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El Precio de la Fuerza [Priv. Jellal]
~ +ACADEMIA LEGACY+ Foro de rol literario ~ :: Ciudad de Yokohama :: Centro de la Ciudad :: Alcantarillado de Yokohama
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El Precio de la Fuerza [Priv. Jellal]
Lugar: Entrada alterna a las Alcantarillas
Hora: 8:41 pm
Temporada: Invierno
Personajes: Luzia Blumstein (Traje actual) & Jellal Fernandes
―Tu eres muy inteligente ¿Verdad?― esas palabras volvieron a su mente con un sabor amargo, recreando la escena de sus memorias ―Por favor… Necesito un favor… Pero no se lo digas a nadie―
Una sonrisa agridulce se dibujó en su rostro mientras, alejada del área más ajetreada de los suburbios, donde la vida se vivía de forma apresurada y frenética, miraba al cielo estrellado con una luna nueva que con misterioso encanto dominaba el cielo de forma pasiva. Sus blancos ropajes habían abandonado su cuerpo. No deseaba ser reconocida o descubierta, en consecuencia, se aprovechó de su costumbre de tomar vestimentas primariamente blancas y tomó un uniforme escolar totalmente negro, con un sombrero militar que de alguna manera recordaba al que solía usar para cubrir su rostro además de una máscara que cubría su boca y nariz.
―Vas a hacer que me salpiquen cosas muy turbias― susurró observando el abismo que se asomaba por la tierra desgastada. El interior emitía un poderoso olor a podredumbre. ¿Cómo no iba a hacerlo? Eran las alcantarillas de una metrópolis que consideraba “de capa caída”. En ese caso agradecía el hecho de que el pedazo de tela que cubría su boca acumulaba en el exterior parte del fétido aroma a heces.
“Hay muchas maneras en las que se puede desaparecer en una ciudad como esta… Pero no me quiero involucrar en grupos peligrosos y después de eso, están las alcantarillas” mientras hablaba sus pies se barrían por el inclinado cúmulo de tierra que llevaba al laberíntico lugar. Aunque engorroso, no quería desperdiciar su capacidad de teletransportarse, en caso de perderse solo lo haría hacia arriba hasta llegar a la calle. Mientras pensaba para sí misma, evitando hablar en voz alta, reconocía los defectos de su disfraz cuando sintió deseos de rascarse la nariz.
“Últimamente mucha más gente ha estado desapareciendo por aquí. Supongo que la mayoría son exploradores urbanos pero…” dejó el pensamiento pasar al atravesar el umbral de oscuridad. Si, el lugar en efecto era oscuro, imposible ver pasados tres pasos de la entrada. El suelo, en principio, era de concreto a los lados. El poderoso sonido del agua sucia caer y correr no era distante y la saturación del aire era inmensa. La visitante angelical bien temía que hubiera zonas sin oxígeno.
De su bombillo salió un mechero de plástico, el cual giró para encontrar en su extremo contrario una linterna encendida tras el movimiento de una pequeña palanca. La luz blanca, aunque tenue, era suficiente para abrirse paso en la oscuridad. ¿Por dónde comenzar la búsqueda? Esa era la parte más difícil. ¿Cómo explorar un laberinto sin perderse en el proceso? Sin mencionar que no deseaba repetir su visita.
Bajó su mirada al agua la cual fue iluminada por su mundano instrumento. ¿Qué esperaba encontrar? Quizás nada, pero encontró algo. El precipitado río, reminiscente de antiguos campos de batalla, se hallaba entintado de materia oscura, de líquido pétreo de difícil diferenciación. Si bien la pelinegra no era asidua a las ciudades podía confirmar que algo así no era normal a juzgar por lo heterogéneo de la muestra. Con una pista tan buena como cualquier otra de una conducta anormal en la alcantarillas comenzó a caminar río arriba.
“Realmente tienes agallas si pasaste por aquí… ¿Realmente estabas tan desesperado? … Pero aún me falta bastante información. Aún no tengo ni idea de cómo encontraste este lugar.” Se quejó mentalmente. Sus ojos se entrecerraban a causa del exceso de gas, la molestaba e irritaba. A su vez no sabía si agradecer la temporada invernal ya que de hacer calor sin duda su situación sería mucho peor. ¿Por qué había aceptado algo así? ¿De verdad era tan piadosa?
“Supongo que la gente sabe aprovecharse” sus pasos no se detenían, tal vez aún tenía toda la noche pero solo deseaba ocupar una noche.
Hora: 8:41 pm
Temporada: Invierno
Personajes: Luzia Blumstein (Traje actual) & Jellal Fernandes
―Tu eres muy inteligente ¿Verdad?― esas palabras volvieron a su mente con un sabor amargo, recreando la escena de sus memorias ―Por favor… Necesito un favor… Pero no se lo digas a nadie―
Una sonrisa agridulce se dibujó en su rostro mientras, alejada del área más ajetreada de los suburbios, donde la vida se vivía de forma apresurada y frenética, miraba al cielo estrellado con una luna nueva que con misterioso encanto dominaba el cielo de forma pasiva. Sus blancos ropajes habían abandonado su cuerpo. No deseaba ser reconocida o descubierta, en consecuencia, se aprovechó de su costumbre de tomar vestimentas primariamente blancas y tomó un uniforme escolar totalmente negro, con un sombrero militar que de alguna manera recordaba al que solía usar para cubrir su rostro además de una máscara que cubría su boca y nariz.
―Vas a hacer que me salpiquen cosas muy turbias― susurró observando el abismo que se asomaba por la tierra desgastada. El interior emitía un poderoso olor a podredumbre. ¿Cómo no iba a hacerlo? Eran las alcantarillas de una metrópolis que consideraba “de capa caída”. En ese caso agradecía el hecho de que el pedazo de tela que cubría su boca acumulaba en el exterior parte del fétido aroma a heces.
“Hay muchas maneras en las que se puede desaparecer en una ciudad como esta… Pero no me quiero involucrar en grupos peligrosos y después de eso, están las alcantarillas” mientras hablaba sus pies se barrían por el inclinado cúmulo de tierra que llevaba al laberíntico lugar. Aunque engorroso, no quería desperdiciar su capacidad de teletransportarse, en caso de perderse solo lo haría hacia arriba hasta llegar a la calle. Mientras pensaba para sí misma, evitando hablar en voz alta, reconocía los defectos de su disfraz cuando sintió deseos de rascarse la nariz.
“Últimamente mucha más gente ha estado desapareciendo por aquí. Supongo que la mayoría son exploradores urbanos pero…” dejó el pensamiento pasar al atravesar el umbral de oscuridad. Si, el lugar en efecto era oscuro, imposible ver pasados tres pasos de la entrada. El suelo, en principio, era de concreto a los lados. El poderoso sonido del agua sucia caer y correr no era distante y la saturación del aire era inmensa. La visitante angelical bien temía que hubiera zonas sin oxígeno.
De su bombillo salió un mechero de plástico, el cual giró para encontrar en su extremo contrario una linterna encendida tras el movimiento de una pequeña palanca. La luz blanca, aunque tenue, era suficiente para abrirse paso en la oscuridad. ¿Por dónde comenzar la búsqueda? Esa era la parte más difícil. ¿Cómo explorar un laberinto sin perderse en el proceso? Sin mencionar que no deseaba repetir su visita.
Bajó su mirada al agua la cual fue iluminada por su mundano instrumento. ¿Qué esperaba encontrar? Quizás nada, pero encontró algo. El precipitado río, reminiscente de antiguos campos de batalla, se hallaba entintado de materia oscura, de líquido pétreo de difícil diferenciación. Si bien la pelinegra no era asidua a las ciudades podía confirmar que algo así no era normal a juzgar por lo heterogéneo de la muestra. Con una pista tan buena como cualquier otra de una conducta anormal en la alcantarillas comenzó a caminar río arriba.
“Realmente tienes agallas si pasaste por aquí… ¿Realmente estabas tan desesperado? … Pero aún me falta bastante información. Aún no tengo ni idea de cómo encontraste este lugar.” Se quejó mentalmente. Sus ojos se entrecerraban a causa del exceso de gas, la molestaba e irritaba. A su vez no sabía si agradecer la temporada invernal ya que de hacer calor sin duda su situación sería mucho peor. ¿Por qué había aceptado algo así? ¿De verdad era tan piadosa?
“Supongo que la gente sabe aprovecharse” sus pasos no se detenían, tal vez aún tenía toda la noche pero solo deseaba ocupar una noche.
Invitado- Invitado
Re: El Precio de la Fuerza [Priv. Jellal]
No había mucho que hacer en la Academia Legacy. Pasar una noche en la habitación o usar sus dos vales en la cafetería, como le era usual, ya no le apetecían del todo, así que optó esa nche por redescubrir su propio camino: la senda de un aventurero y justiciero sin límites. Algo había en el fulgor de esa luna que lo atraía como abejas a las flores, una especie de magia nocturna se cernía sobre la jungla de neón, acero y concreto. Justamente, así emprendió un escape de la monotonía, cruzando el puente para estar en la tumultuosa urbe.
Con las manos en los bolsillos y la mirada perdida, Jellal caminaba por las poco iluminadas calles de la periferia de la ciudad. Apartado de los centros comerciales, las tiendas de electrodomésticos y la típica fanfarria visual japonesa, se encontraba el sector más alejado, lo que los japoneses como sociedad deseaban esconder. Barrios de inmigrantes chinos, pobres y yakuzas retirados del hampa. Efectivamente, lugares poco felices en donde en más de una ocasión las cosas se ponían color de hormiga.
El joven Fernandes, prestando suma atención a esa calle poco agraciaa, escucha un ruido cavernoso, como si la misma tierra emitiera un canto gutural, sumergida en un manto sonoro de bocinas, hombres hablando y perros ladrando. Sí, un sonido subterráneo el cual capturó su atención de immediato, pues era vibrante y muy profundo, similar a los jugosos ruidos de los órganos vitales. Se acercó a la placa del alcantarillado, extendió su mano y ésta brilló de un celeste sobrenatural.
Sale volando la tapa, y el mago estelar baja a pesquisar qué clase de dantesco ruido era ése. Desde luego que Jellal siempre se esperaba lo peor, pues, aunque intentase de luchar contra sus aciagos pensamientos, éstos se revolcaban y lo ponían contra la pared. "No todos son buenos. Hay personas que realmente quieren el mal y hacer daño", negó con la cabeza, y bajó todavía más en ese conducto.
Estaba tan oscuro como las fauces de un lobo. Un olor repugnante invadió su nariz. Excremento, desechos biológicos y también descomposición de materia. Siguió bajando y llegó fondo en donde la iluminación no llegaba a plenitud. Finalmente, saltó y el conducto húmedo y terroso se extendió a su izquierda. Dobló y caminó recto en donde se topa con esa persona.
— ¿Quién eres? — le pregunta cruzando sus brazos. Algo msterioso había en esta persona, y Fernandes estaba decidido a desvelar sus planes.
Con las manos en los bolsillos y la mirada perdida, Jellal caminaba por las poco iluminadas calles de la periferia de la ciudad. Apartado de los centros comerciales, las tiendas de electrodomésticos y la típica fanfarria visual japonesa, se encontraba el sector más alejado, lo que los japoneses como sociedad deseaban esconder. Barrios de inmigrantes chinos, pobres y yakuzas retirados del hampa. Efectivamente, lugares poco felices en donde en más de una ocasión las cosas se ponían color de hormiga.
El joven Fernandes, prestando suma atención a esa calle poco agraciaa, escucha un ruido cavernoso, como si la misma tierra emitiera un canto gutural, sumergida en un manto sonoro de bocinas, hombres hablando y perros ladrando. Sí, un sonido subterráneo el cual capturó su atención de immediato, pues era vibrante y muy profundo, similar a los jugosos ruidos de los órganos vitales. Se acercó a la placa del alcantarillado, extendió su mano y ésta brilló de un celeste sobrenatural.
Sale volando la tapa, y el mago estelar baja a pesquisar qué clase de dantesco ruido era ése. Desde luego que Jellal siempre se esperaba lo peor, pues, aunque intentase de luchar contra sus aciagos pensamientos, éstos se revolcaban y lo ponían contra la pared. "No todos son buenos. Hay personas que realmente quieren el mal y hacer daño", negó con la cabeza, y bajó todavía más en ese conducto.
Estaba tan oscuro como las fauces de un lobo. Un olor repugnante invadió su nariz. Excremento, desechos biológicos y también descomposición de materia. Siguió bajando y llegó fondo en donde la iluminación no llegaba a plenitud. Finalmente, saltó y el conducto húmedo y terroso se extendió a su izquierda. Dobló y caminó recto en donde se topa con esa persona.
— ¿Quién eres? — le pregunta cruzando sus brazos. Algo msterioso había en esta persona, y Fernandes estaba decidido a desvelar sus planes.
Jellal Fernandes
Re: El Precio de la Fuerza [Priv. Jellal]
¿Cuánto no se podía prever cuando se pensaba antes de actuar? En efecto, había emprendido una misión que no le gustaba o beneficiaba en lo absoluto, en una realidad donde su capacidad de control o prevención estaba limitada, pero esa mentalidad, bien orientada, podía sacarla de problemas.
—¿Quién eres?— alguien habló. La luz de su linterna, sintiendo el miedo de la represalia de alguna autoridad por un segundo, apuntó a un joven de celestinos cabellos. Tan solo por un segundo, por un mero instante ignoró las suplicas de su mente para sentir pánico, las ropas que cubrían la anatomía ajena no solo no eran oficiales, sino que estaban menos adaptadas a un sitio húmedo y maloliente que las propias. Ahora sabía que no se enfrentaba a una autoridad.
No obstante, la pose reflejaba todo lo contrario: autoritaria, especulativa, incluso desaprobatoria. Al separar la personalidad de la apariencia imaginaba que probablemente se volvería un problema si no hacía algo al respecto de inmediato, si no derogaba la amenaza de raíz.
Su luz abandonó la dirección del contrario de forma natural, volviéndose a las aguas que formaban los ríos del alcantarillado, en efecto, el oscuro espectro aún poblaba las aguas sucias, viajaba con la misma intensidad pese a haber recorrido casi un kilómetro. Quizás incluso se había concentrado más.
―Es raro…― se permitió decir con su luz apuntando el río rojo. ―Hasta donde sé no hay un matadero en el centro de la ciudad… ¿Verdad?― estaba claro para quien iba dirigida la pregunta, su ojo azul aún de perfil, se fijó en este.
¿Qué hacía? ¿No debía alejarlo? No mientras más tiempo pelease, más tiempo perdería. Prefería involucrarlo, acostumbrarlo a su estatus quo y trabajar desde allí. Después de todo, explorar sola podía ser una dificultad en ciertos casos y una de sus filosofías diplomáticas era “Si puedes hacer un aliado, hazlo, aún si es tu enemigo”
Nuevamente sus pasos avanzaron en dirección a la fuente de aquel misterio, lentamente, permitiéndole seguirla. Por su mente pasó la posibilidad de que ese fuera un desacostumbrado miembro de las mafias locales, un yakuza que debía cuidar una misteriosa operación (o un simple dominio de territorio). En tal caso asumía que una confrontación sería inevitable, tan solo quería asegurarse de poder evitarlo en cualquier otro caso.
Hizo una pequeña mueca por debajo de su máscara ¿Era su presentimiento? ¿O su subconsciente pensando con lógica? Había algo que no le gustaba, no solo con respecto a ese hombre, era una sensación de incomodidad que había crecido desde el momento que comenzó a seguir el rastro, no le gustaba.
―Mira… Si vas a venir al menos cúbrete con esto.― quizás se sentía culpable, quizás solo quería asegurar el favor del contrario, fuese cual fuese la razón soltó la banda roja que cubría su brazo izquierdo y se la ofreció en mano, mirándolo fijamente a los ojos.
La tela, en principio, no parecía tener ninguna particularidad más allá de poder aislar un poco el fétido aroma a podredumbre.
—¿Quién eres?— alguien habló. La luz de su linterna, sintiendo el miedo de la represalia de alguna autoridad por un segundo, apuntó a un joven de celestinos cabellos. Tan solo por un segundo, por un mero instante ignoró las suplicas de su mente para sentir pánico, las ropas que cubrían la anatomía ajena no solo no eran oficiales, sino que estaban menos adaptadas a un sitio húmedo y maloliente que las propias. Ahora sabía que no se enfrentaba a una autoridad.
No obstante, la pose reflejaba todo lo contrario: autoritaria, especulativa, incluso desaprobatoria. Al separar la personalidad de la apariencia imaginaba que probablemente se volvería un problema si no hacía algo al respecto de inmediato, si no derogaba la amenaza de raíz.
Su luz abandonó la dirección del contrario de forma natural, volviéndose a las aguas que formaban los ríos del alcantarillado, en efecto, el oscuro espectro aún poblaba las aguas sucias, viajaba con la misma intensidad pese a haber recorrido casi un kilómetro. Quizás incluso se había concentrado más.
―Es raro…― se permitió decir con su luz apuntando el río rojo. ―Hasta donde sé no hay un matadero en el centro de la ciudad… ¿Verdad?― estaba claro para quien iba dirigida la pregunta, su ojo azul aún de perfil, se fijó en este.
¿Qué hacía? ¿No debía alejarlo? No mientras más tiempo pelease, más tiempo perdería. Prefería involucrarlo, acostumbrarlo a su estatus quo y trabajar desde allí. Después de todo, explorar sola podía ser una dificultad en ciertos casos y una de sus filosofías diplomáticas era “Si puedes hacer un aliado, hazlo, aún si es tu enemigo”
Nuevamente sus pasos avanzaron en dirección a la fuente de aquel misterio, lentamente, permitiéndole seguirla. Por su mente pasó la posibilidad de que ese fuera un desacostumbrado miembro de las mafias locales, un yakuza que debía cuidar una misteriosa operación (o un simple dominio de territorio). En tal caso asumía que una confrontación sería inevitable, tan solo quería asegurarse de poder evitarlo en cualquier otro caso.
Hizo una pequeña mueca por debajo de su máscara ¿Era su presentimiento? ¿O su subconsciente pensando con lógica? Había algo que no le gustaba, no solo con respecto a ese hombre, era una sensación de incomodidad que había crecido desde el momento que comenzó a seguir el rastro, no le gustaba.
―Mira… Si vas a venir al menos cúbrete con esto.― quizás se sentía culpable, quizás solo quería asegurar el favor del contrario, fuese cual fuese la razón soltó la banda roja que cubría su brazo izquierdo y se la ofreció en mano, mirándolo fijamente a los ojos.
La tela, en principio, no parecía tener ninguna particularidad más allá de poder aislar un poco el fétido aroma a podredumbre.
Invitado- Invitado
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