillón como si fuera una cama, se quitó los zapatos y acomodó un cojín abajo de su cabeza, cerró sus ojos y se dispuso a sentir el calor del fuego, y a escuchar cómo las miles de pequeñas gotitas se estampaban contra los cristales — No tengas miedo. Sin estos fenómenos meteorológicos es imposible que crezcan las flores — rió guiñiendo. No es que estuviera siendo optimista, sino que le contó un hecho científico que podría tratar de menguar esa tensión en ella. Era su forma de ver el balance entre lo bueno y lo malo, no por ideas preconcebidas sobre esperanza, pues el peliazul no creía ni en eso ni en milagros ni él mismo. El joven mantenía un aire de seguridad inmensa, y es que no había nada por lo que temer. La estructura era tan fuera que incluso un huracán le podía pasar encima sin destruir nada por dentro. De inmediato se sentó y se acarició las rodillas.
— Se puso muy oscuro. ¿Estás lista para pasar la noche aquí? — y la verdad es que allí tenían de todo. Alimento, necesidades y algunos libros en la pequeña biblioteca en una de las salas. Esta noche iba a ser muy especial. De nuevo pensó en cómo sería abrazarla. Se preguntó si eso suavizaría el corazón de Jellal, y lo abrazaría incluso en las tormentas más inclementes.
Jellal Fernandes
Re: Déjame llevarte por el camino más luminoso. [Priv. Jellal.]
La curiosidad de la joven ángel muchas veces era excesiva o molesta y se dio cuenta de que por mucho que se preguntara algo, que aunque le corroyera la intriga sobre algo, había cosas que sin conocer mucho a la persona con la que trataba no debía de preguntar por peligro de tocar alguna fibra suelta, lo sabía muy bien y aún así seguía haciéndolo. Se sintió estúpida y mal por el peliazul y conforme escuchaba sus palabras se sintió aún peor. Quería saber, quería saberlo todo, quería saber el por qué le hicieron eso, qué clases de personas fueron para darles su debido castigo, no le gustaba nada saber que él había sufrido tanto por culpa de seres crueles y oscuros... que seguro que había sido sin razón y si no lo había sido... ¡no le importaba! Se estaba portando tan bien con ella, ya le había dicho que sería su ángel de la guarda, ¡le iba a proteger! Pero sabía que era algo muy doloroso y pese a que sus bonitos labios se separaron para responder, con una batería de preguntas, no logró pronunciarlas, se contuvo y asintiendo de manera muy suave con la cabeza no dijo ni una sola palabra sobre el tema.
Después de todo no era más que un ser del cielo, pero aún así conocía el tipo de gente que serían aquellos que tanto daño le hicieron, también sabía muy bien cómo era esa sensación de no tener a nadie, más allá de libros y música, incluso que los estudios, que todos te rechacen por una tontería, a ella por su parecido con una bruja y a él seguramente por su apariencia, sabía que era eso sin que se lo contara porque ella lo entendía mejor que nadie, ese desplazamiento había sido su pan de cada día desde siempre y por primera vez en su vida sintió algo que estremeció su corazoncito, sintió una lastima enorme, mucha confianza y ganas de tomarlo en sus brazos, cubrirlo con sus alas y decirle que ya no estaba solo. La albina le echó una mirada que cargaba con todos esos sentimientos embarullados y con ese deseo tan extraño para ella ya que nunca había sentido algo igual. Sus ojos se quedaron así unos segundos y luego cerrándolos con calma los desvió algo avergonzada, ¿cómo se le ocurría tan si quiera hacer eso?
Por otro lado, pese a ser alguien que no tenía una apariencia amable y más allá de eso, que no había tratado con muchas personas, igual que ella, fue muy amable con sus palabras tranquilizadoras. Obvio que sabía que una tormenta no acababa con la vida de nadie, al menos en un principio, pero aún así el frío, la oscuridad, las lluvias tan fuertes y los truenos la asustaban muchísimo, no podía evitarlo. Asentía con la cabeza, aparentando estar algo más tranquila, aunque su corazón estaba acelerado pro el temor y se fue a levantar para caminar un poco y calmarse cuando el muchacho posó su chaqueta sobre ella. Sus alas, que estaban plegadas y que antes se notaban tensas, se relajaron ante el contacto del calor que traía la prenda consigo del cuerpo ajeno y notó el olor de esta, que a decir verdad le gustó bastante. La sujetó con sus manos para colocársela bien. Iba a agradecerle el gesto, pero se sentía muy avergonzada, la sensación de la prenda y el olor que daba le agradaban bastante, tanto que la dejaron sin palabras, así que simplemente se limitó a seguirle.
Cuando vio la sala donde entraron se quedó de nuevo boqueabierta, aquellas instalaciones que poseía la Academia y la isla en sí, todos los parajes incluso, la estaban dejando sin palabras. Quizás porque no sabía mucho más allá del orfanato donde estuvo y la casa de su familia adoptiva, bien era cierto que tenía mucho dinero pero no conocía más que ropa de buena calidad y tés exclusivos, nada más, quizás por eso todo la sorprendía tanto. Nada más entrar en el lugar sintió bastante más calor y respiró más tranquila y una risa suave emergió de su boca ante el comentario de Jellal, se sintió incluso hasta algo orgullosa, estaba siendo mucho más suave y amable y se le veía más feliz, quizás la influencia que ella estaba teniendo sobre él, como había pensado que podría hacer, estaba siendo más rápida y buena de lo que esperaba. — ¡Tienes razón! ¡Cuando este temporal termine nos dejará unos campos y flores bien bonitos! — exclamó visiblemente más segura, todo gracias a ese chico y su manera tan personal de hacerla sentir mejor. Pese a que Orión se hubiera tenido que ir sabía que él la protegería, le daba esa impresión. Tomó asiento al lado del chico de manera cohibida y se quedó mirando la chimenea. ¿También funcionaría con magia? No, seguro que eso sí sería tradicional aunque bueno, no dejaba de estar en un lugar donde la magia estaba presente por todas partes.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz del muchacho quien la sobresaltó con la pregunta que el hizo. — ¿Dormir aquí? ¿Tú y yo? — respondió con los ojos muy abiertos, la cara ligeramente colorada y con una expresión de sorpresa inmensa. Vaya, qué tonta era de nuevo, rápidamente se dio cuenta de que no era una proposición, sino una obligación. Sería difícil y peligroso salir de allí en plena noche con ese temporal y llegar sanos y salvos al Castillo, al menos un catarro como mínimo cogerían. Negó con la cabeza rápido al darse cuenta. — ¡Ah, sí, sí! Claro... podríamos tener problemas saliendo ahora... — agregó con una risa nerviosa intentando excusarse y poniendo una mano en su cabeza, dando a entender que no había caído en ello. El cruel e incómodo silencio se adueñó de la situación y se descalzó subiendo sus pies al sofá, intentando no moverse demasiado, no molestar. De nuevo su mente voló a aquello que la había contado antes y no pudo evitar sentir como la tristeza se adueñaba de ella. Le observó sutilmente con la luz de la chimenea de acompañamiento y se le escapó un suspiro pesado, realmente así se le veía alguien más accesible y bello.
Cuando se quiso dar cuenta su mano tocaba esa marca en su rostro, se le antojó suave y no le desagradó al tacto. — ¿Qu-qué es? — preguntó susurrando, como sino quisiera romper con el silencio que les acompañaba aunque en verdad era miedo a que de nuevo tocara algo duro, algo oscuro y malo de su pasado. Sus ojos violetas brillaron a la luz de la chimenea mientras le miraban impasibles, con una curiosidad infinita y de manera suave la delicada mano de ella se deslizó un poco en una caricia suave hasta su cuello donde se posó en su hombro. — Siento que te hayan hecho tanto daño, en serio... — soltó lo que llevaba guardándose desde hacía un rato y con un movimiento suave su ala derecha se desplegó cubriéndoles de manera cuidadosa, como si quisiera formar un escudo con ella. — No se por qué, pero no quiero que nada así te vuelva a pasar... — siguió sincera mientras retiraba su mano y se alejaba un poco, de manera tímida. — Por desgracia el mundo está repleto de seres de alma oscura y ambiciones del mismo tono, sin bondad ni piedad ninguna que hacen sufrir a quienes ven más débiles y moldeables, es terrible... — hablaba mirándole de vez en cuando y desviando muchas veces sus orbes por mera timidez, era la primera vez que se sinceraba así con alguien y que alguien producía esa sensación en ella, quería explicárselo porque sentía que la confianza que tenía, aunque pareciera increíble, era muy grande y que la entendería, sin embargo, no encontraba las palabras. — ¡Y-yo te cuidaré! ¡Incluso Orión me ayudará! No soy fuerte contra los enemigos... pero si te hacen algo en mis manos siempre estarás sano y te juro que buscaría la manera de acabar con ellos, aunque fueran cien contra mí! — habló muy rápido, elevando un poco la voz y sin poder mirarle a los ojos. Sabía que era estúpido, pero así lo sentía, no podía evitarlo. — Después de todo eres el único que me ha hecho sentir bien y me ha aceptado sin juzgarme, que me ha acompañado sin temerme y que me da una sensación muy agradable. — esto último lo dijo suavemente mirando hacia una de las ventanas del lugar, donde la lluvia crepitaba con fuerza, un temporal que avecinaba algo bueno, qué ironía.
Después de todo no era más que un ser del cielo, pero aún así conocía el tipo de gente que serían aquellos que tanto daño le hicieron, también sabía muy bien cómo era esa sensación de no tener a nadie, más allá de libros y música, incluso que los estudios, que todos te rechacen por una tontería, a ella por su parecido con una bruja y a él seguramente por su apariencia, sabía que era eso sin que se lo contara porque ella lo entendía mejor que nadie, ese desplazamiento había sido su pan de cada día desde siempre y por primera vez en su vida sintió algo que estremeció su corazoncito, sintió una lastima enorme, mucha confianza y ganas de tomarlo en sus brazos, cubrirlo con sus alas y decirle que ya no estaba solo. La albina le echó una mirada que cargaba con todos esos sentimientos embarullados y con ese deseo tan extraño para ella ya que nunca había sentido algo igual. Sus ojos se quedaron así unos segundos y luego cerrándolos con calma los desvió algo avergonzada, ¿cómo se le ocurría tan si quiera hacer eso?
Por otro lado, pese a ser alguien que no tenía una apariencia amable y más allá de eso, que no había tratado con muchas personas, igual que ella, fue muy amable con sus palabras tranquilizadoras. Obvio que sabía que una tormenta no acababa con la vida de nadie, al menos en un principio, pero aún así el frío, la oscuridad, las lluvias tan fuertes y los truenos la asustaban muchísimo, no podía evitarlo. Asentía con la cabeza, aparentando estar algo más tranquila, aunque su corazón estaba acelerado pro el temor y se fue a levantar para caminar un poco y calmarse cuando el muchacho posó su chaqueta sobre ella. Sus alas, que estaban plegadas y que antes se notaban tensas, se relajaron ante el contacto del calor que traía la prenda consigo del cuerpo ajeno y notó el olor de esta, que a decir verdad le gustó bastante. La sujetó con sus manos para colocársela bien. Iba a agradecerle el gesto, pero se sentía muy avergonzada, la sensación de la prenda y el olor que daba le agradaban bastante, tanto que la dejaron sin palabras, así que simplemente se limitó a seguirle.
Cuando vio la sala donde entraron se quedó de nuevo boqueabierta, aquellas instalaciones que poseía la Academia y la isla en sí, todos los parajes incluso, la estaban dejando sin palabras. Quizás porque no sabía mucho más allá del orfanato donde estuvo y la casa de su familia adoptiva, bien era cierto que tenía mucho dinero pero no conocía más que ropa de buena calidad y tés exclusivos, nada más, quizás por eso todo la sorprendía tanto. Nada más entrar en el lugar sintió bastante más calor y respiró más tranquila y una risa suave emergió de su boca ante el comentario de Jellal, se sintió incluso hasta algo orgullosa, estaba siendo mucho más suave y amable y se le veía más feliz, quizás la influencia que ella estaba teniendo sobre él, como había pensado que podría hacer, estaba siendo más rápida y buena de lo que esperaba. — ¡Tienes razón! ¡Cuando este temporal termine nos dejará unos campos y flores bien bonitos! — exclamó visiblemente más segura, todo gracias a ese chico y su manera tan personal de hacerla sentir mejor. Pese a que Orión se hubiera tenido que ir sabía que él la protegería, le daba esa impresión. Tomó asiento al lado del chico de manera cohibida y se quedó mirando la chimenea. ¿También funcionaría con magia? No, seguro que eso sí sería tradicional aunque bueno, no dejaba de estar en un lugar donde la magia estaba presente por todas partes.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz del muchacho quien la sobresaltó con la pregunta que el hizo. — ¿Dormir aquí? ¿Tú y yo? — respondió con los ojos muy abiertos, la cara ligeramente colorada y con una expresión de sorpresa inmensa. Vaya, qué tonta era de nuevo, rápidamente se dio cuenta de que no era una proposición, sino una obligación. Sería difícil y peligroso salir de allí en plena noche con ese temporal y llegar sanos y salvos al Castillo, al menos un catarro como mínimo cogerían. Negó con la cabeza rápido al darse cuenta. — ¡Ah, sí, sí! Claro... podríamos tener problemas saliendo ahora... — agregó con una risa nerviosa intentando excusarse y poniendo una mano en su cabeza, dando a entender que no había caído en ello. El cruel e incómodo silencio se adueñó de la situación y se descalzó subiendo sus pies al sofá, intentando no moverse demasiado, no molestar. De nuevo su mente voló a aquello que la había contado antes y no pudo evitar sentir como la tristeza se adueñaba de ella. Le observó sutilmente con la luz de la chimenea de acompañamiento y se le escapó un suspiro pesado, realmente así se le veía alguien más accesible y bello.
Cuando se quiso dar cuenta su mano tocaba esa marca en su rostro, se le antojó suave y no le desagradó al tacto. — ¿Qu-qué es? — preguntó susurrando, como sino quisiera romper con el silencio que les acompañaba aunque en verdad era miedo a que de nuevo tocara algo duro, algo oscuro y malo de su pasado. Sus ojos violetas brillaron a la luz de la chimenea mientras le miraban impasibles, con una curiosidad infinita y de manera suave la delicada mano de ella se deslizó un poco en una caricia suave hasta su cuello donde se posó en su hombro. — Siento que te hayan hecho tanto daño, en serio... — soltó lo que llevaba guardándose desde hacía un rato y con un movimiento suave su ala derecha se desplegó cubriéndoles de manera cuidadosa, como si quisiera formar un escudo con ella. — No se por qué, pero no quiero que nada así te vuelva a pasar... — siguió sincera mientras retiraba su mano y se alejaba un poco, de manera tímida. — Por desgracia el mundo está repleto de seres de alma oscura y ambiciones del mismo tono, sin bondad ni piedad ninguna que hacen sufrir a quienes ven más débiles y moldeables, es terrible... — hablaba mirándole de vez en cuando y desviando muchas veces sus orbes por mera timidez, era la primera vez que se sinceraba así con alguien y que alguien producía esa sensación en ella, quería explicárselo porque sentía que la confianza que tenía, aunque pareciera increíble, era muy grande y que la entendería, sin embargo, no encontraba las palabras. — ¡Y-yo te cuidaré! ¡Incluso Orión me ayudará! No soy fuerte contra los enemigos... pero si te hacen algo en mis manos siempre estarás sano y te juro que buscaría la manera de acabar con ellos, aunque fueran cien contra mí! — habló muy rápido, elevando un poco la voz y sin poder mirarle a los ojos. Sabía que era estúpido, pero así lo sentía, no podía evitarlo. — Después de todo eres el único que me ha hecho sentir bien y me ha aceptado sin juzgarme, que me ha acompañado sin temerme y que me da una sensación muy agradable. — esto último lo dijo suavemente mirando hacia una de las ventanas del lugar, donde la lluvia crepitaba con fuerza, un temporal que avecinaba algo bueno, qué ironía.
Invitado- Invitado
Re: Déjame llevarte por el camino más luminoso. [Priv. Jellal.]
Las partes del rostro siempre tenían un significado ulterior, al cual muchas culturas veneraban y jugaban con sus enigmas. Sus labios como montañas del atardecer, su piel como campo, sus ojos eran dos hermosas ventanas lilas de las cuales salía la luz que iluminaba a este pobre hombre solitario llamado Jellal; y el refrescante aire que entraba por sendos cristales lo intentaba aliviar de su soledad. Una herida duele pues nos arrancan la piel, una marginación duele porque nos arrancan en parte de lo que somos, de nuestra identidad grupal en cierto sentido. El joven no se sentía perteneciente a ningún grupo, ni país, ni corporación ni nada por el estilo, al menos a esa noche. Con tan solo verla a los ojos, algo dentro de su alma le decía que podría descansar.
Al menos pudo alegrarla. Eso de verdad le contentaba, especialmente cuando su propia cabeza estaba sumergida en tantas tinieblas y amarguras. Algunas veces sus opiniones eran realistas, otras eran llanamente trágicas, y si era así se las guardaba, porque bien sabía que algunas veces esa clase de comentarios funestos sobraban para un equipo que debía tener buena moral en la adversidad, y es que para Fernandes, la vida de todos era una lucha en sí, desde la cuna hasta la tumba — Sí, es que... podemos pillarnos un resfriado, y debemos cuidar de nuestra salud — y el silencio se volvió a apoderar de esa conversación. Solo le quedó acomodarse un poco más y pensar algo más en Lía. Ella era, indudablemente, una persona muy amable, y gente así tiende a ser atropellada por los demonios que podrían ser algunos cercanos. Esas personas que siempre esperan algo a cambio, las que tienen el corazón frío y los que se burlan de uno.
Entonces, y de forma repentina, sintió sus dedos pasando por su mejilla, la de la marca, y él le devolvió una mirada llena de dolor, y luego llevó sus ojos a las danzantes llamas de la chimenea. Negó con la cabeza — Hay muchas cosas de mí que desconozco — suspiró, mas al sentir esa caricia y sus ala, se encogió de hombros tal como lo haría un pobre niño huérfano de cinco años. Cerró sus orbes uno de los enigmas de la vida de Jellal, no tenía ni idea. El dolor era gigantesco y ella lo aliviaba, lo cuidaba tanto que ya se había entregado a este cariño, por lo que llevó su mano derecho de la contraria y con sus dedos índice y pulgar jugaba con sus cabellos al tiempo que se explayaba: que no quería que se repitiera esto, que espantaría a esos demonios, a esos agentes del mal que le quería hacer daño.
Asintió con la cabeza y desvió la mirada hacia el fuego porque si la veía a los ojos, probablemente lloraría, y debía mostrarse fuerte para ella, no quería sentir su corazón quebrarse otra vez. Así, juro una vez más eterna fidelidad a él, y no pudo resistirse a voltear su mirada y verla fijamente a esos bellos luceros amatistas, esas ventanas que lograban darle luz a su oscuro cautiverio de dolor — Lía... — dejó escapar de sus labios. No sabía qué articular en palabras, jamás hubiera siquiera imaginado con un situación así. No obstante, algo pareció cobrar vida propia en su piel, algo que ya lo daba por muerto. Su corazón empezó a palpitar más fuerte, y una especie de electricidad comenzó a estallar desde sus pies hasta sus rodillas. Colocó sus cinco dedos y los presionó suavemente contra sus hombro en dirección hacia él.
Pasaron un par de segundos, y el joven cerró sus ojos y aproximó su rostro al de Lía cada vez más y más cerca. Sus labios tomaron calidez al momento que los acercaba a ella, pero...
— Yo también te protegeré. Yo quiero estar allí para ayudarte, y cuando me necesites solo llámame. Gracias... yo... yo estoy eternamente agradecido — colocó su frente en sus labios, como si fuera un gesto de una mamá a su hijo y la abrazó situándose en su pecho. No era diferente a un náufrago aferrándose a una roca. Jellal se sentía guiado y salvado en ese preciso instante y pasaron los minutos así, simplemente con el peliazul en el pecho de ella quedándose allí, sintiendo algo que nunca en su vida había sentido — Los abrazos se sienten muy bien. Nunca me han dado uno... ya veo por qué ellos se abrazan cuando se saludan, pero a mí no — mencionó escondiendo la marca de su rostro en Lía. Nunca creyó que podía haber alguien tan bello que mitigara todas sus lágrimas internas.
Quedó sin palabras en su boca. No sabía qué decir, y se separó en silencio, con una mirada y una sonrisa genuina, y finalmente se recostó en el sofá mirando el fuego. Cerró sus ojos, y con una voz susurrante y algo más aguda — Buenas noches, Lía. Descansa — se despidió, para luego entrar en el mundo de Morfeo, esperando a que ninguna pesadilla lo pudiera acechar y atrapar. Pero no sucedió así... para nada...
Ti, ti, tiii.
Abrió sus ojos. El observatorio estaba claro. Se sentó en el sofá apoyando sus pies descalzos en el piso, dirigió su mirada a través del cristal y las nubosidades se habían disipado. A lo lejos se veían las colosales aglomeraciones de nubes grises, de las cuales a veces los rayos del sol perforaban, dejando caer haces de luz. Oye a los pajaritos cantar y flexiona sus brazos para luego bostezar. Observó a Lía y sonrió. Ese abrazo, lo hizo reconsiderar muchas cosas. Gente mala caminaba por el mundo y era deber de Jellal detenerlos. Alguien tiene que proteger a los más desvalidos, y si no eran ellos dos ¿entonces quién?
Descalzo fue a la máquina expendedora, sacó dos vasos de jugo -uno de naranja y otro de manzana respectivamente-, y luego un par de barras de cereal y un racimo de uvas verdes. Las puso en una bandeja y caminó hacia el sofá al mismo sitio, se sentó y prendió su móvil para escuchar algo de música ligera. El desayuno había empezado.
Al menos pudo alegrarla. Eso de verdad le contentaba, especialmente cuando su propia cabeza estaba sumergida en tantas tinieblas y amarguras. Algunas veces sus opiniones eran realistas, otras eran llanamente trágicas, y si era así se las guardaba, porque bien sabía que algunas veces esa clase de comentarios funestos sobraban para un equipo que debía tener buena moral en la adversidad, y es que para Fernandes, la vida de todos era una lucha en sí, desde la cuna hasta la tumba — Sí, es que... podemos pillarnos un resfriado, y debemos cuidar de nuestra salud — y el silencio se volvió a apoderar de esa conversación. Solo le quedó acomodarse un poco más y pensar algo más en Lía. Ella era, indudablemente, una persona muy amable, y gente así tiende a ser atropellada por los demonios que podrían ser algunos cercanos. Esas personas que siempre esperan algo a cambio, las que tienen el corazón frío y los que se burlan de uno.
Entonces, y de forma repentina, sintió sus dedos pasando por su mejilla, la de la marca, y él le devolvió una mirada llena de dolor, y luego llevó sus ojos a las danzantes llamas de la chimenea. Negó con la cabeza — Hay muchas cosas de mí que desconozco — suspiró, mas al sentir esa caricia y sus ala, se encogió de hombros tal como lo haría un pobre niño huérfano de cinco años. Cerró sus orbes uno de los enigmas de la vida de Jellal, no tenía ni idea. El dolor era gigantesco y ella lo aliviaba, lo cuidaba tanto que ya se había entregado a este cariño, por lo que llevó su mano derecho de la contraria y con sus dedos índice y pulgar jugaba con sus cabellos al tiempo que se explayaba: que no quería que se repitiera esto, que espantaría a esos demonios, a esos agentes del mal que le quería hacer daño.
Asintió con la cabeza y desvió la mirada hacia el fuego porque si la veía a los ojos, probablemente lloraría, y debía mostrarse fuerte para ella, no quería sentir su corazón quebrarse otra vez. Así, juro una vez más eterna fidelidad a él, y no pudo resistirse a voltear su mirada y verla fijamente a esos bellos luceros amatistas, esas ventanas que lograban darle luz a su oscuro cautiverio de dolor — Lía... — dejó escapar de sus labios. No sabía qué articular en palabras, jamás hubiera siquiera imaginado con un situación así. No obstante, algo pareció cobrar vida propia en su piel, algo que ya lo daba por muerto. Su corazón empezó a palpitar más fuerte, y una especie de electricidad comenzó a estallar desde sus pies hasta sus rodillas. Colocó sus cinco dedos y los presionó suavemente contra sus hombro en dirección hacia él.
Pasaron un par de segundos, y el joven cerró sus ojos y aproximó su rostro al de Lía cada vez más y más cerca. Sus labios tomaron calidez al momento que los acercaba a ella, pero...
— Yo también te protegeré. Yo quiero estar allí para ayudarte, y cuando me necesites solo llámame. Gracias... yo... yo estoy eternamente agradecido — colocó su frente en sus labios, como si fuera un gesto de una mamá a su hijo y la abrazó situándose en su pecho. No era diferente a un náufrago aferrándose a una roca. Jellal se sentía guiado y salvado en ese preciso instante y pasaron los minutos así, simplemente con el peliazul en el pecho de ella quedándose allí, sintiendo algo que nunca en su vida había sentido — Los abrazos se sienten muy bien. Nunca me han dado uno... ya veo por qué ellos se abrazan cuando se saludan, pero a mí no — mencionó escondiendo la marca de su rostro en Lía. Nunca creyó que podía haber alguien tan bello que mitigara todas sus lágrimas internas.
Quedó sin palabras en su boca. No sabía qué decir, y se separó en silencio, con una mirada y una sonrisa genuina, y finalmente se recostó en el sofá mirando el fuego. Cerró sus ojos, y con una voz susurrante y algo más aguda — Buenas noches, Lía. Descansa — se despidió, para luego entrar en el mundo de Morfeo, esperando a que ninguna pesadilla lo pudiera acechar y atrapar. Pero no sucedió así... para nada...
Ti, ti, tiii.
Abrió sus ojos. El observatorio estaba claro. Se sentó en el sofá apoyando sus pies descalzos en el piso, dirigió su mirada a través del cristal y las nubosidades se habían disipado. A lo lejos se veían las colosales aglomeraciones de nubes grises, de las cuales a veces los rayos del sol perforaban, dejando caer haces de luz. Oye a los pajaritos cantar y flexiona sus brazos para luego bostezar. Observó a Lía y sonrió. Ese abrazo, lo hizo reconsiderar muchas cosas. Gente mala caminaba por el mundo y era deber de Jellal detenerlos. Alguien tiene que proteger a los más desvalidos, y si no eran ellos dos ¿entonces quién?
Descalzo fue a la máquina expendedora, sacó dos vasos de jugo -uno de naranja y otro de manzana respectivamente-, y luego un par de barras de cereal y un racimo de uvas verdes. Las puso en una bandeja y caminó hacia el sofá al mismo sitio, se sentó y prendió su móvil para escuchar algo de música ligera. El desayuno había empezado.
Jellal Fernandes
Re: Déjame llevarte por el camino más luminoso. [Priv. Jellal.]
Se había limitado a demostrar sus sentimientos, lo que sentía era algo bello, un sentimiento protector y muy especial que nunca había experimentado y que a la vez la reconfortaba, la hacía sentir realizada, como si esa fuera su misión, como si hacer ver el camino correcto y positivo a Jellal fuese su razón de vivir, para lo que había nacido, aquello que la llenaba espiritualmente de una manera muy agradable y además, no le había sido muy dificil lograrlo, de echo el muchacho desde el principio, aunque algo negativo, se había mostrado muy receptivo desde que ella le había dicho que sería su ángel de la guarda. Quizás solo era que al chico le había agradado esa idea desconocida o que incluso le agradaba ella y aquel sentimiento positivo solo sería pasajero pero Lía no pensaba en eso, solo pensaba en cumplir lo que antes le había dicho desde lo más profundo de su tierno corazón, en ver en ese rostro una sonrisa sincera dibujándose a menudo, solo eso.
Feliz de ver que él no rechazaba su oferta, de ver que la hablaba, que aunque no la diera respuestas no la mentía se regocijó en ese contacto que él hizo en su cabello sonriendo de una manera muy tierna y mirándole, no con vergüenza, sino con cariño, había entrado en la protección de sus alas y estaba segura de que lograría mantenerlo ahí, de que le cuidaría bien, es más, era lo que deseaba. Sintió muchísima paz en aquel contacto, muchísima calma y bienestar, el calor de la mano ajena la reconfortaba y bueno, se le antojó suave y delicada aún con la apariencia respetable y temerosa que portaba, en un principio, el peliazul. — No te preocupes... responderemos los enigmas tarde o temprano y sino podemos... ¡nos inventaremos las respuestas! ¡Qué más da! — respondió ensanchando la sonrisa una vez más, intentando portar ese aire tan positivo.
La calma no tardó en romperse cuando él se aproximó a ella de una manera que hizo que las dos amatistas que portaba como ojos la chica se abrieran sorprendidas de par en par haciendo que se paralizara observándole a los ojos como si estuviera hechizada, imaginándose que venía algo realmente emocionante, algo que solo había visto en películas y en ciertas ocasiones por las calles, que muchas veces no tenía ningún tipo de sentimiento y eso era lo que la muchacha odiaba, pero que no se negaría a recibir en ese caso porque a pesar de que hicieran un par de horas que se conocieran... sentía que era algo tan contrario a ella que la complementaba perfectamente, una pieza que si la faltara ahora que la tenía no sabría qué hacer... quizás él era la esencia de las verdaderas ganas de vivir de la joven...
Sintió como su corazón latía cada vez más desbocado, esperando algo que no estaba del todo claro y cuando él reaccionó de esa manera se le antojó dulce, infantil en el buen sentido, inocente y hermosa. Suspirando como si se librase de una enorme carga que había sido esa tensión y con una risita suave y cantarina que más que nada se reía de sus pensamientos, pasó sus débiles brazos por el cuerpo del chico, apretándole cada vez más contra sí conforme él iba hablando. A decir verdad, no se esperaba sentir semejantes palabras de los labios de Jellal, podría imaginarse que pensara algo parecido, pero nunca pensó que pudiera decírselo. Cuando terminó a hablar la joven de cabello plateado le apretó fuertemente contra su pecho y sin pensarlo mucho posó un beso suave, largo y tímido en su frente. ¿Por qué no? Después de todo algo parecido había pensado que iba a hacer el otro y hubiera estado dispuesta. Otra vez más el olor ajeno la había cautivado y es que él tenía algo realmente especial en todos los pequeños detalles de su ser. — Gracias a ti... después de todo yo no soy muy buena defendiéndome así que, no te pienses que voy a tomar esa promesa en vano, pienso pedir tu ayuda. — razón no le faltaba ante eso, era totalmente cierto que la joven ángel no podía defenderse muy bien, pertenecía a una raza débil y más aún, ella era débil, era triste reconocerlo pero, como ella decía, solo era una realidad, dura o no es lo que era. — Además, es el primer abrazo que me han dado en mi vida... — lo reconoció acercando su rostro al suyo, susurrándole para luego sonreirle algo sonrojada. — No tengo ningún problema en darte los que quieras... — ahora entendía aquello que él decía, que los amigos se saludaran de esa manera, era un gesto hermoso que denotaba el cariño hacia la otra persona y cuando encima ninguno de quienes lo dan sabe de ello todo lo hace más especial, como siempre, con él todo era especial.
Sus ojos se cerraron en el transcurso de aquel bonito gesto, disfrutó de aquel tiempo al máximo y detestó cuando este se alejó de ella, aunque sabia que no estaría bien pedir que no lo hiciera por lo que simplemente le miró algo triste, le hubiera gustado quedarse así para siempre, aunque en cierto modo ya le estaba abrazando sin pausa con sus alas desde que él aceptó que le cuidara...
La claridad que entraba por los ventanales del observatorio hizo que la muchacha se despertara desorientada y nerviosa, había dormido bastante bien en aquel sofá acurrucada en su lado pero a la hora de despertar se había sentido algo perdida, parecía que lo del día anterior hubiera sido un lindo sueño, pero al cabo de unos segundos se dio cuenta de que eso no había sido así, además no tardó en ver a Jellal volver con unas cuantas cosas para comer y una música bastante agradable. Lía se incorporó lentamente, con visible pereza de recién despierta y una de sus cejas se enarcó al ver llegar a Jellal a su altura, realmente tenía algo de hambre así que agradeció el gesto con una sonrisa. — ¿Con qué me vas a sorprender? ¿No estarán envenenados verdad? — bromeó mientras se estiraba para después levantarse de un salto del sofá y ojear lo que traía, vaya, eran cosas simples pero sin duda le gustaban. — Eres hasta detallista, qué faceta más caballerosa. — agregó tomando una de las uvas y metiéndola en la boca. Nada más morderla el jugo de esta la inundó de sabor y los ojos de la muchacha brillaron, estaban más buenas que las frutas de alta gama que había comido en el hogar de sus padres. — ¡Vaya! ¡Qué buenas! ¿Seguro que no las has hechizado? — dijo energicamente guiñándole un ojo y comenzando a caminar un poco para estirar sus piernas y es que Lía era todo un torbellino de energía y más al despertar. Aunque... no solo ella...
— ¡Buenos buenísimos días! — saludó Orión materializándose en un pequeño haz de luz y rápidamente acercándose a Jellal con cara acusadora. — ¿La cuidaste bien, verdad? — inquirió amenazante consiguiendo arrancar una carcajada a la joven.
Feliz de ver que él no rechazaba su oferta, de ver que la hablaba, que aunque no la diera respuestas no la mentía se regocijó en ese contacto que él hizo en su cabello sonriendo de una manera muy tierna y mirándole, no con vergüenza, sino con cariño, había entrado en la protección de sus alas y estaba segura de que lograría mantenerlo ahí, de que le cuidaría bien, es más, era lo que deseaba. Sintió muchísima paz en aquel contacto, muchísima calma y bienestar, el calor de la mano ajena la reconfortaba y bueno, se le antojó suave y delicada aún con la apariencia respetable y temerosa que portaba, en un principio, el peliazul. — No te preocupes... responderemos los enigmas tarde o temprano y sino podemos... ¡nos inventaremos las respuestas! ¡Qué más da! — respondió ensanchando la sonrisa una vez más, intentando portar ese aire tan positivo.
La calma no tardó en romperse cuando él se aproximó a ella de una manera que hizo que las dos amatistas que portaba como ojos la chica se abrieran sorprendidas de par en par haciendo que se paralizara observándole a los ojos como si estuviera hechizada, imaginándose que venía algo realmente emocionante, algo que solo había visto en películas y en ciertas ocasiones por las calles, que muchas veces no tenía ningún tipo de sentimiento y eso era lo que la muchacha odiaba, pero que no se negaría a recibir en ese caso porque a pesar de que hicieran un par de horas que se conocieran... sentía que era algo tan contrario a ella que la complementaba perfectamente, una pieza que si la faltara ahora que la tenía no sabría qué hacer... quizás él era la esencia de las verdaderas ganas de vivir de la joven...
Sintió como su corazón latía cada vez más desbocado, esperando algo que no estaba del todo claro y cuando él reaccionó de esa manera se le antojó dulce, infantil en el buen sentido, inocente y hermosa. Suspirando como si se librase de una enorme carga que había sido esa tensión y con una risita suave y cantarina que más que nada se reía de sus pensamientos, pasó sus débiles brazos por el cuerpo del chico, apretándole cada vez más contra sí conforme él iba hablando. A decir verdad, no se esperaba sentir semejantes palabras de los labios de Jellal, podría imaginarse que pensara algo parecido, pero nunca pensó que pudiera decírselo. Cuando terminó a hablar la joven de cabello plateado le apretó fuertemente contra su pecho y sin pensarlo mucho posó un beso suave, largo y tímido en su frente. ¿Por qué no? Después de todo algo parecido había pensado que iba a hacer el otro y hubiera estado dispuesta. Otra vez más el olor ajeno la había cautivado y es que él tenía algo realmente especial en todos los pequeños detalles de su ser. — Gracias a ti... después de todo yo no soy muy buena defendiéndome así que, no te pienses que voy a tomar esa promesa en vano, pienso pedir tu ayuda. — razón no le faltaba ante eso, era totalmente cierto que la joven ángel no podía defenderse muy bien, pertenecía a una raza débil y más aún, ella era débil, era triste reconocerlo pero, como ella decía, solo era una realidad, dura o no es lo que era. — Además, es el primer abrazo que me han dado en mi vida... — lo reconoció acercando su rostro al suyo, susurrándole para luego sonreirle algo sonrojada. — No tengo ningún problema en darte los que quieras... — ahora entendía aquello que él decía, que los amigos se saludaran de esa manera, era un gesto hermoso que denotaba el cariño hacia la otra persona y cuando encima ninguno de quienes lo dan sabe de ello todo lo hace más especial, como siempre, con él todo era especial.
Sus ojos se cerraron en el transcurso de aquel bonito gesto, disfrutó de aquel tiempo al máximo y detestó cuando este se alejó de ella, aunque sabia que no estaría bien pedir que no lo hiciera por lo que simplemente le miró algo triste, le hubiera gustado quedarse así para siempre, aunque en cierto modo ya le estaba abrazando sin pausa con sus alas desde que él aceptó que le cuidara...
La claridad que entraba por los ventanales del observatorio hizo que la muchacha se despertara desorientada y nerviosa, había dormido bastante bien en aquel sofá acurrucada en su lado pero a la hora de despertar se había sentido algo perdida, parecía que lo del día anterior hubiera sido un lindo sueño, pero al cabo de unos segundos se dio cuenta de que eso no había sido así, además no tardó en ver a Jellal volver con unas cuantas cosas para comer y una música bastante agradable. Lía se incorporó lentamente, con visible pereza de recién despierta y una de sus cejas se enarcó al ver llegar a Jellal a su altura, realmente tenía algo de hambre así que agradeció el gesto con una sonrisa. — ¿Con qué me vas a sorprender? ¿No estarán envenenados verdad? — bromeó mientras se estiraba para después levantarse de un salto del sofá y ojear lo que traía, vaya, eran cosas simples pero sin duda le gustaban. — Eres hasta detallista, qué faceta más caballerosa. — agregó tomando una de las uvas y metiéndola en la boca. Nada más morderla el jugo de esta la inundó de sabor y los ojos de la muchacha brillaron, estaban más buenas que las frutas de alta gama que había comido en el hogar de sus padres. — ¡Vaya! ¡Qué buenas! ¿Seguro que no las has hechizado? — dijo energicamente guiñándole un ojo y comenzando a caminar un poco para estirar sus piernas y es que Lía era todo un torbellino de energía y más al despertar. Aunque... no solo ella...
— ¡Buenos buenísimos días! — saludó Orión materializándose en un pequeño haz de luz y rápidamente acercándose a Jellal con cara acusadora. — ¿La cuidaste bien, verdad? — inquirió amenazante consiguiendo arrancar una carcajada a la joven.
Invitado- Invitado
Re: Déjame llevarte por el camino más luminoso. [Priv. Jellal.]
Lía amaneció con una vitalidad envidiable. A diferencia de Jellal, a ella no parecía importarle los peligros del futuro en lo más mínimo, o bien, ya se preocuparía de ellos; mientras que en la mente del peliazul, el presente era algo sin ningún espacio, solo se podía pensar en el futuro para organizar, y el pasado para no volver a repetir los mismos errores. Su diáfana voz resonaba con vitalidad, sus gestos, su rostro, su cuerpo. Eran la imagen viva de lo que está dentro de nosotros y nos impulsa hacia un nuevo día, y eso era algo de lo cual Jellal no tenía en su pecho lleno de angustias e impaciencia.
— Debo estudiar si las uvas contienen algo de arsénico — y se llevó una a la boca, pero al segundo después se dio cuenta de que había sido un comentario sarcástico. Se sonrojó un poco y bebió algo de su jugo. Jellal no estaba muy acostumbrado a ese tipo de humor, porque cuando se refería a algo, siempre lo hacía de forma literal. Aunque no es culpa suya, sino que su vida había sido tan tortuosa que su sentido del humor fue destruido por múltiples desgracias.
Entonces, y de la misma nada aparece de nuevo ese pequeño felino con un cándido "buenos días", volando y preocupándose por Lía, a quien había llamado "princesa". De nuevo se le vino encima y le preguntó si la había cuidado bien — Solo hice lo mejor que pude. Este alimento es saludable ¿te busco algo de atún? — y aunque dicho minino era algo rudo, a Jellal no le importaba, porque no juzgaría un libro por su portada nunca.
Ciertamente, había gente que lucía buena y era mala. Se acordó cómo una amiga de él, la recibieron con bombos y platillos en la Academia, para luego arrojarle piedras cuando no quería integrarse a ese grupo. También había gente que lucía mala, o bien solitaria o incomprendida, pero que escondía un gran corazón de oro. Juzgar a ese pequeño gatito por sus modales, por defender a Lía, quien parecía la persona más preciada para él, era como juzgarse a sí mismo cuando Jellal arrojó sus rayos contra quienes lo acosaban, porque solo se defendía. Bien reza el dicho que cuando uno apunto el índice a alguien, uno se apunta el medio, el anular y el meñique a uno mismo.
Se recostó en el sofá, comió de su barra de cereal de avena y manzana. Este ambiente no podía ser mejor. Estando con una persona que al fin lo aceptaba como era, con su extraño tatuaje y todo — ¿Ves que te dije que el clima iba a mejorar? — solo quería ver su sonrisa otra vez. Así, lleva su vaso de jugo a la boca, pero un gran dolor. Un dolor de cabeza. Suelta el jugo, y éste cayó se derramó por el piso. El peliazul se llevó la mano a la frente y lanzó un quejido silencioso. Sintió como si le partieran la testa con un hacha, se levantó de inmediato — Permiso — y de inmediato se dirigió a los baños.
La energía de Zeref imbuida en él hace mucho de nuevo comenzó a aparecer en estos fuertes dolores de cabeza — ¡¡Me duelen los ojos!! — Cerró la puerta y se sentó sobre el inodoro, buscando una pastilla mágica, pero no la encontraba por ningún lado. Miró hacia la gran ventana de arriba. Tenía que escaparse antes de que Lía viera a "Siegrain", el Jellal infectado por la magia oscura.
— Debo estudiar si las uvas contienen algo de arsénico — y se llevó una a la boca, pero al segundo después se dio cuenta de que había sido un comentario sarcástico. Se sonrojó un poco y bebió algo de su jugo. Jellal no estaba muy acostumbrado a ese tipo de humor, porque cuando se refería a algo, siempre lo hacía de forma literal. Aunque no es culpa suya, sino que su vida había sido tan tortuosa que su sentido del humor fue destruido por múltiples desgracias.
Entonces, y de la misma nada aparece de nuevo ese pequeño felino con un cándido "buenos días", volando y preocupándose por Lía, a quien había llamado "princesa". De nuevo se le vino encima y le preguntó si la había cuidado bien — Solo hice lo mejor que pude. Este alimento es saludable ¿te busco algo de atún? — y aunque dicho minino era algo rudo, a Jellal no le importaba, porque no juzgaría un libro por su portada nunca.
Ciertamente, había gente que lucía buena y era mala. Se acordó cómo una amiga de él, la recibieron con bombos y platillos en la Academia, para luego arrojarle piedras cuando no quería integrarse a ese grupo. También había gente que lucía mala, o bien solitaria o incomprendida, pero que escondía un gran corazón de oro. Juzgar a ese pequeño gatito por sus modales, por defender a Lía, quien parecía la persona más preciada para él, era como juzgarse a sí mismo cuando Jellal arrojó sus rayos contra quienes lo acosaban, porque solo se defendía. Bien reza el dicho que cuando uno apunto el índice a alguien, uno se apunta el medio, el anular y el meñique a uno mismo.
Se recostó en el sofá, comió de su barra de cereal de avena y manzana. Este ambiente no podía ser mejor. Estando con una persona que al fin lo aceptaba como era, con su extraño tatuaje y todo — ¿Ves que te dije que el clima iba a mejorar? — solo quería ver su sonrisa otra vez. Así, lleva su vaso de jugo a la boca, pero un gran dolor. Un dolor de cabeza. Suelta el jugo, y éste cayó se derramó por el piso. El peliazul se llevó la mano a la frente y lanzó un quejido silencioso. Sintió como si le partieran la testa con un hacha, se levantó de inmediato — Permiso — y de inmediato se dirigió a los baños.
La energía de Zeref imbuida en él hace mucho de nuevo comenzó a aparecer en estos fuertes dolores de cabeza — ¡¡Me duelen los ojos!! — Cerró la puerta y se sentó sobre el inodoro, buscando una pastilla mágica, pero no la encontraba por ningún lado. Miró hacia la gran ventana de arriba. Tenía que escaparse antes de que Lía viera a "Siegrain", el Jellal infectado por la magia oscura.
Jellal Fernandes
Re: Déjame llevarte por el camino más luminoso. [Priv. Jellal.]
Una vez más observó otra razón de que Jellal había cambiado un poco aunque fuera en ese pequeño tiempo que llevaban juntos... aquella broma sacó una enorme sonrisa a la peliplateada y sin más dilatación tomó algunas uvas más, más que nada para demostrar que confiaba en él. No sabía si lo notaría o no, después de todo los hombres en ese tipo de cosas solían ser algo torpes así que simplemente no dio más explicaciones, que se lo tomara como quisiera, después de todo creía que ya le había demostrado esa enorme confianza.
Ante el ofrecimiento que le hizo al gatito Lía rompió en carcajadas mirándoles, realmente parecería desde fuera que se llevaban bastante mal o que Orión no se fiaba de él, pero era todo lo contrario, era la manera de tratar a la gente de Orión, después de todo solo la tenía a ella y ella a él, se protegerían mutuamente de por vida... esa era su promesa. — ¡Oh, Jellal! — exclamó aún entre risas poniendo una tímida mano en su boca para lograr mitigar estas. — ¡Es un espíritu! Él no come como nosotros, simplemente repone energías durmiendo varias horas al día en la gema. — dijo señalando con total naturalidad la piedra de su escote mientras aún sonreía. Era obvio que Jellal no podía tener ni idea de ello pero sin embargo, a ella le había hecho gracia ver a ese chico tan serio y con esa apariencia tan temerosa tratar con Orión de esa manera y, bueno... con ella, de echo le agradaba bastante, como bien sabía, la apariencia no era todo y por mucho tatuaje en la cara que tuviera y mucha presencia respetable que portara si te acercabas su rostro era hermoso y su interior aún más.
Con una expresión de felicidad en el rostro que se formó al pensar en esto, la ángelita se sentó al lado de Jellal en el sofá, Orión se colocó en el lateral del mueble y ella tomó con cuidado el jugo y la barrita, tomó un sorbo y un mordisco de cada cosa respectivamente y suspiró. No era la clase de comida cara a la que estaba acostumbrada ni eran viandas que si quiera entraran en casa de sus padres adoptivos, sin embargo, no sabían mal, no le parecían un mal alimento para tomar alguna vez y bueno... sus ojos se dirigieron de manera tímida a Jellal... la compañía le era bastante grata.
— Menos mal... es que tengo algo de miedo a las tormentas, ¿sabes? — reconoció con cierta vergüenza, tenía pocos miedos pero la oscuridad de las tormentas, los sustos de los truenos y demás no eran su fuerte y la hacían sentir muy vulnerable, realmente lo era. — Es que cuando era pequeña y estaba en el orfanat-¡JELLAL! — cortó su historia de inmediato en cuanto advirtió que el muchacho no fue capaz de sostener la bebida y que su cara mostró bastante dolor. Deseaba compartirle una parte de sí, lo mal que lo había pasado, sus miedos... pero debería ser en otro momento. Se levantó dispuesta a tocarle, a hacer algo, sin embargo este se le fue entre las manos de manera bastante rápida dejándola en la sala sola con Orión y una preocupación extrema. La joven miró al espíritu suplicando ayuda, con unos ojos que denotaban alarma, no había sentido algo bueno que digamos...
— Lía... — el minino sabía de los puntos débiles de su compañera y se acercó lentamente a ella. — He presentido algo muy raro... creo que deberíamos ir a ver. — dijo mirando a la muchacha con cierta preocupación. Claro, Orión era un espíritu, si ella había sentido esa energía extraña él la habría sentido con bastante más intensidad, era obvio. Tardó unos segundos en reaccionar, pues se hallaba petrificaba por lo que había sentido, pero en cuanto reaccionó lo hizo de manera rápida, sin pensar en qué se fuera a encontrar, sin pensar que el peliazul se enfadara con ella o algo parecido, era imposible que la dañara. Sus zapatos taconearon por el lugar, llegando al baño donde se paró conteniendo la respiración. Se podía saber bien donde estaba por lo que la hacía sentir. De inmediato empujó la puerta con fuerza con una patada y la abrió encontrándose un ambiente muy extraño y es que su amigo no parecía verse en muy buen estado. — ¡Jellal! — exclamó entrando de inmediato y tomando su rostro entre sus manos. — ¿Q-qué pasa? — preguntó con cierto temor, mirándole con esos ojos violáceos pero temblorosos y preocupados, aunque no duró haciéndole más de unos segundos y le soltó bruscamente, como si le quemara, hasta sintió como sus alas se tensaban e incluso vio como Orión no dudaba y se colocaba en posición de ataque, ¿qué clase de energía era esa?
Ante el ofrecimiento que le hizo al gatito Lía rompió en carcajadas mirándoles, realmente parecería desde fuera que se llevaban bastante mal o que Orión no se fiaba de él, pero era todo lo contrario, era la manera de tratar a la gente de Orión, después de todo solo la tenía a ella y ella a él, se protegerían mutuamente de por vida... esa era su promesa. — ¡Oh, Jellal! — exclamó aún entre risas poniendo una tímida mano en su boca para lograr mitigar estas. — ¡Es un espíritu! Él no come como nosotros, simplemente repone energías durmiendo varias horas al día en la gema. — dijo señalando con total naturalidad la piedra de su escote mientras aún sonreía. Era obvio que Jellal no podía tener ni idea de ello pero sin embargo, a ella le había hecho gracia ver a ese chico tan serio y con esa apariencia tan temerosa tratar con Orión de esa manera y, bueno... con ella, de echo le agradaba bastante, como bien sabía, la apariencia no era todo y por mucho tatuaje en la cara que tuviera y mucha presencia respetable que portara si te acercabas su rostro era hermoso y su interior aún más.
Con una expresión de felicidad en el rostro que se formó al pensar en esto, la ángelita se sentó al lado de Jellal en el sofá, Orión se colocó en el lateral del mueble y ella tomó con cuidado el jugo y la barrita, tomó un sorbo y un mordisco de cada cosa respectivamente y suspiró. No era la clase de comida cara a la que estaba acostumbrada ni eran viandas que si quiera entraran en casa de sus padres adoptivos, sin embargo, no sabían mal, no le parecían un mal alimento para tomar alguna vez y bueno... sus ojos se dirigieron de manera tímida a Jellal... la compañía le era bastante grata.
— Menos mal... es que tengo algo de miedo a las tormentas, ¿sabes? — reconoció con cierta vergüenza, tenía pocos miedos pero la oscuridad de las tormentas, los sustos de los truenos y demás no eran su fuerte y la hacían sentir muy vulnerable, realmente lo era. — Es que cuando era pequeña y estaba en el orfanat-¡JELLAL! — cortó su historia de inmediato en cuanto advirtió que el muchacho no fue capaz de sostener la bebida y que su cara mostró bastante dolor. Deseaba compartirle una parte de sí, lo mal que lo había pasado, sus miedos... pero debería ser en otro momento. Se levantó dispuesta a tocarle, a hacer algo, sin embargo este se le fue entre las manos de manera bastante rápida dejándola en la sala sola con Orión y una preocupación extrema. La joven miró al espíritu suplicando ayuda, con unos ojos que denotaban alarma, no había sentido algo bueno que digamos...
— Lía... — el minino sabía de los puntos débiles de su compañera y se acercó lentamente a ella. — He presentido algo muy raro... creo que deberíamos ir a ver. — dijo mirando a la muchacha con cierta preocupación. Claro, Orión era un espíritu, si ella había sentido esa energía extraña él la habría sentido con bastante más intensidad, era obvio. Tardó unos segundos en reaccionar, pues se hallaba petrificaba por lo que había sentido, pero en cuanto reaccionó lo hizo de manera rápida, sin pensar en qué se fuera a encontrar, sin pensar que el peliazul se enfadara con ella o algo parecido, era imposible que la dañara. Sus zapatos taconearon por el lugar, llegando al baño donde se paró conteniendo la respiración. Se podía saber bien donde estaba por lo que la hacía sentir. De inmediato empujó la puerta con fuerza con una patada y la abrió encontrándose un ambiente muy extraño y es que su amigo no parecía verse en muy buen estado. — ¡Jellal! — exclamó entrando de inmediato y tomando su rostro entre sus manos. — ¿Q-qué pasa? — preguntó con cierto temor, mirándole con esos ojos violáceos pero temblorosos y preocupados, aunque no duró haciéndole más de unos segundos y le soltó bruscamente, como si le quemara, hasta sintió como sus alas se tensaban e incluso vio como Orión no dudaba y se colocaba en posición de ataque, ¿qué clase de energía era esa?
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